jueves, 23 de febrero de 2012

Domingo I de Cuaresma (B)

26-2-2012 DOMINGO I CUARESMA (B)

Gn. 9, 8-15; Sal. 24; 1 Pe. 3, 18-22; Mc. 1, 12-15


Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

* “En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto”. Así comienza el evangelio del primer domingo de Cuaresma. En este tiempo también el Espíritu y la Iglesia nos empujan a nosotros, los cristianos, al desierto. Antes de entrar en el mercado laboral, los recién licenciados en derecho han de acudir a la escuela de práctica jurídica o pasar un tiempo en un bufete como pasantes; los recién licenciados en medicina hacen el MIR y luego un tiempo de residencia para preparar y practicar la especialidad; los recién titulados en la formación profesional han de hacer prácticas; antes de realizar una carrera o una prueba deportiva el deportista se entrena; antes de leer la tesis doctoral hay que pasar horas y horas trabajándola en las bibliotecas o en la labor de campo o en casa redactando capítulo tras capítulo, y así podemos seguir diciendo otros ejemplos. Del mismo modo sucede en el ámbito religioso: antes de empezar con la predicación del evangelio, Jesús fue empujado por el Espíritu al desierto como preparación previa. Ésta se llama Cuaresma en atención a los 40 días que pasó Jesús en el desierto y a los 40 años que pasó el pueblo de Israel en el desierto disponiéndose para entrar en la tierra prometida. Ya lo dice el refrán: “el que algo quiere, algo le cuesta”.

El resumen que nos hace el evangelista San Marcos de aquellos 40 días de Jesús es brevísimo, pero nos enumera todos los ingredientes de la particular Cuaresma de Jesús: 1) Se dejó “tentar por Satanás”, y con esta expresión se alude a las dificultades de tipo espiritual por las que tuvo que pasar: percibió sus debilidades, sus limitaciones, sus soledades, sus miedos, sus incertidumbres, pero también percibió, como nos narra el evangelio de San Mateo sobre este episodio, las tentaciones de adorar a otros dioses distintos de Dios Padre, o las tentaciones de buscar atajos de hacer milagros para conquistar los sentidos externos de la gente, pero no el corazón de la gente. 2) Jesús “vivía entre alimañas”; estas palabras aluden a las dificultades de tipo material que pasó en aquel tiempo, como son los peligros de las fieras, del hambre, de la sed, del frío, del calor… 3) “Los ángeles le servían”. Aquí se nos dice que también Jesús pasó por momentos de consuelo, de paz, de luz, de fuerza, de ánimo.

La Cuaresma nuestra (ese ser empujados por el Espíritu para entrar en el desierto) puede quedar en algo puramente ritual: que nos impongan la ceniza, abstenernos de comer carne los viernes de la Cuaresma, ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, y poco más. Sin embargo, seguramente que hay personas que están pasando (o han pasado) por esta Cuaresma, por este desierto con las circunstancias de vida que tienen (o que tuvieron):

- cuando un hombre se queda en paro y no tiene que llevar de comer a su familia o ya lleva 4 impagos de la hipoteca de su casa, se pregunta qué sentido tiene su vida y su fe en Dios;

- cuando una persona está enferma con dolores continuos, visitando médicos y sin mejoría ni perspectiva de ella;

- cuando una persona ha llegado a los 75 u 80 años y vive sola y se siente sola;

- cuando uno sufre una violencia extrema, como por ejemplo, el padre Alfredo Delp, detenido por la Gestapo nazi en 1944 y ahorcado, con otros dos, al año siguiente. Durante su prisión fue meditando en el Veni Sancte Spiritus (¡Ven, Espíritu Santo!) y escribió esto: “Las colinas eternas están allí, de donde viene la salvación. Su socorro está presto, aguarda, viene. Dios me lo muestra cada día y mi vida entera es ahora un testimonio de ello. Todo lo que yo creía tener seguridad en mí mismo, de astucia y de habilidad ha volado hecho añicos bajo el peso de la violencia y de aquello que me era opuesto. Estos meses de cautiverio han roto mi resistencia física y otras muchas cosas en mí. Sin embargo, he vivido horas maravillosas. Dios ha tomado todo en su mano y sé ahora implorar y esperar el socorro y la fuerza de las colinas eternas.

