Sacerdote de la Archidiócesis de Oviedo (España) Párroco de la UP de san Lázaro del Camino (Oviedo)
viernes, 29 de noviembre de 2013
jueves, 28 de noviembre de 2013
Domingo I de Adviento (A)
1-12-2013 DOMINGO I DE ADVIENTO (A)
Queridos hermanos:
-
Comenzamos hoy el año litúrgico en la Iglesia Católica. Es el año A y leeremos
los domingos, sobre todo, el evangelio de S. Mateo. El año litúrgico lo
comenzamos con el tiempo de Adviento en el que preparamos la venida de
Jesucristo. No tiene el Adviento simplemente el objetivo de celebrar y recordar
que Jesús ha venido hace más de 2000 años, sino para preparar la definitiva
llegada de Jesús, Mesías y Salvador.
-
Hace un tiempo estaba viendo la televisión, concretamente una cadena asturiana,
y vi una entrevista que hacían a un sacerdote. Este sacerdote estaba realizando
una labor muy buena en sus parroquias: asistía a la gente ante sus muchas necesidades
materiales, morales, familiares…. Me quedé viendo la entrevista hasta el final.
En dicha entrevista se recogió la llamada de una feligresa suya, la cual
alababa mucho a su párroco, pero lo hizo de un modo que me dejó un regusto
amargo y de tristeza, ya que decía que los curas como él sí que ayudaban a
creer y otros no, que hoy costaba mucho trabajo creer y que la fe recibía
muchas heridas. Esta forma de pensar y de expresarse es normal en nuestra
Asturias entre gente creyente, practicante o no practicante, entre gente
agnóstica o atea. Y yo pienso: ¡Ay de mí, si para creer, tengo que esperar
solamente de las obras buenas de los que me rodean! Una persona que crea
exclusivamente por el testimonio de los otros (esto ayuda mucho, sobre todo al
principio de nuestro caminar en la fe), esa persona tiene una fe infantil. La fe adulta es aquella que cree en Dios y
en la Iglesia (a distinto nivel, por supuesto), espera en Dios y en la Iglesia,
ama a Dios y a la Iglesia, no por lo que digan los demás, sino por lo que ellos
mismos han visto y oído del mismo Señor. Recordad sino lo que decían los
vecinos de la Samaritana: “Ya no creemos
en él por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos le hemos oído y
estamos convencidos de que Él es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn
4, 42). Cuento esto muchas veces: hace unos años estaba en el despacho del
obispado y llamó un señor preguntando por la oficina para apostatar de la
Iglesia Católica (quería borrarse de ella). Yo le di el número directo y me
dijo el señor. ‘Pero Vd., ¿no me dice nada?’ Y entonces le pregunté por qué
quería borrarse de la Iglesia Católica y me contestó que en algunas ocasiones
escuchaba la COPE (entonces estaba en esta radio de la Iglesia Federico Jiménez
Losantos), Me dijo que no sabía cómo los obispos podían tener en una radio de
la Iglesia a una persona que destilaba un odio y un veneno tan grande. Me dijo
que, como los obispos y la Iglesia tenían a ese señor en la COPE, que él se
quería borrar. Yo le dije que estaba de acuerdo con él en su apreciación sobre
este locutor, que algunas veces ponía de penitencia a algunas personas estar
una semana sin escucharlo (porque se llenaban de ira contra todo y contra
todos), pero que a mí la fe en Dios y ese amor a la Iglesia me los había dado Dios
y que esa fe y ese amor no me los iba a quitar ni Federico Jiménez Losantos, ni
‘Federica Jimena Lasantas’, que no me la iba a quitar ni el Papa Juan Pablo II,
ni ‘la Papa Juana Pabla segunda’. Si Dios me había dado fe, yo no iba a
permitir que me la quitaran los hombres. El señor me dijo entonces que él no había
pensado las cosas así y que muchas gracias por mis palabras. ¿Qué hizo
después? No lo sé. No supe más de él. Eso lo sabe Dios.
Si no tenemos un encuentro personal con
Dios, no podemos creer con fe adulta y cualquier problema o circunstancia adversa
o favorable hará que nuestra fe se tambalee. Ya lo dice el libro de los
Proverbios: “No me des riqueza ni
pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti,
diciendo: '¿Quién es el Señor?'; no sea que, necesitando, robe y blasfeme el
nombre de mi Dios” (Prov. 30, 8-9).
- El término
Adviento viene del latín ‘adventus’, que significa venida, llegada. Jesús
puede llegar de tres modos: 1) Como vino hace más de 2000 años, es decir, se
encarnó en la Virgen María y se hizo hombre como nosotros. 2) Puede venir a
nuestro corazón y a nuestro espíritu y nos comunica su amor a Dios, su fe, la
alegría de la salvación, el perdón… 3) La última venida, bien sea de modo
personal, con nuestra muerte, bien sea con el fin del mundo.
