miércoles, 27 de junio de 2018

Domingo XIII del Tiempo Ordinario (B)


1-7-2018                     DOMINGO XIII TIEMPO ORDINARIO (B)
            Quiero comentar unas de las últimas palabras de Jesús en el evangelio de hoy: “Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate)”.
            Hace pocos días fui a llevar la Comunión a una persona anciana. Siempre que la había visitado tenía la mente muy despejada y mucho ánimo. Sin embargo, ese día, a pesar de seguir con la cabeza bastante despejada, estaba muy alicaída y con pérdida de fuerzas para todo. ¿Qué es lo que siente y experimenta un enfermo (con cualquier tipo de enfermedad)? ¿Qué es lo que pudo haber sentido aquella niña, de unos 12 años de edad, cuando veía que la vida se le escapaba por entre los dedos? ¿Qué es lo que siente cualquier persona cuando experimenta que ha perdido su trabajo, su empresa, su casa, su familia, su fama…?
            Sí, en tantas ocasiones nosotros somos como Jairo, ese padre al que se le está muriendo su hija. En tantas ocasiones nosotros somos como esa niña que, teniendo toda una vida por delante, nos aplastan la enfermedad o los problemas y no nos dejan vivir ni disfrutar de la vida. En tantas ocasiones nosotros somos como cualquier persona en el mundo que tienen decenas de problemas y que no vemos ningún tipo de salida. Por eso, esa niña moribunda y postrada en la cama… somos nosotros; ese padre, Jairo, destrozado… somos nosotros. Entonces, clamamos y pedimos ayuda a Dios, y Dios se acerca a nosotros y nos dice: “Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate)”.
            ¿Qué significa ‘Talitha qumi’ para nosotros? Significa, no simplemente que nos desaparezcan todos los problemas con un chasquido de dedos, sino que significa que veamos (que Dios nos haga ver) la vida de otra manera, como aquel anciano que decía que sólo se había quejado una vez en toda su vida: Cuando era muy joven e iba con los pies descalzos y no tenía dinero para comprar zapatos. Entonces vio un hombre feliz que no tenía pies. Y nunca volvió a quejarse. Sí, Jesús nos dice que no nos andemos quejando por lo que nos falta y no valoremos lo que ya tenemos. LA VIDA NO ES ESTO O AQUELLO, SINO CÓMO NOS SITUAMOS ANTE ESTO O AQUELLO. Dios nos dice: ‘Contigo hablo: ¡¡¡Levántate y mira a tu alrededor!!! Mira tu cuerpo, mira tus ojos, tus pies, tus riñones que funcionan perfectamente, tu piel tapada para el frío o tu estómago que puede alimentarse, tu cama para descansar, tu mejilla besada, tu alma llena del amor de Dios… Sí, levántate y no te hundas porque las cosas no te salen como quieres o como te dicen que tienen que salir. Mira la vida de otra manera’. Como dice aquel sabio dicho: las cosas tienen la importancia que tienen, pero sobre todo tienen la importancia que les demos.
            Hace muchos años la Peste se dirigía a Damasco y pasó velozmente junto a la tienda del jefe de una caravana del desierto. Éste le preguntó: ‘¿A dónde vas con tanta prisa?’ ‘A Damasco, a cobrarme un millar de vidas’. De regreso de Damasco la Peste encontró de nuevo al jefe de la caravana y éste le dijo: ‘¡Ya sé que te cobraste 50.000 vidas y no mil como habías dicho!’ ‘No, yo sólo me he cobrado mil vidas. El resto se los ha llevado el Miedo’, respondió la Peste. Sí, nos dice Dios: ‘Talitha qumi’. Levántate, no tengas miedo. No estés lleno de complejos, de temores al qué dirán, al qué pensarán, al se van a reír, a qué me pasará… Jesús te levanta de tu postración, de tu cama, de tu habitación-refugio, de tu egoísmo, de tu ira, de tu mediocridad, de tu mal pensar siempre de los demás, del destino…
Dos ángeles que viajaban pararon a pasar la noche en el hogar de una familia rica. La familia era grosera y rechazó la estancia de los ángeles en el cuarto de huéspedes de la mansión. En su lugar los huéspedes fueron hospedados en un espacio frío del sótano. Hicieron su cama en el suelo puro; entonces, el ángel más viejo vio un agujero en la pared y lo reparó.  Cuando el ángel más joven le preguntó por qué lo hizo, el ángel viejo le contestó: “Las cosas no son siempre lo que parecen”.
La noche siguiente, los ángeles se hospedaron en un hogar muy pobre, pero el granjero y su esposa eran muy hospitalarios. Después de compartir el poco alimento que tenían, los esposos dejaron dormir a los ángeles en la cama de ellos para que estuvieran cómodos el resto de la noche. Cuando el sol salió a la mañana siguiente los ángeles encontraron al granjero y a su esposa llorando desconsolados: su única vaca, de la cual obtenían dinero por su leche, estaba muerta en el campo.
El ángel joven se enfureció y le preguntó al ángel viejo por qué permitió que esto sucediera. “El primer hombre tenía todo y le ayudaste tapando el hueco de su pared; la segunda familia tenía muy poco y estaban dispuestos a compartir todo y dejaste morir a su única vaca”. “Las cosas no siempre son lo que aparentan”, le contestó el viejo ángel. “Cuando permanecíamos en el sótano de la mansión, noté que había oro en ese agujero de la pared. Puesto que el propietario era tan avaro y poco dispuesto a compartir su buena fortuna, sellé la pared para que él jamás lo encuentre. Sin embargo, ayer en la noche cuando nos dormimos en la cama de los granjeros, el ángel de la muerte vino por su esposa. Y le di la vaca en lugar de ella”.
Efectivamente, “las cosas no son siempre lo que parecen”. Esto es a veces exactamente lo que sucede cuando las cosas no resultan de la manera que esperamos. Si tienes fe, necesitas confiar en ese resultado y ésta será tu única ventaja. Puede ser que no lo sepas hasta tiempo más adelante.
Piensa esto: Si te es difícil conseguir dormir esta noche,  recuerda a la familia sin hogar que no tiene ni una cama para dormir.
            Si tienes un mal día en el trabajo, piensa en el hombre que lleva tres meses buscando trabajo.
Si te desesperas por lo mal que te ha ido con tu cónyuge, piensa en la persona que nunca ha conocido el amor.
Si te afliges porque se acabó ya el fin de semana, piensa en la persona que está trabajando doce horas al día, siete días a la semana por 50 euros semanales para alimentar a su familia.
Si tu coche te deja tirado a unos kilómetros de la ciudad, piensa en el paralítico que amaría la oportunidad de darse esa caminata.
Si notas un pelo gris nuevo en el espejo, piensa en el paciente con cáncer que desea tener pelo.
Si te encuentras perdido en tu vida y preguntándote cuál es tu propósito, sé agradecido. Hay gente que no vivió lo suficiente para conseguir esa oportunidad.
Pensar de esta manera es ‘Talitha qumi’. Es levantarse, que no te aplaste el mal humor, el mal pensar, el pecado, la desidia, la desgana, los múltiples fracasos de tu vida, la falta de fe, la poca fe, el ambiente hostil a tu alrededor... Sí, Dios nos dice a todos y a cada uno de nosotros en el día de hoy y cada día de nuestra existencia: ‘Contigo hablo, levántate’ ‘Talitha qumi’.