8-1-2012 BAUTISMO DEL SEÑOR (B)
Is. 42, 1-4.6-7; Sal. 28; Hch. 10, 34-38; Mc. 1, 7-11
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Con su bautismo Jesús inaugura los tres años que dedicará a anunciar el evangelio de su Padre Dios. También nosotros inauguramos (o deberíamos de empezar) con nuestro bautismo una vida de fe, de trato íntimo, personal y constante con Dios, y una vida de anuncio del mensaje de Jesús. Su bautismo es modelo para nuestro bautismo; su vida debe ser modelo para nuestra vida.
Vamos a profundizar un poco en el evangelio que acabamos de escuchar:
Dice San Juan Bautista: “Yo os he bautizado con agua, pero Él (Jesús) os bautizará con Espíritu Santo”. Cuando San Juan predicó y anunció un bautismo de conversión, se formaron tres grupos de personas: 1) aquellos que le escucharon y… no le hicieron caso (fariseos, Herodes, los sabios de Jerusalén, los hombres ricos de Israel…); 2) aquellos que sí hicieron caso de San Juan Bautista, se arrepintieron de sus pecados, se convirtieron y se hicieron bautizar por San Juan; 3) aquellos que fueron bautizados por San Juan, pero después siguieron a Jesús y recibieron el bautismo de Jesús. Hoy voy a hablaros de los grupos segundo y tercero.
Los del grupo segundo fueron bautizados únicamente con agua, según las palabras del mismo San Juan Bautista[1]. Ser bautizado con agua significa que esa persona ha escuchado el mensaje de Dios, ha visto su propio pecado o sus propios pecados, se ha arrepentido de ellos, quiere cambiar y pide el bautismo de agua. Este bautismo de agua no tiene fuerza por sí mismo. El bautismo de agua es un signo y un compromiso entre el bautizado y el que bautiza. El primero hace el propósito de llevar una vida honesta, honrada y según la voluntad de Dios. El que bautiza recoge este compromiso. Pero el propósito se hace en base a las propias fuerzas de uno. Uno mismo es quien lleva una vida honesta. Uno mismo es quien lleva una vida honrada. Uno mismo es quien sigue la voluntad de Dios. Uno lo hace y Dios lo mira y lo ve, como quien ve los toros desde la barrera.
Los del grupo tercero fueron bautizados con agua y con Espíritu Santo. Ser bautizado con Espíritu Santo significa que esa persona ha escuchado el mensaje de Dios, el Espíritu le ha hecho ver su propio pecado o sus propios pecados, el Espíritu le concedido el don del arrepentimiento de ellos, y esa persona siente una fuerza interior que le impulsa al cambio y a la conversión. Este bautismo con Espíritu Santo tiene fuerza por sí mismo. La fuerza no procede del hombre pecador, arrepentido y convertido. NO. La fuerza, el perdón, el arrepentimiento, la conversión, la salvación, la santidad de vida… procede sólo y exclusivamente del Espíritu Santo, pero con la colaboración del creyente. Ciertamente hay una conjunción del hombre y de Dios, de lo humano y de lo divino, del agua (que aquí representa al hombre) y del Espíritu Santo.
Veamos en un cuento esta conjunción del hombre y de Dios, de Dios y del hombre. “Dicen que un hombre convirtió, en el espacio de dos años, un territorio pedregoso en un jardín lleno de flores que se hizo famoso en la comarca. Un día un santo varón pasó por el jardín y, para que el jardinero no olvidara quién era el Creador Supremo de su obra, le dijo: ‘Jardinero, este jardín tan hermoso es una verdadera bendición que Dios te ha dado’. El jardinero comprendió el mensaje y le respondió: ‘Tienes razón, santo varón. Si no fuese por el sol y por la lluvia, por la tierra y por el milagro de las semillas y por las estaciones del año, no tendría ningún jardín. ¡Pero deberías haber visto cómo estaba este lugar hace dos años, cuando Dios lo tenía sólo para sí mismo…!’”.
