jueves, 31 de diciembre de 2009

Santa María, Madre de Dios (C)

1-1-2010 SANTA MARIA, MADRE DE DIOS (C)
Num. 6, 22-27; Sal. 66; Gal. 4, 4-7; Lc. 2, 16-21

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Queridos hermanos:
Al terminar el evangelio del domingo de la Sagrada Familia leíamos lo siguiente: “Su Madre conservaba todo esto en su corazón”. También en el evangelio de hoy se nos dice que “María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. Quisiera en el día de hoy detenerme en estas dos frases y tratar de profundizar un poco en ellas.
- Recuerdo que hace tiempo leí dos historias, que nos pueden ayudar con el tema elegido para la homilía de hoy:
1) En cierta ocasión un padre quiso enseñar a su hijo algo muy importante que le sirviera para la vida, y le entregó una tabla de madera, unas puntas y un martillo. Le dijo que clavase todas las puntas en la tabla. Al chaval le pareció algo divertido y enseguida se puso manos a la obra. Cuando hubo clavado todas las puntas, el padre le dio unas tenazas y le pidió que sacase todas las puntas de la tabla. Esto ya no le gustó tanto al hijo, pero también se puso manos a la obra. Le costó más trabajo sacar las puntas que meterlas. Cuando lo logró, el padre le dijo que se fijase en la tabla. Esta estaba agujereada, desconchada y herida. El padre le dijo, finalmente: ‘Así sucede en la vida ordinaria. Es fácil hacer daño a los demás con nuestras palabras, con nuestras acciones y con nuestras omisiones. Lo más difícil es curar las heridas causadas. Y aunque pidas perdón y trates de remediar el mal hecho, la relación entre las dos personas: la que hirió y la herida, queda maltrecha y ‘tocada’. Por eso, hijo mío, procura no herir a nadie de modo gratuito, pues es casi imposible volver a la situación primera’. ¿Os sentís reconocidos en esta historia? Todos hemos sido tabla agujereada en alguna ocasión, y todos hemos sido el chico que clava puntas en las tablas, por seguir el símil o ejemplo dado por el padre.
2) En cierta ocasión –aquí va la segunda historia- se vio a un señor escribiendo con un cincel y un martillo en una roca una cosa buena que un amigo suyo le había hecho. Poco después este mismo amigo le hizo una jugarreta y entonces el señor escribió la cosa mala que le había hecho su amigo, pero, no en una roca, sino en la arena de la playa. Se le preguntó al señor que por qué escribía lo malo en la arena y lo bueno en la roca, a lo que él contestó que lo malo escrito en la arena tenía la finalidad de que, cuando subiera la marea, el agua borrase aquel daño inflingido por su amigo; y lo bueno escrito en la roca era para que siempre permaneciera. Esta forma de actuar implica una gran generosidad por parte de este señor. El valora tanto su amistad, que está dispuesto a perdonar lo malo y a quedarse con lo bueno de su amigo.
Nuestra vida está hecha de malos y buenos recuerdos. Seguro que todos nosotros tenemos en nuestro corazón una lista de agravios, pero también de cosas buenas recibidas a lo largo de nuestra vida, e igualmente guardamos en nuestro corazón otra lista de agravios y de cosas buenas hechas por nosotros a los demás.
Cuando una persona no ve nunca el mal que hace a los demás, es que nos encontramos ante un inmaduro y/o un egoísta. Como decía Jesús, nadie está libre de pecado, de haber fallado ante los demás.
Cuando una persona sólo ve el daño que le hacen los otros, estamos ante un amargado, un resentido, un desconfiado y/o un egocéntrico. La convivencia con una persona así se vuelve muy difícil o insufrible. Nunca aciertas con este tipo de personas: Si callas, porque callas. Si hablas, porque hablas. Si haces, porque haces. Si no haces, porque no haces. Lo que hoy vale, mañana puede no valer. Nunca sabes por dónde va a salir una persona así.
- Pero vamos ahora, en esta segunda parte de la homilía, a examinar esto desde el punto de vida de Dios. Como os decía al principio de la homilía, María se fijaba y escuchaba las cosas y palabras que se decían o sucedían a su alrededor y con su Hijo Jesús, y todo ello lo guardaba en su corazón. Pues todas esas palabras y esos hechos venían de parte de Dios, y ella quería guardarlos en su corazón y meditarlos. También hay muchas personas que guardan en su corazón hechos o palabras del Señor. Estoy seguro que todos los que estamos aquí tenemos memoria de lo que el Señor ha hecho por nosotros o con nosotros a lo largo de toda la vida. Quien no tiene nada en su corazón de las obras de Dios, es que ha caminado por la vida a oscuras y/o en la superficialidad. Cualquier persona que tiene una mínima sensibilidad religiosa, seguro que ha percibido la presencia de Dios, sus hechos y sus palabras. Cada día el Señor nos sale al encuentro y nos muestra todo su amor. Son cosas tan sencillas como éstas: experiencias de Dios que cuida de una madre y de sus hijos abandonados por el marido y padre; experiencias de paz al hacer un poco de oración, al leer un poco la Palabra de Dios; experiencias de Dios al recibir la absolución sacramental o a Jesús Eucaristía; experiencias de sentirse amado por Dios a través de la familia y de los amigos que uno tiene; experiencias de ser salvado de un peligro de cualquier tipo y uno sabe en su interior que ha sido la mano de Dios; etc. Y son estas experiencias las que van construyendo la vida de fe de una persona.
Una persona que padezca amnesia y no recuerde absolutamente nada de su pasado: no recuerda su nombre, dónde nació, quién es su familia, sus amigos, en qué trabajaba, etc., es una persona con un gran vacío. De la misma manera, una persona que no tenga una historia de su relación con Dios… es una persona incompleta. Si yo le pregunto a alguien quién es Dios para él y su respuesta es: una mano poderosa, alguien muy lejano, no sé qué decir, no existe, Él se ocupa de sus cosas y yo de las mías… Todo esto es muy triste. Si no tenemos cosas de Dios que guardar en nuestro corazón y que meditar, entonces –repito- nuestra vida está muy incompleta.
Os propongo un ejercicio a realizar: en un día de oración, o en varios días, tratar de recordar todo lo que el Señor ha hecho en vosotros y os ha dicho a lo largo de vuestra vida. Estoy seguro que sale un historial maravilloso. Os encontraréis con una verdadera historia de amor… de Dios para vosotros. La Virgen María sí que hizo este ejercicio, lo hacía cada día. Por eso, el evangelio de hoy nos dice que “María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. María veía, observaba, acogía, conservaba y meditaba asiduamente las cosas de Dios y lo hacía en lo más profundo de su ser, que para los israelitas era el corazón de la persona. Hagamos nosotros lo mismo y descubriremos un mundo nuevo.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Domingo de la Sagrada Familia (C)

27-12-2009 SAGRADA FAMILIA (C)
Eclo. 3, 3-7.14-17a; Slm. 127; Col. 3, 12-21; Lc. 2, 41-52

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Queridos hermanos:
El día de Navidad hablé algo sobre los niños y diversas situaciones de sufrimiento que padecen en el mundo. También os hablé algo de cómo se situaba Dios, a través de su Hijo Jesucristo y hecho también Niño, ante los niños. Hoy, día de la Sagrada Familia, quiero seguir profundizando un poco más sobre este tema.
- En diversas ocasiones he hablado con parejas de novios y de casados de distintos temas. Uno de los asuntos más recurrentes es el tema de los hijos. Me encuentro con bastantes padres que muestran su preocupación por educar adecuadamente a sus hijos y que sufren ante los problemas de ellos y que tienen con ellos. En bastantes ocasiones me han dicho los padres que, ante el nacimiento próximo de un hijo, han buscado diversa literatura y documentación sobre los niños para prepararse mejor ante su llegada. Por curiosidad he tecleado en Internet la palabra “niños” y me ha aparecido un listado impresionante. Me he detenido en una página (http://www.aciprensa.com/Familia/ninos.htm) que trataba sobre los niños desde el punto de vista cristiano y ¡fijaros todos los temas que tenía expuestos para ahondar sobre cada aspecto de los allí reflejados!: * Cómo educar a los niños en la virtud de: la austeridad, el autocontrol, la conciencia moral, la fortaleza, la fuerza de voluntad, la generosidad, la laboriosidad, el orden, la sinceridad. * Cómo enseñar a orar a los niños, * es vital hablar y acariciar al bebé, * aconsejan que virtudes como el esfuerzo y el sacrificio tengan un lugar en las aulas, * juegos educativos para los más pequeños, * la importancia de los cuentos, * cómo educar la inteligencia y la voluntad, * haciéndole frente a un niño muy enérgico, * cómo escoger juguetes, * niños deprimidos, * niños hiperactivos, * niños con problemas de atención, * niños malcriados, * niños mentirosos, * niños tercos, * ¿es normal que los niños tengan miedo?, * los niños ante la muerte, * los niños ante las mudanzas, * cómo lograr una autoridad positiva con los hijos, * ¿disciplina o castigo?, * cuando nace un nuevo hermanito, * los abuelos y los nietos preferidos, * la alimentación en los primeros años de vida, * la depresión en el niño, * algunos síntomas de la depresión en el niño, * mi hijo no quiere comer, * ¿qué hacer para que tus hijos recojan su juguetes?, * por qué no hacerle las tareas a los hijos, * los niños pagan las consecuencias cuando los padres no se casan, * es peor un divorcio que la muerte de un padre, * un estudio demuestra que el divorcio afecta más a los hijos que la muerte de un padre, * agresividad en la infancia, * ¿educamos a nuestros hijos?, * cómo hacer para que los niños lean más, * el temor a los exámenes, * un juguete para cada edad, * cinco pasos para vivir los valores en la familia, * ¿conviene educar al niño en alguna religión?, * cómo evitar accidentes infantiles, * cómo evitar una intoxicación, * la importancia de las buenas amistades, * el arte de aprovechar el tiempo libre del niño, * los riegos de la televisión para los niños, * cómo regular el uso de la televisión y del ordenador.
Creo que muchos de vosotros habéis visto y escuchado por Internet un video de un juez de menores de Granada, Emilio Calatayud (http://www.youtube.com/watch?v=K2GTauJT5Vg), en donde habla de la situación actual de niños, adolescentes y jóvenes. Dice este juez que en la sociedad actual a ellos se les reconocen los derechos, pero no se les dice nada o casi nada de las obligaciones. Y tan necesario es inculcar lo uno como lo otro.
También quiero narraros aquí el episodio que me contó una profesora de religión en un instituto de Asturias. Ella preguntó en cierta ocasión a los alumnos quién era la persona que más los quería: casi todos contestaron que el padre o la madre o un pariente cercano. Hubo un adolescente que dijo que el único que lo quería era su perro, pues sólo él era quien siempre estaba en casa para recibirlo cuando llegaba del colegio o de cualquier otro sitio. La profesora le preguntó: “¿Y tus padres?”, y su respuesta fue que ésos iban a lo suyo. Quizás a trabajar para tener más cosas materiales y darle esas cosas al hijo, pero éste estaba necesitado de presencia, de cariño, de atención paterna.
- Yo estoy totalmente convencido que la fe cristiana, cuando está bien asumida, es un factor importantísimo, no sólo de educación religiosa, sino también de educación humana. Uno de los elementos fundamentales de educación integral de la persona y en este caso de los niños es la familia. Y aquí la Iglesia quiere ponernos en el día de hoy el modelo de la Sagrada Familia formada por José, María y Jesús como ejemplo de vida humana. La Sagrada Familia se asienta sobre valores humanos de amor, respeto, entrega, confianza, perdón, generosidad, etc., primero entre los esposos. Mal pueden transmitir algo los esposos a sus hijos, si antes no lo viven ellos entre sí. Pero estos valores humanos vividos en la Sagrada Familia tienen su origen y su fin en los valores espirituales y divinos que se consiguen por la relación íntima, cercana y constante con Dios.
El 5 de enero de 1964 el Papa Pablo VI estuvo en Nazaret (Israel) y allí pronunció un bellísimo discurso que reproduzco en parte[1]: “Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizás de una manera casi insensible, a imitar esta vida […] Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de una disciplina espiritual, si queremos seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo. ¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde, pero sublime escuela de Nazaret! ¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina! […] Se nos ofrece, además, una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irremplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.
Lo decía Emilio Calatayud, el juez de menores de Granada, en su video: todos los niños-adolescentes-jóvenes que vienen a su juzgado es por que han cometido algún delito, pero no todos ellos son delincuentes. Estos, los que cometen delitos de un modo habitual, proceden de familias desestructuradas y tienen, además, fracaso escolar. Por ello, sabemos que Dios ha creado la familia como el mejor medio para educar armónica e integralmente a los niños. Cuando la familia falla en algunos o alguno de sus miembros, enseguida se resiente el resto de la familia y la sociedad. De la misma manera, cuando una familia transmite alegría, serenidad, comprensión, generosidad, amor, seguridad, fe, ánimo de compartir y de estar abierta a los demás…, entonces ello es asumido de un modo natural por todos los miembros de la familia y beneficia a la sociedad.
Nosotros los cristianos tenemos a la Sagrada Familia como ejemplo y modelo, pero también como ayuda en nuestros corazones y espíritus, pues José, María y Jesús actúan en nosotros.
[1] Si alguien quiere tener un acceso completo a sus palabras tiene que mirar en la segunda lectura del Oficio de Lectura de las Liturgias de las Horas del día de la Sagrada Familia.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Navidad (C)

