jueves, 25 de septiembre de 2014

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario (A)



28-9-14                       DOMINGO XXVI TIEMPO ORDINARIO (A)

PARROQUIA DE CRISTO (II)
Homilía en vídeo. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO. Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Prosigo con las ideas del domingo anterior, es decir, expongo los rasgos que ha de tener la parroquia de Cristo para luego poder realizar algunas acciones y tareas en ella. Así trabajaremos en, por y para el Reino de Dios, como nos pedía Él en el evangelio del domingo pasado y también en el evangelio de este mismo domingo:
* Cuando el domingo pasado decíamos que la parroquia es una comunidad de fe, estamos diciendo que la forman los fieles, es decir, aquellos que se fían de Jesucristo y creen en Jesucristo. Para formar parte de la parroquia, por ejemplo, de Campos y Salave, no basta con haber nacido allí, o vivir allí, o haber sido bautizado allí. Forman parte de la comunidad de Campos y Salave, y de su parroquia, aquellas personas que se fían de Jesús y que creen en Jesús. Asimismo, formar parte de la parroquia y de la comunidad significa tomar parte en la tarea evangelizadora, o sea, transmitir y educar en la fe y para ello se nos ha debido antes de transmitir a nosotros la fe y se nos ha debido antes educar en la fe a nosotros. La fe en Jesús, es decir, haber sido bautizados en la Iglesia católica, confesar el mismo Credo, compartir la Mesa de la Palabra de Dios y del Pan de Jesús es el factor constituyente de la parroquia.
Acciones: 1) Todo lo anterior conlleva una tarea personal y comunitaria para personalizar la fe. No basta una fe heredada, una fe de costumbres o de siempre fue así. Necesitamos la experiencia personal y comunitaria de Jesús como Hermano mayor y como Señor nuestro. 2) Hemos de reflexionar, personal y comunitariamente, sobre el Credo. 3) Hemos de leer constantemente la Palabra de Dios. 4) Hemos de asistir a la Eucaristía dominical, en donde compartimos y celebramos la fe con los otros creyentes de nuestra familia, de nuestra comunidad, en donde nos alimentamos del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, en donde profundizamos en la Palabra y en donde seguimos el mandato de Jesús: “Haced esto en memoria mía” (Lc. 22, 19). También 5) trabajaremos por anunciar a Jesucristo, 6) por formarnos en las verdades de la fe y 7) por catequizar a otros miembros de la parroquia.
* No se puede pasar por alto, aunque de menor rango litúrgico, la religiosidad popular, la piedad del pueblo, expresada en distintas manifestaciones y devociones: novenas, procesiones y diversos cultos en honor de la Virgen María bajo diversas advocaciones: Porteiría, de la Paloma, del Rosario..., o hacia los santos: san Andrés, san Pelayo, san Antonio, san Isidro, san Blas, san Pedro, san Sebastián, los mártires del Monte, san Lorenzo…
Acciones: Trabajar por conservar y revitalizar esta religiosidad popular es también trabajar por la parroquia y por la Iglesia de Jesucristo.
* Al circunscribirse la parroquia a un determinado lugar y a los fieles de ese lugar, se está significando como “comunidad encarnada”, esto es, como una parroquia abierta y solidaria con el contexto social que la configura. Esta apertura de la parroquia al compromiso social y apostólico con los que sufren deriva del seguimiento de un Cristo cercano y pendiente de todas las necesidades de los hombres que le rodeaban.
Acciones: 1) El trabajo en Caritas, 2) la acción personal ante familias y hombres necesitados, 3) el trabajo bien hecho y honesto en su profesión, 4) la acción solidaria en una ONG o en una asociación de vecinos o en un movimiento social o político… son distintos modos de trabajar por esa opción solidaria y por el compromiso social desde nuestra fe en Jesucristo.
* La “comunidad de fieles”, como es definida la parroquia, no es una isla en el contexto de la Iglesia, sino que forma parte de un todo más amplio. La parroquia es, pues, un eslabón que, con las demás parroquias y con otras comunidades eclesiales, constituyen la “Iglesia particular”, esto es, la diócesis en la cual “se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica” (Concilio Vaticano II: Christus Dominus 11).
Acciones: La colaboración en distintos organismos supraparroquiales, como Caritas interparroquial, Consejo Pastoral Diocesano, colaboración con las actividades pastorales de otras parroquias, con el arciprestazgo, con la vicaría territorial…, son formas de hacer presente y real esta pertenencia de la parroquia a una diócesis y, por ello, a la única Iglesia de Jesucristo.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Novena delFresno - Grao (Asturias)