El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor. Sí, los creyentes tenemos que desear que Jesús venga a nosotros, bien del segundo modo, bien del tercero y definitivo. De hecho, casi las últimas palabras de la Biblia dicen esto: “Amén. ¡Ven, Señor Jesús!” Así, lo decían todos los cristianos. Y a lo largo de la Misa lo decimos varias veces: 1) Tras la consagración: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”; 2) en el Padre nuestro decimos: "Venga a nosotros tu reino”; 3) Después del Padre nuestro decimos: “mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”.
El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor. Sí, los creyentes tenemos que desear que Jesús venga a nosotros, bien del segundo modo, bien del tercero y definitivo. De hecho, casi las últimas palabras de la Biblia dicen esto: “Amén. ¡Ven, Señor Jesús!” Así, lo decían todos los cristianos. Y a lo largo de la Misa lo decimos varias veces: 1) Tras la consagración: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”; 2) en el Padre nuestro decimos: "Venga a nosotros tu reino”; 3) Después del Padre nuestro decimos: “mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”.
¿Cómo podemos
hacer que Jesús venga a nosotros, como lo pedimos en este tiempo de Adviento?
¿Cómo podremos prepararnos para ese encuentro y adquirir sensibilidad para
reconocer el paso de Dios a nuestro lado? Nos lo dice la segunda lectura que
hemos escuchado. Hemos de practicar el ascetismo, o sea, quitar de nosotros
todo aquello que nos embota la mente y el espíritu, todo lo que no es Dios, que
no hace más que ocupar espacio: “Dejemos
las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz […]
Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas
ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo y que el cuidado de vuestro cuerpo
no fomente los malos deseos”. Pongamos ejemplos concreto para traducir a
fecha de hoy lo que dice San Pablo en la carta a los romanos: no comer dulces
navideños hasta el 24 de diciembre; no comprar lotería por si acaso tenemos la
mala suerte de que nos toque, aunque sea la pedrea; no murmurar y perdonar en
nuestro corazón; y sobre todo “vestíos de
Jesús”, es decir y entre otras cosas, oremos más tiempo y con más calidad
al Padre, y crecer en misericordia hacia los que nos rodean. Y todo esto, ¿por
qué? Por lo que nos dice el evangelio: “Por
eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene
el Hijo del Hombre”. Y ese día se cumplirá la poesía de Thierry Maertens:
“Venga el día, Señor,
en que nuestra miseria
encuentre misericordia.
Venga el día, Señor,
en que nuestra pobreza
encuentre tu riqueza.
Venga el día, Señor,
en que nuestra senda
encuentre el camino de tu casa.
Venga el día, Señor,
en que nuestras lágrimas
encuentren tu sonrisa.
Bendito seas, Padre,
por aquel día
en que nuestros ojos verán tu rostro”.
viernes, 22 de noviembre de 2013
jueves, 21 de noviembre de 2013
Domingo de Cristo Rey (C)
24-11-2013 JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (C)
2 Sam. 5, 1-3; Slm.
121; Col. 1, 12-20; Lc. 23, 35-43
Homilía en video. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO.
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
(Es
la misma homilía que en 2007).
Al
finalizar el año litúrgico con la festividad de Jesucristo, Rey del Universo,
la Iglesia nos presenta un texto del evangelio para ilustrar esta celebración.
¿Qué texto del evangelio de S. Lucas hubiéramos elegido nosotros para este
domingo? Pues… el texto que se escogió para leer este domingo es el pasaje de
la crucifixión en que Cristo, Rey del Universo, es insultado y despreciado por
todos. Se nos muestra una colina cercana a Jerusalén en donde acontece un
ajusticiamiento de tres hombres por parte de ejército romano. Los romanos
ajusticiaban a los ciudadanos romanos cortándoles la cabeza, como sucedió con
S. Pablo, y a los que no eran ciudadanos romanos los colgaban en una cruz, y en
ésta ponían en un cártel el motivo de la condena. Así, en el evangelio se dice:
“Había encima (de la cruz) un letrero
en escritura griega, latina y hebrea: ‘Éste es el rey de los judíos’”.
Como se trata
de un rey, seguramente que Lucas nos tendría que hablar de los palacios del
reino, de los ministros del reino, de los cortesanos, de las doncellas, de los
cocineros, de los criados, de los tesoros y del ejército del rey, pero nada de
esto sucede aquí. Veamos los personajes que aparecen en el evangelio de hoy y
que acompañan a Jesús a la hora de su muerte:
1)
Las autoridades judías, que hacían
muecas a un Jesús agonizante y con dolores de paroxismo, le decían con sorna: “A otros ha
salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido”.
Esto es lo que se llama hacer leña del árbol caído. Esto es lo que se llama
cebarse con la persona fracasada. Esto es lo que se llama hurgar en la herida,
echar sal y vinagre en la herida abierta. No hay ni humanidad ni compasión en
estas autoridades judías. Éstos le restriegan a Jesús en las narices su
fracaso: fracaso ante Dios, pues no
ha logrado nada de la misión que El le había encargado; fracaso ante los hombres y ante los discípulos, pues se ha visto
abandonado por todos y ha desilusionado a todos los que habían puesto su
confianza en él; fracaso ante sí mismo,
porque no consiguió nada de lo que se propuso en esta vida. Por otra parte, las
autoridades judías estaban alegres, porque habían logrado acabar con un enemigo
muy peligroso, que les había quitado por un tiempo a la gente, que les obedecía
borreguilmente.