25-12-2009 NAVIDAD (C)
Is. 62, 11-12; Slm. 96; Tit. 3, 4-7; Lc. 2, 15-20

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Queridos hermanos:
¡¡¡Santa Navidad!!! en el día de hoy os deseo para todos vosotros. ¡¡¡Santa Natividad!!!, pues estas palabras nos indican que el Hijo de Dios, el Santo entre los santos ha nacido como hombre y está en medio de nosotros. Ha nacido Dios y ha nacido como todos los hombres, es decir, siendo primero un bebé.
Un niño siempre nos inspira ternura debido a su pequeñez, a su ingenuidad, a su desvalimiento, a la necesidad total y absoluta que tiene de los adultos. Hace unos años una mujer me contó el siguiente hecho de su padre: Este era un hombre que iba a Misa sólo en funerales, bodas, Viernes Santo y Navidad. Un día de Navidad fue a Misa. Al ter­minar la celebración se acercó al ver el “belén” que habían hecho en la parroquia y al contemplar al niño desnudo le entró una pena por el frío que debía estar pasan­do o no sé qué pasó por su mente que allí mismo le prometió al Niño Jesús que desde entonces iría a Misa todos los domingos. Y este señor no falló a su promesa.
- Pero, por desgracia, los niños también inspiran otras cosas a los adultos. La semana pasada leía la siguiente noticia en un periódico: “Un niño de dos años de edad fue ingresado por primera vez en un centro hospitalario de Brasil tras sentir dolores abdominales. Las radiografías que le hicieron revelaron que tenía cuarenta y dos agujas en el interior de su cuerpo. La Justicia del estado decretó la prisión temporal de los tres sospechosos de incrustar las agujas en el cuerpo del menor. En el día de ayer el padrastro del menor, que se encontraba en paradero desconocido y fue detenido por la policía, confesó haberle clavado las agujas con la ayuda de su amante y de la propietaria de un centro de rituales religiosos. Roberto Carlos Magalhaes, de 30 años, aseguró que llevó al niño varias veces a la casa de una mujer llamada Angelina, donde clavó las 42 agujas con su colaboración y la de una tercera persona, cuyo nombre no fue divulgado. La madre del niño no ha querido pronunciarse sobre el rumbo de las investigaciones. La cirugía para la retirada de 42 agujas a un niño brasileño de dos años que fue víctima de un ritual fue aplazada debido a una infección provocada por uno de los objetos puntiagudos en el corazón, informaron hoy fuentes médicas”. En esta semana, concretamente el martes 22, saltaba a los periódicos un segundo caso, también en Brasil y también otro niño de dos años al que habían introducido 7 agujas en su pequeño cuerpo. De igual modo el martes 22 leía que “el alarmante aumento de casos de pornografía infantil ha sacudido Japón con una horrible 'moda': madres que comercializan fotos pornográficas de sus propios hijos. Al menos doce personas han sido detenidas como sospechosas de traficar con imágenes pornográficas con sus propios hijos como protagonistas. Las madres o alguno de los familiares de los menores daban salida a las fotografías vendiéndolas a hombres que conocían a través de Internet. Estos les pagaban a 8 € por cada fotografía”.
Tampoco quiero olvidarme de mencionar aquí a tantos niños asesinados en los vientres de sus propias madres por las causas más dispares.
Pero igualmente quiero contaros el caso sucedido hace un tiempo en un comercio de Asturias: una señora mayor entró con su nieto para comprarle un regalo con ocasión de su 1ª Comunión. De repente el niño empezó a insultar y a pegar a la abuela cuando ésta le mostraba un reloj como posible regalo, pues el niño no lo quería; entonces la abuela le mostraba otro, y el niño siguió pegando a la abuela y protestando.
Quiero decir con todo esto que unos padres o adultos no equilibrados hacen mucho daño a los niños, tanto si los maltratan de palabra o de obra, como si abdican de la educación que tienen que darles, les consienten y no les ponen indicadores claros de actuación. Seguro que hay matizar muchas más cosas, pero éstas son ciertas.
- Alguien puede preguntar que por qué saco este tema precisamente el día de Navidad. La verdad es que al ver la imagen del Niño Jesús, al leer en el evangelio de hoy en el que se narra que María y José rodeaban y guardaban al Niño Jesús, al leer también que los pastores fueron a ver al Niño que les había sido anunciado[1], me acordé de tantos niños que por el mundo sufren de una u otra manera, y no tienen defensa posible en las mayoría de los casos. Me acordé que el Niño Jesús tuvo que padecer, como muchos niños en todo el mundo y a lo largo de todos los tiempos, ciertos peligros nada más nacer: 1) Jesús nació rodeado de unos padres que le dieron todo su cariño, pero en unas condiciones insanas: en un portal recién barrido por José para su mujer con los dolores de parto. 2) Jesús tuvo que ser llevado de Belén antes de que fuera alcanzado por los soldados de Herodes, quienes no dudaron en matar a los niños de dos años para abajo en aquella aldea.
Jesús nos habla de los niños en el evangelio en varias ocasiones: * “Dejad que los niños se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos” (Mt. 19, 14). * “Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge” (Mt. 18, 3-5). * “Cuidado con despreciar a uno de estos niños; porque os digo que sus ángeles en el cielo contemplan sin cesar el rostro de mi Padre celestial” (Mt. 18, 10); * No quiero terminar estas citas bíblicas sin aludir a la profecía de Oseas, que tiene un texto bellísimo de la relación de Dios con los hombres comparándola con la relación de un padre con su niño: “Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo […] Con cuerdas de ternura, con lazos de amor, los atraía; fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas y se inclina hasta él para darle de comer” (Os. 11, 1.4).
Jesús tomó la carne, la mente, el espíritu de un niño hace ya 2009 años. Hoy también Jesús toma la carne, la mente, el espíritu, en definitiva, el ser de todos los niños y se alegra con ellos, cuando son amados y cuidados. El Niño Jesús sufre con todos los niños cuando son asesinados, prostituidos, cuando les clavan las agujas, cuando no les dan la educación adecuada, cuando se les maltrata de palabra, de obra o de omisión.
Hoy, día de Navidad, día del nacimiento de un Niño que nos trae la paz a todos los hombres quisiera que, a través de este Niño, viéramos a todos los niños del mundo para darles lo mejor que tiene el ser humano: * bienes materiales suficientes, pero no de un modo desmesurado; * cariño, comprensión, protección, seguridad; * una educación integral en la que se les dé, pero también se le exija, para que crezcan de un modo armónico y equilibrado; * la fe y el amor de Dios, que le acompañará toda su vida. De todo esto necesitarán los niños que Dios pone en nuestras manos. El próximo domingo celebramos la Sagrada Familia. Si Dios quiere, seguiremos profundizando en este tema de los niños.
[1] Así se nos cuenta en el evangelio que acabamos de escuchar, cuando nos dice que los pastores fueron a Belén “y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño”.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Domingo IV de Adviento (C)

20-12-2009 DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)
Miq. 5, 2-5a; Slm. 79; Heb. 10, 5-10; Lc. 1, 39-45

