sábado, 30 de octubre de 2021

Todos los Santos (B)

1-11-2021                              TODOS LOS SANTOS (B)

Ap. 7, 2-4.9-14; Slm. 23; 1 Jn 3,1-3; Mt. 5, 1-12

Homilía de vídeo

Homilía en audio

Queridos hermanos:

            A pesar de celebrar hoy el día de “todos los santos”, sin embargo, se usa esta jornada para visitar los cementerios, y celebrar Misas y responsos por nuestros difuntos. Por ello, hoy voy a predicar sobre los difuntos y nuestra relación con ellos.

            - Voy a partir de una anécdota que me ha contado una madre de familia hace ya unos años, concretamente en junio de 2011. “Solo te mando estas letras para comentarte la conversación que tuvimos Pablo (su hijo, de unos 8 años) y yo después de cenar. Me quedé gratamente sorprendida. No sabemos las conversaciones que pueden tener entre sí los niños. Pablo, me pregunta que por qué es’ San Pedro y San Pablo’ y no al revés. Yo le cuento que San Pedro estuvo con Jesús y San Pablo vino después, pero que fue muy importante, pues hizo muchos amigos para Jesús. Él me dice: ‘Yo también hago amigos para Jesús’. Le pregunto: ‘Ah sí, ¿a quién?’ Y me cuenta que le dice a su amigo Enol que si es bueno y se hace amigo de Jesús, no morirá y vivirá para siempre. El amigo le dice que si van a ser zombis, y Pablo le dice que no, que vivirán en el cielo con Jesús y con los amigos que ya murieron y los podemos volver a ver”.

            Este niño, Enol, seguramente nunca había hablar a sus padres o familiares, ni tampoco en la escuela, de la vida que puede existir después de la muerte de un hombre. Lo que más le sonaba a ‘después de la muerte’ era lo que había visto en la televisión o en los videojuegos: los zombis. Los zombis, según las películas y los videojuegos, son personas muertas que tienen un aspecto terrorífico, que caminan, que sólo buscan morder y comer a los vivos, y que, si logran morder a un hombre vivo, entonces éste se convierte a su vez en un zombi. Sin embargo, Pablo, que conoce también, como niño que es, las películas de la televisión y los videojuegos sobre los zombis, sabe distinguir perfectamente, por lo que escuchó a sus padres y en la catecismo, entre un ‘zombi’ y un resucitado. Este es el que, después de muerto, vive con Jesús en el cielo y puede ver a los amigos y familiares que han muerto antes que él. Como veis Pablo ha definido muy bien la fe de los cristianos para después de la muerte.

            - Desde los primeros tiempos de los hombres sobre la tierra, éstos han creído en un más allá. Por eso, los primeros hombres: neardentales y cromañones, han sepultado a sus muertos, no los han dejado tirados en cualquier lado. ¿Qué quiere decir que han SEPULTADO a sus muertos?: Pues que los han enterrado con vestidos, con sus atuendos preferidos, con sus armas e incluso los han pintado de rojo (ocre), ya que la sangre era fuente de vida y, al pintarlos de rojo, era una forma de desear que volvieran a la vida y de ‘darles’ esa sangre necesaria para revivir. En algunos casos de enterramiento de los hombres primitivos aparecen también trepanaciones en los cráneos de los difuntos. Dicen los estudiosos que eso puede ser indicio de que le abrían un agujero en la cabeza y les comían el cerebro para que su sabiduría, su experiencia y su espíritu permaneciera con los vivos. Esta trepanación, que a nosotros nos parece una barbaridad, sin embargo, es igualmente una señal de la creencia en la pervivencia de los ya difuntos.

            - Nosotros, que somos hombres y vivimos en pleno siglo XXI, que vemos morir a nuestros seres queridos y que del mismo modo un día moriremos nosotros, pensamos (y deseamos) que la vida no se acaba aquí. Pensamos que los cuerpos muertos de nuestros seres queridos no son despojos o carne enferma, envejecida y podrida para tirar a un lado del camino. Pensamos que queremos cuidar esos cuerpos que un día contuvieron a las personas que amamos y que seguimos amando y añorando. Ahora no les metemos en su tumba o en su ataúd sus pertenencias, no les pintamos de rojo… como hacían los hombres primitivos, pero sí que les ponemos un rosario, un crucifijo… Sí que rezamos el rosario el día antes de su funeral. Sí que los llevamos a la iglesia para celebrar la Misa. Sí que los llevamos luego en procesión al cementerio y allí tenemos una oración de despedida. Sí que venimos diversos momentos a lo largo del año a poner unas flores, a limpiar un poco sus tumbas, a rezarles o a comentarles cómo van las cosas. Sí que venimos en el día de hoy, una vez al año, a rezar por ellos o simplemente a recordarles.

