jueves, 27 de septiembre de 2012

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario (B)



30-9-2012                        DOMINGO XXVI TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:  
            El apóstol Santiago es siempre muy directo en sus escritos, que buscan que nos enfrentemos a nosotros mismos y a nuestras acciones. En este domingo la Iglesia nos propone un texto de Santiago contra los ricos y contra sus riquezas ganadas injustamente. Volvamos a recordar lo leído: “Vosotros los ricos, gemid y llorad ante las desgracias que se os avecinan. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos son pasto de la polilla. Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y este óxido será un testimonio contra vosotros y corroerá vuestras carnes como fuego. ¿Para qué amontonar riquezas si estamos en los últimos días? Mirad, el jornal de los obreros que segaron vuestros campos y ha sido retenido por vosotros está clamando y los gritos de los segadores están llegando a oídos del Señor todopoderoso”.
            Como digo en muchas ocasiones, una homilía se prepara: a) poniendo en una mano la Palabra de Dios, b) en la otra mano la vida ordinaria que nos rodea y c) tratando de extraer las enseñanzas de Dios para todos y para cada uno de nosotros. Pues bien, ya por lo que se refiere al escrito de Santiago, se puede decir lo siguiente:
            1) La primera conclusión es la más evidente: la Palabra de Dios en el apóstol Santiago denuncia a aquellos que, en esta situación de crisis económica mundial, europea y española, se aprovechan para enriquecerse a costa de otros. Aquí debemos meter a aquellos responsables en la administración de las cajas de ahorros y de los bancos que llevaron a la quiebra a sus entidades, pero ellos se han marchado con los bolsillos bien llenos y con indemnizaciones de escándalo. También debemos meter aquí a aquellos empresarios que aprovechan la ocasión para echar a la calle a tantos obreros y empleados suyos, o se aprovechan para no pagar a otras empresas los trabajos realizados y que pueden llevar a estas otras empresas a la ruina y al cierre. Igualmente meteremos en este grupo a los políticos que, siendo responsables de administraciones del Estado o de una Comunidad Autónoma o de un ayuntamiento, han realizado obras y no han pagado a sus proveedores ni a diversas empresas y autónomos, los cuales están con el agua al cuello o ya directamente se han arruinado. Y se pueden seguir poniendo ejemplos y más ejemplos... De éstos dice el apóstol Santiago: “Vuestra riqueza está podrida […] Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y este óxido será un testimonio contra vosotros y corroerá vuestras carnes como fuego […] Mirad, el jornal de los obreros que segaron vuestros campos y ha sido retenido por vosotros está clamando y los gritos de los segadores están llegando a oídos del Señor todopoderoso”.
            2) Una segunda conclusión que se puede sacar procede también de la Palabra de Dios, pero de otro texto: “Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios? Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad” (1 Jn. 3, 17-18). Tampoco nos sirve el hecho de que hayamos ganado el dinero justamente y que, ante tanta miseria como nos rodea, endurezcamos nuestro corazón para no ayudar a los demás. Los ‘demás’ pueden ser nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros tíos, nuestros primos, nuestros vecinos, nuestros amigos o cualquiera que pase necesidad. Si cerramos el corazón a esas personas que pasan necesidad, también el texto del apóstol Santiago nos será de aplicación: “Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos son pasto de la polilla. Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y este óxido será un testimonio contra vosotros y corroerá vuestras carnes como fuego. ¿Para qué amontonar riquezas si estamos en los últimos días?”
            3) Una tercera conclusión es que la culpa no la tienen siempre y sólo “los de arriba”: los empresarios, los políticos, los banqueros… También la tenemos nosotros: “los de abajo”, los obreros…, pues en diversos casos no hemos sido honestos en nuestro trabajo y hemos robado tiempo, dinero o cosas en la empresa. Sabemos todos de casos en que se han amañado los cálculos para que algunos obreros se jubilaran con más dinero del que les correspondía; sabemos todos de casos de sindicalistas que chuparon y chuparon de la empresa o del Estado; sabemos todos de casos de obreros que exigieron a sus jefes tanto que, ahora no hay ni para éstos ni para aquéllos, pues la empresa tuvo que cerrar. De hecho, hay empresarios que han perdido absolutamente todo: la empresa, las naves, la maquinaria…, y sus casas y bienes que tenían hipotecados. También en este caso las palabras de Santiago van contra aquellos obreros que han ganado de mala manera sus dineros. “Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos son pasto de la polilla. Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y este óxido será un testimonio contra vosotros y corroerá vuestras carnes como fuego. ¿Para qué amontonar riquezas si estamos en los últimos días?”