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Queridos hermanos:
- Le dice Isabel a su prima María en el evangelio: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. ¿A qué se refería Isabel? Pues se refería al episodio narrado por san Lucas unos versículos antes sobre cómo el arcángel Gabriel se acercó a María y le dijo que Dios se había fijado en ella, que iba a tener un Hijo de Dios, que no hacía falta que se acostara con un hombre para quedar encinta, que el Espíritu Santo la fecundaría con esperma divino… Si viene una hija vuestra o una vecina o una conocida con esta “historia”. ¿Cómo reaccionarías vosotros? María sí que discernió que realmente aquello era cierto, que aquello era de Dios, y creyó y aceptó aquel embarazo. María fue recibiendo enseguida varias pruebas de la veracidad de lo anunciado por el arcángel: 1) se quedó realmente embarazada sin intervención de un hombre; 2) una prima suya, Isabel, nada más verla, cuando María fue a visitarla, le dijo: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Pero seguramente en nuestro caso, en nuestra vida ordinaria no tengamos tanta suerte como tuvo María en esa ocasión, es decir, probablemente no recibamos tantas pruebas de que es Dios quien está con nosotros o quien nos habla.
Sigamos profundizando en este tema y para ello vamos a fijarnos ahora en la primera lectura. Es un trozo de la profecía de Miqueas, el cual fue un profeta que vivió unos 700 años antes de Jesucristo. Miqueas recibió una Palabra de Dios y se la creyó. Y, como se la creyó y creyó que venía de Dios, no se la guardó para sí, sino que la proclamó a sus contemporáneos. En aquellos momentos el pueblo de Israel estaba en una guerra civil entre el reino del norte y el del sur. En esta guerra hubo unos 120.000 muertos en el reino del sur. Y, más o menos, los mismos habría en el reino hermano. Pero es que, además, poco después el reino de Asiria aplastó al reino del norte y cogió a todos sus habitantes y los desterró para siempre por otros territorios conquistados, y el lugar vacío que dejaron los habitantes del reino del norte fue ocupado por otros desterrados por Asiria: los samaritanos. De aquí viene el origen de ellos y su mención en el evangelio. Pues bien, en medio de tanto odio y tanta devastación Miqueas recibe una Palabra de Dios, la que hoy acabamos de escuchar y que dice así: “Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel [...] Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel […] Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz”. ¿Creerían a Miqueas las madres, esposas e hijos de los muertos en la guerra civil? ¿Creerían a Miqueas los parientes y conocidos de los que habían sido llevados por Asiria como desterrados? ¿Creerían a Miqueas todos aquellos que sólo veían guerra, destrucción, hambre cuando el profeta les anunciaba que Dios traería la paz? Esta profecía de Miqueas se cumplió 700 años después de haber sido procamada. De hecho, cuando los reyes magos se acercaron al rey Herodes para preguntarle dónde habría de nacer el futuro rey de los judíos, Herodes consultó a los sabios y le citaron este pasaje del profeta, pues sí hubo hombres y mujeres que habían creído a Miqueas y habían escrito sus palabras, y esperaban que el liberador de Israel viniera un día y naciera en un pequeña aldea: Belén.
Y ahora nos toca hacer presente la Palabra de Dios en nosotros. Hoy, 2709 años después de predicada esta profecía por Miqueas, Dios nos vuelve a decir que una mujer da a luz a un Niño, que ese Niño será el pastor de todos los hombres de la tierra, que ese Niño hará que todos los hombres retornen a Dios para siempre, que ese Niño nos traerá la paz. ¿Creemos esto? ¿Creemos esto cuando los templos están vacíos y casi todos somos gente mayor? ¿Creemos esto cuando los musulmanes avanzan más y más, y la fe cristiana retrocede? ¿Creemos esto cuando nos vemos débiles, frágiles, pecadores y más viejos cada día? Y es que el tiempo de Navidad puede ser tomado como un aniversario de un hecho cosa que ocurrió hace muchos años, o más bien como algo cierto que está ocurriendo aquí y ahora, y en nuestra vida concreta. Si hoy estuviera Isabel, la prima de la Virgen María, delante de nosotros, ¿nos podría decir como a ella: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”?
- En la segunda lectura se nos dice que Jesús vino a este mundo para cumplir la voluntad de Dios Padre: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad”. ¿Estoy yo cumpliendo la voluntad de Dios en mi vida, o se está cumpliendo su voluntad en mi vida? Hace poco una persona comentaba que estaba asustada de lo ingrata que era para con Dios. Decía que se había dado cuenta de esa ingratitud un día que reflexionó un poco en su relación con Dios. Se dio cuenta que, en tantas ocasiones Dios le había pedido en su vida ordinaria un poco de tiempo para hablar con Él, pero esta persona le había contestado tantas veces que estaba muy ocupada, que en ese momento no podía, que ya hablaría con El dentro de un rato, o por la tarde, o por la noche, pero al final del día nunca encontró ese momento o ese rato para hablar con Dios. Al mismo tiempo esta persona se había dado cuenta que, tantas veces estando ella haciendo alguna cosa en casa, vino alguien y le pidió un favor, y al momento dejó de lado la tarea que estaba realizando entonces para hacer ese favor. Y en otras ocasiones estando ocupada en casa alguien llegaba a su casa a pasar un rato de conversación, y ella paraba de hacer las cosas que estaba haciendo y se ponía a hablar con la visita. Con lo cual se daba cuenta que en su vida Dios era el “último mono”. Para los demás estaba siempre dispuesta, pero para Dios casi siempre sacaba disculpas y lo dejaba para después...
Estoy preocupado con estas Navidades que están a la vuelta de la esquina y como sacerdote de mi Señor Jesucristo no quisiera que nos pasaran desapercibidas; no quisiera que las viviéramos como paganos. Por eso, voy a daros algunas pautas:
* En estos días procurar no faltar a los cultos cristianos. El viernes 25, día de Navidad. El domingo 27, día de la Sagrada Familia. El viernes 1, día Santa María, Madre de Dios. El día 6, miércoles, fiesta de la Epifanía (manifestación) del Señor a los Reyes y a todos los hombres. El domingo 10, día del Bautismo del Señor y último día de las celebraciones navideñas. Asimismo podemos proponernos acudir a alguna Misa entre semana o, al menos, hacer alguna visita al Santísimo deteniéndonos unos minutos con el Señor, Jesús.
* María se puso en camino para atender a su prima Isabel en las labores de casa y en el parto. Ella se preocupó por los demás. También en este tiempo debemos preocuparnos de otras personas. Dios nos guiará hacia ellas.
Procuremos que no nos pase a nosotros como a esa persona de la que hablaba más arriba, cuando se dio cuenta que Dios para ella era el “último mono”.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Domingo III de Adviento (C)

13-12-2009 DOMINGO III DE ADVIENTO (C)
Sof. 3, 14-18a; Is. 12; Flp. 4, 4-7; Lc. 3, 10-18


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Queridos hermanos:
El evangelio de hoy tiene dos partes: En la segunda habla Juan Bautista de Jesús y de la misión de éste. En la primera parte Juan nos presenta el caso de tres tipos de personas que, habiendo escuchado a Juan Bautista, fueron tocados por Dios en su corazón y se dieron cuenta que tenían que cambiar de vida. Por eso le preguntaron a Juan qué debían hacer. Sin embargo, sería un gran error si pensáramos que la conversión de vida, o el caminar hacia Dios, o el encontrarse con Dios supone sólo repartir y compartir las cosas que tenemos con los necesitados, o contentarnos con lo que se nos da sin exigir nada más, o el no usar la violencia y el poder con los otros. Ver la relación con Dios de esta manera es una caricatura y una burla. Si las gentes, los publicanos y los soldados se acercan a Juan Bautista y le piden orientación no es principalmente porque él sea un hombre bueno o sabio, sino porque –repito- ha entrado Dios en vida de ellos; saben que no pueden seguir viviendo como hasta entonces y quieren saber qué más espera Dios de ellos.
Este encontrar a Dios y este caminar hacia Dios no es fruto de un día. Estoy completamente seguro que todas esas personas que se acercaron aquel día a Juan Bautista y le preguntaron qué debían hacer, eran personas que ya estaban desde hacía tiempo en búsqueda de Dios o, al menos, Dios estaba en su busca y los esperaba al lado de Juan Bautista.
Si me permitís, voy a leeros una experiencia de un chico que hace poco me encontré y creo que puede iluminar muy bien lo que trato de decir y, además, puede ayudarnos a nosotros. Fijaros de qué modo tan extraño Dios se vale para llegar al corazón de una persona. Se trata de Juan, un joven valenciano, que a sus 26 años acaba de entrar en un seminario español. Dejemos que él cuente su propia historia: “Nací en una familia católica, pero no practicante. A los 5 años me apuntaron a hacer artes marciales. Cuando yo tenía 8 años, llegó a casa un lama tibetano. Nos dijo que había tenido unas visiones y que pensaba que quizá yo era la reencarnación de un lama tibetano. Mis padres no sabían casi nada del budismo. El lama les inspiró confianza y decidieron darme una formación paralela. Por las mañanas yo iba al colegio como un niño normal, a los salesianos. Por las tardes, tenía clase con dos tutores budistas tibetanos que vinieron a España. Completaba mi formación con artes marciales. Mi educación estaba orientada clarísimamente a ser lama, es decir, maestro, y no un simple monje. Incluía meditación y enseñanzas budistas. Durante todo esto, mis padres sólo pidieron discreción. Nadie en mi colegio conocía mi formación budista. Fui nombrado lama oficialmente con 15 años. Para mis maestros, yo era la reencarnación de Tan-ñon-Gon-Chen-Tulku-Rimpoché, un lama ermitaño tibetano del siglo IV d.C. Ese lama estaba especializado en sanaciones espirituales, en las enseñanzas más chamánicas del budismo. Se considera que, cuando un lama vuelve a nacer, va a seguir desarrollando las mismas actividades que en su otra vida. Por eso yo atendía muchos casos de dolencias espirituales, me traían enfermos, hacía rituales de sanación. A los 21 años, vivía en Barcelona. Llegó un matrimonio hindú, de la India, recién aterrizado, porque habían oído hablar de un curandero o sanador espiritual que podía ayudar a su hija enferma. Resulta que el tal "curandero" era un cura católico; ellos ni sabían eso. El sacerdote me los remitió, porque pensó que yo, al ser budista, de una tradición asiática, podía atenderlos mejor. Por lo general, en los casos de dolencia espiritual grave, yo siempre pedía varios informes: uno médico, otro neurológico y otro psiquiátrico. Ellos estaban tan desesperados que habían venido de la India ya con la niña y con todos los informes hechos. Organicé una sesión de sanación según el ritual budista. Como de costumbre, además de los padres y la niña, estaban con nosotros unos amigos a los que yo solía invitar como testigos y ayudantes. Uno es notario, otro psiquiatra, otro ingeniero y el otro informático. Llevábamos ya 13 horas de ritual y no conseguía nada. La niña se agitaba con fuerza sobrehumana, hablaba mezclando idiomas, se ponía en trance... Yo no conseguía ninguna mejora. Y entonces la madre, que no sabía español, dijo en castellano: ‘En el nombre de Jesús libera a mi hija’. Y en ese momento la madre y la hija cayeron inconscientes. Cuando se despertaron la niña estaba curada y la madre no recordaba haber dicho nada. Aquello me impactó. Para mí, Jesús sólo había sido un hombre sabio que ayudaba a la gente. Yo nunca había reflexionado sobre Jesús. Lo conocía sobre todo por la asignatura de religión con los salesianos, pero para mí lo que me habían contado de Jesús era sólo como un cuento. Salí a pasear, a reflexionar sobre lo que había pasado. Me encontré un mendigo, que me hizo señas para que me acercase. Yo iba vestido de monje, con la túnica azafrán y la cabeza rapada. Supuse que mi aspecto le había hecho gracia y querría decirme algo. Pero él sacó un libro y me dijo: ‘ábrelo’. Era la Biblia. Lo abrí 3 veces y me salía la sanación de Jesús en Gerasa. Y entonces entendí que mi vida era seguir a Jesús. Mi maestro budista me dejó marchar. Dijo que siguiera mi corazón. El budismo enseña que la mente a menudo es tramposa, pero el corazón no miente. Dijo que si Jesús estaba en mi corazón, que lo siguiera. Ellos pensaban -y siguen pensando- que volveré al budismo. Así que volví ‘al mundo’. Incluso estuve saliendo con algunas chicas. Visité a los capuchinos, que me enseñaron el cristianismo. Me hice terciario capuchino, su rama laica. Pero me parecía que Dios me pedía más. Me dediqué a conocer las órdenes monásticas, los movimientos católicos, y también los ambientes protestantes, ortodoxos, el islam sufí... Buscaba entender lo que Dios me pedía. Hice los Ejercicios Espirituales de los jesuitas. Me hablaron de un seminario que parecía serio. Un médico amigo mío, diácono permanente, me preparó una cita con el obispo. Hablé con él después de la Misa, y vimos que Cristo me había tocado. ¿Mi vocación es diocesana o monástica? No lo sé, pero en el seminario, en silencio y estudio se irá descubriendo. De Jesús me impactó su Dios, el Padre que nos quiere, que nos ha creado a su imagen y semejanza. También me impresiona el testimonio de Jesús, su coraje de morir por nosotros. Es impresionante cómo lucha con todos en contra. Hay muchos maestros espirituales, pero sólo Él ha muerto por los hombres. Me impresiona la Pasión: Ese ‘muere por nosotros’... Si no es el Hijo de Dios, no puede morir por nosotros. Ni Buda, ni Moisés ni Zoroastro murieron por los hombres. Después de mucha reflexión pienso que Dios es como la cima de una montaña. Cima sólo hay una. Caminos hay muchos. Ojo, unos son de piedra, otros de fango; no son todos iguales. Pero hay un camino recto, el de Cristo. Del budismo mantengo cosas valiosas. La disciplina del budismo, la práctica de la meditación, es muy valiosa. El adiestramiento de la mente, el cuerpo y del espíritu. La ascética es un esfuerzo del hombre, un método, no está mal. Pero la mística es la acción del Espíritu, Dios que actúa y te rompe hasta el método. El voto de pobreza y el de castidad no me resultan difíciles. El de obediencia, el concepto de jerarquía, son cosas que me resultan más novedosas. En ello estamos”.
Termino: estamos en Adviento; Dios nos sale al encuentro y toca nuestro corazón, o lo quiere tocar, si nos dejamos; nosotros quisiéramos seguirlo; y le preguntamos, como aquellos del evangelio preguntaron a Juan Bautista: ‘Entonces, ¿qué hacemos ahora?’ La respuesta es individual y personalizada para cada uno de nosotros. Abramos el oído y que El nos dé la fuerza de seguir sus indicaciones.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Inmaculada Concepción de María (C)

