17-1-2021 DOMINGO II TIEMPO
ORDINARIO (B)
LA SEXUALIDAD (I)
Sam. 3, 3b-10.19; Sal. 39; 1 Co.6, 13c-15a.17-20; Jn. 1, 35-42
Homilía en vídeo.
Homilía de audio.
Queridos
hermanos:
Antes
de entrar en el fondo de la homilía de hoy, quisiera comentar dos cosas:
1)
En la segunda lectura san Pablo nos habla de la fornicación. Quisiera destacar
estas palabras suyas: “El cuerpo no es
para la fornicación, sino para el Señor […] Huid de la fornicación. Cualquier
pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca
en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo? […] Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!”
2)
Antiguamente los curas hablábamos mucho de la sexualidad. Parecía que todos los
pecados quedaban reducidos al sexto mandamiento de la Ley de Dios. Sin embargo,
ahora no decimos nada de esto. No es ‘políticamente correcto’, y se opina que
todo está permitido en este ámbito en la sociedad en la que vivimos
actualmente.
Pues
bien, en dos homilías quisiera tratar del tema de la sexualidad. Comprendo que
hay fieles que pueden considerar que la Misa no es el mejor lugar para hacerlo
(sería mejor dedicarle unas charlas de formación), pero, como acudiría poca
gente, lo haré en la homilía para que llegue a más fieles. Con ello lo que intento es dar una formación para
los católicos: ¿qué dice la fe y la doctrina cristiana sobre la sexualidad?
Hablaré de la sexualidad, no tanto
desde un punto de vista físico o médico, sociológico…, sino desde unos
principios antropológicos, bíblicos y teológicos. Por supuesto, no pretendo
agotar el tema y dejo muchas cosas en el tintero.
1) La sexualidad ha
sido creada por Dios y es buena
La
sexualidad en el ser humano es buena y ha sido creada por Dios. Esta es la
afirmación básica de la que hemos de partir. En efecto, en el relato de la
creación que nos hace la Biblia, en el primer capítulo del Génesis, se dice a
cada paso y a cada acción creadora de Dios: “Y
vio Dios que era bueno” (Gn. 1, 10.12.18.21.25). Y termina el relato de
este modo: “Vio entonces Dios todo lo que
había hecho, y todo era muy bueno”
(Gn. 1, 31). No sólo “era bueno”, sino que “era muy bueno”. Y en ese “todo”
también viene comprendida la sexualidad humana. En efecto, algunos versículos
atrás, al describir la creación del hombre, lo hace de este modo: “Y creó Dios a los hombres a su imagen; a
imagen de Dios los creó; varón y hembra
los creó. Y los bendijo Dios diciéndoles: ‘creced y multiplicaos’” (Gn.
1, 27-28). Si hemos sido creados a imagen de Dios y si hemos sido creados
“varón y hembra”, entonces es que, como decía el Papa Juan Pablo I, Dios es
Padre, pero también es Madre. Dios tiene el componente masculino, pero también
el femenino.
Por tanto, para la Iglesia y para
los cristianos la comprensión del sexo ha de ser siempre muy positiva. El sexo
se ha de entender como algo maravilloso. Sí, maravilloso, porque Dios lo pensó
como FUENTE DE AMOR Y DE VIDA. Dios inventó el sexo, podríamos
decir; de Él procede y tiene ante Él una enormemente importancia, ya que Dios
es también Amor y Vida. Por ello, el sexo no puede ser malo en absoluto. Si
Dios quiso añadir a la unión corporal entre hombre y mujer un intenso placer
físico no es para ponernos piedras de tropiezo, sino para encender y aumentar
el amor de los esposos y, como fruto de ese amor, originar nuevas vidas.
2) El pecado también influye en
la sexualidad
Pero
esta realidad maravillosa: la sexualidad, fue desordenada por el pecado.
También otras realidades humanas fueron desestabilizadas por el pecado: el
trabajo humano (“con fatigas comerás sus
frutos… con el sudor de tu frente comerás el pan” [Gen. 3, 17.19]), las
relaciones entre hermanos (“Caín se lanzó
contra su hermano Abel y lo mató” [Gen. 4, 8]), etc. Veamos cómo se nos
cuenta en el Génesis las consecuencias del pecado en las relaciones entre un
varón y una mujer:
Cuando Adán ve a Eva
por vez primera, exclama: “Ella es hueso
de mis huesos y carne de mi carne” (Gn. 2, 23). ¡Qué piropo más bonito!
Pero, cuando Eva le dio a Adán a comer del fruto prohibido y él comió, y luego
se vio pillado ante Dios, Adán dijo aquello de: “la mujer que me diste por compañera me ofreció el fruto del árbol y
comí” (Gn. 3, 12). Es decir, Adán pone distancia con Eva y encima Adán se
excusa y se justifica acusándola a ella y echándole toda la culpa.
-
“A la mujer (Dios) le dijo: multiplicaré los dolores de tu
preñez, parirás a tus hijos con dolor; desearás a tu marido, y él te dominará”
(Gn. 3, 16).
