jueves, 28 de enero de 2016

Domingo IV del Tiempo Ordinario (C)



31-1-2016                              DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO (C)
            Al finalizar la segunda lectura, que escribió san Pablo, leemos: “En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor”. Sí, san Pablo nos dice que el amor es más grande que la fe, y que el amor es más grande que la esperanza. Asimismo hemos de saber que, al final de los tiempos, desaparecerá la fe, pues veremos a Dios cara a cara y no nos hará falta tener fe en Dios. E igualmente desaparecerá la esperanza, pues ya habremos alcanzado lo que buscábamos, es decir, habremos alcanzado a Dios. Por lo tanto, lo único que nos quedará al final de los tiempos, y que es lo más importante y que es para siempre, es el amor. Esto es lo que quiere decir san Pablo con esta última frase de la lectura de hoy.
            Este trozo de la carta de san Pablo a los corintios es ‘superconocido’ y leído en casi todas las celebraciones del sacramento del matrimonio. En el día de hoy quisiera profundizar un poco más sobre este texto, sobre el amor. La homilía de hoy la voy a titular así: EL TEST DEL AMOR.
            Cuando una persona va a un psicólogo y éste quiere conocer algo sobre su personalidad, ha de realizar algún test. Pues bien, en el día de hoy, aprovechando la descripción que san Pablo hace del amor, vamos a tratar de elaborar un test del amor.
            - Pensemos en la persona que más nos quiere en este mundo (o que más nos ha querido) y veamos hasta dónde puede llegar su amor por nosotros. Dice san Pablo: “El amor es paciente”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿tiene paciencia con nosotros cuando nos equivocamos, cuando no vamos a su ritmo, cuando fallamos una y otra vez, cuando no sabemos, cuando le hacemos esperar…?
            Dice san Pablo: “El amor es servicial”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿antepone nuestras necesidades a las suyas, nuestro tiempo al suyo, nuestro gusto al suyo, nuestra hambre a la suya, nuestro sueño al suyo, nuestras ilusiones a las suyas? ¿Hasta dónde está dispuesta a perder de lo suyo para que nosotros ganemos o crezcamos?
            Dice san Pablo: “El amor no es envidioso”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿se alegra con nuestros éxitos, llora y sufre con nuestros fracasos, se goza con el hecho de que nosotros estemos bien con otras personas, aunque no estemos con ella, o más bien es posesiva y no soporta que tengamos relación con otras personas?
            Dice san Pablo: “El amor no busca su interés”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿es capaz de perder o renunciar a sus bienes a favor nuestro, o sus razones a favor nuestro, o sus prioridades a favor nuestro?
            Dice san Pablo: “El amor no se irrita; no lleva en cuenta el mal”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿nos reprocha con frecuencia, o nos echa en cara nuestros fallos, nos lee la ‘lista’ de nuestros errores, nos grita, nos hace de menos, nos insulta, nos abochorna con nuestros errores…?
            Dice san Pablo: “El amor todo lo excusa”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿busca siempre ponerse en nuestro lugar, nos acepta tal y como somos, ve sus fallos antes que los nuestros, nos perdona siempre, nos justifica siempre…?
Dice san Pablo: “El amor todo lo cree”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿confía totalmente en nosotros, y por eso pone su vida y sus bienes a nuestra disposición, es capaz de ver y descubrir nuestras virtudes y valores…?
Dice san Pablo: “El amor todo lo espera”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿piensa que somos capaces de cambiar y de mejorar, y nos ayuda a cambiar y a mejorar?
Dice san Pablo: “El amor todo lo soporta”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿soporta y aguanta nuestros desplantes, nuestras mentiras, nuestras deslealtades, nuestras miserias, nuestro desamor por ella, nuestra cobardía, nuestros pecados, muestras traiciones, nuestros egoísmos…?
Dice san Pablo: “El amor no acaba nunca”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿sigue amándonos y confiando en nosotros, a pesar del paso del tiempo? ¿Notamos que con el paso del tiempo vamos envejeciendo y cambiando, pero que su amor permanece hacia nosotros o incluso que aumenta?
- Pensemos ahora en la persona que más amamos sobre la tierra o que más hemos amado. Vamos a hacer ahora el test del amor, pero al revés, es decir, no nos preguntamos si alguien nos ha amado como acabamos de describir, sino si nosotros hemos amado o amamos como nos dice san Pablo. O sea, ¿nuestro amor por esa persona es paciente? ¿Tenemos paciencia con ella cuando se equivoca, cuando no va a nuestro ritmo, cuando falla una y otra vez, cuando no sabe, cuando nos hace esperar…?
Nuestro amor por esa persona es servicial… (Háganse las preguntas del apartado anterior sobre todas las definiciones del amor, pero formuladas de tal manera que la acción de amar de ese modo recaiga sobre nosotros).
- Sinceramente yo he hecho los dos test anteriores y veo que fallo estrepitosamente en muchos de los apartados, por no decir en todos. Supongo que a vosotros os pasará lo mismo o parecido. Entonces, ¿de dónde sacó san Pablo esta definición del amor? ¿De lo que había visto en sí mismo, de lo que había visto en otras personas de su tiempo, de lo que había escuchado de alguien, de lo que había leído en libros muy antiguos? Pienso que no. Pienso que lo que sucedió en realidad es que san Pablo transcribió en esta carta a los corintios lo que él mismo había experimentado del amor de Dios sobre sí. Por eso, en esta parte final de la homilía vamos a hacer por tercera y última vez el test del amor, pero no ya sobre lo que otras personas hacen con nosotros o lo que nosotros hacemos con otras personas, sino sobre lo que Dios hace con nosotros. Y entonces comprobaremos que efectivamente Dios tiene un pleno total de 10 al test del amor. Dios sí que es paciente siempre con nosotros; Dios sí que está siempre disponible para nosotros; Dios sí que no tiene envidia de nuestros logros y se entristece con nuestros dolores; Dios sí que no busca su propio interés, sino siempre busca el nuestro; Dios nunca se irrita con nosotros; Dios no nos toma en cuenta el mal y quiere perdonarnos una y mil veces, hasta setenta veces siete; Dios nos excusa siempre, nos cree siempre, nos espera siempre, nos soporta siempre, y su amor nunca falla ni fallará.