La persona que reconoce su pobreza, que aleja de sí toda autosuficiencia y todo orgullo, incluso el de sus harapos, el hombre que se presenta desnudo delante de Dios, sin velos y en su indigencia, ese hombre conoce los milagros del amor y de la misericordia; desde la consolación del corazón y la iluminación del espíritu hasta el apaciguamiento del hambre y de la sed.

Repetidas veces, en la agitación y sufrimientos de estos últimos meses, plegado bajo el peso de la violencia, he sentido de golpe que la paz y el gozo espirituales invadían mi alma con la fuerza victoriosa del sol que se levanta […] Sólo podemos reconocer y amar a Dios si Dios nos toma y nos arranca de nuestro egoísmo […] Entonces viviremos en la verdad y el amor de Dios llegará a convertirse en el corazón viviente del mundo”. En este texto vemos los frutos que puede dar el desierto en nosotros, los hombres.

* Otra forma de entrar en este desierto, al que somos empujados por el Espíritu de Jesús, es hacer un plan de Cuaresma. Este plan ha de tener estas características:

1) Ser factible. Hemos de proponernos pocas cosas y que estén a nuestro alcance. Es mejor proponerse pocas cosas y cumplirlas, que muchas y hacer la mitad. Es mejor proponerme algo sencillo y realizable, que algo inalcanzable o difícil. Ejemplo: si fumamos dos cajetillas al día y nos proponemos no fumar nada en la Cuaresma, creo que “nos hemos pasado”.

2) Que sea medular. Es decir, que busque quitar algunos defectos o pecados que son centrales en nosotros. En unos será la soberbia, en otros la mentira, en otros la codicia, en otros la pereza, en otros la lengua, en otros la lujuria, en otros la gula, en otros la desidia espiritual… Podemos atacar directamente alguno de estos pecados o, si vemos que somos muy débiles contra ellos, buscaremos otros más fáciles, pero que nos ayuden a fortalecer nuestra voluntad para en otro momento abordar ya dichos defectos centrales en nosotros.

3) Ha de ser flexible. Podemos proponernos hacer una tarea durante toda la Cuaresma (no tomar café), o puede ser que la tarea la hagamos durante un día o medio día. Si un día fallamos, no pasa nada. Al día siguiente comenzamos de nuevo. Si un día hay un acontecimiento o circunstancia extraordinaria que nos impida realizar el propósito, no pasa nada. Al día siguiente comenzamos de nuevo. Ya lo decía Jesús: “es el sábado para el hombre y no el hombre para el sábado”.

4) Ha de ser don y regalo de Dios. El plan de Cuaresma tiene un ingrediente muy importante en el esfuerzo y la voluntad del cristiano, pero sobre todo es don y gracia de Dios. Por eso, el plan ha de ser orado, suplicado y pedido al Señor:

¡Señor, que tus ángeles me sirvan, me acompañen y guíen,

como hicieron con Jesús en el desierto!

jueves, 16 de febrero de 2012

Domingo VII del Tiempo Ordinario (B)

19-2-2012 DOMINGO VII TIEMPO ORDINARIO (B)

Is. 43, 18-19.21-22.24b-25; Sal. 40; 2 Co. 1, 18-22; Mc. 2, 1-12


Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

Celebramos hoy el último domingo del tiempo ordinario antes de la Cuaresma. El próximo miércoles será Miércoles de Ceniza y ya entraremos en el tiempo phttp://www.blogger.com/img/blank.gifenitencial por excelencia para los católicos.

Nos habla el evangelio del famoso caso del paralítico que fue presentado ante Jesús a través del tejado. Sin embargo, hoy no me quisiera fijar ni en el paralítico, ni en su curación milagrosa, ni en el perdón de sus pecados, ni en los escribas que murmuraban para sus adentros. No.

Quienes llevamos un tiempo profundizando en la Escritura nos vamos dando cuenta de que la Palabra de Dios es tan rica que podemos fijarnos en uno solo de los aspectos o de las frases del evangelio para descubrir algo maravilloso y que tiene plena vigencia para nuestro tiempo de hoy y para nuestras vidas. Digo todo esto por lo siguiente:

* Hoy quisiera fijarme en los cuatro porteadores del paralítico. Sí, habéis entendido bien: en los cuatro porteadores. Veamos lo que nos dice hoy el evangelio sobre ellos: “Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían”.

