jueves, 14 de enero de 2021

Domingo II del Tiempo Ordinario (B)

17-1-2021                   DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO (B)

LA SEXUALIDAD (I)

Sam. 3, 3b-10.19; Sal. 39; 1 Co.6, 13c-15a.17-20; Jn. 1, 35-42

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Antes de entrar en el fondo de la homilía de hoy, quisiera comentar dos cosas:

            1) En la segunda lectura san Pablo nos habla de la fornicación. Quisiera destacar estas palabras suyas: “El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor […] Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? […] Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!”

            2) Antiguamente los curas hablábamos mucho de la sexualidad. Parecía que todos los pecados quedaban reducidos al sexto mandamiento de la Ley de Dios. Sin embargo, ahora no decimos nada de esto. No es ‘políticamente correcto’, y se opina que todo está permitido en este ámbito en la sociedad en la que vivimos actualmente.

            Pues bien, en dos homilías quisiera tratar del tema de la sexualidad. Comprendo que hay fieles que pueden considerar que la Misa no es el mejor lugar para hacerlo (sería mejor dedicarle unas charlas de formación), pero, como acudiría poca gente, lo haré en la homilía para que llegue a más fieles. Con ello lo que intento es dar una formación para los católicos: ¿qué dice la fe y la doctrina cristiana sobre la sexualidad?

            Hablaré de la sexualidad, no tanto desde un punto de vista físico o médico, sociológico…, sino desde unos principios antropológicos, bíblicos y teológicos. Por supuesto, no pretendo agotar el tema y dejo muchas cosas en el tintero.

1) La sexualidad ha sido creada por Dios y es buena

            La sexualidad en el ser humano es buena y ha sido creada por Dios. Esta es la afirmación básica de la que hemos de partir. En efecto, en el relato de la creación que nos hace la Biblia, en el primer capítulo del Génesis, se dice a cada paso y a cada acción creadora de Dios: “Y vio Dios que era bueno” (Gn. 1, 10.12.18.21.25). Y termina el relato de este modo: “Vio entonces Dios todo lo que había hecho, y todo era muy bueno (Gn. 1, 31). No sólo “era bueno”, sino que “era muy bueno”. Y en ese “todo” también viene comprendida la sexualidad humana. En efecto, algunos versículos atrás, al describir la creación del hombre, lo hace de este modo: “Y creó Dios a los hombres a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios diciéndoles: ‘creced y multiplicaos’” (Gn. 1, 27-28). Si hemos sido creados a imagen de Dios y si hemos sido creados “varón y hembra”, entonces es que, como decía el Papa Juan Pablo I, Dios es Padre, pero también es Madre. Dios tiene el componente masculino, pero también el femenino.

            Por tanto, para la Iglesia y para los cristianos la comprensión del sexo ha de ser siempre muy positiva. El sexo se ha de entender como algo maravilloso. Sí, maravilloso, porque Dios lo pensó como FUENTE DE AMOR Y DE VIDA. Dios inventó el sexo, podríamos decir; de Él procede y tiene ante Él una enormemente importancia, ya que Dios es también Amor y Vida. Por ello, el sexo no puede ser malo en absoluto. Si Dios quiso añadir a la unión corporal entre hombre y mujer un intenso placer físico no es para ponernos piedras de tropiezo, sino para encender y aumentar el amor de los esposos y, como fruto de ese amor, originar nuevas vidas.

2) El pecado también influye en la sexualidad

            Pero esta realidad maravillosa: la sexualidad, fue desordenada por el pecado. También otras realidades humanas fueron desestabilizadas por el pecado: el trabajo humano (“con fatigas comerás sus frutos… con el sudor de tu frente comerás el pan” [Gen. 3, 17.19]), las relaciones entre hermanos (“Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató” [Gen. 4, 8]), etc. Veamos cómo se nos cuenta en el Génesis las consecuencias del pecado en las relaciones entre un varón y una mujer:

Cuando Adán ve a Eva por vez primera, exclama: “Ella es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn. 2, 23). ¡Qué piropo más bonito! Pero, cuando Eva le dio a Adán a comer del fruto prohibido y él comió, y luego se vio pillado ante Dios, Adán dijo aquello de: “la mujer que me diste por compañera me ofreció el fruto del árbol y comí” (Gn. 3, 12). Es decir, Adán pone distancia con Eva y encima Adán se excusa y se justifica acusándola a ella y echándole toda la culpa.

-        “A la mujer (Dios) le dijo: multiplicaré los dolores de tu preñez, parirás a tus hijos con dolor; desearás a tu marido, y él te dominará” (Gn. 3, 16).

-        “Al hombre le dijo: […] volverás a la tierra, de la que fuiste formado, porque eres polvo y al polvo volverás” (Gn. 3, 19).