Moraleja: Dios nos da sus dones, su santo Bautismo y su Santo Espíritu, que es con mucho lo principal, pero también Dios necesita de nuestra colaboración para que se realice el milagro de la santidad. Ojalá un día también nosotros escuchemos, como escuchó Jesús, a Dios Padre decir sobre nosotros: “Tú eres mi hijo amado, mi preferido”.[1] Se dice por parte de algunos estudiosos que hoy día aún existen algunos discípulos de San Juan Bautista. Son los llamados mandeos. Su número no supera los 60.000 en todo el mundo. Principalmente están ubicados en Irak. Los mandeos nunca han aceptado a Jesús, a quien consideran un traidor que fue crucificado por Dios como castigo por volverse contra Juan el Bautista. Los mandeos obedecen diecisiete mandamientos. Un rasgo curioso es que la continencia se considera impiedad y quien no engendra hijos, no tendrá un lugar en el cielo, por lo cual el matrimonio es obligatorio y la poligamia está permitida. En el mandeísmo las mujeres poseen exactamente el mismo valor social, rango y respeto que el hombre. Las ceremonias más importantes de los mandeos son el entierro, la fiesta de los muertos y el bautizo. La ceremonia del bautizo tiene su origen en Juan el Bautista, quien es el último los profetas de los mandeos. Cada mandeo es bautizado varias veces a lo largo de su vida aunque sería deseable un bautizo cada domingo, pues, según la concepción mandea, durante la ceremonia del bautizo es cuando más nos acercamos al reino de la luz. Gracias a la inmersión ritual obtenemos el perdón de los pecados, la curación de las enfermedades y la expulsión de los demonios.
Cuanto he aprendido con esta homilía ¡¡¡ sabes cuando nacieron mis 4 niños .. enseguida yo pedia al cura del Sanatorio que le diera un bautismo ... como El decia simbólico ..pues era una bendicon .hasta que ya salida del Sanatorio se efectuara el Bautismo como sacramento en la Parroquia.. es que yo asi me sentia segura que mis niños tenian la protección divina ..
ResponderEliminarYo creo que el Bautismo es lo que nos permite recibir a Jesus .. pero luego dia a dia debemos trabajar para aceptar lo que El nos pide .dar testimonio de El en nuestra vida .. no lo considero una fiesta social .. sino totalmente espiritual .. es la protección divina entrando en nuestra alma ..
Es mi humilde opinión ¡¡ tengan una semana llena de paz
La Homilía de hoy ha sido para mí una excelente catequesis pedagógica.
ResponderEliminarNúnca me había parado a discernir entre el Bautismo de agua de S. Juan y el que nos viene del Espíritu Santo.
Hay una gran diferencia entre los dos, que D. Andrés explicó con la claridad y acierto que utiliza siempre para llegar al corazón y a la mente.
Achaco mi ignorancia en el tema, primero a mi comodidad personal o pasotismo, pero secundariamente a la falta de interés que ponen algunos pastores en explicar algo tan importante como nuestra entrada en la Iglesia, y que se hace necesariamente por el Bautismo, y así vamos de generación en generación, cumpliendo años de nuestra vida, al menos en mi caso con un gran desconocimiento del tema. Para mi, el Sacramento del Bautismo es la puerta de la salvación, la entrada definitiva en la Iglesia Cristiana, ahora reconozco los matices y me los aplico, veo que algunas veces me comporto como un bautizado con agua, y otras con la Bendición del Espíritu, no sé si esta dualidad puede ser aceptable.
Como el jardinero, yo también intento cultivar mi humilde jardín, y conozco el esfuerzo y la dedicación que me cuesta, no por ello dejo de dar gracias a Dios por la belleza de su Creación, pero me aplico muchas veces el refrán de.... "que para con Dios, hay que tener por el carro", El nos da, pero también nostros debemos de corresponder.