            - Pero esto no nos basta ni nos debe bastar. Porque si nos bastase con esto, inmediatamente sacaríamos unas conclusiones muy simplistas: 1) Ahora hacemos lo mismo que hace 65.000 años cuando existió el hombre neardental. 2) O también nosotros hacemos unos ritos o tenemos unas costumbres y otros hombres en otros lugares y tiempos tienen otras costumbres (por ejemplo, en la India queman los cuerpos de los muertos en una pira, o los echan directamente al Ganges, su río sagrado).

            Por lo que Jesús nos ha dicho, nosotros no nos quedamos como los hombres primitivos: neardentales y cromañones, u otros hombres de nuestro tiempo sólo en darles tierra o en quemarlos, en hacerles unos ritos funerarios, en hacer un poco de oración, en recordarles… Nosotros, los cristianos, hacemos algo más.

¿Qué nos aporta de más nuestra fe en Jesucristo sobre los difuntos? (Tampoco trato de dar ahora aquí un tratado de alta teología). Nos lo decía Pablo al inicio de esta homilía: Pablo “le dice a su amigo Enol que si es bueno y se hace amigo de Jesús, no morirá y vivirá para siempre […] que vivirán en el cielo con Jesús y con los amigos que ya murieron y los podemos volver a ver”.

* En muchas ocasiones se nos dice que no se sabe si hay algo después de la muerte, porque nadie volvió de allí para contárnoslo. Pues esto no es cierto, porque el mismo Jesús vino de lo que hay después de la muerte, tanto al nacer como al resucitar, tras su fallecimiento en la cruz.

* Jesús nos dice claramente en varias ocasiones que, después de nuestra muerte, sigue habiendo vida. No como la que conocemos ahora, pero sí que viviremos.

* Jesús nos dice que esa nueva vida será bella, sin dolores, sin envejecimientos, sin más muertes, sin injusticias…

* Jesús nos dice que, para acceder a esa VIDA, como nos cuenta Pablo, hemos de ser buenos y hacernos amigos de Jesús durante nuestra vida en la tierra.

* Jesús nos dice, como nos cuenta Pablo, que esa VIDA será para siempre y nunca se acabará. Nunca más tendremos que separarnos de nuestros seres queridos.

* Jesús nos dice, como nos cuenta Pablo, que no importa tanto dónde vamos a estar, sino CON QUIÉN VAMOS A ESTAR. Pues vamos a estar con Jesús, con Dios, con nuestros amigos ya difuntos, con nuestros familiares ya difuntos, con tantos hombres y mujeres que vivieron antes que nosotros y que fueron amigos de Jesús y ahora lo serán nuestros, y esto será PARA SIEMPRE.

* Jesús nos dice que, desde donde Él está, nos está ayudando ahora mismo junto con sus amigos, es decir, junto con los santos.

* Jesús nos dice que, desde donde nosotros estamos, podemos ayudar a los que murieron ya y no murieron como amigos de Jesús. Y esta ayuda la hacemos con  la Misa por ellos y cuando pedimos a Dios que les perdone sus pecados y que los lleve al cielo. Por eso, esta celebración, más que del RECUERDO de nuestros difuntos, tiene que ser la celebración DE LA COMUNICACIÓN CON NUESTROS DIFUNTOS.

miércoles, 27 de octubre de 2021

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario (B)

31-10-2021                 DOMINGO XXXI TIEMPO ORDINARIO (B)

Dt. 6, 2-6;Sal. 17; Hb. 7,23-28; Mc. 12, 28-34

SANTA JOSEFINA BAKHITA (II)

Homilía en vídeo

Homilía en audio.

Queridos hermanos:

            Continuamos en el día de hoy conociendo más cosas de la vida de santa Josefina Bakhita.

