lunes, 30 de diciembre de 2019

Santa María, Madre de Dios (A)


1-1-2020                                 SANTA MARIA, MADRE DE DIOS (A)
                                               LA EDUCACION CRISTIANA (II)
Homilía en vídeo.  
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
            Seguimos con el mismo tema del domingo pasado, es decir, con los valores que deben de estar presentes en la educación que ha de existir en las familias. El primer valor al que aludí fue el del amor y el cariño. Continuamos…
            * Libertad y responsabilidad. Educar en libertad no puede separarse nunca de educar en responsabilidad. Libre no es aquel que siempre puede hacer lo que quiere, sino aquel que, sopesando las circunstancias y lo que desea alcanzar, opta por emprender un determinado camino, y procura ser fiel y constante con la decisión adoptada. Vivir en libertad y educar en libertad es difícil, pues implica -por ejemplo, por parte del hijo- una capacidad de escucha a lo que se le diga; también implica un decir, por parte de los padres, y permitir que los hijos se equivoquen. Uno de los frutos inmediatos de vivir en libertad es la adquisición de la responsabilidad, lo cual supone crecer como personas y asumir las consecuencias de los propios actos. Por tanto, a mí entender es una pésima educación “tapar los agujeros” que hacen los hijos, sin enseñarles a ver la gravedad de sus actos y las consecuencias de los mismos. Voy a poner un ejemplo de esto último. El ejemplo es parcial, pero puede ser ilustrativo de lo que trato de decir: un hijo, que tiene un trabajo más o menos estable y un sueldo suficiente, decide independizarse y vivir aparte de sus padres. Se va a vivir solo o con su pareja. Entiendo que este hijo no debería venir por casa de sus padres de modo sistemático para comer, o llevar la compra que le hace y le paga su madre, o para dejar la ropa sucia y llevársela limpia y planchada… Cuando uno toma una decisión libremente, ha de asumir las consecuencias y responsabilidades propias de su decisión, y de este modo podrá crecer como persona. 
            * Otro de los valores en que se ha de educar en la familia es en la laboriosidad. En la familia cada uno tiene sus propias tareas, adecuadas a la edad y a las circunstancias propias de cada miembro. No podemos educar ni permitir que haya vagos en nuestras familias. No podemos permitir que las tareas recaigan sobre una sola persona y los demás se dejen “servir”. En la casa cada uno ha de recoger sus propias cosas (zapatillas, libros, papeles, ropas…); cada uno ha de hacer su propia cama y habitación; cada uno ha de recoger sus propios platos, tazas y vasos una vez que ha terminado y posarlos en el fregadero y lavarlos; cada uno ha de hacer su propia tarea de estudiar, de atender el hogar, de llevar la administración económica…
* Hay que educar en la honestidad. Ser honrado con los de casa, pero también con los de fuera sin buscar el provecho personal por encima de cualquiera y a cualquier precio. Recuerdo que, cuando un niño de unos 11 años, cogió dos o tres cosas de un quiosco. En cuanto su padre lo supo, le cogió de la mano con aquellas cosas y le acompañó hasta el quiosco para que las devolviera. Nunca más se le ocurrió coger nada que no fuera suyo, que no se lo dieran, o que no lo comprara.
            * Otro valor es la servicialidad. Esto significa estar pendiente de los demás y de sus necesidades. Aprende uno esto cuando ve a sus padres que se vuelcan con los demás para ayudarles a atender a los niños, para acompañarlos al hospital, para hacerles la compra o la comida. En este sentido –perdonad que os cuente cosas que yo he vivido en mi casa- he visto cómo mi padre, después de venir reventado de trabajar, se iba a ayudar a construir una casa a un vecino (mi padre era albañil); he visto cómo mi madre, al ir al economato de la ENSIDESA, aprovechaba las ofertas y traía dichas ofertas para sí y para una vecina, y venía “cargada como una burra”. Por cierto, en el tiempo de Navidad una vez vio una oferta de cava, a 13 pts. la botella, y trajo para nosotros y para la vecina. Luego se extrañó del enorme coste al ir a pagar y revisando en casa el tique cayó en la cuenta que la oferta del cava no era de 13 pts., sino de 130 pts. Quiso mi madre ir a devolver las botellas: las que había comprado para nosotros y las que había comprado para la vecina, pero el marido de la vecina no la dejó. Dijo que nosotros también podíamos beber como los demás de ese cava.
            * Evitar la murmuración es otro valor que se ha de cultivar en la familia. Como dice un refrán indio, para comprender a una persona hay que andar con sus propias zapatillas, es decir, hay que estar en las mismas circunstancias que esa persona. Quizás, si nosotros pasáramos por lo mismo, lo haríamos igual o peor que esa persona. Es muy importante aprender a disculpar y a no “cebarnos” sobre los errores ni las desgracias de los demás.
            * En toda relación humana, y la familia lo es, existen siempre situaciones de fricción y de disputas. Si no perdonamos, es fácil que los problemas se enquisten y el resentimiento se adueñe de todos. Por ello, el perdón es un valor que hemos de practicar y que ha de ser enseñado en la familia. Conozco una persona que procura no herir en su casa, pero, cuando lo hace, pide humildemente perdón a todos, incluso a sus hijos más pequeños.
            * La familia ha de enseñar también a utilizar buenas palabras. No quiero decir simplemente con esto que se han de evitar las blasfemias y los tacos, sino incluso las voces y los gritos, las palabras hirientes o despectivas. Hace un tiempo en el tribunal eclesiástico decía una chica cómo su marido la hacía de menos y se mofaba de ella constantemente delante de los amigos e invitados y, por supuesto, delante de los hijos. Así los hijos, de corta edad, han perdido el respeto a su madre. Lo que no sabe el padre es que también se lo perderán a él…, en cuanto crezcan y le dejen de tener miedo. Con buenas palabras quiero decir el respeto y la amabilidad que ha de presidir la relación familiar. Recuerdo que un amigo mío decía que en su casa le enseñaron enseguida tres palabras: ‘gracias’, ‘perdón’ y ‘por favor’.
            * De igual modo en la familia se ha de educar a vivir en la austeridad. Pienso que no es nada bueno poseer tantas cosas como tenemos, ni para mayores ni para pequeños. Ya nos decía Jesús que “no sólo de pan vive el hombre…” Con esto se refería Jesús a las cosas materiales. Recuerdo que una vez habló conmigo un chico de unos 35 años con novia, con empleo fijo, con 1.800 € de ingresos mensuales, con un buen coche, con una moto de gran cilindrada, con un piso a su nombre, con vacaciones a sus espaldas en sitios paradisíacos…, pero no era feliz. Algo le faltaba.
            * Una familia ha de educar en el compartir y no aferrarse a lo de aquí. Sin ello vinimos a este mundo y sin ello nos marcharemos. Pienso ahora en las peleas familiares por herencias. No merece la pena. ¿No recordáis aquellas palabras de Jesús?: “Uno de la gente le dijo: ‘Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.’ Él le respondió: ‘¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?’ Y les dijo: ‘Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes’” (Lc. 12, 13ss).
            * Una familia ha de educar en los grandes valores de la fe en Dios y en su Santa Iglesia. Como me decía una madre un día: ‘será lo más grande que puedo dar a mis hijos y les valdrá para siempre y en todas las circunstancias de la vida.’ Todos los demás valores de los que he hablado antes son preparatorios para este valor, el valor de la fe y del amor a Dios y a su Iglesia.
            Esto es lo que pedimos al Señor, por intercesión de la Sagrada Familia y de María, la Madre de Dios. ¡Que así sea!