El Evangelio en las Homilías de D. Andrés cobra una vida inusitada, no es un dircurso más, es nuevamente el Mensaje de Jesús con puesta "al día". ¿Porqué no enseñan en los Seminarios a ser directos, breves, concisos y amenos en la tramisión de la Palabra ? ¿Porqué no enseñan en los Seminarios a ser cercanos en comunidad con la asamblea, y a dejarse de discrusos tediosos, de los que nada se aprende, salvo a dormitar bajo las bóvedas? La comunicación cuidada debería de ser una disciplina imprescindible, además de una formación mucho más extensa, me temo que como hay escasez de Sacerdotes, "pasemos" de todo, incluso de los laicos..., que necesitamos formación permanente (no es necesario ser pisa Sacristías o formar coro) somos personas bautizadas con derecho a recibir formación exhaustiva, cuidada y veraz, porque en ello, va implícita nuestra salvación, y sin nosotros..., no hay Iglesia.
Dicho lo cual, doblemente agradecido a este Sacerdote ejemplar que es D. Andrés, porque cumple todos los requisitos que yo pueda imaginar, para ayudarme a mejorar como cristiano y persona y para acompañarme en mi camino de salvación. Su coherencia es un regalo del Señor, y su amor a la verdad un carisma que no tiene precio en estos tiempos.
Un fuerte abrazo para todos ustedes y feliz y santa semana.
Aloya
Muchas veces he preguntado la diferencia entre el Bautismo de Juan y el de Jesús y hoy lo he visto claramente, lo cual me alegra.. pues por la explicación escuchada es vital en la vida de un cristiano.
ResponderEliminar¡¡Maravillosa pedagogía la de nuestro Dios!!Él va poco a poco llevándonos de Su mano y haciéndonos comprender que - "Sin Él nada podemos ni hacer, ni ser."-.
Me recordó aquella frase usada/vivida en el Antiguo Testamento que hasta entenderla me resultaba incomprensible en las Sagradas Escrituras del "Ojo por ojo y diente por diente"; sin dudar que se trataba de una venganza, no querida por Dios, por supuesto. La explicación estaba en que, era la manera de evitar que por cualquier daño o mal, que causaba alguien, la "justicia" se identificase con otro daño al causante muy superior al daño del que era objeto. No sé si me explico bien... En su pedagogía, vemos como luego con la venida de Jesús nuestra comprensión va creciendo: Amaos los unos a los otros...Amad a vuestros enemigos...Amad como os gustaría que os amasen a vosotros...; hasta llegar al culmen de este Amor: AMAOS COMO YO OS HE AMADO.
Asi veo, un primer paso en el Bautismo de Juan que nos va acercando al de Jesús, cuando comprendemos que por nosotros mismos no podemos ni somos NADA.
Santa semana para todos amigos; El Señor está con nosotros.
Muy interesante y aclaratoria la exposición sobre los dos tipos de bautismo.
ResponderEliminarCiertamente he de decir que, yo me he sentido bautizada por Juan, ya que si escuchaba, me conmovía la palabra, y sentía arrepentimiento; entonces aparecían los buenos propósitos, y el tengo que... cambiar esto o aquello, tengo que esforzarme, tengo que sacrificarme, tengo que ser buena para poder salvarme, etc, etc, y los buenos propósitos cuantas veces se han quedado en eso, en propósitos; y me sentía mal, frustrada y convencida de que jamás podría realizar aquello que según la escritura ha de ser la vida del verdadero cristiano, porque me parecía imposible conseguirlo, estaba fuera de mi alcance.
¡¡Que gran descanso el llegar a descubrir, que no estoy sola en este empeño!!
Cuando siento que el Señor me pide alguna cosa, me miro a mi misma y suelo decirme: No puedo Señor, es demasiado para mi que soy tan débil; Y enseguida me parece escuchar la misma voz; Si Chony, tienes razón, tu no puedes, pero mi Espíritu está contigo para ayudarte en esta empresa, y si confías en Él, comprobarás que la mayor parte del "trabajo" será Él quien lo realice.
Soy testigo de que esto es cierto, ya que yo misma tantas veces he quedado sorprendida al comprobar como actúa el espíritu a través de mi, haciendo que pueda realizar cosas impensables para mi persona; y la gran alegría interior que se apodera de mi en tales circunstancias.