8-12-06 INMACULADA CONCEPCION (C)
Gen. 3, 9-15.20; Slm. 97; Ef. 1, 3-6.11-12; Lc. 1, 26-38

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Queridos hermanos:
- En este tiempo de Adviento, como ya sabéis, estamos preparando la venida y el nacimiento de Cristo Jesús entre nosotros. Pero, como creo que ya os he dicho en otras ocasiones, hay tres formas de venida (o llegada) de Cristo Jesús a nuestras vidas:
1) La más conocida de todas y la que celebramos comúnmente en estos días: el Hijo de Dios se ha encarnado en el vientre purísimo de la Virgen María y va a ser dado a luz en Belén. Es la primera venida de la segunda Persona de la Santísima Trinidad.
2) Jesús vendrá otra vez más y por última vez a este mundo cuando éste se acabe. De hecho, esta segunda venida la estamos anunciando y pidiendo los católicos en cada Misa: - Al alzar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, después de la Consagración, el sacerdote dice: “Éste es el Sacramento de nuestra fe”. Y todos respondemos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”. Creo que ya os conté que, explicando esto una vez en Vegadeo, una señora me dijo después que desde aquel día había dejado de responder a las palabras de la Consagración, porque no quería que Jesús viniera y el mundo se acabara. – Al finalizar el Padre nuestro, ora el sacerdote: “…vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador, Jesucristo”. Y, ¿recordáis las últimas palabras con las que termina la Biblia? Dice así: “Sí, estoy a punto de llegar. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!
3) Hay una tercera manera de venida de Cristo Jesús a este mundo. Las dos anteriores son, por así decir, ‘modos comunitarios’. Esta tercera forma de venir Cristo, sin embargo, es individual. Me estoy refiriendo a la muerte. Sí, Cristo Jesús llega a cada uno de nosotros cuando nos morimos. El está a nuestro lado. La señora de Vegadeo que no decía en la Misa: “¡Ven, Señor Jesús!”, para que el mundo no se acabase, hace unos años que se murió, con lo cual este mundo sí que se acabó para ella. Repito: la tercera manera de venir Jesús a este mundo es a través de nuestra muerte, y es una venida personalizada. Estando en este punto quiero compartir con vosotros una gracia que he recibido hace poco: El 8 de noviembre de este año estaba en la capilla de la Casa de Ejercicios Espirituales de Covadonga; asistía e impartía unos Cursillos de Cristiandad. Como sabéis, cada mes de noviembre los hago. Éramos 26 personas tratando de acercarnos un poco más a Jesús a través de María, su Madre, ya que Covadonga es un lugar privilegiado. Creo que en otras ocasiones os he contado el amor y la devoción hacia María que Jesús me ha regalado, cuando faltaba poco para mi ordenación sacerdotal. Pues bien, ese domingo 8 percibí en la capilla en un instante (fue un visto y no visto) que la Virgen María me concedería morir uno de los días del año en que la Iglesia celebra una festividad mariana. No sé si será cierto o no. Lo que sí sé es que mi amor hacia Ella ha crecido más y más, y en sus brazos estoy feliz. Siempre me ha llamado mucho la atención ciertos detalles o hechos que he ido conociendo en los que una persona amante de la Virgen recibe una gracia especial de Ella a la hora de su muerte. Ciertamente, os he de confesar que no me importa el hecho en sí (si mi muerte acontecerá un día dedicado a María), sino más bien el percibir claramente cómo el amor entre María y yo es recíproco. Por supuesto, que Ella me quiere más y mejor que yo a Ella, pero la verdad es que yo me apoyo en su amor y no en el mío, que es tan pobre y frágil. En este día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María he querido compartir esta gracia para que juntos alabemos y glorifiquemos a María, Madre de Cristo Jesús.
- Voy a contaros otra cosa personal mía. Hoy va la homilía de confidencias. Resulta que, cuando entro en una iglesia por primera vez, enseguida recorro mi vista por ella y miro las imágenes que hay en sus paredes y/o en sus altares, pues suelo orar con ellas o en las homilías que predico al celebrar la Misa allí suelo hacer referencia a dichas imágenes. ¿Por qué? Porque quiero enseñar a los fieles para que la fe les entre por los ojos y para que profundicen en lo que tienen ante sí, pues quizás les ha pasado un tanto desapercibido. Una de las imágenes que más evoca sentimientos de Dios dentro de mí es la imagen de la Inmaculada. En esta imagen se ve a la Virgen María que puede estar rodeada de una corona de 12 estrellas, lo cual simboliza a las 12 tribus de Israel y a los 12 apóstoles. Suele tener la luna por pedestal, pero sobre todo a los pies de María está una serpiente con un fruto entre su boca. Esta última parte de la imagen evoca al texto del Génesis que acabamos de leer hoy, más concretamente cuando Dios se dirige a la serpiente y le dice: “establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón”. Sí, la serpiente hiere el talón de la mujer (Eva) cuando le ofreció el fruto de desobediencia a Dios. Y la mujer (en este caso la Virgen María) por el nacimiento del Mesías, pisa la cabeza de la serpiente. En esta sencilla parte de la imagen se contiene nuestra traición a Dios y la salvación de Dios para con todos nosotros.
- En este tiempo de Adviento la Iglesia nos propone varias figuras bíblicas que nos pueden ayudar a preparar las venidas de Jesús, el Hijo de Dios, a nosotros y a nuestro mundo. Estas figuras son San Juan Bautista, San José y la Virgen María. Pues bien, hoy la Iglesia nos propone de un modo especial a María, bajo la advocación de su Inmaculada Concepción. En este tiempo de Adviento y en todos los momentos del año yo me arrimo a María y le pido que me sirva de apoyo para preparar la venida de su Hijo a mi ser, sea en el fin del mundo, sea en mi muerte.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Domingo II Adviento (C)

6-12-2009 DOMINGO II DE ADVIENTO (C)
Baruc 5, 1-9; Slm 125; Flp. 1, 4-6.8-11; Lc. 3, 1-6

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Queridos hermanos:
- Fijaros cómo empieza el evangelio de hoy: “En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto”. La primera vez que escuché este trozo pensé para mí: ‘Pero, ¿para que sirven todos estos datos que nos da san Lucas?’ Con decir que Dios habló a Juan Bautista y la misión que le dio… hubiera bastado. Pero el evangelista nos da nombres y más nombres de gente importante, y de gente que gobiernas imperios, reinos y provincias. La razón –creo yo- de todos estos datos es que Lucas nos sitúa en el espacio y en el tiempo el mensaje de Dios a los hombres. En efecto, el evangelio no es algo atemporal o que sucede en un lugar muy lejano o en ningún sitio concreto. No.
* ¿Cuándo habla Dios? Lucas nos da detalles muy precisos de cuándo Dios habla, y para probarlo apunta emperadores, gobernadores y reyes, los cuales confluyen en un determinado momento de la historia. También nos dice Lucas que la Palabra de Dios la oye Juan Bautista, y no esos emperadores, gobernadores y reyes.
* ¿Dónde habla Dios? Tampoco se escucha la Palabra de Dios en los palacios, en las ciudades, en las aglomeraciones de gentes, sino que la voz de Dios es proclamada en un desierto.
Pues bien, igualmente podemos decir ahora nosotros que Dios nos habla en este justo instante, siendo Obama presidente de USA, Calderón de México, Lula de Brasil, Merkel primera ministra de Alemania, Juan Carlos I rey de España, y que Dios nos habla en la Catedral de Oviedo, o en cualquier otro lugar en donde nos encontremos. En efecto, Dios habla aquí y ahora.
- Pero, si importante es saber que Dios nos habla, más importante aún es saber qué nos dice Dios. ¿Cuál es la Palabra de Dios que Dios mismo transmitió a Juan el Bautista? Pues esa Palabra es la misma que se nos entrega hoy día: 1) Que todos estamos llamados a ver la salvación de Dios en nuestras vidas. “Dios guiará a su pueblo con alegría a la luz de su gloria”, nos dice la primera lectura. Y la salvación de Dios es algo que se nos da aquí y ahora. 2) Mas para ver la salvación de Dios hemos de preparar el camino por el que Cristo Jesús vendrá. En este punto es donde entra el plan de Adviento que os proponía el domingo pasado y que os propongo cada año por este tiempo.
- El salmo 125 que acabamos de escuchar es un salmo precioso. Escuchadlo una vez más:
“Cuando el Señor cambió la suerte de Sión , nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas”.