jueves, 26 de diciembre de 2019

Sagrada Familia (A)


29-12-2019                                        SAGRADA FAMILIA (A)
                                               LA EDUCACION CRISTIANA (I)
Homilía en vídeo
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
            - Hace unos años celebré la boda de unos amigos. Después de la celebración del sacramento estábamos los invitados en el aperitivo y se me acercó un matrimonio de mediana edad. Me preguntaron cosas de la homilía y me decían que había cosas, de las que yo había dicho, con las que no estaban de acuerdo. Se estableció un diálogo y en un determinado momento les pregunté: ‘Sabiendo lo que sabéis ahora, si pudierais volver  atrás, ¿os casaríais de nuevo entre vosotros?’ La mujer se quedó pensativa un momento y enseguida contestó que lo había pasado bastante mal en el matrimonio, pero que sí se casaría de nuevo con su marido. Luego ella y yo miramos para el hombre y este, de modo inmediato y firme, contestó que no se casaría en modo alguno. No se casaría ni con ella ni con ninguna mujer.
            En bastantes ocasiones hay matrimonios, o maridos y/o mujeres que afirman estar pesarosos de diversas cosas sucedidas en su matrimonio, o con la educación de sus hijos, o por haber tenido menos hijos o por haber tenido de más, etc.
            Sabiendo lo que sabéis ahora –os pregunto yo-, ¿os casaríais con vuestro marido o con vuestra mujer? ¿Por qué sí o por qué no? (Yo no necesito saberlo; os lo planteo para que reflexionéis y os contestéis vosotros mismos).
            Sabiendo lo que sabéis ahora, ¿os habríais comportado con vuestros cónyuges como lo hicisteis? ¿Diríais lo que dijisteis? ¿Callaríais lo que callasteis?
            Sabiendo lo que sabéis ahora, ¿os habríais casado u os habríais quedado solteros?
            Sabiendo lo que sabéis ahora, ¿tendríais más hijos o menos hijos?
            Sabiendo lo que sabéis ahora, ¿educaríais a vuestros hijos como lo habéis hecho? ¿Qué cosas cambiaríais?
            - Con esta última pregunta quiero entrar propiamente en el núcleo de la homilía de hoy, es decir, quiero hablaros de la educación que se da o que se debe dar en una familia cristiana y, desde mi punto de vista, en toda familia. Pero no se ha de entender la educación simplemente como aquella que dan los padres a los hijos, sino como aquella que viven, recrean y buscan todos los miembros que forman parte de la familia, padres incluidos. Para ello la Iglesia nos propone hoy que nos miremos en el espejo de la Sagrada Familia formada por S. José, por la Virgen María y por Jesús.
Llegados a este punto creo necesario decir una palabra sobre lo que se ha de entender por educación, pues, de otro modo, podemos hablar en los mismos términos, pero de cosas muy distintas. Entiendo por educación aquello que viene contenido en el Concilio Vaticano II, concretamente en el número 1 de la Declaración “Gravissimum educationis” y que recogió posteriormente el Código de Derecho Canónico en su canon 795: “Como la verdadera educación debe procurar la formación integral de la persona humana, en orden a su fin último y, simultáneamente, al bien común de la sociedad, los niños y los jóvenes han de ser educados de manera que puedan desarrollar armónicamente sus dotes físicas, morales e intelectuales, adquieran un sentido más perfecto de la responsabilidad y un uso recto de la libertad, y se preparen a participar activamente en la vida social”. Es muy importante que la educación sea integral, no solo en conocimientos académicos, sino también en el ámbito físico, en el moral y en el espiritual. En caso contrario, tendríamos monstruos que, sabiendo mucho o siendo muy fuertes o siendo muy espiritualistas, carecerían de los otros aspectos necesarios para el correcto crecimiento de toda la persona. Además, en esta definición de la doctrina de la Iglesia se destacan los fines de la educación en los hombres: 1) el bien común de toda la sociedad y 2) su objetivo último, o sea, la salvación o lo que es lo mismo la entrada en el Reino de Dios.