El Señor siempre está dispuesto, solo hemos de tener la humildad necesaria para reconocer nuestra incapacidad, y elevar nuestro corazón suplicando ayuda al Unico que puede darla.
Esto es muy grande, el sentir que Dios mismo se sirve de ti para llegar a otros hermanos, y poder ayudarlos en sus necesidades; darte cuenta de que además no te cuesta trabajo porque es el mismo espíritu el que te lleva, solo un pequeño esfuerzo y voluntad de servir al Señor.
Andrés que Dios te bendiga, y te conceda siempre su santo Espíritu, para que puedas seguir enseñando y "desmigando" la escritura, para ponerla a nuestra altura, y llegar a vivirla en plenitud. Esto es lo que necesita el pueblo llano; comprender.
Feliz semana hermanos, y que el E. S. os acompañe en todas vuestras empresas.
BENDITO SEA DIOS.
Querido Andrés:
ResponderEliminarHace unos días bautizamos a mi sobrina. Llevo, entre bautizos propios y familiares, unos cuantos. Pero el de Claudia, que se así se llama mi sobrina y también ahijada, ha sido algo distinto. No te puedo explicar el motivo, pero lo he vivido de otra manera y me ha dejado una sensación de tranquilidad. ¿Será porque he vivido más el Sacramento, prescindiendo de la parafernalia social?.
Un abrazo
Un penitente agradecido
Hola Andrés, he escuchado ahora la homilía, todo lo que dices ¡es tan importante!.
ResponderEliminarQuiero destacar lo más importante para mi:
"El Bautismo de Jesús es modelo de nuestro Bautismo."
" La vida de Jesús tiene que ser modelo de nuestra vida."
Así es, seguirle a Él.
Decías:
"Lo medular de la vida de un cristiano"
Bautizados únicamente con agua.
(El Bautismo con agua no tiene fuerza por sí mismo). Reconozco que sin Él nada podemos. De nada sirve que queramos cambiar en algo y poner todo nuestro empeño, que si no recibimos la fuerza del Espíritu no lo vamos a conseguir, pues nosotros no podemos nada.
"El Bautismo del Espíritu tiene fuerza por sí mismo".
"No somos bautizados en agua, somos bautizados en Espíritu Santo y hace falta nuestra colaboración".
El hombre tiene que saber que necesita de Dios.
Me ha gustado todo.
Querido Andrés:
ResponderEliminarLlevo ya algún tiempo siguiendo tus homilías y siempre me sorprendes con algo nuevo para profundizar en mi fe y conversión. La distinción que haces entre ser bautizado con agua y ser bautizado con Esprítu Santo ¡¡Qué bien más grande me ha hecho!!
Antes, acudía a la oración sólo para pedirle cosas (algunas buenas y necesarias y otras no tanto) como si Dios fuese un "Solucionaproblemas a mi servicio" siempre dispuesto a sacarme de los apuros. Ahora, mi oración es básicamente para alabarle, bendecirle y darle gracias; en segundo lugar, para pedirle perdón y arrepentirme de mis pecados; y en tercer lugar, para pedirle todo aquello que creo necesario para mí y para los demás. Soy consciente que aquello que tengo y más feliz me hace se lo debo a Él: familia (esposa, hija, padres, hermanos), vivir la fe en el seno de una comunidad cristiana, trabajo,etc. No obstante,llevo un tiempo triste por que no veo que mejoría en mí, repitiendo una y otra vez los mismos pecados y errores. Es como si estuviese cansado de mí mismo y sin esperanza de poder cambiar.
Veo que este sentimiento es un engaño y una trampa que me tiende el demonio para que desista de querer ser cristiano y de seguir a Jesús. Dios no se cansa de mí y quiere enviarme su Espíritu para darme una vida nueva y plena.
Tú homilía me ayudó a ver que mi conversión no es algo que pueda hacer en mis fuerzas, que yo por mí mismo no puedo cumplir el Evangelio. Es bueno reconozer mis errores y pedir perdón por los mismos. Pero, además, también debo apoyarme en la oración para que sea Él quien conduzca y lleve mis pasos.