            4) Asimismo, podemos sacar una cuarta conclusión de esta lectura del apóstol Santiago: Todos o muchos de nosotros hemos puesto nuestra esperanza en los bienes materiales. De ellos hemos hecho nuestro dios. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Y ahora, no sólo no tenemos lo superfluo, sino que tampoco tenemos lo necesario. Se podrían poner miles de casos reales. Yo voy a leeros un caso concreto, y que cogí de un periódico ya en noviembre de 2008: “El parado típico levantino: ex albañil y con un BMW en la puerta de su piso hipotecado. Ginés F. tiene ya 27 años y poco que hacer desde hace unos meses, salvo sacarle brillo al BMW 316 que compró hace dos años cuando ingresaba casi cuatro mil euros al mes. Otra de las pocas cosas que tiene que hacer es pensar cómo va a seguir pagando la hipoteca de su pequeño piso, en su mismo pueblo, cuyo precio total fue de unos 200.000 euros hace cuatro años. Es uno de los muchos jóvenes entre 25 y 35 años que en todo Levante y especialmente en la Región de Murcia han engrosado las listas del paro en el último año. El caso de Ginés es típico: Hace más de diez años, cuando a trancas y barrancas seguía repitiendo curso en el Instituto, empezó a oír que en la Marbella del GIL pagaban 400.000 pesetas a los que eran buenos en sus oficios de albañilería y hostelería. Cuando más arreciaban las discusiones con su padre, también Ginés y albañil que quería que su hijo estudiara, resultó que empezó el boom de la construcción en la costa, primero, y en el interior murciano, después. Ya no había discusión posible. Ginés fue uno de los muchos jóvenes que entraron en masa a trabajar de peones de albañil y rápidamente fueron especializándose como encofradores, pintores, electricistas, ferrallistas, soldadores, carpinteros metálicos, instaladores de aire acondicionado o calefacción, etcétera. Y empezaron a ganar, con la entrada del euro, el equivalente a lo que antes habían oído que se ganaba en pesetas en Marbella. Muchos, más jóvenes que Ginés, dejaron entonces los estudios, aun sin tener la edad legal de trabajar, y empezaron a hacer horas clandestinas hasta cumplir los dieciséis años, cuando ya podían trabajar a pecho descubierto. El diputado regional socialista Mariano García Pérez asegura que conoce más de un caso en que un “zagal” se despedía de su maestro con chulería: “Me voy de ferrallista a ganar el doble que tú”. Y no era un farol. Trabajaron las horas que hicieran falta durante unos años con tal de ganar todo lo que la burbuja inmobiliaria estaba dispuesta a darles. Durante unos años, hasta el pasado, la vida ha sido una especie de Eldorado para todos estos jóvenes, tanto en Murcia, como en Almería, Alicante o Castellón. Todavía se les ve por ahí en sus aún flamantes BMWs pequeños o SEAT León. Coches ágiles y rápidos para las noches de marcha. Y para vacilar con las pibas a la puerta de las discotecas. Los que se ennoviaron, caso de Ginés, se “empufaron” con el pisito o, incluso, el adosado. Hay bastantes que se casaron y han tenido ya un hijo. Los que siguieron solteros y en casa de los padres tienen menos deudas y compromisos, pero el mismo problema: son parados jóvenes y sin esperanza de recuperar el trabajo a medio plazo. Posiblemente, todos agotarán las prestaciones de desempleo, mientras se buscan la vida paralelamente, si pueden. ¿Volver a estudiar? Ni se lo plantea Ginés de lo mal que recuerda que le iba cuando tenía 14 y 15 años. ‘A mí, lo de leer no me va’, sentencia. Pero reconoce que algunos ‘críos’ más jóvenes que él, los que llegaron al tajo en los estertores del boom inmobiliario-turístico, hablan de hacer formación profesional. Sólo hablan: no conoce ninguno que lo haya hecho. Les preocupan más las deudas contraídas y cómo mantener su efímero alto nivel de gasto”

jueves, 20 de septiembre de 2012

Domingo XXV del Tiempo Ordinario (B)



23-9-2012                        DOMINGO XXV TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
- En este templo, ¿quién es el más importante de los que aquí estamos? ¿Quién es el primero entre nosotros? ¿Será el cura? ¿Será el feligrés más anciano o el más joven, o el que más sabe, o el más rico…? ¿Quién es el más importante de entre nosotros?