            Para aterrizar más este tema, pienso que es muy importante que los matrimonios y las familias eduquen en valores, pero valores que nos hagan crecer como personas, como ciudadanos y como cristianos o personas de fe. Pienso que nunca es tarde para empezar a vivirlos personalmente primero, y para comenzar a transmitirlos a los demás después.
            * El primer valor que reseñaría es el del cariño. El amor debe estar presente en toda familia, pues de otro modo la convivencia se convierte en un infierno o aquella casa es simplemente ‘la pensión del peine’. El amor debe de ser del esposo hacia la esposa y de esta hacia aquel. El amor debe de ser de los padres hacia los hijos y de estos hacia aquellos. El amor debe de ser entre los hermanos y demás familiares. Recuerdo que hace unos años una maestra de Oviedo, que ejercía en una escuela de la zona de La Tenderina, pidió a sus alumnos, de unos 8 años, que hicieran un dibujo sobre las primeras palabras que oían al despertarse. Uno de ellos se dibujó a sí mismo en la cama y a su madre entrando en la habitación para despertarlo mientras ella le decía: “O te levantas o de doy una os…” Cuando la maestra enseñó el dibujo a la madre, esta se puso todo colorada. Signo de que debía de ser cierto.
A continuación voy a leeros una bonita historia que me vino por Internet y que refleja perfectamente lo que quiero decir en este punto: “En una junta de padres de familia de cierta escuela, la directora resaltaba el apoyo que los padres deben darle a los hijos. También pedía que se hicieran presentes el máximo de tiempo posible. Ella entendía que, aunque la mayoría de los padres y madres de aquella comunidad fueran trabajadores, deberían encontrar un poco de tiempo para dedicar y entender a los niños. Sin embargo, la directora se sorprendió cuando uno de los padres se levantó y explicó, en forma humilde, que él no tenía tiempo de hablar con su hijo durante la semana. Cuando salía para trabajar era muy temprano y su hijo todavía estaba durmiendo. Cuando regresaba del trabajo era muy tarde y el niño ya no estaba despierto. Explicó, además, que tenía que trabajar de esa forma para proveer el sustento de la familia. Dijo también que el no tener tiempo para su hijo lo angustiaba mucho e intentaba redimirse yendo a besarlo todas las noches cuando llegaba a su casa y, para que su hijo supiera de su presencia; él hacía un nudo en la punta de la sabana que lo cubría. Eso sucedía religiosamente todas las noches cuando iba a besarlo. Cuando el hijo despertaba y veía el nudo, sabía, a través de él, que su papá había estado allí y lo había besado. El nudo era el medio de comunicación entre ellos. La directora se emocionó con aquella singular historia y se sorprendió aún más cuando constató que el hijo de ese padre era uno de los mejores alumnos de la escuela. El hecho nos hace reflexionar sobre las muchas formas en que las personas pueden hacerse presentes y comunicarse entre sí. Aquel padre encontró su forma, que era simple pero eficiente. Y lo más importante es que su hijo percibía, a través del nudo afectivo, lo que su papá le estaba diciendo. Algunas veces nos preocupamos tanto con la forma de decir las cosas que nos olvidamos de lo principal, que es la comunicación a través del sentimiento. Simples detalles como un beso y un nudo en la punta de una sábana, significaban, para aquel hijo, muchísimo más que regalos o disculpas vacías”.  
            El próximo miércoles, día 1 de enero, continuaré diciendo más valores en los que se debe de basar la educación familiar.