 

En libertad, hacia la fe

Con las religiosas de la congregación de las Hijas de la Caridad de santa Magdalena de Canosa, conoció al Dios de los cristianos y fue así como supo que Dios había permanecido en su corazón, porque le había dado fuerza para poder soportar la esclavitud. Y a Aquel que no sabía quién era, a partir de entonces comenzó a conocerle. Bakhita había iniciado su encuentro con la fe cristiana y con la libertad. Esta la obtuvo, pues el gobierno italiano no reconocía la esclavitud.

Después de algunos meses de catecumenado, y tras haber obtenido la libertad según la ley italiana, el 9 de enero de 1890 Bakhita fue bautizada (recibió en la pila bautismal los nombres de Josefina Margarita Fortunata, junto al de Bakhita) y fue confirmada por el cardenal patriarca de Venecia, e hizo la primera comunión. “Aquí llego a convertirme en una de las hijas de Dios”, fue lo que manifestó en el momento de recibir las aguas bautismales. Aquel día en que recibió los sacramentos de la iniciación cristiana no sabía cómo expresar su alegría. Sus grandes ojos brillaban, revelando una intensa conmoción. Desde entonces se le vio besar frecuentemente la fuente bautismal y decir: “¡Aquí me hice hija de Dios!”

Ella misma contó en su biografía que cada día que pasaba se convencía más de que ese Dios, que ahora conocía y amaba, la había atraído hacia Sí por caminos misteriosos, conduciéndola de la mano. Cuando la señora de Michieli volvió de Sudán para llevarse a su hija Minnina y a Bakhita, esta, con una decisión, coraje y valentía inusuales, manifestó su voluntad de quedarse con las religiosas hijas de santa Magdalena de Canosa. Como la esclavitud era ilegal en Italia, Turina Michieli no pudo forzar a Bakhita. Esta se quedó en el Instituto de las Canosianas.

 

Religiosa canosiana

Desde el día de su bautismo, en el corazón de Bakhita iba fraguándose un nuevo deseo, el de convertirse religiosa canosiana y servir a aquel Dios que le había dado tantas pruebas de su amor. Y siendo libre escogió, de nuevo, ser esclava, pero su nuevo dueño -el Señor- no andaba con el látigo en la mano, como los antiguos dueños esclavistas. Su nuevo Señor se llamaba Jesucristo, Aquel que murió y resucitó para ofrecerle la verdadera libertad y salvación. Es Él quien le da fuerza, valor y alegría para seguirlo y hacer su voluntad, entrando en la Congregación de las Hermanas Canosianas.
Y así fue como en el año 1893, entró como novicia en la congregación. Como Magdalena de Canosa, ella también quería vivir sólo para Dios, y con constancia heroica emprendió humilde y confiadamente el camino de la fidelidad al amor más grande. Su fe era firme, transparente, fervorosa. “Sabéis qué gran alegría da conocer a Dios”, solía repetir.

El día de la Inmaculada Concepción -8 de diciembre- de 1896, en la casa madre de las Canossianas de Verona, a los 38 años de edad, hizo la profesión religiosa, se consagró para siempre a su Dios al que ella llamaba, con dulce expresión, mi Patrón. Como estaba prescrito, la aspirante a los votos religiosos debía ser examinada por un representante de la Iglesia; y fue el cardenal José Sarto, a la  sazón Patriarca de Venecia, futuro papa san Pío X, quien examinó a Josefina Bakhita. El Patriarca la despidió con estas palabras: “Pronunciad los santos votos sin temor. Jesús os quiere, Jesús os ama. Ámelo y sírvalo así”.

 

En Schio

Durante más de cincuenta años, Bakhita, dejándose guiar por la obediencia en un compromiso cotidiano, humilde y escondido, pero rico de genuina caridad y de oración, fue un verdadero testigo del amor de Dios y de servicio a los demás. Trasladada en 1902 a Schio (Vicenza), donde las canosianas estaban desde 1886 con varias obras educativas y de caridad, vivió entregándose en distintos quehaceres de la casa de Schio: fue cocinera, responsable del guardarropa y de la sacristía, costurera y portera. Cuando se dedicó a esta última tarea, ponía sus manos, dulces y cariñosas, sobre las cabezas de los niños que cada día frecuentaban los colegios del Instituto. Su voz amable, que tenía el tono de las canciones de cuna, llegaba grata a los pequeños, confortable a los pobres y a los que sufrían, animando a cuantos llamaban a la puerta del Instituto. Su humildad y sencillez, su constante sonrisa y su celo infatigable le conquistaron el afecto de todo Schio, donde se la conocía -y aún se la recuerda- como la “nostra Madre Moretta”, nuestra Madre Negrita. Las hermanas canosianas la apreciaban por su dulzura inalterable, por su exquisita bondad y por su profundo deseo de dar a conocer al Señor. Solía decir: “Que seáis buenos, que améis al Señor, que recéis por los que no le conocen. ¡Si supierais qué gran gracia es conocer a Dios!”