Leyendo,primero, y escuchando, después, tu homilía, he caido en la cuenta que, en algunos aspectos, aún estoy con el grupo de los bautizados con agua.
Escribo mi comentario básicamente para indicarte que tus palabras me hicieron reflexionar y rezar, y me han ayudado a salir de mi trisreza y abatimiento.
Yo soy un sacerdote capuchino. Hasta hace algunos años, era profesor
ResponderEliminarordinario de Historia de los orígenes cristianos y Director del Departamento
de ciencias religiosas en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de
Milán. Se trataba de un servicio bueno para la Iglesia y la investigación; así al
menos me aseguraban mis superiores. Yo no obstante no me sentía satisfecho
y sentía vagamente la necesidad de un cambio radical. Jesús quería contar más
en mi vida; no le bastaba "aquel conocimiento impersonal", del cual ya les he
hablado alguna vez. Pero sentía, al mismo tiempo, que no tendría jamás la
fuerza para realizar un cambio tal.
En 1974 comencé a oír hablar de la Renovación carismática y a la persona que
me habló le dije que no fuera más a aquel lugar. Después me acerqué un poco
más a esta realidad, especialmente porque las personas, en vez de ofenderse de
mis críticas, parecían amarme ahora aún más y me invitaban a impartirles
enseñanzas. Algunas cosas que veía me fascinaban porque, en base a mi
especialización, reconocía sin dificultad que eran idénticas a aquellas que
sucedían en las primeras comunidades cristianas. Otras cosas (hablar en
lenguas, profetizar) me molestaban y las rechazaba.
Finalmente, en 1977, una persona de Milán ofreció algunos billetes para ir a
los Estados Unidos a participar en una gran reunión carismática ecuménica en
Kansas City. Y yo que por aquel tiempo debía ir a los Estados Unidos acepté
uno. Aquello que veía en Kansas City era claramente una profecía para la
Iglesia. Cuarenta mil cristianos -la mitad católicos y la otra mitad de otras
confesiones- reunidos a la tarde en el estadio a orar juntos y a escuchar la
palabra de Dios. Una tarde hubo una profecía, decía: "¡Llorad, haced lamento,
porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado! Vosotros laicos, vosotros
sacerdotes, vosotros obispos: ¡llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi
Hijo está destrozado!" Uno después del otro, todos en el estadio cayeron de
rodillas sollozando y esto sucedía mientras un mensaje luminoso se
proyectaba contra el cielo oscuro de una parte a la otra del estadio: "JESUS IS
LORD!: JESÚS ES EL SEÑOR!" Parecía una profecía de la Iglesia del futuro,
la Iglesia que todos esperamos, en donde los creyentes estén reunidos en el
arrepentimiento, bajo el soberano señorío de Cristo.¿ Y, me pueden creer? , todo esto no bastó. Yo continuaba observando todo
esto como desde el exterior, diciendo dentro de mí: esto sí, esto no. Una
palabra de Jesús aún continuaba resonando en mi corazón y no podía
quitármela de la mente: "¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis;
dichosos los oídos que escuchan lo que vosotros escucháis!"
Continúa.......
ResponderEliminarUna vez se
cantaba el canto que narra la historia de Jericó que cae, con el estribillo que
repetía: Jerico must fall, Jericó debe caer. Los compañeros que habían venido
conmigo desde Italia, entonces, me daban codazos, diciéndome: ¡Escucha
bien, porque tú eres Jericó!
De Kansas City nos dirigimos a una comunidad carismática de New Jersey en
donde se tenía una semana de retiro sobre la Trinidad. Buscaba separarme del
grupo para ir a mi convento de capuchinos. Pero un sacerdote lleno de caridad
me repetía: quédate aún esta semana con nosotros. Recuerdo que al final me
dije a mí mismo: "Pero ésta no es una casa de perdición, es una casa de
retiros: si permanezco, ciertamente que no me puede hacer mal. ¡Pues bien,
me quedo!" Era esto lo que el Señor quería (Es conmovedor ver cómo se
contenta con poco).
y aquí se situaron aquellas objeciones de las cuales hablaba antes, que tuve
que superar una por una. Me decía a mí mismo: pero si yo soy hijo de san
Francisco, poseo una magnífica espiritualidad, tantos santos... ¿Qué es lo que
busco entre estos hermanos, qué me pueden dar de nuevo? Mientras me hacía
estos razonamientos, en el fondo de la sala (era un encuentro de oración) una
hermana abrió la Biblia y comenzó a leer. ¿Y qué fue lo que leyó? Era el
pasaje donde Juan el Bautista dice a los fariseos: "¡No digáis en vuestros
corazones: S
Continúa....
