16-7-2023 DOMINGO XV TIEMPO
ORDINARIO (A)
Is. 55,10-11; Slm. 64; Rm. 8, 18-23; Mt. 13, 1-23
Homilía en video.
Homilía en audio.
Queridos
hermanos:
Cuando
llega el verano, suelo coger una serie de temas para predicar los domingos. De
esta manera predico las homilías y a la vez doy una formación cristiana, que ¡buena
falta nos hace a todos! Pues bien, este año he pensado en repetir lo dicho en unos
ejercicios espirituales que impartí hace ya un tiempo. Hablé entonces sobre la
siembra que hacemos en nuestras vidas y también expliqué el himno de la caridad
de san Pablo de la mano del Papa Francisco. Es lo que voy a hacer en estos
domingos siguientes.
Vamos ya con la primera parte
aprovechando que las lecturas de hoy nos hablan de sembrar. Hay unas palabras de
san Pablo en la carta a los Gálatas que dicen así: “No os engañéis: nadie se burla de Dios. Se recoge lo que se siembra: el que siembra para satisfacer su carne,
de la carne recogerá sólo la corrupción; y el que siembra según el Espíritu,
del Espíritu recogerá la Vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien,
porque la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos” (Ga 6, 7-9).
- Un labrador va a un campo de su
propiedad. En él, y según la época del año y el lugar en donde esté, puede
dejarlo tal y como está, o prepararlo para que dé hierba para el ganado, o
plantar maíz, o plantar patatas, o plantar trigo, o… Según lo que plante y
trabaje en el campo, eso cosechará. Si no siembra, si no trabaja, ni riega, ni
cuida lo sembrado, entonces… no cosechará nada o casi nada.
Esto mismo se puede decir en
otros ámbitos de la vida: un estudiante tiene que matricularse, asistir a
clase, recoger notas de las explicaciones del profesor, completar lo impartido
en clase con lecturas y trabajos en casa y en la biblioteca, estudiar… y
presentarse a los exámenes. Sólo, después de ‘sembrar’ todo lo anteriormente
dicho, podrá ‘cosechar’ los frutos de su esfuerzo: un título, unos
conocimientos, unas capacidades, una posibilidad de entrar con la debida
preparación y titulación en el mundo laboral. Si no hace esto, no puede después
pretender tener un determinado puesto en una empresa o cobrar una determinada
cantidad de dinero. Siempre recuerdo que hace ya unos cuantos años una sobrina
mía dejó los estudios con 16 años. En aquel momento traté de convencerla para
que siguiera estudiando. Me contestó que no, que quería trabajar y ganar
dinero. No hubo manera de que diera marcha atrás. Cuando pasados unos 7 años, y
como quiera que sólo conseguía trabajos precarios, mal remunerados y con muchas
horas trabajadas, me decía que no iba a consentir que la siguieran explotando.
A esto le respondí que, con la ‘preparación’ que ella tenía, podía aspirar a
trabajos con remuneraciones de 2.000 € a la semana. Mi sobrina, para su
desgracia, estaba recogiendo… lo que había sembrado.
Lo mismo podemos decir en el
ámbito de las relaciones afectivas: noviazgo, matrimonio, amistades, hijos… En
gran medida recogemos… lo que hemos sembrado o, lo que es peor aún, en muchas
ocasiones incluso recogemos los que otros a nuestro lado han sembrado. Pienso
ahora en las decisiones
que toman otros (por ejemplo, los hijos) y las consecuencias las tienen que
pagar los padres.
- SIEMBRA CARNE. Dice san Pablo
en su carta a los Gálatas: “El que siembra para satisfacer su carne, de
la carne recogerá sólo la corrupción” (Ga 6, 8a).
Sí, siembra codicia por los
bienes materiales y cosecharás riqueza, pero a costa de machacar a otros
hermanos tuyos, hijos de Dios. Les maltratarás, les engañarás, les robarás,
envidiarás a los que tienen más que tú, y estarás temeroso de que te puedan
quitar lo que tienes.
Siembra codicia por los bienes
materiales y cosecharás, quizás, pobreza, pues te puedes arruinar y eso te
destrozará a ti mismo, aparte de los cadáveres que has ido dejando por el
camino (hermanos por la herencia, familia por el juego…).
Siembra ira y violencia, y
cosecharás soledad, terror, rechazo, amargura, desconfianza…
Siembra mentiras, disimulos,
falsedades, y nadie se fiará de ti, y tú tampoco te fiarás de nadie.
Siembra soberbia, amor propio, orgullo,
y nadie cabrá dentro de tu corazón, pues sólo tú lo estarás ocupando.
Siembra egoísmo y no te ocupes de
nadie, y nadie se ocupará de ti (‘Manos que no dais, qué esperáis’).
Siembra materia y no te ocupes de
lo espiritual, y tendrás una vida plana y vivirás en la superficie (lo que ves,
lo que oyes, lo que tocas) y, cuando llegue el momento de tu muerte, sólo verás
un muro o un precipicio horroroso por el que te despeñarás irremediablemente,
porque no existe para ti nada después de la muerte.
- SIEMBRA ESPIRITU. Dice san
Pablo en su carta a los Gálatas: “El que siembra según el Espíritu, del
Espíritu recogerá la Vida eterna” (Ga 6, 8b).
O lo que es lo mismo, haz caso
del Señor y siembra oración, y recogerás paz a tu corazón, crecimiento de Dios
en ti, luz para ver a los demás como hijos del mismo Padre, esperanza en el
Señor, soledad acompañada…
Siembra lectura y meditación de
la Palabra de Dios, y cosecharás inteligencia y sabiduría divinas, conocerás la
voluntad de Dios, encontrarás la Verdad que no se acaba…
Siembra perdón, y recogerás el
perdón de Dios, la comprensión de los demás, la paciencia con los defectos del
prójimo y con los tuyos propios, la alegría de recibir a los hermanos en la
casa del mismo Padre.
Siembra alegría, y recogerás contento
interior, risas y agradecimiento de los que te rodean, gozo eterno, ganas de
cantar.
Siembra compartir lo que tienes:
tus bienes, tu tiempo, tus talentos, y tendrás un milagro maravilloso: ¡Cuánto
más des, más tendrás! ¡Cuánto más te entregues y más entregues a los demás, más
rico serás!
Siembra Iglesia, ama a la
Iglesia, y la sentirás como tu madre, como tu vida, como tu cuidadora en todos
los momentos de tu vida.
Como
dice Jesús al terminar el evangelio de hoy: “El
resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros,
treinta. El que tenga oídos que oiga”.