martes, 24 de diciembre de 2019

Aviso

Sabéis que hace tiempo se podía hacer comentarios en el blog, pero (desconozco la razón) ahora ya no deja. Sin embargo, he descubierto que en el vídeo de Youtube sí que deja hacer comentarios.
Es solo una información.
Un abrazo y Santa Navidad.


                Andrés Pérez

lunes, 23 de diciembre de 2019

Navidad (A)


25-12-2019                                        NAVIDAD (A)
Homilía en vídeo
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
            Una año más celebramos el nacimiento del Hijo de Dios, del Niño Jesús. Ésta es una historia tan antigua y, sin embargo, una historia nueva y real para tantas personas hoy día.
Voy a fijarme en la homilía en dos frases del evangelio y hacer un pequeño comentario de ellas:
            - Navidad es ser poseído por la luz de Dios. “La Palabra (Jesús) era la luz verdadera”. En diversos pasajes de la Biblia se define y se describe la presencia de Dios como algo luminoso frente a la oscuridad de la lejanía de Dios. Dios es realmente la fuente de la luz; así, podemos asegurar que la luz verdadera procede únicamente de Jesús, pero, sobre todo, el evangelio nos dice que es Jesús mismo esa luz verdadera.
Sí, necesitamos la luz de Jesús para ser capaces de ver y reconocer a Dios a nuestro alrededor y en nuestro interior. Cuando un hombre dice que no cree en Dios, que no ve a Dios, de lo que está hablando no es de la existencia o no de Dios, sino de su propia ceguera por no verlo.
Necesitamos la luz de Jesús para que nos alumbre y nos haga ver las cosas tal y como son, por ejemplo, que los otros no son tan perversos ni nosotros tan buenos. Decía Fr. Luis de Granada que los hombres tenemos un corazón de siervo para con Dios, un corazón de juez para el hermano y un corazón de madre para nosotros mismos. Si Jesús nos da su luz, entonces cambiaremos esta visión y tendremos un corazón de hijo para con Dios, un corazón de madre para el hermano y un corazón de juez para con nosotros.
            - Navidad es la cercanía de Dios con el hombre, sobre todo con el que sufre. Y Jesús “se hizo carne y acampó entre nosotros”, dice el evangelio de hoy. ¿Qué significa que el Hijo de Dios haya tomado nuestra propia carne y se quede con nosotros para siempre? Porque esto es lo que representa la Navidad realmente. Después de la caída del régimen comunista en la URSS, dos americanos fueron invitados en 1994 por el Ministerio de Educación de Rusia para enseñar en algunos lugares principios de moral y ética, pero que estuvieran basados en principios bíblicos. Uno de los lugares a donde acudieron los americanos aquellos fue a un orfanato con casi 100 niños, que habían sido abandonados por sus padres y estaban bajo la tutela del Estado. Cuando estos dos americanos fueron a este orfanato estaba ya cerca la fiesta de la Navidad y les contaron a los niños la historia del nacimiento de Jesús: Les contaron que María y José llegaron a Belén, que no encontraron lugar en las posadas, que por ello tuvieron que irse a un establo, en donde finalmente nació el niño Jesús y fue puesto en un montón de pajas por su madre, que poco después unos pastores trajeron regalos para el niño y también hicieron lo mismo unos magos venidos de oriente. A lo largo de la historia, los niños y los empleados del orfanato no podían contener su asombro. Algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra. Una vez terminada la narración los americanos plantearon a los niños la idea de hacer entre todos un “belén” con trapos, cartones, papeles…, y todo el mundo se puso a ello. Mientras los huérfanos estaban atareados armando todo aquello, paseaba uno de los americanos por entre los niños hasta que llegó a Misha, que tenía unos seis años y que había puesto en el establo dos niños. El americano llamó al intérprete para que preguntara a Misha por qué había puesto dos bebés, si en la narración se hablaba de un solo bebé. Entonces Misha repitió toda la historia del nacimiento de Jesús, pero, cuando llegó a la parte en donde María colocaba a su hijo en la cuna, Misha inventó su propio final, y dijo así: “Y cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni papá y que no tenía un lugar para estar. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con él. Le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso pensé qué cosa tenía que pudiese darle a él como regalo; y se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor. Por eso le pregunté a Jesús: ‘Si te doy calor, ¿ése sería un buen regalo para ti?’ Y Jesús me dijo: ‘Si me das calor, ése sería el mejor regalo que jamás haya recibido’. Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre”. Cuando el pequeño Misha terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas empapando sus mejillas; se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. El pequeño huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de él. ¡Alguien que estaría con él para siempre!
            Misha entendió lo que significa realmente la Navidad: el nacimiento de Jesús, el cual se pone siempre al lado de los niños abandonados por sus padres; el nacimiento de Jesús, el cual acepta consigo a los parados, a los desahuciados de sus pisos embargados; el nacimiento de Jesús, el cual se queda con tres niños menores (de 10 años el mayor) que están sufriendo mucho, porque sus padres, que trabajan los dos y que tienen buenos sueldos, que tienen dos casas y que tienen dos coches…, se están separando ahora mismo y cada uno tira de los hijos para sí; el nacimiento de Jesús…
¡Nos ha nacido el Salvador! ¡Aleluya! ¡Santa Navidad!