Como sacerdote en varias ocasiones he tenido que atender y escuchar a personas con grandes sufrimientos y que piden una explicación o justificación a Dios y a su fe, o también la piden desde Dios y desde la fe, de su realidad doliente. Es difícil entender tantas veces lo que nos pasa, sobre todo lo malo y negativo, o mejor aún, por qué nos pasa, es decir, conocer el sentido de lo que acontece en nuestra vida. Me han entregado poco antes de la Misa de 11 una poesía de José María Pemán (poeta español del siglo XX), el cual escribió una poesía a su esposa, Resignación. El buscó entender desde Dios la falta de su mujer y compuso este poema, del cual entresaco las siguientes palabras:
“¡Qué triste es mi caminar!,/ llevo en mi pecho escondido/ un gemido de pesar,/ y en mis labios un cantar/ para esconder mi gemido…
No hay como saber sufrir/ con entereza el dolor/ para saber combatir,/ que el dolor es la mejor/ enseñanza de vivir./Él (Dios) nos enseña a tener/ siempre al alma apercibida,/ y a esperar y a no temer,/ y a dar su justo valor/ a las cosas de la vida./”

Nuestro mundo actual y occidental está hecho a las medidas, a saber y a entender. Enseguida queremos saber el por qué, el para qué, el cuándo, el hasta cuándo, el dónde, el cómo… Estamos tan preocupados por esas preguntas y por hallar respuestas que nos cuesta mucho esfuerzo el vivir y experimentar en toda su plenitud lo que sucede en nosotros. Recuerdo que, siendo seminarista, supe del siguiente hecho: una religiosa muy moderna y bastante joven, de unos 40 años, padeció un cáncer fulminante y muy doloroso. La vida se le escurría entre los dedos y ella se veía morir de día en día. Ella protestaba y renegaba por su situación. No aceptaba la muerte; no la aceptaba ni por el mal que padecía ni por la edad que tenía. Finalmente, faltando unos tres días para el desenlace final, aceptó su situación, su muerte inmediata y decía que, desde que había hecho eso, había sentido cómo la paz la inundaba en todo su ser: en su cuerpo, en su mente, en su espíritu. ¿Qué quiero decir con esto? 1) Que el dolor y el sufrimiento no proceden de Dios. El no quiere nuestra muerte . 2) Que el dolor y el sufrimiento nos va a alcanzar a todos, antes o después: seamos creyentes o no, tontos o listos, ricos o pobres, jóvenes o viejos, hombres o mujeres. 3) Que el ser humano puede aprender de todo sufrimiento, pues éste nos hace más humildes y nos permite percatarnos de lo que verdad es importante. Algunas personas con odios de años son capaces ante la muerte o enfermedad del enemigo de acercarse a la persona sufriente, y logran una reconciliación.
Sí, las crisis o momentos de sufrimiento (otros dirán de crecimiento) por las que pasa el ser humano, nos ayudan mucho. Por eso, el salmista canta: “Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas”. En un primer momento pensamos que vivimos una auténtica desgracia, pero, vivida desde la experiencia de Dios y una vez superada, nos damos cuenta que el fruto, la ganancia, la madurez y la fe conseguidas superan con mucho a todo el mal que hemos pasado. Y entonces reconocemos que ha sido Dios quien nos ha acompañado en todo momento y, por eso, seguimos cantando: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares”.
Termino con una cita de un periódico. Es de marzo de 2008: “La gente que cree en Dios es más feliz que los agnósticos o los ateos, según un estudio realizado por el profesor Andrés Clark y la Doctora Orsolya Lelkes y presentado en la conferencia anual de la Sociedad Real Económica. La gente religiosa está más capacitada para enfrentarse a decepciones como el paro, el divorcio o la muerte de un amigo. Además, esta capacidad aumenta en el momento en que los religiosos van a la iglesia y rezan. Los investigadores del estudio dijeron que: ‘la religión hace que las personas puedan soportar mejor los momentos difíciles de la vida’”. Por eso, hemos de confesar una vez más que la Palabra dirigida a Juan Bautista entonces y a nosotros ahora, en este tiempo de Adviento, se cumple: “verán la salvación de Dios”.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Domingo I Adviento (C)

29-11-2009 DOMINGO I DE ADVIENTO (C)
Jr. 33, 14-16; Slm. 24; 1 Tes. 3, 12-4, 2; Lc. 21, 25-28.34-36

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Queridos hermanos:
Como os decía el otro domingo, en el día de hoy comenzamos un año litúrgico nuevo y lo abrimos con el tiempo de Adviento.
Habitualmente, al comenzar el tiempo de Adviento, siempre os propongo que elaboréis un plan de acción personal para prepararse a la Navidad, es decir, UN PLAN DE ADVIENTO. No podemos ser como los paganos, que sólo se quedan en lo externo y todo lo más celebran en Navidad “los días de la familia”. Nosotros no celebramos unos días de familia, sino que celebramos la Navidad, es decir, la venida y el nacimiento del Hijo de Dios. Para acogerlo en nuestros corazones, en nuestra Iglesia y en nuestro mundo hemos de prepararnos, y lo hacemos con este tiempo de Adviento, y el plan que yo os propongo puede ser un buen instrumento.
Las lecturas que hoy nos propone la Iglesia nos muestran algunos caminos o pautas a seguir en esta preparación de la Navidad. Vamos a examinar estos caminos con detalle y asumir aquellos que mejor nos vengan a nosotros. Cada uno, desde su circunstancia personal, escogerá aquel camino o caminos que mejor le ayuden a preparar el nacimiento de Jesús. Bien, dicho esto os doy algunas propuestas sacadas de las lecturas de hoy:
1) En nuestro plan de Adviento puede haber una súplica confiada al Dios para librarnos de todos los peligros, de todas las necesidades y llevarnos al Reino de su Hijo querido. Por eso, en el salmo de hoy oramos : “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. El Señor es bueno y recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes”. Y es que nos damos cuenta a lo largo de nuestra vida que sólo Dios puede todo, mientras que nosotros fallamos una y otra vez, pues somos débiles e inconstantes.
2) La súplica confiada a Dios la hemos de hacer mediante la oración. Por eso, Jesús en el evangelio nos dice: “Estad en vela, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza […] y podáis estar en pie delante del Hijo”. Recordad las palabras de Satanás a Jesús, cuando lo tentaba: “todo esto te daré, si te postras y me adoras” (Mt. 4, 9). Satanás y las cosas materiales nos piden que nos humillemos y que nos echemos al suelo ante ellos. Sólo Jesús me levanta y me hace estar de pie ante El. Jesús me ensalza, me pone a su altura y me trata de igual a igual. A este trato amistoso se llega a través de la oración constante, “en todo tiempo”. Por lo tanto, la oración debe tener una parte importante en mi plan de Adviento y en todos los momentos de mi vida. De hecho, yo siempre digo que, quien no ora, no es cristiano.
3) También podemos subrayar, suplicar y trabajar en este Adviento para que se cumpla en nosotros el camino marcado por la segunda lectura: “que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos”. Quizás podemos marcarnos de una manera especial en este tiempo de Adviento un trato más amistoso y cariñoso con alguna persona en particular: marido, mujer, hijos, suegros, cuñados, yernos, nueras, primos, vecinos, compañeros de trabajo… Creo que ya os conté en varias ocasiones lo que hacía un hermano lego jesuita que estuvo destinado en la ‘Iglesiona’ de Gijón: estaba de portero en el templo y en la comunidad, y él procuraba ver a Jesús en cada persona que se le acercaba. A la ‘Iglesiona’ venían muchos transeúntes a pedir comida y él les daba un bocadillo. Cuenta una persona que fue testigo de un hecho: resultó que llegó un día un transeúnte a la ‘Iglesiona’ y de malas maneras exigió un bocadillo al jesuita y se marchó con la comida sin dar las gracias. El testigo oyó al hermano lego diciendo para sí: “¡Ay Señor, hoy venías tan disfrazado que casi no te reconocí!” Es decir, si nos proponemos en nuestro plan amar a cada una persona concreta, nos puede ayudar el procurar ver en esa persona al mismo Jesús. El jesuita lo hacía así y no le iba tan mal.
4) En el plan podemos esforzarnos por practicar el derecho y la justicia en nuestros ambientes, tal y como nos lo recuerda la primera lectura. Procuremos en estos días (del 29 de noviembre al 24 de diciembre) ser honestos y honrados con los demás, independientemente de lo que hagan los demás. Aunque quedemos como tontos. Este día me contaban el caso de un chico joven que estaba al frente de un organismo y le hicieron una propuesta para aprobar una propuesta de una empresa. Si lo hacía así, le daban una importante cantidad de dinero, que le venía muy bien en ese momento. Pero el chico dijo que no; es decir, renunció a algo en provecho propio por querer ser honrado. El empresario le dijo que en su ambiente era todo así: para conseguir un contrato había que entregar una cantidad importante de dinero, que luego se aplicaba al presupuesto y ganaban el empresario, el intermediario, aunque perdían otros empresarios más honrados y sobre todo los ciudadanos que tenemos que pagar esas faltas de moral y de honestidad.
5) El evangelio de hoy nos indica que hemos de huir y guardarnos del libertinaje que, en definitiva, no es más que hacer nuestra propia voluntad y seguir nuestros caprichos y gustos, incluso a costa de los demás. Por lo tanto, dejemos de lado todo capricho egoísta y pensemos más en los demás, aunque sea sólo por estos días de Adviento. Igualmente, nos guardamos del libertinaje cuando guardamos nuestra vista y evitamos la curiosidad por saber, por ver, por escuchar. Evitemos preguntar por cosas que no nos interesan y que nos llevan a emitir juicios y murmuraciones sobre otras personas. En definitiva, seamos dueños de nosotros mismos y no dejemos que lo que nos rodea nos esclavice.
6) Hemos de evitar la embriaguez, que no significa simplemente no emborracharnos o no beber de más, sino que hemos de procurar evitar que nuestro dios sea el vientre, con lo que comemos y bebemos: probar de todo, atiborrarnos de todo, aunque ya no tengamos hambre.
7) Evitaremos que las preocupaciones de la vida, que es algo legítimo, nos aparten de la preocupación de buscar a Dios, pues importa más esto que aquello, ya que, como bien dice Cristo a Satanás en sus tentaciones, “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 4). Es decir, confiemos más en Dios, que es Padre bueno y sabe lo que nos conviene y lo que necesitamos.
Estas son algunas ideas que la Palabra de Dios nos pone hoy delante, pero podemos coger otras cosas para nuestro plan de Adviento.
Jesús en el evangelio de hoy nos da el sentido de este tiempo de Adviento. El nos dice: “cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”. A estas palabras de Jesús toda la Iglesia responde: “¡Ven, Señor Jesús!” Con este plan de Adviento personal queremos decir a nuestro modo: “¡Ven, Señor Jesús!” Pues bien, digamos todos a una voz: “¡VEN, SEÑOR JESUS!”