            El evangelio de hoy nos dice que los discípulos, a espaldas de Jesús, habían estado discutiendo quién era el más importante de todos ellos. Cada uno sacaba a relucir sus méritos y sus cualidades, su sabiduría y la posible preferencia de Jesús hacia ellos por encima de otros discípulos. ¡Claro, y no se habían puesto de acuerdo!, pues cada uno pensaba que sus razones eran mejores que las de los otros y nadie estaba dispuesto a ceder. Jesús, que sabía todo lo que “se cocía” a sus espaldas les dio (a sus discípulos, pero también a nosotros) la solución “final y total” para llegar a ser el más importante “en el mundo mundial”: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
El tema que deseo exponer en esta homilía es de rabiosa actualidad y asimismo es un tema siempre presente en nuestro mundo, desde que el hombre es hombre. Nos lo planteamos nosotros; se lo plantearon en tiempos de Jesús; y también en tiempos de Adán y Eva. En efecto, ya en el paraíso Adán y Eva querían ser importantes; querían ser tan importantes como Dios. El pecado original no consistió simplemente en comer una manzana o en desobedecer a Dios. No. El pecado original fue un pecado de soberbia. Satanás se acercó a Eva y le dijo que, si comían del árbol aquel, “serían como Dios” (Gn. 3, 5); sí, tendrían todo el poder de Dios, toda la sabiduría de Dios, todas las cualidades y atributos de Dios; en definitiva, “serían como Dios”.
- En nuestro mundo, en la sociedad en la que estamos los que quieren ser primeros han de luchar y esforzarse por destacar en algún aspecto o en varios: ser los mejores futbolistas o sobresalir en cualquier otro deporte; ser buenos cantantes o músicos; ser buenos actores; ser los más listos, hasta poder llevar un premio Nobel o, al menos, alcanzar una cátedra universitaria; tener mucho dinero; tener mucho poder; tener belleza; poseer muchas cosas materiales y permitirse todos los caprichos. Si logramos esto, entonces seremos importantes y de los más importantes.
En la sociedad en la que estamos los que quieren ser primeros, pero no pueden triunfar en los aspectos anteriores, han de luchar y esforzarse por llevar la voz cantante en casa o entre sus amistades o en otros sitios: a estas personas les cuesta trabajo admitir sus errores; que les llamen la atención; pedir disculpas; que les dejen en ridículo. Estas personas saben de todo; pueden decir todo de los demás, pero no se puede decir nada de ellos; lo suyo es lo mejor y les cuesta trabajo reconocer públicamente los logros y virtudes de los demás. El otro día me llamaba por teléfono una mujer, que tiene una hija estudiando en la Universidad. Esta chica se presentó a unos exámenes en septiembre y, de cuatro asignaturas, aprobó tres. Cuando lo supo, esta chica se hundió. ¿Por qué? Se hundió sólo pensando que otro alumno, que también se presentó a la asignatura que ella suspendió, haya podido aprobar y, de este modo, ella quedará de menos ante él. Sí, tiene miedo a quedar como una tonta, como una fracasada, como una perdedora, como la última mona… ¿En qué hemos convertido este mundo, nuestra sociedad para que la gente tenga miedo de aceptar que no somos mejores ni peores por quedar por delante o por detrás de otras personas? Ya sabéis el famoso refrán: “Más vale ser cabeza de ratón que cola de león.”
- Lo que está claro es que, quien quiera ser el primero o el más importante ante el mundo, no lo será ante Dios. Lo que está claro es que, quien quiera ser el primero o el más importante ante Dios, no lo será ante los demás o ante el mundo. Nosotros decidimos: o luchamos y nos esforzamos por ser importantes ante Dios o luchamos y nos esforzamos por ser importantes ante el mundo. Pero, por favor, no nos engañemos más a nosotros mismos: o seguimos a Dios o seguimos a este mundo y su soberbia.
¿Cómo podemos hacer para ser los primeros ante Dios y no ante los demás y ante el mundo? Nos lo dice el mismo Jesús en el evangelio de hoy: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
* Si queremos ser los primeros ante Dios, hemos de luchar y esforzarnos por ser los últimos, o sea, que hemos de luchar porque los demás no nos consideren ni nos tengan en cuenta.
* Si queremos ser los primeros ante Dios, no hemos de esconder nuestros defectos ni nuestras carencias. Tampoco hemos de presumir de ellas. Somos como somos y hemos de aceptarnos así: con nuestro físico, con nuestro carácter, con nuestra historia personal, familiar, social y laboral. No hablo de estancamiento. Hablo de partir de la realidad que somos y, sólo a partir de conocer, aceptar y amar esta realidad nuestra (que Dios mismo conoce, acepta y ama), podemos empezar a caminar hacia Él. Si no nos aceptamos tal y como somos, tal y como estamos, entonces viviremos en la irrealidad y huiremos a un pasado que no volverá o a un futuro que esperamos mejor, pero que quizás nunca lleguemos o, al menos, tal y como imaginamos.