lunes, 18 de enero de 2016

Domingo III del Tiempo Ordinario (C)



24-1-2016                              DOMINGO III TIEMPO ORDINARIO (C)
            Mañana, 25 de enero, terminaremos la semana de oración por la unidad de todos los cristianos para unirnos bajo la única y misma Iglesia de Cristo Jesús. Voy a decir algunas ideas sobre ello, pero sobre todo de la Iglesia:
            - Hace un tiempo, estuve en cama de gripe durante una semana, y aproveché para leer un libro sobre la historia el siglo pasado, concretamente desde 1933 hasta 1949. En el libro se hacía un relato novelado del nazismo y de la 2ª Guerra Mundial. Se trata de una ficción en lo que fue realidad: con unos personajes de novela se muestran hechos reales de aquellos tiempos. En alguna de las páginas del libro se narra la decisión de Hitler de matar a todos los discapacitados físicos o psíquicos y cómo se empezó a realizar esto en hospitales alemanes. Algunos de los protagonistas acuden a un pastor protestante para que denuncie estos hechos. Así lo hace este pastor y escribe a uno de los ministros de Hitler pidiéndole cuentas y que pare esas acciones. Pero enseguida el pastor protestante recibe la visita de la Gestapo, que humilla y aterroriza a los cinco hijos del pastor y a su mujer. El pastor es obligado a escribir otra carta al ministro pidiendo disculpas. Los feligreses del pastor dicen que no volvió a ser el mismo: era un hombre derrotado, hundido y asustado. Poco tiempo después los protagonistas de la novela acuden con pruebas irrefutables del asesinato de los discapacitados a un sacerdote católico de 27 años y le vuelven a confirmar la historia. Este sacerdote inmediatamente predica en la Misa de su parroquia sobre el quinto mandamiento de la Ley de Dios: No matarás, y denuncia estos crímenes horrendos. Un obispo católico se hace eco de esta homilía y predica también sobre ello y se hacen copias de la predicación del obispo, la cual se reparte por toda Alemania. Al joven sacerdote católico lo detiene la Gestapo y le torturan para que delate a quienes le dieron las pruebas. Le ponen electrodos en las partes más sensibles de su cuerpo, pero él no delata a nadie. Finalmente, lo matan con las descargas eléctricas. Sin embargo, Hitler da orden de parar el programa de aniquilamiento de discapacitados.
            - ¿A qué viene este relato? ¿Para destacar la fuerza y la supremacía del sacerdote católico sobre el pastor protestante? NO. Ambos forman parte de la única Iglesia de Dios, del mismo Cuerpo de Cristo Jesús. En distinta medida, son de la misma Iglesia y del mismo Cuerpo. Uno queda amedrentado en el relato de la novela, y el otro toma el relevo. En otras ocasiones no podrá seguir el sacerdote católico y lo hará por él el pastor protestante. (Y lo que digo con este ejemplo novelesco, se puede afirmar en tantos casos reales a lo largo de la historia, de los tiempos y de los lugares). Sí, en aquellos clérigos alemanes se cumplió el maravilloso texto de San Pablo sobre la Iglesia de Dios, sobre el Cuerpo de Cristo, al que nosotros pertenecemos por especial regalo de Dios. “Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito»”. Y un poco más adelante dice: “Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro”. Los sacerdotes católicos necesitamos a los pastores protestantes, los pastores protestantes necesitan a los sacerdotes católicos. Si cada uno de nosotros buscamos que crezca nuestro ego o nuestro grupo (es lo mismo), entonces no nos entenderemos ni estaremos en línea con Cristo Jesús. Pero si cada uno de nosotros buscamos que crezca Dios y el hombre, entonces sí que nos entenderemos; entonces sí que nos alegraremos y entristeceremos con los demás, aunque no piensen como nosotros.