- Estos cuatro hombres podían ser unos amigos o familiares del enfermo que animaron al mismo a ir donde Jesús para que lo curara. Habrían escuchado los milagros curativos que hacía Jesús con tantas personas y pensaron que también podría curar al amigo o pariente paralítico. Éste quizás estaría ya harto de andar de un sitio para otro buscando médicos y sanadores, y pudo resistirse en un primer momento, pero los cuatro le cogieron en volandas y, queriendo o no, lo llevaron al lado de Jesús.

- También pudo suceder que quien escuchó hablar de Jesús y de sus milagros curativos fue el paralítico, y deseando ser sanado, insistió a estos cuatro amigos y/o parientes para que lo llevaran al lado de Jesús. Quizás no lo hicieron en un principio de muy buena gana, pero finalmente lo llevaron.

- Sí es cierto que estos cuatro pudieron ir de mala o de buena gana con el enfermo, pero, una vez puestos manos a la obra, quisieron hacerlo bien hasta el final. Por eso nos dice el evangelio que, al llegar a donde estaba Jesús, vieron una gran muchedumbre que les impedía acercarse a él. Pero no por eso cejaron en su empeño. En efecto, los cuatro vieron el tipo de construcción de la casa en donde estaba Jesús y se subieron a ella, levantaron las tejas y, con unas cuerdas que encontrarían por allí, descolgaron al paralítico y lo pusieron ante Jesús.

- La última frase en la que me fijaré es ésta: “Viendo Jesús la fe que tenían”. No sé si al principio iban de mala gana los cuatro porteadores o el paralítico; lo que sí es cierto es que, a medida que iban caminando y llegando a donde estaba Jesús, hablaron entre sí, y el ansia y la ilusión hizo que creciera en los cinco la fe. Cuando Jesús alaba la fe, no se refirió únicamente al paralítico, sino a todo el grupo. Pues la frase viene en plural y no en singular. En efecto, dice el evangelio: “Viendo Jesús la fe que tenían”. Y no dice en modo alguno: “Viendo Jesús la fe que tenía” (el paralítico).

* Permitirme contaros ahora, una vez más, un cuento que tiene que ver con las ideas que trato de resaltar hoy aquí: “El sultán sale una mañana rodeado de su fastuosa corte. A poco de salir encuentran a un campesino, que planta afanoso una palmera. El sultán se detiene al verlo y le pregunta asombrado:

-Oh, anciano, plantas esta palmera y no sabes quiénes comerán su fruto. Muchos años necesita para que madure y tu vida se acerca a su término.

El anciano lo mira bondadosamente y luego le contesta:

-Oh, sultán. Plantaron y comimos; plantemos para que coman.

El sultán se admira de tan grande generosidad y le entrega cien monedas de plata, que el anciano toma haciendo una reverencia y luego dice:

-¿Has visto, oh rey, cuán pronto ha dado fruto la palmera?

Más y más asombrado, el sultán, al ver cómo tiene sabia salida para todo un hombre de campo, le entrega otras cien monedas. El ingenioso viejo las besa y luego contesta prontamente:

- Oh, sultán, lo más extraordinario de todo es que generalmente una palmera sólo da fruto una vez al año y la mía me ha dado dos en menos de una hora.

Maravillado está el sultán con esta nueva salida, ríe y exclama dirigiéndose a sus acompañantes:

- ¡Vamos, vamos pronto! Si estamos aquí un poco más de tiempo, este buen hombre se quedará con mi bolsa a fuerza de ingenio”.

Normalmente en un cuento la parte más importante: la moraleja o la enseñanza está al final, pero yo hoy quiero fijarme en las primeras palabras del anciano labrador, pues en ellas, a mi entender, está el meollo de todo: “Oh, sultán. Plantaron y comimos; plantemos para que coman.

* Bien, pues ahora saquemos las conclusiones de las enseñanzas que acabamos de escuchar para nuestra vida:

- Al meditar sobre este evangelio quizás en varias ocasiones nos hemos visto como el paralítico curado por Jesús. Y eso es cierto, pero también podemos y debemos ser los porteadores, que se ofrecen y animan al enfermo para que se acerque a Jesús.