* Si queremos ser los primeros ante Dios, no protestaremos ni nos quejaremos continuamente de Dios, de los demás, de nosotros mismos. La queja continua nos hace creernos las victimas de todos o convertirnos en unos resentidos. Y esto nos aparta de Dios, pues nos impide aceptarnos tal y como somos, y aceptar a los demás tal y como son.
* Si queremos ser los primeros ante Dios, cogeremos (como Jesús) a un niño entre nuestros brazo y lo acogeremos. En los tiempos de Jesús, los niños eran los que no valían, los que no contaban…, eran los últimos. Lo que Jesús nos pide es que nos quitemos nosotros del centro de todo y pongamos a los otros como centro. Los otros son un compañero de trabajo, un vecino, un familiar, cualquiera que pasa a nuestro lado. Al poner al otro o a los otros en el centro de nuestra vida, nos convertimos en sus servidores. Al ser servidores suyos, nos convertimos en los últimos. Al ser los últimos y los servidores de todos, nos convertimos en los primeros ante Dios. Y al ser los primeros ante Dios, seremos los más importantes ante Dios.
* Sin embargo, todo esto que acabo de decir no puede ser logrado solamente con el esfuerzo personal. NO. Sobre todo es don y regalo de Dios, al cual hemos de suplicar diariamente por ello. ¡Dios nos lo conceda! ¡Así sea!

jueves, 13 de septiembre de 2012

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario (B)



16-9-2012                    DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO (B)
                                           Is. 50, 5-10; Sal. 114; Sant. 2, 14-18; Mc. 8, 27-35
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            En este domingo del tiempo ordinario escuchamos y oramos el salmo 114. En una de sus frases dice así: “Caí en tristeza y angustia”.
            - “Caí en tristeza y angustia”. Sí, ante tanta muerte como acontece a nuestro alrededor o entre nuestros familiares y amigos, podemos caer en el pozo negro de la tristeza y de la angustia. Tenemos el caso de Diego: un chico de 13 años, que fue al cine la semana pasada con sus amigos y, al regresar a casa, un accidente de tráfico segó su vida y en gran medida la vida de sus padres y hermanos. Tenemos el caso de Santiago (35 años), que fue ordenado sacerdote en mayo de este mismo año y, pocos días antes de tomar posesión de sus parroquias, murió de forma sorpresiva dejándonos a todos con el corazón encogido y a su madre viuda, y que sólo tenía en la vida a este hijo único, totalmente desamparada.
            - “Caí en tristeza y angustia”. Sí, ante tantos matrimonios y parejas que se rompen y que malviven en una relación frustrante y en la más espantosa de las soledades, y de cuya relación no pueden escapar por falta de medios económicos, por los hijos o por falta de fuerzas, se puede caer en el pozo negro de la tristeza y de la angustia y no ver más fin y solución que la muerte, bien del otro cónyuge o de uno mismo.
            - “Caí en tristeza y angustia”. Sí, ante tanta situación de miseria, de pérdidas de trabajo, de embargo del piso o de los propios bienes…, se puede caer en el pozo negro de la tristeza y de la angustia. Supe el otro día de un matrimonio, de unos 65 años, que lucharon toda su vida por sacar adelante su familia. Tenían un pequeño negocio, las cosas empezaron a ir mal, hipotecaron su piso y otros bienes para conseguir más dinero del banco en la confianza que estos malos tiempos pasarían en unos meses, pero… las cosas no sólo no mejoraron, sino que empeoraron. En definitiva, a fecha de hoy han perdido el negocio, su piso con todo el contenido, y sólo pudieron salir con lo puesto y ahora, por suerte, han podido ser recogidos por una hija del matrimonio, que les cedió una habitación. Este matrimonio en la actualidad no tiene casa propia, no tiene recuerdos materiales juntados en tantos años (ropas, adornos, muebles…), no tiene coche, no tiene dinero (deben aún al banco, pues el valor del piso no alcanza a satisfacer la deuda contraída). Sólo tiene, este matrimonio, un pequeño espacio prestado de unos pocos metros cuadrados, pero el marido tiene una cosa más que la mujer: una tremenda angustia y sentimiento de culpabilidad, pues suya fue la idea de hipotecar la casa pensando que pronto cambiaría todo a mejor.
