jueves, 21 de octubre de 2021

Domingo XXX del Tiempo Ordinario (B)

24-10-2018                 DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO (B)

Jr. 31, 7-9; Sal. 125; Hb. 5,1-6;Mc. 10, 46-52

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

El lema que este año ha escogido el DOMUND ha sido este: “Cuenta lo que has VISTO y OÍDO”.

1)     LEMA

“CUENTA...”. La Buena Noticia que hemos experimentado no es para ser guardada: la vida de Cristo provoca un agradecimiento y una alegría que no se pueden contener. Nuestro testimonio de cómo el Señor ha tocado nuestro corazón es importante también para otros. ¡Compartámoslo!

“... LO QUE HAS VISTO Y OÍDO”. La fe nos ha entrado por el oído: una vez fueron nuestros padres, sacerdotes, catequistas, profesores, amigos... quienes nos hablaron de Dios. Luego hemos ido conociendo “en carne propia” la fuerza de su amor.

2)     CARTEL

EL OJO. ¿Qué has visto tú en Cristo, en su actitud hacia ti, hacia toda la humanidad? Y Él, ¿a qué te ha abierto los ojos? Una mirada limpia nos hace capaces de ver la belleza del bien y de contemplar el amor de Dios actuando.

LA OREJA. Dios habla de muchas maneras, y somos testigos de que su Palabra es transformadora. Si escuchar esa Palabra te ha llevado del “nada va a cambiar” al “las cosas pueden ser diferentes”, si cada vez que has oído el testimonio de una persona de fe te ha hecho vibrar, tú también estás llamado a dar un testimonio de esperanza, de Cristo.

LA BOCA. Ahora cuenta lo que Jesús ha hecho contigo. Hazlo con tu alegría, tus palabras, tus gestos... Lleva la Buena Noticia a un mundo saturado de malas noticias; haz resonar la Palabra que colma de sentido nuestras vidas.

Y... LA NARIZ. Deja que tu “olfato católico misionero” te ayude a encontrar modos de comunicar el bien, desde tu entorno más cercano, hasta el confín de la tierra.

3) A QUIÉNES SE LO HEMOS DE CONTAR

Jesucristo no excluyó a nadie de su invitación a la conversión y del anuncio de la llegada del Reino, pero privilegió a los más pobres de la sociedad. Como Iglesia, debemos buscar las periferias geográficas y existenciales, si queremos seguir siendo fieles al mandato de Cristo.

El Papa Francisco nos recuerda que el anuncio a los que están alejados es la tarea primordial de la Iglesia, que la causa misionera debe ser la primera, que es el mayor desafío para la Iglesia, que la salida misionera es el paradigma de toda obra eclesial. Por eso, no podemos quedarnos en espera pasiva en nuestros templos e instituciones: hace falta “pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera”. Sin olvidar que “hay periferias que están cerca de nosotros”.

4)     POR QUÉ Y PARA QUÉ LO HEMOS DE CONTAR

“Dios ama nuestra humanidad”. A Dios le importamos de verdad. San Pablo responde magistralmente a “por qué” y “para qué” la misión: “Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4; cf. AG 7). Hemos de sentir el encargo, y el “deber de amor”, de llevar a la plenitud de la verdad a todos, convencidos no solo de que es la voluntad de Dios, sino el mayor bien que podemos ofrecer a cada persona concreta. Es el mismo Cristo resucitado el que envió a sus discípulos (cf. Mt 28,19) y el que nos envía a nosotros a evangelizar, a ser testigos vivos de la gratuidad de Dios para con toda la humanidad; misioneros por mandato del Señor, pero también por gratitud para con su misericordia en cada uno de nosotros.

Nuestro mundo necesita conocer a Dios, y Dios ha querido necesitar de nosotros para que nuestro mundo le conozca. Por eso, no debemos cansarnos nunca de contar lo que hemos visto y oído.

5)     UN TESTIMONIO

Francisco Lunar Trigo es sacerdote diocesano de Toledo, misionero en la prelatura de Moyobamba, Perú, desde el año 2011. Así nos cuenta lo que ha visto y oído en las comunidades a las que atiende, y lo que estas ven y oyen a través de la presencia del misionero.

“Yo me encuentro en la parroquia de Santa Rosa, provincia de Bellavista, de 8.000 kilómetros cuadrados y unos 60.000 habitantes, con 106 pueblos o comunidades. Lo que más me impresionó de esta realidad pastoral fueron las distancias que había que recorrer para llegar a cada una de las comunidades, y la alegría con la que esperaban y preparaban el recibimiento del sacerdote. Algunas de ellas tan solo se visitan una vez al año; otras, dos o tres veces; y las más grandes se intentan visitar mensual o semanalmente. La labor de los llamados animadores y catequistas laicos es esencial, porque son ellos los que atienden diariamente cada comunidad, especialmente realizando las celebraciones de la Palabra de Dios, preparando a los adultos, jóvenes y niños para recibir los sacramentos, y haciendo posible que la fe se mantenga viva en ausencia del sacerdote.

En la visita a cada comunidad he aprendido a ver y escuchar con paciencia la vida de cada persona en cualquiera de los caseríos. Dicha visita se convierte en un día de fiesta, porque el Señor se hace presente. La llegada del sacerdote llevando a Jesucristo mediante los sacramentos y su misma presencia hace paralizar la actividad diaria de la comunidad; es como un detenerse el tiempo para recibir y contemplar a Jesucristo que viene a visitarles. Cada vez que una comunidad nos recibe, se pone en marcha la gran maquinaria del amor en forma de recibimiento. Muchas veces no tienen nada, pero te dan lo que tienen: el mejor lugar en la casa, la mejor cama para descansar, la mejor comida que puedan preparar, que muchas veces es un poco de arroz blanco con un poco de pollo, que han guardado para este momento. Jamás he presenciado y vivido una generosidad tan abrumadora, un desprendimiento que contrasta con mis grandes apegos. Es difícil apegarse cuando no se tiene nada, y lo poco que tienen lo ofrecen con generosidad. En cada uno de estos acontecimientos se percibe una presencia de Dios que nunca había experimentado. Es la fe de la gente sencilla, es la fe de la gente con esperanza, es la fe de la gente que confía plenamente en Dios”.

Cuando un misionero va a decir fuera de su país lo que ha VISTO y OÍDO, muchas veces se encuentra con el hecho de que son aquellas personas quienes le cuentan a él (y a nosotros) lo que han VISTO y OÍDO. Así, ¡¡el anunciador es anunciado!!

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