22-9-14                                   NOVENA DE EL FRESNO

(Comentario homilético a los números 52-75 de la Exhortación Apóstólica Evangelii Gaudium).   La pobreza


Queridos hermanos:
El Papa alude en su escrito (Evangelii gaudium), y en los números que me toca comentar, los bienes materiales y el uso que los hombres hacen de ellos. Avisa el Papa de los peligros que acechan en este ámbito: “Son de alabar los avances que contribuyen al bienestar de la gente, como, por ejemplo, en el ámbito de la salud, de la educación y de la comunicación. Sin embargo, no podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas” (52). “No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar” (53). “¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos” (58).
            En base a estas palabras del Papa Francisco, hoy quisiera hablaros de la posesión de los bienes materiales en el mundo por parte de los hombres, del uso que hacemos de ellos, del robo de esos bienes por parte de alguien y del corazón humano ante cualquier tipo de posesión.
            - Cuando Dios creó el mundo, todo se lo entregó a los hombres para que tuviera cuidado de ellos, para que los dominara con su trabajo y se beneficiara de sus frutos (Gn. 1, 26-29). Por lo tanto, el dueño de todos los bienes de la tierra es Dios, el cual libremente los ha entregado a los hombres para que los administren. Además, está permitido a los hombres el apropiarse de estos bienes a fin de atender sus necesidades fundamentales y las de sus familias. El derecho a la propiedad privada es algo sancionado por el mismo Dios, pero que no debe obstaculizar el destino universal de los bienes para todos los hombres. Por eso, que el 20% de la población mundial posea el 85% de los bienes materiales de la tierra no está en sintonía con lo que Dios quiere. Pues, mientras unos pasan hambre, otros están saturados (cf. 1 Co 11, 21) y con necesidad de hacer régimen para cuidar el colesterol y la hipertensión.
            Por ello, “en materia económica el respeto de la dignidad humana exige la práctica de la virtud de la templanza, para moderar el apego a los bienes de este mundo; de la justicia, para preservar los derechos del prójimo y darle lo que le es debido; y de la solidaridad, siguiendo la regla de oro y según la generosidad del Señor, que ‘siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza’ (2 Co 8, 9)” (Cat. I.C., nº 2407). Y así, siempre que se atente contra esta templanza, contra la justicia o contra la solidaridad se está conculcando el séptimo mandamiento de la ley de Dios, que dice: “no robarás”.
            - El Catecismo de la Iglesia Católica nos pone algunos ejemplos de cuándo robamos. Comúnmente se piensa que robar es únicamente entrar en un banco con la pistola y coger el dinero de la caja o entrar en un comercio con una navaja o cosas por el estilo. Para el Catecismo robar es retener deliberadamente bienes prestados u objetos perdidos; defraudar en el ejercicio del comercio; pagar salarios injustos (médico que gana 1.500 € diarios y paga a la enfermera unos 900 € mensuales por 12 horas diarias de trabajo); elevar los precios especulando con la ignorancia o la necesidad ajenas; apropiación y el uso privados de los bienes sociales de una empresa (militares que llenan sus coches con gasolina del ejército, o arreglan sus coches con materiales y trabajo del ejército, enfermeras o maestros que cogen cosas del hospital o de la escue­la); los trabajos mal hechos; el fraude fiscal; la falsificación de cheques o facturas; los gastos excesivos; el despilfarro; infligir voluntariamente un daño a las propiedades privadas o públicas (jóvenes en los fines de semana); no cumplir los contratos de trabajo o de venta o compra, etc. (Cat. I.C., nº 2409).