viernes, 20 de noviembre de 2009

Jesucristo, Rey del Universo (B)

22-11-09 JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (B)
Dn. 5, 1-3; Slm. 92; Ap. 1, 5-8; Jn. 18, 33-37


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Queridos hermanos:
Celebramos en este día el último domingo del año litúrgico y lo acabamos con la festividad de Jesucristo, Rey del universo.
- Os invito a acercaros a las lecturas que acabamos de escuchar y dejar que la Palabra de Dios empape todo nuestro ser y nos dé vida eterna. “Señor, ¿qué nos quieres decir hoy con tu Palabra?”
En el evangelio asistimos al dramático interrogatorio que Pilato hace a Jesús. Faltan pocos minutos para que lo condene a muerte de cruz. Pilato busca un delito en Jesús. Si lo encuentra, lo mandará ajusticiar. Si no lo encontrara, tendría que dejarlo en libertad. Y es que a Jesús el sanedrín (sumos sacerdotes, fariseos y saduceos) lo han denunciado por hacerse pasar por rey de los judíos y, de este modo, promover una insurrección armada contra el poder romano. Otros habían intentado esta rebelión armada, pero fracasaron y los romanos los colgaron en la cruz. Sin embargo, durante el interrogatorio Pilato se da cuenta que Jesús no es como los demás presos y terroristas con los que ha tratado hasta entonces. Jesús reconoce que él promueve un Reino, pero no al modo de los zelotes (nacionalistas judíos armados) ni al modo de los romanos. En efecto, en el interrogatorio Jesús reconoce tres cosas: 1) que él es Rey; 2) que su Reino no es de este mundo, pues, de otro modo, sus soldados hubieran luchado para librar a Jesús, su Rey; 3) el Reino de Jesús consiste en propagar la verdad y todo lo que ello conlleva: fe en Dios, amor a Dios y a los hombres, perdón, paz, alegría, esperanza… Pues en todoello está contenido la Verdad de Dios.
- Bien, hasta aquí lo que se dice en el evangelio. Ahora se trataría de sacar consecuencias prácticas para nosotros:
* Cualquier hombre está llamado a entrar en este Reino de Jesús. Pero a este Reino no se entra simplemente con la muerte; se puede entrar ya en vida. Pero eso sí, quien entra en este Reino lo hace libremente y también se puede marchar libremente.
* Quien confiese a Jesús como Rey ha de ponerlo por encima de todo: de toda ideología y de todo bien material. Para una persona que acepte a Jesús como Rey y Señor ha de poner a éste por encima de lo que diga Zapatero, Rajoy, de lo que diga su partido político, de sus preferencias ideológicas, de su amor por España, por Asturias, por Cataluña, de sus dineros y de sus razones.
* Quien confiese a Jesús como Rey debe saber que el Reino de Dios no es de este mundo. Por lo tanto, no hemos de buscar las cosas de este mundo a la manera de aquí. Ciertamente un cristiano ha de luchar por el progreso material[1], no sólo por el propio, sino también por el todos los hombres, pero sin endiosar ese progreso ni las cosas materiales. Tantas veces Jesús nos dijo que no nos apeguemos al dinero, pues no se puede servir a dos amos: o bien servimos a Dios, o bien servimos al dinero.
Y en cuanto a que este Reino no es de este mundo, ya nos lo decía San Pablo: “Porque sabemos que si esta tienda (se refiere al cuerpo), que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos. Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste” (2 Co. 5, 1-2). El martes me contaba una señora que, ante una desgracia ocurrida en su pueblo (la muerte por enfermedad de una persona joven), se encaró con Dios y le echó en cara que El no era justo. Al día siguiente, al celebrar la santa Misa, me encontré con la primera lectura: segundo libro de los Macabeos capítulo 7, en donde se relata aquel suceso terrible de las torturas y muertes de una madre y sus siete hijos. El rey de entonces quiso obligar a esta madre y a sus hijos a hacer algo en contra de su fe. Vamos a leer lo que nos dice la Biblia: “El rey trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: ‘Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres’. El rey, fuera de sí, mandó poner al fuego sartenes y ollas, y cuando estuvieron al rojo vivo, ordenó que cortaran la lengua al que había hablado en nombre de los demás, y que le arrancaran el cuello cabelludo y le amputaran las extremidades en presencia de sus hermanos y de su madre. Cuando quedó totalmente mutilado, aunque aún estaba con vida, mandó que lo acercaran al fuego y lo arrojaran a la sartén. Mientras el humo de la sartén se extendía por todas partes, los otros hermanos y la madre se animaban mutuamente a morir con generosidad, diciendo: ‘El Señor Dios nos está viendo y tiene compasión de nosotros’. Una vez que el primero murió de esta manera, llevaron al suplicio al segundo. Después de arrancarle el cuero cabelludo, le preguntaron: ‘¿Vas a comer carne de cerdo, antes que sean torturados todos los miembros de tu cuerpo?’. Pero él, respondiendo en su lengua materna, exclamó: ‘¡No!’. Por eso, también él sufrió la misma tortura que el primero. Después de este, fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos y dijo con valentía: ‘Yo he recibido estos miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de él’. Una vez que murió este, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: ‘Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por él’. En seguida trajeron al quinto y comenzaron a torturarlo. Después de este trajeron al sexto. Incomparablemente admirable y digna del más glorioso recuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en un solo día, soportó todo valerosamente, gracias a la esperanza que tenía puesta en el Señor. Llena de nobles sentimientos, exhortaba a cada uno de ellos, hablándoles en su lengua materna: ‘Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas; no fui yo quien os dio el espíritu y la vida ni quien ordenó armoniosamente los miembros de vuestro cuerpo. Pero sé que el Creador del universo os devolverá misericordiosamente el espíritu y la vida’. Como aún vivía el más joven, el rey no sólo trataba de convencerlo con palabras, sino que le prometía con juramentos que lo haría rico y feliz, si abandonaba las tradiciones de sus antepasados. Le aseguraba asimismo que lo haría su amigo y le confiaría altos cargos. Pero como el joven no le hacía ningún caso, el rey hizo llamar a la madre y le pidió que aconsejara a su hijo, a fin de salvarle la vida. Entonces, acercándose a su hijo le dijo: ‘Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé nueve meses en mis entrañas, te amamanté durante tres años y te crié‚ y eduqué‚ dándote el alimento, hasta la edad que ahora tienes. Yo te suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, reconozcas que Dios lo hizo todo de la nada, y que también el género humano fue hecho de la misma manera. No temas a este verdugo: muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la misericordia’. Apenas ella terminó de hablar, el joven dijo: ‘¿Qué esperáis? Yo no obedezco el decreto del rey, sino las prescripciones de la Ley que fue dada a nuestros padres por medio de Moisés. Mis hermanos, después de haber soportado un breve tormento, gozan ahora de la vida inagotable, en virtud de la Alianza de Dios. Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi alma por las leyes de nuestros padres, invocando a Dios’. El rey, fuera de sí y exasperado por la burla, se ensañó con este más cruelmente que con los demás. Así murió el último de los jóvenes, de una manera irreprochable y con entera confianza en el Señor. Finalmente murió la madre, después de todos sus hijos” (2 Mcb. 7). ¿Qué distintas se ven las cosas desde la fe o desde la no fe, o desde la fe profunda o desde la fe más superficial?
* Quien confiese a Jesús como Rey debe saber que su Reino busca vivir en la verdad de Dios. Esta verdad nos puede parecer dura en un primer momento, pero la verdad de Dios nos da vida ya aquí en esta tierra. Quiero aquí contar un episodio que supe estando de párroco en Taramundi. Sucedió hacia 1986 en una parroquia vecina: había dos matrimonios que tenían dos hijos cada uno de ellos. Ambos matrimonios eran ganaderos y agricultores. Uno de ellos tenía una tierra y la sembró de “ballicu” (una hierba muy jugosa para el ganado). Este tipo de sembrado estaba subvencionado entonces por la Consejería del Principado de Asturias. Una vez que brotó la hierba el hombre aquel llamó al funcionario de la Consejería, el cual certificó la veracidad de la siembra y le firmó un documento por el cual se le concedió una subvención de 40.000 pts… ‘de las de entonces’. El cogió el cheque, lo cobró y lo ingresó en su cuenta bancaria. Luego retornó a casa, se cambió y cogió el arado y levantó el “ballicu” y sembró patatas, que es lo que quería en verdad recoger de aquella tierra. Luego este hombre se vanagloriaba ante su vecino de lo “listo” que había sido e incitaba a su vecino para que hiciera lo mismo. Este dijo que no, que eso sería robar. El “listo” se burló de los escrúpulos de su vecino…
¿Y qué pasó después? Tranquilos que el “cuento” no acaba aquí. Resultó que el vecino “tonto” (el honrado) tenía a sus dos hijos estudiados con carrera y trabajando, y siendo hombres de provecho. Los dos hijos del “listo” habían aprendido de su padre y no daban “golpe” en casa ni fuera de ella. Al llegar el fin de semana le pedían dinero al padre para irse de discoteca hasta las tantas de la madrugada. Total: al poco tiempo los dos hijos habían gastado las 40.000 pts. de la subvención en cosas “de provecho”.
Jesús nos ofrece su Reino. Reino que no es de este mundo y Reino que se fundamenta en la verdad. ¿Quién quiere formar parte de él y trabajar en él?
[1] “Aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios” (Gaudium et Spes 39).

viernes, 13 de noviembre de 2009

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario (B)

15-11-2009 DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO (B)
Dn. 12, 1-3; Salm. 15; Heb. 10, 11-14.18; Mc. 13, 24-32