 

Pasión misionera

En 1910, a petición de su superiora, contó su historia y comenzó a escribir su autobiografía. Fue algo que le costó mucho trabajo. Rememorando su infancia y juventud, Josefina Bakhita decía: “Si me encontrase con aquellos negreros que me raptaron e incluso aquellos que me torturaron, me pondría de rodillas y besaría sus manos, porque, si no hubiese sucedido aquello, no sería ahora cristiana y religiosa”.
Conocida las vicisitudes de su vida, en 1929, Bakhita fue llamada a Venecia por sus superiores para dar a conocer su historia al mayor número de personas posibles, lo que aceptó con prontitud y docilidad. “Como quiera el Patrón”, era su frase habitual. En 1930 se publicó sus Memorias. Entre 1933 y 1935, a petición de la Superiora de las Canosianas, Bakhita visitó todas las casas de la Congregación, para aportar su propio testimonio a favor de las misiones.

En 1935 inició, junto con sor Leopolda Benedetti, que había estado durante 36 años en la misión de Shensi (China), una serie de viajes de animación misionera por toda Italia. Se convirtió en un gran personaje, viajando por toda la península Itálica dando conferencias y recolectando dinero para las obras educativas, misioneras y caritativas de la Congregación canosiana. Reservada por naturaleza y esquiva, sin embargo, conseguía dar testimonio de su pasión misionera con simplicidad y sabiduría. Durante este período de su vida religiosa, dedicado a la animación misionera, sor Josefina residió en la casa del noviciado de las misioneras canosianas que se encontraba en Vimercate (Milán) desempeñando el oficio de portera. Era ella la primera persona que encontraban los padres que, con el lógico dolor de la separación, dejaban a sus hijas en el convento, y todos ellos recibían de Bakhita palabras de consuelo.

 

Los últimos años

Vino la vejez. La salud de Bakhita fue debilitándose en sus últimos años. Sufrió una enfermedad larga y dolorosa, y tuvo que postrarse en silla de ruedas. A pesar de sus limitaciones, continuó viajando. A todos ofrecía su testimonio de fe, de bondad y de esperanza cristiana. A los que la visitaban y le preguntaban cómo estaba, respondía
sonriendo: “Como quiere mi Patrón”.

Cuando ya era anciana, el obispo de la diócesis visitó su convento y no la conocía. Al ver el prelado a la pequeña religiosa africana, ya encorvada por el peso de los años, le dijo: “Pero, ¿qué hace usted, hermana?” Bakhita le respondió: “Yo hago lo mismo que usted, excelencia”. El obispo, admirado, preguntó: “¿Qué cosa?” Y Bakhita le contestó: “Excelencia, los dos hacemos lo mismo, la voluntad de Dios”.

En la agonía revivió los terribles días de su esclavitud y muchas veces suplicó a la enfermera que le asistía: “Por favor, desatadme las cadenas… es demasiado. Aflójeme las cadenas… ¡pesan!”. Poco antes de morir, Josefina dijo: “No, no se entristezcan, aún estaré con ustedes. Si el Señor me lo permite, mandaré muchas gracias del cielo para la salvación de las almas”. “Le he dado todo a mi Señor: Él me cuidará… Lo mejor para nosotros no es lo que nosotros consideramos, sino lo que el Señor quiere de nosotros”. “Cuando una persona ama a otra con mucho cariño, desea con fuerza estar cerca de ella: por tanto, ¿por qué temer la muerte? ¡La muerte nos lleva a Dios!”. Murió el 8 de febrero de 1947 en la casa de Schio, rodeada de su Comunidad en oración. Refiriéndose a su muerte, Juan Pablo II, momentos antes de rezar el Regina Coeli el día de la beatificación, dijo: “Las últimas palabras de sor Bakhita fueron una invocación estática a la Virgen: ‘¡La Virgen! ¡La Virgen!’, exclamó, mientras la sonrisa le iluminaba el rostro”.