            - A modo de reflexiones finales:
            1) Dios nos ha elegido para formar parte de su maravilloso Cuerpo-Iglesia. Nos ha elegido Él, y no hemos sido nosotros los que simplemente hemos elegido ser parte del Cuerpo, de la Iglesia.
            2) En este Cuerpo y en esta Iglesia todos somos necesarios y todos tenemos una función. Nadie es más importante que nadie. No es más importante el párroco que el monaguillo o que la mujer del quinto banco. No es más importante el obispo que el párroco. No es más importante el catequista que el niño que acude al catecismo de 1ª Comunión. Todos nos necesitamos y todos debemos cuidarnos. Hay una imagen preciosa sobre las flores y los santos en la Iglesia que se me quedó grabada la primera vez que leí Historia de un alma, de Santa Teresita del Niño Jesús. Escribe ella: Comprendí que todas las flores que Él ha creado son hermosas y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no le quitan a la humilde violeta su perfume, ni a la margarita su encantadora sencillez; comprendí que si todas las flores quisieran ser rosas la naturaleza perdería su gala primaveral, y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas”. Lo que quería decir Santa Teresita, como nos dice hoy San Pablo en la segunda lectura, es que Dios se complace en lo más grande y en lo más pequeño. Lo uno realza lo otro y no podemos ni debemos prescindir de nada ni de nadie en la Iglesia de Cristo.
            3) Finalizo hablando un poco más de la Iglesia[1], a la que amo y a la que necesito. En mi vida como cristiano y como católico he comprobado que las personas de fe tenemos nuestra propia trayectoria y que Dios nos va haciendo descubrir en distintos momentos y etapas lo que importa en la fe y lo que nos ayuda a llegar a Él. TODOS los componentes de lo que importa en la fe y lo que nos ayuda a llegar a Dios lo tienen los santos. Nosotros sólo tenemos, de momento, algunas de estas cosas y son regalos de Dios. Voy a ir diciendo algunos de estos componentes para que los podamos reconocer y agradecer (se pueden expresar de otros modos): a) el amor a Dios Padre, b) la cercanía a Jesús, c) el descubrimiento del Espíritu Santo, d) María nuestra Madre, e) la Sagrada Escritura como Palabra de Dios y fuente de Vida, f) el amor y el respeto al hombre concreto como criatura de Dios, g) la necesidad de la oración y del silencio, h) el sentimiento de nuestra propia miseria y, a pesar de ello, de que Dios nos tiene de su mano, i) la certeza de la Vida Eterna, j) la necesidad de la Iglesia como madre que nos acoge… Esta última es de las más difíciles de descubrir en estos tiempos que vivimos. Termino con la frase de un autor católico inglés, Chesterton: “Quien no ama a la Iglesia, ve los defectos de sus hijos e hijas. Quien la ama, los ve mejor: pero no ve solamente los defectos, ve también sus virtudes”.

[1] La Iglesia son mis feligreses de la UPAP de Tapia de Casariego, las personas que se acercan con problemas y con alegrías, las personas que no se acercan, los que han muerto y gozan ya de Dios, los que han muerto y no gozan aún de Dios y tantos más.