            El robo es un daño que se inflige a otros hombres y exige ser reparado, y la única reparación del robo es la restitución del bien robado a su propietario. El devolver lo robado deben hacerlo los que han cometido el robo material y quienes se han apropiado de ello a sabiendas de que el objeto procedía del robo. Se ha de devolver el objeto robado o el equivalente (frasco de perfume ya usado y gastado, pues se devuelve en dinero) y, además, se ha de devolver los frutos, si los hubiese habido, de lo que se robó. Quien robó, se confiesa y no devuelve, no se le perdona.
- Pero también quiero hacer referencia hoy a otra forma de adherirnos o apegarnos a riquezas en contra de la voluntad de Dios. Y es que el corazón humano se agarra a cualquier cosa. Voy a poneros tres ejemplos de esto y no se trata de riqueza económica, no se trata de cosas materiales:
Primer ejemplo, hace años había un Cardenal, prefecto de la Congregación de Religiosos en Roma. Todos le llamaban, las Superioras Generales y también los Superiores Generales. “Señor Cardenal, porque necesito esto, porque necesito lo otro… Lo que Vd. diga, señor Cardenal, cuando Vd. diga, como Vd. diga”. Y regalo va y regalo viene, pero… a los ochenta años el señor Cardenal se jubiló y a partir de ahí nadie le llamó por teléfono, nadie le envió regalos, salvo tres Superioras Generales de vez en cuando, que le estaban muy agradecidas por los servicios prestados. Y aquel Cardenal se hundió anímicamente: “¿Por qué todo el mundo me llamaba antes, por qué todo el mundo me hacía antes las reverencias, por qué todo el mundo me aplaudía, por qué todo el mundo estaba pendiente de mí y ahora que ya no soy Cardenal prefecto de la Congregación de Religiosos nadie mira para mí?” Pero, ¿de qué te extrañas, Cardenal? ¿Tú no sabías que estabas haciendo allí un servicio o quieres aún que todo el mundo te siga aplaudiendo o quieres que todo el mundo te siga aplaudiendo?
Segundo ejemplo. Había una vez una mujer en una parroquia y era quien se encargaba de colocar siempre las flores y colocaba las flores sobre los altares. Un día cambió el cura y ella siguió haciendo lo de siempre, pero al nuevo cura le pareció que un florero estaba mejor en otro sitio y de otra manera, y lo colocó a su gusto. La mujer al ver aquello se enfadó y con genio cogió el florero y lo puso en el sitio en donde ella lo había dejado. El cura al ver el cambio de las flores, las cogió y las puso nuevamente a su gusto. La mujer fue a discutir con el cura y a pedirle cuentas. La cosa fue a mayores y entonces la señora dejó de colaborar en la parroquia e incluso dejó de ir a Misa, al menos, mientras estuviera aquel cura desconsiderado y mandón. Y esto lo hizo por un puñetero florero, pero no era por el florero, sino porque su corazón lleno de soberbia y presunción se había agarrado a una cosa. En esa cosa mandaba ella: en el dichoso y puñetero florero.
Tercer ejemplo. Otra mujer, también en una iglesia, tenía la costumbre de sentarse en un banco, en una parte determinada. Sucedió que vino un día a la Misa una señora nueva y se sentó en aquel sitio. Cuando llegó la parroquiana de siempre y vio aquella extraña en su sitio, no dijo nada, pero por dentro estaba encendida de ira y de rabia, porque aquella le había quitado su sitio.
¡Veis cómo estamos agarrados a miles de tonterías!

