jueves, 30 de abril de 2015

Domingo V de Pascua (B)



3-5-2015                                DOMINGO V DE PASCUA (B)
                                                                 Hch. 9, 26-31; Sal. 21; 1 Jn. 3, 18-24; Jn. 15,1-8

Homilía en vídeoHAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO.
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Celebramos hoy el V domingo de Pascua. Durante estos cin­cuenta días seguimos rememorando que Cristo ha resucitado, por eso sigue encendido el cirio pascual, que iluminamos por vez primera en la Vigilia Pascual del Sábado Santo.
            - Hace unos años estaba en Covadonga en una convivencia (Cursillos de Cristiandad). En una de las comidas que tuvimos coincidimos varias personas en una mesa y salió el tema de la poda. Un hombre, muy aficionado a las plantas y árboles, nos decía que en las podas es importante cortar los ‘chupones’. Yo no sabía a qué se refería y le pregunté qué eran los ‘chupones’. Me contestó que eran las ramas más altas de los árboles, las más recias, las más bellas, las más visibles, las más estiradas de un árbol, pero… también eran aquellas que no daban fruto, y las que se aprovechaban de la savia del árbol y quitaban dicho alimento a otras ramas, quizás no tan vistosas, pero que sí daban fruto. 

            Asimismo en la conversación una mujer, que era de Cangas del Narcea y en donde se dan los vinos, nos habló de un refrán de aquella zona. El refrán dice así: Podar y vendimiar en lo mismo. Y tiene este sentido: cuando alguien poda mal los sarmientos y corta de más o de menos, entonces ese año la recogida de uva se resiente bastante y puede vendimiar muy poco fruto. Y, al contrario, quien poda bien, ese año recogerá más uvas. Por lo tanto, de ahí la frase de podar y vendimiar en lo mismo.
            - Cuento estos hechos, porque tienen que ver con el evangelio que acabamos de escuchar. Jesús utilizaba con mucha frecuencia imágenes y ejemplos de la vida ordinaria de las gentes que le escuchaban. Así, y a partir de dichos ejemplos, Jesús les transmitía el mensaje de Dios. En vez de hablar de teorías o con ideas abstractas difíciles de comprender para aquellas gentes, Jesús les explicaba el evangelio con lo que veían, tocaban y trabajaban a diario. Y es que las cosas de Dios no son muy distintas de lo que vemos y tocamos todos los días a nuestro alrededor.
            a) Dice el evangelio de hoy: Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca. La naturaleza, con frecuencia, es reflejo y espejo del ser humano. Éste puede ser un ‘chupón’ cuanto tiene buena presencia, es alto y espigado, pero todo es pura fachada, pues en realidad no da frutos ni para sí, ni para Dios, ni para los demás. Estos ‘chupones’ viven a costa de los demás, comen la energía de los demás y, en ocasiones, desprecian a lo demás al considerarlos inferiores a sí. Estos ‘chupones’ pueden estar llenos de soberbia. Se creen algo, pero, si miramos dentro, vemos que están vacíos. Estos ‘chupones’, como decía el hombre de aquella comida, sólo sirven para arrancarlos de raíz y apilarlos para leña.
 

            Con frecuencia, cuando a los seres humanos nos sucede una desgracia, nos damos cuenta de las tonterías que tenemos en la cabeza y esos malos momentos nos ayudan a crecer, a ser más maduros, y a ver de modo más objetivo la realidad que nos rodea. Hace un tiempo un amigo mío fue a la montaña a hacer una ruta de senderismo, se cayó, se rompió una pierna, hubo que trasladarlo en helicóptero al hospital, le desnudaron y los médicos le hicieron lo necesario sin preguntarle. Me decía este amigo que, desde el mismo momento de su caída, había perdido su dignidad. Todos opinaban sobre lo que había que hacer con él, pero a él no se le permitía decir nada. Tampoco podía decir mucho. Me dijo este amigo mío que había aprendido a ver lo frágil que es el ser humano y él mismo, pero, hasta ese mismo momento, él se consideraba ‘el no va más’.
            En ocasiones es bueno que ‘nos arranquen’, que no cuenten con nosotros, que nos releguen… Así aprendemos a ser más humildes, a valorar más a los demás y nos damos cuenta que, en tantas ocasiones, hemos hecho eso mismo con los demás sin ser conscientes de ello, y tampoco éramos conscientes del dolor que ocasionábamos en los otros.
            b) Sigue diciendo Jesús que, “a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto”. No por el hecho de ser buenos, humildes, serviciales, generosos…, estamos libres de ser podados, de que se nos arranque una parte de nosotros. Dios lo hace o lo permite, no por infringirnos un daño gratuito. No. Dios lo hace o lo permite, porque lo necesitamos. Todos tenemos algo de ‘chupones’: de presuntuosos, de soberbios, de prepotentes, de chulos…, y eso nos ha de ser arrancado para que nuestro fruto sea más abundante y mejor. Esta parte arrancada y podada también debe de ser quemada. ¿Cuánto bien nos han hecho personas que nos han reñido o corregido a lo largo de nuestra vida? No nos gustó entonces, cuando nos lo hicieron, pero hoy les estamos muy agradecidos, porque ahora sabemos que fue para nuestro bien.
¡Cuánto nos cuesta que nos corrijan! ¡Cuánta soberbia y amor propio llevamos dentro todos! Por eso, estoy de acuerdo con el refrán de Cangas del Narcea: si se ‘poda’ bien a una persona, entonces dará buen fruto y se vendimiará bien.
            San Francisco de Asís era un ‘chupón’ en sus inicios: joven, rico, altanero, soberbio, sólo miraba para sí. Era digno de ser arrancado y echado al fuego. Pero, quien lea su vida con detenimiento, verá cómo Dios le fue podando poco a poco, y dio mucho fruto. Ahí va la oración que se le atribuye y que hizo vida hasta el día de su muerte:
“Señor, haced de mí un instrumento de tu paz.
Que allí donde haya odio, ponga yo amor.
Que allí donde haya ofensa, ponga yo perdón.
Que allí donde haya discordia, ponga yo armonía.
Que allí donde haya error, ponga yo verdad.
Que allí donde haya duda, ponga yo fe.
Que allí donde haya desesperación, ponga yo esperanza.
Que allí donde haya tinieblas, ponga yo luz.
Que allí donde haya tristeza, ponga o alegría”.