            - “Caí en tristeza y angustia”. Sí, ante la vejez, ante las enfermedades que van viniendo con los años y ante los problemas de cada día, se puede caer en el pozo negro de la tristeza y de la angustia, pues no se ve ningún futuro y la depresión se adueña de uno. Sólo se quiere uno morir o no levantarse nunca de la cama. Os leo el caso de un chico de 23 años y su experiencia: “Siempre he intentado hacerme el duro, el fuerte, pero en realidad eso no era más que una mascara social que me he puesto. Por dentro estoy masacrado, consumido; perdí todos los amigos, la familia me dejó de lado, nadie intentó entender mis problemas. Aunque sea muy triste decirlo, lo único que me sigue atando a esta vida son los tristes videojuegos. Me paso las horas delante de la tele y el ordenador, deseando que me entre el sueño para poder dormirme, y olvidarme de todo. Cada día me siento más solo; hay días que me los paso enteros llorando, en compañía de mi más leal y ÚNICO amigo: mi perro; si no fuera por él... Los pensamientos suicidas rondan mi cabeza cada vez más frecuentemente, y aunque no quiero hacerlo, tampoco veo la salida del pozo…”
            ¿Cómo salir de este pozo negro de tristeza y de angustia en el que hemos caído, o han caído algunos amigos, familiares o conocidos nuestros? ¿Podemos ayudarles y ayudarnos? Yo diría que hay dos formas de ayudar a estas personas y de ayudarnos a nosotros mismos cuando estamos caídos: Existe una ayuda remota y otra próxima.
            La ayuda remota es aquella que significa la preparación que todos hemos de tener a lo largo de nuestra vida para cuando estemos metidos en el pozo del dolor. Si no vamos cogiendo “músculo” desde el principio, es fácil que después los acontecimientos nos desborden y sobrepasen, y que todo esté por encima de nuestras fuerzas:
- Una de las primeras cosas que hemos de aprender y de enseñar en esta vida es que el dolor (igual que la alegría y el placer) forma parte de nuestra existencia. Escuchad lo que nos dice una mujer de sí y de su vida: “Cerca de seis años después de la muerte de mi hijo -de un añito- y de haberme separado. Recibí el tercer golpe, uno de los más grandes que he tenido en mi vida: Mi hermano de 34 años, con el que estaba muy unida, al que yo adoraba y al que siempre trataba de cuidar, se suicidó. En ese momento se me paralizó la vida. Por primera vez dije: ‘de ésta ya no salgo’. Me fui hasta el fondo del pozo. Estuve cerca de cinco meses en la oscuridad más profunda. Lloraba mañana, tarde y noche. Con la ayuda de un amigo psicólogo fui saliendo de ese pozo en el que estaba caída. Después de todo lo que he pasado en mi vida, yo les diría a las personas que están viviendo un duelo, que el dolor es parte de la vida, al igual que la alegría. Cuando una le pierde el miedo al dolor, aprende a vivir en paz. El dolor hay que tocarlo, sentirlo y caminar con él. Después de eso, una se vuelve a enamorar de la vida y de todo lo maravilloso que ella nos regala cada día”.
- La fe en Dios, cuyo trato frecuente nos hace percibir la presencia amorosa y tierna de un Jesús que se preocupa por nosotros. La fe en Dios no puede significar solamente la práctica de unos cultos, de unos rezos, de una determinada forma de comportarse, de aceptar una serie de verdades dogmáticas. La fe en Dios es… ese Padre cariñoso en nuestra vida, ahora y siempre. Quien vive esto, se vuelve invencible. Ya lo decía San Pablo: “¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? […] Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm. 8, 35.38-39).
Cuando ya estamos caídos (o han caído otros) en ese pozo negro de angustia y de tristeza, entonces hemos de recurrir a la ayuda próxima:
- Hablar y desahogar con familiares y amigos, pues el amor y la amistad nos defienden y nos sostienen contra el dolor. “Amigo fiel es refugio seguro, el que lo encuentra, encuentra un tesoro; un amigo fiel no tiene precio ni se puede pagar su valor” (Eclo. 6, 14s).
- También se puede acudir a psicólogos, psiquiatras o médicos. Ellos, desde su ciencia, nos pueden ayudar a superar la situación por la que estamos pasando, o nos pueden facilitar el sobrellevarla mejor. Aunque en este ámbito, hay experiencias para todos los gustos.
- Y, finalmente, podemos acudir a Dios. Ese amigo que está en todo momento con nosotros, en lo bueno y en lo malo. Por eso, el salmo 114 nos dice: “Caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: ‘Señor, salva mi vida’. Verdaderamente el Señor nos salva. Ésta es mi experiencia y la que hoy os quiero transmitir a todos vosotros.