Una multitud acudió enseguida a la casa del Instituto canosiano para ver por última vez a su Santa Madre Morenita y pedir su protección desde el Cielo. Durante tres días fue velada, en los cuales, cuenta la gente, sus articulaciones aún permanecían calientes. Las madres cogían su mano para colocarla sobre la cabeza de sus hijos, como ella hacía en vida, para que les otorgase la salvación.

 

Glorificación

La fama de santidad de Bakhita se difundió rápidamente por todas partes. Y según fueron pasando los años, su reputación como santa fue consolidándose. Nunca realizó milagros ni tuvo fenómenos sobrenaturales, pero fue considerada ya en vida como santa. Siempre fue modesta y humilde, con una fe firme en su interior. Y cumplió con mucho amor de Dios sus obligaciones diarias. Fueron muchos los favores conseguidos y las gracias  obtenidas a través de su intercesión en los años que siguieron a su muerte.

Fue beatificada el 17 de mayo de 1992 por el Papa Juan Pablo II, junto con el fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá. Durante la celebración del Gran Jubileo del Año Santo 2000, Juan Pablo II la canonizó el 1 de octubre de 2000. Lo cual, para los católicos africanos es un gran símbolo que era necesario, para que así los cristianos y mujeres de África sean honrados por lo que sufrieron en momentos de esclavitud.

Verdaderamente, santa Josefina Bakhita es la santa africana y la historia de su vida es la historia de un continente, válida para los católicos, protestantes, musulmanes o seguidores de cualquier otro tipo de religión tradicional. Su espiritualidad y fuerza la han convertido en Nuestra Hermana Universal, como la llamó el papa Juan Pablo II.
Su fiesta se celebra el 8 de febrero.

jueves, 21 de octubre de 2021

Domingo XXX del Tiempo Ordinario (B)

24-10-2018                 DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO (B)

Jr. 31, 7-9; Sal. 125; Hb. 5,1-6;Mc. 10, 46-52

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

El lema que este año ha escogido el DOMUND ha sido este: “Cuenta lo que has VISTO y OÍDO”.

1)     LEMA

“CUENTA...”. La Buena Noticia que hemos experimentado no es para ser guardada: la vida de Cristo provoca un agradecimiento y una alegría que no se pueden contener. Nuestro testimonio de cómo el Señor ha tocado nuestro corazón es importante también para otros. ¡Compartámoslo!

“... LO QUE HAS VISTO Y OÍDO”. La fe nos ha entrado por el oído: una vez fueron nuestros padres, sacerdotes, catequistas, profesores, amigos... quienes nos hablaron de Dios. Luego hemos ido conociendo “en carne propia” la fuerza de su amor.

2)     CARTEL

EL OJO. ¿Qué has visto tú en Cristo, en su actitud hacia ti, hacia toda la humanidad? Y Él, ¿a qué te ha abierto los ojos? Una mirada limpia nos hace capaces de ver la belleza del bien y de contemplar el amor de Dios actuando.

LA OREJA. Dios habla de muchas maneras, y somos testigos de que su Palabra es transformadora. Si escuchar esa Palabra te ha llevado del “nada va a cambiar” al “las cosas pueden ser diferentes”, si cada vez que has oído el testimonio de una persona de fe te ha hecho vibrar, tú también estás llamado a dar un testimonio de esperanza, de Cristo.

LA BOCA. Ahora cuenta lo que Jesús ha hecho contigo. Hazlo con tu alegría, tus palabras, tus gestos... Lleva la Buena Noticia a un mundo saturado de malas noticias; haz resonar la Palabra que colma de sentido nuestras vidas.

Y... LA NARIZ. Deja que tu “olfato católico misionero” te ayude a encontrar modos de comunicar el bien, desde tu entorno más cercano, hasta el confín de la tierra.

3) A QUIÉNES SE LO HEMOS DE CONTAR

Jesucristo no excluyó a nadie de su invitación a la conversión y del anuncio de la llegada del Reino, pero privilegió a los más pobres de la sociedad. Como Iglesia, debemos buscar las periferias geográficas y existenciales, si queremos seguir siendo fieles al mandato de Cristo.