Así, comprobamos claramente cómo del primer pecado viene la muerte, la rivalidad, las iras, los rencores, las rencillas... en todos los órdenes de la vida humana, también en el sexual, en la relación de pareja, en el matrimonio. Pero igualmente es cierto que la salvación que Dios ofrece a los hombres alcanza, no solo al alma, sino de igual modo al cuerpo, comprendiendo la sexualidad. Y esta que era buena, por ser creada por Dios, antes del pecado, después de este sigue siendo algo bueno.

3) Una aproximación a la definición de la sexualidad

a) Al crear al hombre como varón y mujer, Dios quiso que el ser humano se expresase de dos modos distintos y complementarios, igualmente bellos y valiosos.

Pero, ¿por qué nos ha hecho diferentes? La procreación no puede ser la única razón. La sexualidad humana significa una clara disposición hacia el otro. Manifiesta que la plenitud humana reside precisamente en la relación, en el ser-para-el-otro. Impulsa al ser humano a salir de sí mismo, a buscar al otro y alegrarse en su presencia. Es como el sello del Dios del amor en la estructura misma de la naturaleza humana.

Aunque cada persona es querida por Dios «por sí misma» y llamada a una plenitud individual, no puede alcanzarla sino en comunión con otros. El ser humano está hecho para dar y recibir amor. De esto nos habla la condición sexual que tiene un inmenso valor en sí misma. Por tanto, el amor de pareja, el amor conyugal, sólo puede florecer en dos seres a la vez distintos y complementarios. Por ello, Dios ha unido el amor y la sexualidad en una íntima comunión. No pueden existir, para Dios, uno sin la otra o viceversa.

Ambos sexos están llamados por el mismo Dios a actuar y a vivir conjuntamente. Ésa es su vocación. Se puede incluso afirmar que Dios no ha creado simplemente al hombre varón y mujer para que engendren nuevos seres humanos, sino que, justo al revés, el ser humano tiene la capacidad de engendrar para perpetuar la imagen divina que él mismo refleja en su condición sexuada. El otro día me comentaba una persona que recordaba una frase de su madre, ya difunta, sobre el matrimonio: Decía que la relación matrimonial es vivir ya el paraíso en la tierra.

            b) Por otra parte, no podemos caer en la identificación de “sexualidad” y “genitalidad”. La sexualidad se expresa a través del cuerpo, el cual manifiesta el amor que viene de Dios y que conduce a Dios. No se ha de pensar exclusivamente en el gesto genital de las relaciones completas, sino también en todas aquellas expresiones afectuosas que se intercambian las personas y que poseen cierto tono sexual. El gesto, la mirada, la palabra, el tono, el abrazo y el beso son expresiones de los cinco sentidos del hombre; el elemento sexual no se manifiesta de modo exclusivo entre los esposos: también las actitudes del padre o de la madre respecto a sus hijos están codeterminadas por el sexo respectivo. Esto se aplica igualmente a las amistades entre personas de distinto sexo, a las que es ajena, sin embargo, cualquier expresión genital o una intención de aprovechamiento sexual o de vínculo erótico. El hombre expresa su personalidad en su condición corporal[1].

            La expresión sexual es tanto más sana y noble cuanto más supera la esfera física y sensible y, asumiéndola, se convierte en el auténtico testimonio del amor fiel. Ella profundiza y presupone la amistad humana personal y, según la doctrina de la Biblia, exige el pacto indisoluble de amor. La unión corporal está destinada a participar del diálogo total y de la comunidad vital. Al significado unitivo del amor sexual genital le es inherente otro trascendente: la unión conyugal significa apertura a la transmisión de la vida. La misma unión, si es auténtica, es creadora de valores espirituales y enriquece a los cónyuges de suerte que pueden extender su amor a los demás y, por ello, participa de la acción creadora de Dios trayendo nueva vida a este mundo. El amor conyugal transmite vida en el sentido corporal, pero también en educación a la plena estatura humana.


[1] Recuerdo que, en cierta ocasión, siendo yo formador del Seminario, y estando con un seminarista de unos 16 años y más alto que yo, le hice una broma y le pasé mi brazo por sus hombros como para pedirle disculpas. De repente, él puso su cabeza sobre mi hombro y se quedó muy pegado a mí. Este chico tenía una historia detrás de mucho sufrimiento familiar y estaba falto de cariño. Yo le abracé, porque comprendí que necesitaba ternura y contacto físico. Necesitaba el abrazo de alguien que lo quisiera y lo protegiera. Esto es un ejemplo de sexualidad no genital, es decir, de expresión corporal de cariño, simplemente de cariño.

1 comentario:

  1. Qué bien has expresado este tema tan importante de la Sexualidad, pater!. Gracias. Lo enviaré a mis nietos mayores de 13 y 11 años; hoy día los padres y abuelos tenemos que tomar la delantera en la educación de los niños y jóvenes, antes de que la tome ese entorno (incluida la Tv/móviles/internet/tablet/Tiktok) que no nos convence a muchos católicos y creyentes y que acabarán llevándoselos a su terreno. Es importante tener ideas claras que repercutirán luego en nuestra vida. Un abrazo

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