- Los porteadores animan y ayudan, pero ellos reciben mucho más de lo que dan. Ellos recibieron y aumentaron su fe. El mismo Jesús se lo reconoció. Lo mismo pasará en nosotros cuando ayudemos a la gente: recibiremos mucho más de lo que podamos dar a los demás.

- El refrán de todo porteador, es decir, de todo hombre que ayuda a otro semejante es y ha de ser al del cuento: “Plantaron y comimos; plantemos para que coman”. Primero otros nos ayudaron desinteresadamente a nosotros y gracias a eso estamos donde estamos, pues ahora ayudemos nosotros a otros también desinteresadamente.

jueves, 9 de febrero de 2012

Domingo VI del Tiempo Ordinario (B)

12-2-2012 DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO (B)
Lv. 13, 1-2.44-46; Slm. 31; 1 Co. 10, 31 - 11, 1; Mc. 1, 40-45
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Del evangelio de hoy podemos sacar dos temas para profundizar, reflexionar y orar: 1) el diálogo entre Dios y el hombre, y 2) la obediencia de Dios hacia el hombre, pero la desobediencia del hombre hacia Dios.
- 1) Observamos cómo dialogan el leproso y Jesús. Por parte del hombre se dan estos elementos en el diálogo: * Es el hombre necesitado (enfermo de lepra) quien se acerca a Jesús; * el leproso se pone de rodillas ante Jesús; * el leproso le suplica a Jesús: “Si quieres, puedes limpiarme”. Por parte de Jesús los elementos del coloquio son los siguientes: * Jesús siente lástima; * también Jesús se acerca al leproso, pues nos dice el evangelio que Jesús “extendió la mano y lo tocó”; Jesús contesta al hombre: “Quiero: queda limpio”.
Voy a leeros a continuación un trozo de una carta de un seminarista que está estudiando en China. Nos narra él su relación con el dinero y cómo Dios le va educando en este ámbito: “El Señor me ha hablado de mi relación con el dinero, pues la fe pasa por el bolsillo: ‘No podéis servir a Dios y a la mamona’. Yo intento ser responsable a la hora de usarlo, pero sólo me sale tacañería. La verdad es que estas dos cosas están muy mezcladas en mí. Mi manera de utilizar el dinero es también consecuencia de la educación recibida, y de cómo he respondido siempre. Como siempre he tenido poco dinero, creía que ahorrarlo todo era la cosa más responsable, pero… ‘la virtud está en el justo medio’ y yo he exagerado. Cada día me he vuelto más avaro y eso hace que vivir con una persona tan generosa como Matteo (otro seminarista con el que está en China), me cueste más. Cada vez que gastamos algo y la relación calidad-precio me parece inconveniente, no solamente me disgusta, sino que me provoca una ira profunda. Por eso digo que todavía soy un inmaduro para entender mi avaricia y mi responsabilidad. Por ejemplo, un día le pedí a Dios que me iluminase sobre esto y al día siguiente, tras haber comprado unos billetes caros para ir a Hong Kong, perdimos el tren y tuvimos que volver a comprarlos. Mi frustración fue tan grande que entré en el baño de la estación y me puse a llorar. Definitivamente, tengo un gran problema con el dinero, pero por otra parte no desespero, porque no son los sanos quienes necesitan un médico, sino los enfermos; no son los justos lo que