2)
“Se burlaban de
él también los soldados, ofreciéndole
vinagre y diciendo: ‘Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo’”.
Estos soldados eran hombres embrutecidos por su profesión y por el odio que les
acompañaba allí a donde iban. Su misión era matar; para eso estaban entrenados.
Aquella crucifixión seguramente era para ellos un motivo para salir de su
rutina habitual. Además, cuando en otras ocasiones crucificaban a judíos, la
gente insultaba a estos romanos y les lanzaba piedras. Sin embargo, en esta
ocasión la gente estaba de acuerdo con lo que ellos, los soldados, hacían y los
gritos iban dirigidos, no contra ellos, sino contra uno de aquellos
crucificados. Así las cosas, los soldados se sumaron a los gritos y a las
burlas de las autoridades judías.
3)
“Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: - ‘¿No eres tú el Mesías? Sálvate
a ti mismo y a nosotros’”. Al lado de Jesús había dos hombres, que
también estaban crucificados. Nos dice el evangelio que uno de ellos se unió al
coro de los que insultaban a Jesús, pero no lo hacía por sentirse a gusto por
el triunfo de que Jesús muriera, como las autoridades; no insultaba a Jesús
para pasar el tiempo y alegrarse de que los gritos fueran contra otros (para
variar), como los soldados; este malhechor insultaba a Jesús y lo jaleaba a ver
si se decidía a salvarse con un milagro “de chistera” y, de paso, lo salvaba a
él.
4)
El pueblo estaba allí mirando, nos
dice el evangelio. Este pueblo al que Jesús había curado, alimentado, enseñado,
amado… ahora estaba allí simplemente mirando; este pueblo veía los toros desde
la barrera y callaba ante los insultos y las burlas de todos contra Jesús. Y ya
sabemos lo que dice el refrán: ‘El que calla otorga’. Jesús había sido el único
que los había defendido, ayudado y amado, y ahora… ellos lo dejaban morir y lo
dejaban abandonado a su suerte.
5)
También aparece otro personaje: el llamado comúnmente el buen ladrón: “Pero el otro lo increpaba: -‘¿Ni siquiera temes tú a Dios,
estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago
de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.’ Y decía: -‘¡Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.’” En este texto evangélico se da un hecho que a mí siempre me ha llamado
la atención: ante un mismo acontecimiento de sufrimiento, unas personas
reaccionan muy negativamente, insultando y clamando contra Dios (‘¡Demostrado,
Dios no existe!’). Y otras personas, sin embargo, se sitúan ante Dios,
reconocen sus errores, reconocen la justicia de lo que les sucede, reconocen la
total inocencia de Dios (en este caso de Jesús) y surge en estas personas –como
en el buen ladrón, como en el publicano- la súplica de perdón y de
misericordia. TAMBIÉN SURGE EL
TESTIMONIO DE FE. El buen ladrón cree y llega a la fe a través de un Cristo
escarnecido, burlado, fracasado y moribundo.
Resulta fácil
creer en Jesús cuando multiplicaba los panes y los peces, cuando curaba a
leprosos y resucitaba a muertos, cuando andaba sobre las aguas o cuando daba el
discurso maravilloso en el Sermón de la Montaña. Pero, ¿quién va a creer en un Mesías sucio, maloliente, sangrante,
deshecho, escarnecido por las burlas y desprecios, y a punto de morir? Pues es
el buen ladrón quien cree en Él y quien le pide la salvación. El otro
ladrón pedía a Jesús que bajase Él de la cruz y que lo bajase también a él.
Pero el buen ladrón sabe que Jesús ha de morir y llegar a su reino y, cuando
esto suceda, le dice que se acuerde de él y que lo lleve con Él a ese reino. El
buen ladrón sabe que ha de morir en la cruz y después, y sólo después de pasar
por la cruz, podrá llegar al reino de Jesús.
6)
El último personaje que nos queda por contemplar es Jesús. Jesús es Rey. Pero su reino no se basa en el poder, en la
fuerza y en el triunfo, al modo humano.
* Su reino
pasa por la cruz. ¿Queremos llegar a ese reino por este camino? No hay otro
camino.
* Su reino se
asienta en la debilidad, al menos, en la debilidad humana. ¿Queremos llegar a
ese reino por este camino?
* El otro domingo se nos hablaba de que los
discípulos de Jesús van a ser perseguidos y asesinados. Así sucedió con nuestro
Señor, Jesucristo. ¿Estamos dispuestos a pasar por esa cruz y del modo que El
pasó –sin atajos- para llegar al Reino de Dios?
viernes, 15 de noviembre de 2013
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