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Queridos hermanos:
- Celebramos hoy el día de la segunda colecta diocesana bajo el lema: “Somos parte de una Iglesia que acompaña y ayuda”. La Iglesia católica cuenta en España con más de 19.000 sacerdotes diocesanos, unos 70.000 catequistas y casi 23.000 parroquias. Toda este organigrama existe para poder evangelizar cumpliendo el mandato de Cristo: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio” (Mc. 16, 15).
Por otra parte, en este año de una crisis económica galopante no puedo dejar de referirme a la asistencia que está prestando la Iglesia católica en España a través de Caritas, que, como sabéis, es el organismo de nuestra Iglesia para ayudar a los más necesitados. La mitad de las peticiones de emergencia en la actualidad buscan cubrir necesidades básicas: alimentación, vivienda y gastos sanitarios. A Caritas acuden muchas personas entre 20 y 40 años de edad, con hijos pequeños a su cargo; desempleados recientes; mujeres solas con cargas familiares; hombres solos sin hogar; mujeres mayores con pensiones no contributivas; inmigrantes en situación irregular. Lo más grave es que muchos de los que acuden a Caritas en este año lo hacen por primera vez, y a éstos se suman los que ya venían hasta ahora de forma habitual. Uno de los motivos por los que Caritas registra un incremento tan abultado de demandas de ayuda está en la falta de respuestas de los servicios sociales públicos a estas personas. De hecho, el 52 % de los casos que llegan a Caritas vienen derivados por los servicios sociales municipales. Es una situación que obedece en gran medida a la falta de recursos de los ayuntamientos a causa de su endeudamiento.
Pues bien, por todo esto y por mucho más en el día de hoy se pide a los católicos y a las personas de buena voluntad que aporten su ayuda para sostener ¿simplemente a la Iglesia? No, a las obras que hace la Iglesia a favor de los demás.
- Pronto se acabará este año litúrgico y la Iglesia nos presenta diversos textos de la Biblia para reflexionar hoy sobre la Parusía, es decir, sobre el fin de este mundo. Antes, en las homilías, en los ejercicios, en las misiones se hablaba mucho de estos temas: el cielo, el infierno, la muer­te, el juicio final, etc. Ahora parece que se habla menos.
Nuestra vida se está acabando cada día; somos seres aboca­dos a la muerte. Este mundo se acabará un día. Hay personas y grupos que afirman saber cuándo va a suceder esto. Estos días vi un cartel en la calle anunciando una película, la cual trata del fin del mundo que sucederá en el 2012 y en el cartel está escrito: “Estábamos advertidos”. ¿Cuándo dice la Iglesia católica que se acabará el mundo? La Iglesia no puede decir más que lo que dijo Jesús: "El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre". Por eso, cuando alguien manifieste conocer el momento del fin del mundo, decid: “No es cierto; sólo Dios Padre lo sabe”.
Profundicemos ahora un poco en los últimos tiempos de la mano de la primera lectura, la cual dice así: “Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida perpetua, otros para ignominia perpetua”. Este texto nos habla muy claramente de tres verdades de nuestra fe:
* La creencia en la resurrección de los muertos. Nuestra vida no se acaba en una sala de operaciones o entre los hierros retorcidos de un coche o en una cama o en un nicho o en un horno crematorio. Después de muertos vamos a resucitar. En el Catecismo de la Iglesia se dice: "Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado incomprensiones y oposiciones... ‘En ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección de la carne’ (S. Agustín)" (número 996). Esto lo sufrió ya S. Pablo en Atenas (Hch. 17, 32) y sigue pasando hoy día entre nosotros, incluso entre los cristianos. A veces se encuentran católicos fervorosos que tienen mucha dificultad para creer en la resurrección de la carne. En algunos casos pueden creer en una pervivencia del alma, aunque de un modo ambiguo e indeterminado, pero en la resurrección de los cuerpos les resulta más difícil: “- ¿Cómo pueden caber tantos cuerpos en el cielo, si somos tantos millones de hombres los que hemos vivido a través de todos los siglos y los que viviremos? - De allí nadie volvió para decirnos algo sobre lo que hay...” "Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. ‘¿Cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vues­tra fe...’ (1 Co 15, 12-14)" (Catecismo número 991). En efecto, en el Credo apostólico (el corto) se dice: “Creo en... la resurrección de la carne y la vida eterna.” Y en el Credo Niceno-Constatinopolitano (el largo) se dice: “Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.” Por lo tanto, la resurrección de la carne significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también de nuestros cuerpos mortales (Catecismo números. 989-990).
* La resurrección puede ser a la ignominia perpetua, es decir, al infierno. La Iglesia tiene como verdad de fe la existencia del infierno y, por tanto, existe la posibili­dad real de ir a él. En caso contrario, el hombre no sería libre; no le quedaría más remedio que ir al cielo. Lo decía muy claramente Víctor Manuel en una can­ción: "Déjame en paz, que no me quiero salvar, que en el infierno no se está tan mal".
Si el cielo es Dios, el infierno es no-Dios. Es decir, aquél que vivió aquí sin Dios, rechazando a Dios y a los demás hombres como hermanos suyos, en el infierno seguirá con eso que él mismo ha elegido: sin Dios, sin hombres como amigos, compañeros o vecinos; será la soledad perpetua, día a día solo. No tendrá ni la compa­ñía de otros que, como él, hayan elegido el infierno; no tendrá ni siquiera la compa­ñía de Satanás. Este estará también sólo. Me vais a permitir que os trans­criba un trozo de los escritos Sta. Teresa de Jesús y su visión del infierno: “Estando un día en oración, me hallé en un punto toda que me parecía estar metida en el infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio. Más, aunque, yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme […] Sentí un fuego en el alma que yo no puedo entender. Los dolores corporales tan insoporta­bles, que con haberlos pasado en esta vida gravísimos, no es nada en comparación del agonizar del alma, un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sensible y con tan desesperado y afligido descontento, que yo no sé como lo encarecer. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el alma, es poco; porque aún parece que otro os acaba la vida, más aquí el alma misma es la que se despedaza. El caso es que yo no sé cómo encarezca aquel fuego interior y aquel desesperamiento sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No veía yo quién me los daba, más sentíame quemar y desmenuzar y digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor” (Vida, 32).
* La resurrección puede ser a la Vida perpetua, es decir, al cielo, donde no hay hambre, ni sed, ni enfermedad, ni odio, ni guerra, ni pecado. El cielo es Dios; lo veremos cara a cara, sin velos. Desaparecerá la fe; ya no la necesita­mos porque le estamos vien­do. Desaparecerá la esperanza, porque habremos alcanzado lo que tanto anhelábamos. Sólo permanecerá el amor. El amor a Dios: Padre-Hijo-Espíritu Santo. El amor a los demás hombres, simpáticos o antipáti­cos, payos o gitanos, blancos o negros, ricos o pobres. También de otra santa y otra Teresa recojo aquí un escrito sobre el cielo: “Cualquier persona tiene posibilidades de ir al Cielo. El Cielo es nuestra casa. La gente me pregunta sobre la muerte, si la espero con ilusión, y yo respondo: 'Claro que sí', porque iré a mi casa […] Este es el sentido de la vida eterna: es donde nuestra alma va hacia Dios, a estar en presencia de Dios, a ver a Dios, a hablar con Dios, a seguirlo amando con un amor mayor, porque en el Cielo le podremos amar con todo nuestro corazón y nuestra alma [...] Cuando morimos nos reunimos con Dios y con todos los que hemos conocido y partieron antes que nosotros: nuestra familia y amigos nos estarán esperando. El Cielo debe de ser un lugar muy bello”. De la M. Teresa de Calcuta.
Pidamos a Jesús vivir aquí siempre con El y que, cuando nos resucite, nos resucite a esa Vida perpetua donde El está y nos aguarda.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario (B)

8-11-2009 DOMINGO XXXII TIEMPO ORDINARIO (B)
1 Rey. 17, 10-16; Salm. 145; Heb. 9, 24-28; Mc. 12, 38-44
San Juan María Vianney (Santo Cura de Ars) (II)
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Queridos hermanos:
En Francia, en tiempos del Santo Cura de Ars, la confesión no era ni más fácil ni más frecuente que en nuestros días. Pero él intentó por todos los medios, en la predicación y con consejos persuasivos, que sus parroquianos redescubriesen el significado y la belleza de la Penitencia sacramental. Al final, una muchedumbre cada vez mayor de penitentes, provenientes de toda Francia, lo retenía en el confesionario hasta 16 horas al día. Se comentaba que Ars se había convertido en “el gran hospital de las almas”. En este mismo sentido, el Santo Cura de Ars decía: “No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a Él”. Y si alguno estaba afligido por su debilidad e inconstancia, con miedo a futuras recaídas, el Cura de Ars le revelaba el secreto de Dios con una expresión de una belleza conmovedora: “El buen Dios lo sabe todo. Antes incluso de que se lo confeséis, sabe ya que pecaréis nuevamente y sin embargo os perdona. ¡Qué grande es el amor de nuestro Dios que le lleva incluso a olvidar voluntariamente el futuro, con tal de perdonarnos!”. Una frase suya era ésta: “Santo no es el que nunca peca, sino el que siempre se levanta”. A quien, en cambio, se acusaba de manera fría y casi indolente, le mostraba, con sus propias lágrimas, la evidencia seria y dolorosa de lo abominable de su actitud: “Lloro porque vosotros no lloráis”. Juan María se mortificaba voluntariamente en favor de las almas que le habían sido confiadas y para unirse a la expiación de tantos pecados oídos en confesión. A un hermano sacerdote, le explicaba: “Le diré cuál es mi receta: doy a los pecadores una penitencia pequeña y el resto lo hago yo por ellos”.
Juan María practicaba la pobreza evangélica. El era rico para dar a los otros y era muy pobre para sí mismo. Y explicaba: “Mi secreto es simple: dar todo y no conservar nada”. Cuando se encontraba con las manos vacías, decía contento a los pobres que le pedían: “Hoy soy pobre como vosotros, soy uno de vosotros”. Así, al final de su vida, pudo decir con absoluta serenidad: “No tengo nada... Ahora el buen Dios me puede llamar cuando quiera”.
Y ahora me gustaría contaros tres casos del Santo Cura de Ars, que a mí me impactaron, me edificaron y me enseñaron mucho:
- El primero se trata sobre la humildad. Resultó que un día un monaguillo del Santo Cura le preguntó qué era la humildad. En vez de darle una explicación larga o corta, pero a base de ideas, quiso el buen párroco ponerle un ejemplo. Le mandó que fuese al cementerio e insultase a los muertos con los mayores insultos que supiera. Para allá fue el chaval y “escupió” allí todos los mayores insultos y palabrotas que había oído decir a su padre o a otras personas. Cuando cansó, volvió a la parroquia y el cura le preguntó qué habían contestado los muertos. El monaguillo muy sorprendido dijo que nada. Entonces el párroco le dijo que fuese de nuevo al cementerio y que les dijese los mejores piropos que supiera. Marcho para allá de nuevo y dijo a los muertos que eran muy buenos, listos, guapos, etc. Cuando cansó, se volvió y el párroco le preguntó de nuevo qué habían contestado los muertos. El chico volvió a decir que nada, y entonces Juan María le dijo que eso era la humildad: ya te ensalzasen o ya te insultase tú siempre reacciones por dentro y por fuera del mismo modo que los muertos. El día que el chico fuera capaz de hacer esto, ese día habría alcanzado la humildad. ¿Somos capaces nosotros de esto? ¿Así es como actuamos nosotros en nuestra vida ordinaria?
- Podemos decir que el ejemplo es muy bonito, pero es que el Santo Cura de Ars lo practicaba. Veamos el segundo caso. Resultó que, al principio de su estancia en Ars, ya la gente comenzó a darse cuenta que era muy bueno, que está cerca de Dios y acudieron enseguida gente de los alrededores, incluso de las parroquias vecinas. Por ello, empezaron a surgir envidias de los párrocos limítrofes. Y uno de ellos le escribió una carta, de modo anónimo, diciéndole que era lo peor, que engañaba a la gente con su falsa santidad y con su falsa humildad, que estaba lleno de pecados, etc. Juan María, al recibir la carta y leerla, enseguida reconoció la escritura y cogió el escrito y se fue rápidamente hasta la parroquia y la casa rectoral del cura que le había escrito aquel anónimo. Llegó ante la puerta, picó y el párroco “anónimo” quedó muy sorprendido y se puso colorado como un tomate cuando le vio la carta en la mano a Juan María. Este le dijo que tenía toda la razón del mundo, que era el único que sabía ver y descubrir la verdad sobre su persona, que, por favor, escribiera rápidamente al Obispo para que lo sacara de aquella parroquia de Ars y lo enviara a un convento retirado a llorar sus pecados lo que le quedaba de vida, y para que no hiciera más daño a nadie. El párroco “anónimo” al ver tanta humildad en Juan María, pues se dio cuenta que lo decía de verdad, se echó a llorar y le pidió perdón, y reconoció la santidad que los fieles veían en él. Juan María marchó resignado para su parroquia, pues aquel que lo había descubierto cómo era en realidad, ahora pensaba igual que todos sus feligreses.
¿Qué habríamos hecho nosotros si recibimos una carta anónima? ¿Cómo habríamos hablado y reaccionado ante el “admirador” oculto? Casi seguro que la mayoría de nosotros no hubiera actuado como Juan María.
- El último ejemplo se refiere también a un párroco vecino de Ars, que veía que todos sus esfuerzos por predicar, enseñar y llevar a Dios a sus feligreses no funcionaban. Al observar los frutos de la acción pastoral de Juan María le preguntó que por qué sus esfuerzos no funcionaban. A lo que el Santo Cura le hizo dos preguntas: - ”¿Cuánto oras cada día por tus feligreses?” Y el párroco vecino agachó la cabeza. – Le volvió a preguntar que cuánto se sacrificaba por sus feligreses y el párroco vecino agachó aún más la cabeza. Entonces este sacerdote se marchó y empezó a orar constantemente por sus feligreses y a sacrificarse por ellos y los frutos de santidad en sus fieles enseguida fueron patentes.
Quizás nuestros esfuerzos con los fieles, con el marido, con la mujer, los hijos, los vecinos, amigos… sean escasos porque no hacemos lo que decía Juan María. Hay una frase que se repite mucho en Cursillos de Cristiandad: “Antes de hablar a los hombres de Dios, habla a Dios de los hombres”.
Confío que estas breves palabras sobre el Santo Cura de Ars os hayan gustado, ayudado a saborear un poco más a Dios y dado ganas de conocerlo un poco más y, sobre todo, de imitarlo.