Jesucristo ha venido a llamar, mas los pecadores. Como me dijo una persona: ‘Dale al dinero solamente y nada más que el valor que tiene’”. Está claro que el Señor va enseñando a su futuro sacerdote, como un padre enseñaría a su hijo. Perder el tren y tener que gastar de nuevo mucho dinero en comprar otros billetes, pueden parecer un trato cruel por parte del destino o de Dios, pero estas situaciones son aprovechadas por el Espíritu para enseñar al seminarista: es más importante servir a Dios que a la mamona (dinero).
¿Tenéis experiencia de cómo Dios dialoga o ha dialogado con vosotros a través de los acontecimientos de la vida o de las mociones-palabras-sentimientos en vuestro espíritu?
- 2) Jesús obedece al hombre que le pide la curación: “Quiero: queda limpio”. Pero no sucede al revés. Cuando Jesús le dice al leproso recién curado que no diga nada de la curación (“Él lo despidió, encargándolo severamente: ‘No se lo digas a nadie’”), ¿qué hace el leproso? Pues el hombre aquel no obedece a Jesús: “Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones”.
Hay un rito en la ordenación del sacerdote por parte del obispo en que éste unge con aceite consagrado en la Misa Crismal de la Semana Santa las manos del neopresbítero. Recuerdo que una vez ordenado por D. Gabino (mi arzobispo de entonces) me quedé por la noche mirando mis manos y haciéndome esta pregunta: ¿pero de verdad que estas manos pueden traer cuando yo quiera al altar el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad? ¿Pero de verdad que estas manos pueden perdonar cuando yo quiera los pecados de los hombres? ¿Pero de verdad que estas manos pueden bendecir cuando yo quiera alimentos y objetos, según la petición de los fieles? ¿Pero de verdad que basta mi mera voluntad de un hombre corriente para que Dios me obedezca? Y la respuesta era y es SI. Y a la vez, consciente de mis limitaciones y de mis pecados, me preguntaba y le preguntaba a Dios: ¿Cómo puedes, Señor, obedecerme a mí que soy un pecador, que te dejo en la estacada a cada instante, que te desobedezco continuamente y hasta setenta veces siete en un día de 24 horas? Y la respuesta era y es SI.
El lunes hacía dirección espiritual con una señora y ésta me preguntaba si conocía el hecho de un sacerdote (creo que catalán) había entrado en el programa televisivo “Gran Hermano” y que había sido cesado en sus funciones sacerdotales por su obispo. Le contesté que sí. Y me preguntó de nuevo la señora: ‘Un sacerdote así o securalizado, si consagra el pan y el vino, ¿realmente se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo? ¿Un sacerdote secularizado deja de ser sacerdote o es sacerdote toda su vida? A todo esto le contesté que sí: la consagración de un sacerdote suspendido de sus funciones o secularizado es válida y un sacerdote lo es para siempre, incluso en el cielo o en el infierno sigue siendo sacerdote.
Sí, Dios obedece al hombre y el hombre desobedece a Dios. Sí, Dios es fiel al hombre y el hombre es infiel a Dios. Pero lo más terrible es que, a pesar de saber Dios de antemano lo que va a suceder y lo que vamos a hacer, Él nos obedece y nos obedecería una y mil veces.