ResponderEliminarSomos hijos de Abraham, somos hijos de Abraham!" Entendí que
estaba dirigido a mí y cambié mi oración al Señor, ahora decía: Señor no digo
más que soy hijo de san Francisco, sino que te pido a ti que me hagas con tu
Espíritu realmente hijo de san Francisco, porque hasta ahora no lo he sido.
Pero no todo terminaba allí ( os he dicho que me he defendido con todas las
fuerzas). Pero si yo -me decía a mí mismo- soy un sacerdote ordenado por el
obispo, he recibido el Espíritu Santo. ¿Por qué debo arrodillarme ante los
hermanos, incluso laicos, y aceptar que oren por mí? Esta vez la respuesta me
vino directamente con una simple reflexión teológica. Me pareció oír la voz
misma de Jesús que me decía: " ¿ y yo entonces? ¿ Viniendo al mundo, no
había sido consagrado por el mismo Padre? ¿Acaso no poseía yo la plenitud
del Espíritu desde mi encarnación? y no obstante acepté ser bautizado por
Juan Bautista -¡que también era un laico!- y el Padre me dio una nueva
plenitud de Espíritu para mi misión, por vosotros". Entonces dije como Job:
He hablado una vez, y no lo repetiré. Cierro la boca. Bautízame, Señor, con tu
Espíritu... Mientras me preparaba a recibir el bautismo en el Espíritu con una
buena confesión general, recordando toda mi vida me veía como un cochero
que, con las riendas en mano, había buscado dirigir la carreta como quería:
algunas veces lento, otras veloz, ahora a la derecha, luego a la izquierda. Pero
sin resultado. En ese momento fue como si Jesús se sentara junto a mí (no
piensen en nada extraordinario, visiones, o cosas similares; eran como simples flashs, imágenes interiores corrientísimas) y me dijera: " ¿Quieres darme las
riendas de tu vida?"
Muchos de los que han tenido la experiencia del bautismo en el Espíritu
resaltan este hecho: lo que decide todo es un acto total de abandono a la
voluntad de Dios, un rendirse y entregarse a él sin reservas, dejarle las riendas
de nuestra vida.
Continúa....
ResponderEliminarUno de los que participaron en el primer retiro carismático en
1967, resume así el acontecimiento: "Nosotros nos entregamos completamente
a Jesús y Jesús nos entregó su Espíritu".
Durante la oración de los hermanos por la efusión del Espíritu, en el momento
en que me invitaban a elegir de nuevo a Jesús como Señor de mi vida,
recuerdo que alcé los ojos que fueron a posarse sobre el crucifijo que estaba
sobre el altar. Era como si esperara mi mirada para decirme: Atento, no te
engañes, Raniero, éste es el Jesús que eliges como tu Señor, no otro, no un
Jesús fácil o de color de rosa. Comprendí que la Renovación en el Espíritu es
una cosa distinta a un acontecimiento formado de emociones o de entusiasmos
superficiales; lleva directamente al corazón del Evangelio.
No se dio nada de espectacular. Sólo que una vez llegado al convento al cual
había sido destinado, me di cuenta de que algo estaba cambiando: mi oración.