viernes, 30 de octubre de 2009

Todos los Santos (B)

1-11-2009 TODOS LOS SANTOS (B)
Ap. 7, 2-4.9-14; Slm. 23; 1 Jn 3, 1-3; Mt. 5, 1-12
San Juan María Vianney (Santo Cura de Ars) (I)

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Queridos hermanos:
Como ya sabéis, al llegar la festividad de Todos los Santos suelo hablaros de un santo, y proponeros su vida y sus palabras como modelo. Los santos estaban y están hechos de la misma “pasta” que nosotros. La única diferencia es que ellos se dejaron modelar dócil y totalmente por la acción del Espíritu. En el día de hoy quisiera hablaros del Santo cura de Ars. Ars es un pueblo pequeño cerca de Lyon, una ciudad del sureste francés. ¿Por qué os hablo este año precisamente de este cura francés de mediados del siglo XIX? Pues porque este año se cumple el 150° aniversario de la muerte de san Juan María Vianney, conocido como el cura de Ars, y el Papa Benedicto XVI, con ocasión del comienzo del Año Sacerdotal (desde la festividad del Sagrado Corazón de Jesús de 2009 hasta la misma celebración en 2010), lo ha propuesto como modelo para todos los sacerdotes.
Siendo seminarista leí una biografía suya y enseguida quedé prendado de su persona, de su vida y de su unión con Dios. Como a mí me ayudó mucho, tanto en mi vida sacerdotal como en mi vida de discípulo de Cristo, quiero ahora poner, junto con el Papa, ante vuestros ojos y vuestro corazón a este cura humilde y bueno, a este cura santo.
En muchas ocasiones, al contemplar a los santos, los ojos se nos van hacia sus acciones más maravillosas, pero a mí me gusta mucho más… 1) indagar y conocer cómo han llegado a la cima de la unión con Dios y 2) palpar los tesoros de su corazón. Juan María, de niño y de adolescente, siempre fue muy devoto y amante de Jesús. En sus primeros años de existencia vivió los tiempos del terror de la Revolución francesa, cuando la Iglesia católica, los sacerdotes, los fieles y los actos de culto estaban perseguidos. De hecho, Juan María en muchas ocasiones acompañó, siendo muy pequeño, a su madre de noche por los caminos para ir a la Misa que celebraba un sacerdote en un pueblo cercano. O también Juan María tuvo que recibir la Primera Comunión de noche en una habitación con todo cerrado para no ser descubiertos.
Con poco más de veinte años se restableció en Francia la libertad de culto y pudo por fin acudir a un centro para estudiar y ser sacerdote a fin de “llevar almas al cielo”. Los otros seminaristas eran diez años menores que él. A Juan María le costaba memorizar, comprender las ideas abstractas de la filosofía y de la teología, pero sobre todo le costaba el latín. Entonces las clases se daban en latín, pero los profesores a él tuvieron que dárselas en francés. Sin embargo, tenían que exigirle el latín, pues era el idioma en que se celebraban los sacramentos y se recitaban muchas oraciones, y el sacerdote tenía que conocer el latín de modo suficiente. En una ocasión un compañero suyo que lo ayudaba con este idioma, y sintiéndose impotente de meterle “los latines” en la cabeza, en un arrebato le dio un bofetón delante de los demás compañeros. Juan María se arrodilló inmediatamente y le pidió perdón por su torpeza. Entonces el otro también se arrodilló y se abrazaron. Al poco tiempo de este episodio Juan María sintió un gran desaliento y quiso dejar los estudios, pero el sacerdote-formador que lo acompañaba le dijo: “¿Y las almas para el cielo?” Aquello traspasó el corazón y entonces Juan María redobló sus esfuerzos con el latín. Supo lo justo para pasar. De hecho, en el examen que le hizo el vicario general, al ver que iba muy justo, preguntó al resto de profesores si era piadoso, si tenía devoción a la Virgen María, si sabía rezar el rosario, y le contestaron que Juan María era un modelo de piedad. Entonces el vicario general dijo: “La gracia de Dios hará el resto”.
En estos años de estudiante Juan María aprendió en sus propias carnes que no podía confiar en sí mismo, que no era nadie, que no era mejor que los demás, que no tenía destreza, ni conocimientos, ni ciencia. El era nada y Dios haría de aquella “nada” alguien a quien nada ni nadie se resistirían. Con el tiempo Juan María traspasaría los secretos del corazón de todos los que vinieran a él, atravesaría almas, derrocaría los razonamientos más seguros de sí mismos y contestaría a las preguntas más intrincadas[1]. Parecía que Dios le había puesto multitud de obstáculos para alcanzar el sacerdocio, pero Juan María practicó el abandono, la confianza absoluta en Dios y la aceptación de Su voluntad.
Una vez ordenado sacerdote Juan María fue enviado a Ars y allí estuvo desde 1818 a 1859. Si algún día vais a Ars, encontraréis a la entrada del pueblo una estatua en donde aparece el santo con un niño. Resultó que la primera vez que Juan María fue a Ars se perdió y no encontraba el camino hasta que le preguntó a este niño, quien lo llevó al pueblo. Al ver las primeras casas, Juan María dijo al niño: “Tú me has enseñado el camino a Ars; yo te enseñaré el camino al cielo”.
El Obispo, al mandarle a esta parroquia le dijo que no había mucha fe allí, pero que él tendría que dársela. Así su oración inicial era ésta: “Dios mío, concédeme la conversión de mi parroquia; acepto sufrir todo lo que quieras durante toda mi vida”. En cuanto llegó, consideró el templo parroquial como su casa y allí pasaba muchas horas, aunque también se dedicó a visitar casa por casa, y familia por familia.
El Santo Cura de Ars enseñaba a sus parroquianos sobre todo con el testimonio de su vida. De su ejemplo aprendían los fieles a orar, acudiendo con gusto al sagrario para hacer una visita a Jesús Eucaristía.”No hay necesidad de hablar mucho para orar bien”, les enseñaba el Cura de Ars[2]. Una anécdota muy famosa que le ocurrió es la siguiente: Un día entró en la iglesia y vio a un parroquiano sentado delante del sagrario. Estaba quieto, con la vista fija en el sagrario y no movía los labios. El Santo cura le preguntó qué hacía y el parroquiano le contestó: “Yo le miro, y El me mira”.
Amor a Jesús Eucaristía. Para animar Juan María a sus feligreses a que estuviesen tiempo ante el sagrario les decía: “Sabemos que Jesús está allí, en el sagrario: abrámosle nuestro corazón, alegrémonos de su presencia. Ésta es la mejor oración”. Y les persuadía: “Venid a comulgar, hijos míos, venid donde Jesús. Venid a vivir de Él para poder vivir con Él...”. También les decía: “Es verdad que no sois dignos, pero lo necesitáis”.
[1] Recuerdo que en una ocasión un famoso predicador de toda Francia llegó a su parroquia y se puso a predicar desde su púlpito. Juan María escuchaba con mucha atención y devoción, pero sus fieles le miraban a él y no a aquel sacerdote “extraño”, pues no entendían las ideas teológicas de aquel predicador. Este se bajó del púlpito y dejó que Juan María subiera. El lo hizo y predicó. Cuando bajó, el predicador le preguntó que de dónde sacaba aquella sabiduría y aquellas cosas que llegaban al corazón. Juan María señaló al sagrario. Lo que él sabía de teología lo aprendió en la oración de Dios y de Dios directamente, y no en los libros.
[2] Un parroquiano le preguntó una vez, porqué cuando predicaba hablaba tan alto y cuando oraba tan bajo, y él le dijo: “Ah, cuando predico le hablo a personas que están aparentemente sordas o dormidas, pero en oración le hablo a Dios que no es sordo”.