jueves, 2 de febrero de 2012

Domingo V del Tiempo Ordinario (B)

5-2-2012 DOMINGO V TIEMPO ORDINARIO (B)
Job. 7, 1-4.6-7; Sal. 146; 1 Co. 9, 16-19.22-23; Mc. 1, 29-39
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Sigue el evangelio de este domingo desgranando las actividades de Jesús. Su trabajo es constante. El evangelio nos dice algún hecho concreto de Jesús: curó la fiebre de la suegra de San Pedro, pero también nos resume todos los hechos de Jesús de un día en una afirmación general: “Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron TODOS los enfermos y poseídos […] Curó muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios”.
En la homilía de este domingo quiero fijarme en algunos de los hechos realizados por Jesús y expuestos en el evangelio, pero también en sus actitudes. Éstas dan sentido a las acciones de Jesús:
- Jesús curaba y atendía a los enfermos y poseídos. En esta actividad no me detendré hoy, pues ya lo expliqué un poco en la homilía del domingo pasado.
- Jesús se levantó de madrugada y se marchó fuera del pueblo “y allí se puso a orar”. Sobre esto voy a contaros dos anécdotas: 1) Hace un tiempo me hablaron de una parroquia en la que al sacerdote se le ocurrió programar un tiempo de adoración ante el Santísimo. Dicho y hecho. Un día convocó a los feligreses y acudieron un grupo de ellos. El sacerdote se revistió de alba y estola, sacó el Santísimo del sagrario y lo expuso en el altar. Sacó unos papeles e iban saliendo algunas personas a leer esas meditaciones de los papeles, se hacía algún canto y, al final, se dio la bendición con el Santísimo. Todo parecía normal, pero hubo una persona, al menos, que se quedó muy extrañada con aquel rito. Faltaba algo. ¿Sabéis qué? Pues que no hubo ni cinco minutos de silencio ante el Santísimo para hablar con Él, pero sobre todo para que Él hablara con los feligreses y con el sacerdote. Sí, faltó silencio exterior…, para que así hubiera silencio interior…, para que así pudieran escucharle a Él o simplemente para estar con Él. 2) Esta segunda anécdota ya me la habéis escuchado otras veces, pero es muy aleccionadora. Resulta que la Madre Teresa de Calcuta tenía mucha fama en todo el mundo y un periodista occidental quiso hacer un reportaje sobre ella y las religiosas que estaban con ella. Pasó el periodista una semana con ellas y al cabo de este tiempo, al despedirse, le preguntó la Madre Teresa qué le había parecido todo. El periodista dijo que la labor realizada era admirable, pero que había observado un fallo y que lo decía por si podían corregirlo. La Madre Teresa le pidió que le mostrara el fallo y el periodista dijo: ‘Vds. se levantan a las 5 de la mañana y están hasta las 7 ante el sagrario rezando. Luego a las 7 ya se ponen a atender a los enfermos y necesitados. Les propongo que esas 2 horas de rezos las dediquen a cuidar a los menesterosos y así será más fructífera su actividad’. A esto le contestó la Madre Teresa que él no había entendido nada, y que se marchara. Si ellas eran capaces de hacer aquella labor tan admirable para los occidentales modernos, era debido a la fuerza y la luz que recibían del Señor, del Santísimo. Sin Él ellas no podrían hacer nada.
Esto mismo lo sabía Jesús: si Él era capaz de curar enfermos y poseídos, y de hacer tantas cosas buenas a los ojos de todos los judíos, no era por sus propias y solas fuerzas, sino que era Dios Padre quien le daba esas fuerzas y lo hacía a través de la oración diaria.
- Cuando por la mañana las gentes buscan a Jesús y así se lo dicen sus discípulos, Él, en vez de darse un baño de multitudes y dejarse alabar y ensalzar por ellos, contesta a los apóstoles: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido”. Fijaros que el evangelio nos habla de los milagros que hizo Jesús, de las curaciones y de los exorcismos que hizo Jesús y, cuando Él dice de ir a otras aldeas cercanas, no dice que irá allí para milagrear, curar y exorcizar, sino para predicar. Para predicar ¿qué? Pues… lo que se nos decía hace dos domingos: para predicar la Buena Noticia. Sí, para Jesús es muy importante curar y atender las dolencias físicas de los hombres, pero más importante es anunciar el amor y el perdón de Dios Padre. Pero que nadie se equivoque: la predicación que hace Jesús la realiza con la lengua, pero también con sus gestos, acciones y curaciones. Todo lo hace en el nombre de Dios Padre y todo lo hace para dar a conocer a Dios Padre.
Voy a contaros un cuento en donde se nos explica muy bien cómo es la predicación sobre Dios con acciones: “Había una vez un niño pequeño que quería conocer a Dios. Sabía que había que hacer un largo viaje hasta donde Dios vivía, por lo que se preparó una mochila con panecillos y un puñado de zumos de fruta y emprendió ilusionado el camino.
Cuando había recorrido casi tres manzanas, se encontró con una viejecita que estaba sentada en el parque observando las palomas. El niño se sentó junto a ella y abrió su mochila. Estaba a punto de beberse un zumo, cuando se dio cuenta de que la viejecita parecía hambrienta. Entonces le ofreció un panecillo. Ella lo aceptó muy agradecida. Su sonrisa era tan bella que el niño quiso verla otra vez. Le ofreció entonces un zumo. Y de nuevo ella volvió a mostrar su hermosa sonrisa. El niño estaba encantado. Ambos se quedaron allí toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de los dos dijo palabra alguna.
Cuando empezó a oscurecer, el niño estaba cansado y se levantó para irse a su casa. Antes de haber dado unos pocos pasos, se dio la vuelta, corrió hacia la viejecita y le dio un abrazo. Ella le obsequió con su mayor y más hermosa sonrisa.
Cuando el niño abrió la puerta de su casa, su madre, sorprendida por la felicidad que mostraba, le preguntó la causa. Él le contestó: ‘He comido con Dios. ¿Y sabes qué? ¡Ella tiene la más bella sonrisa que he visto en mi vida!’
Mientras tanto, la viejecita, también muy feliz, regresó a su casa. Su hijo, asombrado por la paz que irradiaba su rostro, le preguntó: ‘Madre, ¿qué hiciste hoy que te ha hecho tan feliz?’
Ella contestó: ‘Comí panecillos en el parque con Dios. ¿Y sabes qué? Es más joven de lo que esperaba…’”