El Papa Francisco nos recuerda que el anuncio a los que están alejados es la tarea primordial de la Iglesia, que la causa misionera debe ser la primera, que es el mayor desafío para la Iglesia, que la salida misionera es el paradigma de toda obra eclesial. Por eso, no podemos quedarnos en espera pasiva en nuestros templos e instituciones: hace falta “pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera”. Sin olvidar que “hay periferias que están cerca de nosotros”.

4)     POR QUÉ Y PARA QUÉ LO HEMOS DE CONTAR

“Dios ama nuestra humanidad”. A Dios le importamos de verdad. San Pablo responde magistralmente a “por qué” y “para qué” la misión: “Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4; cf. AG 7). Hemos de sentir el encargo, y el “deber de amor”, de llevar a la plenitud de la verdad a todos, convencidos no solo de que es la voluntad de Dios, sino el mayor bien que podemos ofrecer a cada persona concreta. Es el mismo Cristo resucitado el que envió a sus discípulos (cf. Mt 28,19) y el que nos envía a nosotros a evangelizar, a ser testigos vivos de la gratuidad de Dios para con toda la humanidad; misioneros por mandato del Señor, pero también por gratitud para con su misericordia en cada uno de nosotros.

Nuestro mundo necesita conocer a Dios, y Dios ha querido necesitar de nosotros para que nuestro mundo le conozca. Por eso, no debemos cansarnos nunca de contar lo que hemos visto y oído.

5)     UN TESTIMONIO

Francisco Lunar Trigo es sacerdote diocesano de Toledo, misionero en la prelatura de Moyobamba, Perú, desde el año 2011. Así nos cuenta lo que ha visto y oído en las comunidades a las que atiende, y lo que estas ven y oyen a través de la presencia del misionero.

“Yo me encuentro en la parroquia de Santa Rosa, provincia de Bellavista, de 8.000 kilómetros cuadrados y unos 60.000 habitantes, con 106 pueblos o comunidades. Lo que más me impresionó de esta realidad pastoral fueron las distancias que había que recorrer para llegar a cada una de las comunidades, y la alegría con la que esperaban y preparaban el recibimiento del sacerdote. Algunas de ellas tan solo se visitan una vez al año; otras, dos o tres veces; y las más grandes se intentan visitar mensual o semanalmente. La labor de los llamados animadores y catequistas laicos es esencial, porque son ellos los que atienden diariamente cada comunidad, especialmente realizando las celebraciones de la Palabra de Dios, preparando a los adultos, jóvenes y niños para recibir los sacramentos, y haciendo posible que la fe se mantenga viva en ausencia del sacerdote.

En la visita a cada comunidad he aprendido a ver y escuchar con paciencia la vida de cada persona en cualquiera de los caseríos. Dicha visita se convierte en un día de fiesta, porque el Señor se hace presente. La llegada del sacerdote llevando a Jesucristo mediante los sacramentos y su misma presencia hace paralizar la actividad diaria de la comunidad; es como un detenerse el tiempo para recibir y contemplar a Jesucristo que viene a visitarles. Cada vez que una comunidad nos recibe, se pone en marcha la gran maquinaria del amor en forma de recibimiento. Muchas veces no tienen nada, pero te dan lo que tienen: el mejor lugar en la casa, la mejor cama para descansar, la mejor comida que puedan preparar, que muchas veces es un poco de arroz blanco con un poco de pollo, que han guardado para este momento. Jamás he presenciado y vivido una generosidad tan abrumadora, un desprendimiento que contrasta con mis grandes apegos. Es difícil apegarse cuando no se tiene nada, y lo poco que tienen lo ofrecen con generosidad. En cada uno de estos acontecimientos se percibe una presencia de Dios que nunca había experimentado. Es la fe de la gente sencilla, es la fe de la gente con esperanza, es la fe de la gente que confía plenamente en Dios”.

Cuando un misionero va a decir fuera de su país lo que ha VISTO y OÍDO, muchas veces se encuentra con el hecho de que son aquellas personas quienes le cuentan a él (y a nosotros) lo que han VISTO y OÍDO. Así, ¡¡el anunciador es anunciado!!