De regreso a Italia, pueden imaginar la felicidad de los hermanos. Decían:
hemos enviado a América a Saulo y nos han devuelto a Pablo! Después de
poco tiempo, sucedió el hecho que cambió mi vida y que yo atribuyo a la
gracia del bautismo en el Espíritu. Un día, mientras estaba orando en mi
habitación, tuve otra de aquellas imágenes interiores, posiblemente sugerida
por el versículo bíblico que estaba reflexionando. Era como si Jesús pasara
delante de mí con la misma actitud que tenía cuando regresando del Jordán se
disponía a dar inicio a su predicación. Decía: Si quieres venir a ayudarme a
proclamar el reino de Dios, ¡deja todo y ven!
"Deja todo", quería decir la enseñanza en la universidad, todo aquello que has
hecho hasta ahora. Por un momento tuve miedo de no estar preparado, porque
aquel Jesús parecía que estaba decidido y tenía prisa; invitaba pero no se
detenía.
Pero me di cuenta de que en mi corazón existía ya un sí pacífico, seguro,
puesto allí, estoy convencido, por la gracia de Dios. Me levanté siendo un
hombre diverso del que había comenzado a orar. Me dirigí a mi superior
general a comunicarle mi inspiración y fue allí donde descubrí qué gran don
es para nosotros los católicos y para nosotros los religiosos y sacerdotes el
tener una autoridad, el tener a tales representantes de Dios sobre la tierra. Sólo
así pude estar seguro de que era realmente la voluntad de Dios, y no una
presunta inspiración mía. Mi superior me dijo que esperase un año, después
del cual estuvo de acuerdo en que se trataba realmente de una llamada de Dios
y me dio su bendición para comenzar a ser predicador itinerante del
Evangelio, al estilo de san Francisco de Asís.
No habían pasado tres meses, cuando me llegó de Roma la noticia de que el
Papa me había nombrado Predicador de la Casa Pontificia, cargo que cubro
desde hace 12 años. A decir verdad, es él, el Santo Padre, quien me predica a mí, con su humildad, encontrando el tiempo cada viernes por la mañana, en
Adviento y en Cuaresma, para venir a escuchar la palabra de un simple
sacerdote de la Iglesia.
Así es como yo he querido, al igual que san Pablo, "dar testimonio de la gracia
de Dios", porque es cierto que todo es pura gracia de Dios. Lo he hecho para
que así mi "gracias" suba a Dios, multiplicado por el gracias de todos
vosotros.
Continúa...
ResponderEliminarHemos llegado así al final de nuestro retiro. Deseo compartir con
vosotros, un recuerdo personal, una última palabra de Dios. El día que mi
superior general me dio el permiso para abandonar la enseñanza universitaria
para dedicarme totalmente a la predicación del reino, había, en el oficio de
lectura un pasaje del profeta Ageo: Dios dijo al sumo sacerdote y a todo el
pueblo una vez que éstos habían comenzado a reconstruir el templo: "¡Mas
ahora, ten ánimo, Zorobabel, oráculo de Yahvé; ánimo, Josué, hijo de
Yehosadaq, sumo sacerdote, ánimo, pueblo todo de la tierra!, oráculo de
Yahvé. ¡A la obra, que estoy yo con vosotros... y en medio de vosotros se
mantiene mi Espíritu!" (Ag 2, 4-5). Era un lluvioso día de otoño y la plaza de
San Pedro, en donde me había retirado a orar al Apóstol, estaba desierta. Sentí
de improviso el impulso de alzar la vista hacia la ventana del Santo Padre y
me puse a decir fuerte (no había nadie en los alrededores): "Ánimo, Juan
Pablo II, sumo sacerdote, ánimo pueblo todo de la tierra, y a trabajar porque
yo estoy con vosotros, dice el Señor!"
Pero no todo terminó allí. Tres meses después, como he dicho, fui nombrado
Predicador de la Casa Pontificia y cuando me encontré por primera vez en la
presencia del Papa no pude por menos que recordar aquel acontecimiento. Lo
compartí con todos y repetí de nuevo aquellas palabras. Desde aquel día he
repetido muy a menudo las palabras del profeta, en mis giras por el mundo.
"¡Animo pueblo todo de esta tierra, y al trabajo, porque yo estoy con vosotros,
dice el Señor. Mi Espíritu está con vosotros!" .
(Publicado en: UNGIDOS POR EL ESPIRITU