sábado, 20 de septiembre de 2014

Domingo XXV del Tiempo Ordinario (A)



21-9-14                       DOMINGO XXV TIEMPO ORDINARIO (A)

PARROQUIA DE CRISTO (I)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            - El evangelio de hoy nos invita a trabajar por el mensaje de Cristo. No importa el momento de nues­tra vida en el que descubramos que somos llamados por Dios para trabajar en su viña. Como hemos visto en el evangelio, el amo de la viña, que es el mismo Dios, sale a todas las horas del día a buscar obreros para su campo: “El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña [...] Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo [...] Salió de nuevo al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros parados, y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”  Algunos van a trabajar en el campo de Dios desde el principio del día, otros a media mañana, o al mediodía, o a media tarde, o al anochecer. Para Dios, siempre es un buen momento para empezar.
            - El evangelio de hoy también nos habla de un Dios generoso que recompensa abundantemente a sus hijos sin importarle demasiado la hora en que se ponen a trabajar.
- Al inicio de este curso 2014-2015 es bueno que nos planteemos en qué podemos (en qué puedo) trabajar en, por y para el Reino de Dios. ¿Qué podemos hacer que esté al alcance de nuestras posibilidades y de las cualidades que Dios nos ha dado? ¿En nuestra parroquia, en Caritas, en nuestras familias (mejorar las relaciones con el marido, mujer, hijos, padres, suegros, cuñados), en nuestras amistades, en el ámbito laboral, en el ámbito de los estudios, en la visita a enfermos o a ancianos…? Tenemos tiempo para la peluquería, para ver la TV, para dar un paseo, para nuestros hobbies, para las ocupaciones y trabajos…, y ¿para trabajar por el Reino de Dios?
Con las personas que llevo en dirección espiritual, al llegar estas fechas, les propongo que se organicen para el curso. A los que tienen muchas cosas (demasiadas), les digo que se centren en menos cosas o tareas (sólo en las que Dios quiera, en las más importantes…) y las demás… ¡que las dejen! A los que hacen poco o casi nada, les aconsejo que elijan alguna tarea para el curso: deben mirar lo que necesita la Iglesia, la parroquia, las personas que le rodean, en qué debe crecer y madurar personalmente…
            - Y ahora voy a centrarme en dar unas orientaciones de las tareas que se pueden hacer en una parroquia. Pero, para ello, es necesario que analicemos antes qué tipo de parroquia queremos. Cuando tenemos claro el objetivo u objetivos, entonces será mucho más fácil saber lo que podemos hacer por el Reino de Dios y cómo lo podemos hacer.
            Al definir una parroquia, a quien estoy definiendo a la vez es a la misma Iglesia fundada por Cristo. Si la parroquia no se parece a esta Iglesia de Cristo, entonces no es una parroquia de Cristo. Veamos ahora algunos de los rasgos que ha de tener la Iglesia de Cristo y, por lo tanto, la parroquia de Cristo. Lo que diré a continuación vale para cualquier parroquia, pero procuraré tener más a la vista las parroquias a mí encomendadas: La Roda, Campos y Salave, El Valle, Tol, Serantes y Tapia de Casariego:
            * El primer rasgo esencial de la Iglesia y, por lo tanto, de la parroquia es que hemos de ser y crear una familia y una comunidad de fe, de vida, de amor, de perdón…, porque fue voluntad de Dios “el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo” (Concilio Vaticano II: Lumen Gentium 9).
Acciones: Este primer rasgo conlleva 1) el trabajar por crear y fomentar una fraternidad entre los creyentes, 2) ser acogedores, 3) generosos, 4) serviciales, 5) evitar el individualismo…
Tareas concretas: Saludar con una sonrisa a los miembros de la parroquia; interesarse por las enfermedades y la salud de los fieles; alegrarse con sus alegrías; evitar murmuraciones y palabras hirientes; colaborar en la atención del templo, de la sacristía y de las capillas; fomentar el cariño por todos: conocidos, amigos y desconocidos, pues, si estamos en la parroquia, nos une la misma fe en Cristo Jesús.
* En una familia, en una comunidad, en una parroquia…, en la Iglesia de Cristo debe existir la pluralidad. No tenemos que ser todos iguales entre nosotros ni fotocopias unos de otros. Cada uno tiene su personalidad y sus propios carismas, los que Dios le ha regalado en función y en bien de la familia, de la comunidad, de la parroquia y de la Iglesia de Cristo.
Acciones: Esta legítima pluralidad[1] conlleva 1) respeto por el otro, 2) valoración del otro, 3) un sentimiento de que todos somos necesarios y de que no sobra nadie, 4) el conocimiento de las propias limitaciones y de las capacidades de los otros, 5) una legítima libertad para actuar y aportar en la parroquia… Además, 6) los distintos grupos eclesiales existentes en la Iglesia y en la parroquia procurarán no aislarse ni enjuiciar como de menos valor a los otros grupos. El encuentro de la comunidad parroquial para celebrar el Día del Señor favorece la integración y comunión de los diversos grupos apostólicos que existen en la parroquia, entre los cuales no siempre aflora la comunión eclesial.
Tareas concretas: El párroco fomentará los carismas de cada miembro de la parroquia, ya que el párroco no es ni debe de ser el que manda, sino el que coordina en el nombre de Jesús. Trabajar con ahínco en aquello para lo que cada uno se siente llamado por Dios, y es que respondemos en primer lugar ante Dios y no sólo ante el párroco o ante los otros fieles. Considerar la parroquia como algo propio y ser corresponsable en todas las actividades que se programen, tanto para asistir a ellas como para fomentarlas. Colaborar con los grupos a los que uno no pertenece, aunque sea de modo puntual: rastrillo de Manos Unidas, de Caritas, catequesis, limpieza del templo, comisiones de fiestas durante el año…

[1] “En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo [...] En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas” (1 Co. 12, 7-12.28).