-
“Al hombre le dijo:
[…] volverás a la tierra, de la que fuiste formado, porque eres polvo y al
polvo volverás”
(Gn. 3, 19).
Así,
comprobamos claramente cómo del primer pecado viene la muerte, la rivalidad,
las iras, los rencores, las rencillas... en todos los órdenes de la vida
humana, también en el sexual, en la relación de pareja, en el matrimonio. Pero
igualmente es cierto que la salvación que Dios ofrece a los hombres alcanza, no
solo al alma, sino de igual modo al cuerpo, comprendiendo la sexualidad. Y esta
que era buena, por ser creada por Dios, antes del pecado, después de este sigue
siendo algo bueno.
3) Una aproximación a la
definición de la sexualidad
a) Al crear al
hombre como varón y mujer, Dios quiso que el ser humano se expresase de dos
modos distintos y complementarios, igualmente bellos y valiosos.
Pero, ¿por qué nos
ha hecho diferentes? La procreación no puede ser la única razón. La sexualidad
humana significa una clara disposición hacia el otro. Manifiesta que la
plenitud humana reside precisamente en la relación, en el ser-para-el-otro.
Impulsa al ser humano a salir de sí mismo, a buscar al otro y alegrarse en su
presencia. Es como el sello del Dios del amor en la estructura misma de la
naturaleza humana.
Aunque cada persona
es querida por Dios «por sí misma» y llamada a una plenitud individual, no
puede alcanzarla sino en comunión con otros. El ser humano está hecho para dar
y recibir amor. De esto nos habla la condición sexual que tiene un inmenso
valor en sí misma. Por tanto, el amor de pareja, el
amor conyugal, sólo puede florecer en dos seres a la vez distintos y
complementarios. Por ello, Dios ha unido
el amor y la sexualidad en una íntima comunión. No pueden existir, para Dios,
uno sin la otra o viceversa.
Ambos sexos están
llamados por el mismo Dios a actuar y a vivir conjuntamente. Ésa es su
vocación. Se puede incluso afirmar que Dios no ha creado simplemente al hombre
varón y mujer para que engendren nuevos seres humanos, sino que, justo al
revés, el ser humano tiene la capacidad de engendrar para perpetuar la imagen
divina que él mismo refleja en su condición sexuada. El otro día me comentaba
una persona que recordaba una frase de su madre, ya difunta, sobre el
matrimonio: Decía que la relación matrimonial es vivir ya el paraíso en la
tierra.
b)
Por otra parte, no podemos caer en la
identificación de “sexualidad” y “genitalidad”. La sexualidad se expresa a
través del cuerpo, el cual manifiesta el amor que viene de Dios y que conduce a
Dios. No se ha de pensar exclusivamente en el gesto genital de las relaciones
completas, sino también en todas aquellas expresiones afectuosas que se
intercambian las personas y que poseen cierto tono sexual. El gesto, la mirada,
la palabra, el tono, el abrazo y el beso son expresiones de los cinco sentidos
del hombre; el elemento sexual no se manifiesta de modo exclusivo entre los
esposos: también las actitudes del padre o de la madre respecto a sus hijos
están codeterminadas por el sexo respectivo. Esto se aplica igualmente a las
amistades entre personas de distinto sexo, a las que es ajena, sin embargo,
cualquier expresión genital o una intención de aprovechamiento sexual o de
vínculo erótico. El hombre expresa su personalidad en su condición corporal.
La
expresión sexual es tanto más sana y noble cuanto más supera la esfera física y
sensible y, asumiéndola, se convierte en el auténtico testimonio del amor fiel.
Ella profundiza y presupone la amistad humana personal y, según la doctrina de
la Biblia, exige el pacto indisoluble de amor. La unión corporal está destinada
a participar del diálogo total y de la comunidad vital. Al significado unitivo
del amor sexual genital le es inherente otro trascendente: la unión conyugal
significa apertura a la transmisión de la vida. La misma unión, si es
auténtica, es creadora de valores espirituales y enriquece a los cónyuges de
suerte que pueden extender su amor a los demás y, por ello, participa de la
acción creadora de Dios trayendo nueva vida a este mundo. El amor conyugal
transmite vida en el sentido corporal, pero también en educación a la plena
estatura humana.
Recuerdo que, en cierta ocasión,
siendo yo formador del Seminario, y estando con un seminarista de unos 16 años
y más alto que yo, le hice una broma y le pasé mi brazo por sus hombros como
para pedirle disculpas. De repente, él puso su cabeza sobre mi hombro y se
quedó muy pegado a mí. Este chico tenía una historia detrás de mucho
sufrimiento familiar y estaba falto de cariño. Yo le abracé, porque comprendí
que necesitaba ternura y contacto físico. Necesitaba el abrazo de alguien que
lo quisiera y lo protegiera. Esto es un ejemplo de sexualidad no genital, es
decir, de expresión corporal de cariño, simplemente de cariño.