19-11-23 DOMINGO
XXXIII TIEMPO ORDINARIO (A)
Prov. 31, 10-13.19-20;Slm. 127; 1 Tes. 5, 1-6; Mt. 25, 14-30
Homilía de vídeo.
Homilía en audio.
Queridos hermanos:
Michel Quoist, sacerdote francés,
que murió en 1997 compuso este escrito que leeré a continuación. Pienso que
este escrito suyo hace referencia y explica muy bien la parábola de los
talentos de la que nos habla Jesús en el evangelio de hoy. El escrito de Michel
se titula: “Todos somos necesarios”.
“Si
la nota dijese: una nota no hace melodía... no habría sinfonía.
Si
la palabra dijese: una palabra no puede hacer una página... no habría libro.
Si
la piedra dijese: una piedra no puede levantar una pared... no habría casa.
Si
la gota de agua dijese: una gota de agua no puede formar un río... no habría
océano.
Si
el grano de trigo dijese: un grano no puede sembrar un campo... no habría
cosecha.
Si
el hombre dijese: un gesto de amor no puede salvar a la humanidad... nunca habría
justicia, ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra de los hombres.
Si
María dijese: una mujer pobre y virgen no puede ser madre... no habría
salvación.
Como
la sinfonía necesita de cada nota, como el libro necesita de cada palabra, como
la casa necesita de cada piedra, como el océano necesita de cada gota de agua,
como la cosecha necesita de cada grano de trigo... la humanidad entera necesita
de ti, allí donde estés, único y por tanto irremplazable”.
Ya en el año 2014 os expliqué
algunas cosas de esta parábola y de cómo hemos de poner a fructificar nuestros
talentos: 1) No podemos esconderlos; 2) tampoco podemos ponerlos a producir en
provecho propio; 3) tenemos que usar esos talentos en servicio de los demás.
Todo esto está muy bien y es totalmente
necesario. Sin embargo, el escrito de Michel Quoist, que acabamos de escuchar,
nos abre un nuevo horizonte.
En efecto, los talentos que Dios nos
ha dado no podemos esconderlos, no podemos dejarlos improductivos, no podemos
usarlos en provecho propio. NO. Tenemos que ponerlos en acción, a producir y
que sus frutos aprovechen a los demás. Sin embargo, lo que también se nos dice
en la parábola y en el escrito Michel Quoist es que un talento es más eficaz cuando actúa de la mano de otro talento, que una
persona es más eficaz si actúa de la mano de otra persona. Y, si esa persona da
la mano, no solamente a otro, sino a varios más, la eficacia se irá
multiplicando. Así, una gota de agua no calma la sed, pero varias gotas de agua
pueden llenar un vaso y la calmar la sed de un sediento.
En
definitiva, hoy se nos llama a actuar, pero no individualistamente, sino en
comunión y en asociación con otras personas. Una gaita suena bien, una
gaita y un tambor suenan mejor. Sin embargo, una sola gaita y un solo tambor no
forman una banda, pero varias gaitas y varios tambores juntos sí que forman una
banda y suenan muy bien. No tengamos
miedo de compartir los talentos que Dios nos ha dado, de unirlos a otras
personas con los mismos o diferentes talentos. Así es como funciona mejor
una familia, un pueblo, una comunidad de vecinos, una región, una nación, el
planeta entero, una parroquia, una diócesis, la Iglesia entera.
Cuando preparaba esta homilía me
acordé de un cuento (creo que algunos ya lo conocéis) que ilustra muy bien
estas ideas que estoy exponiendo aquí. Ahí va el cuento:
“Esta
es una historia que se cuenta en Mozambique. Se dice que en ese lugar, hace
muchos años, vivía un sabio que, para completar su sabiduría quiso conocer el infierno,
regresar y pasar después por el cielo, para luego poder volver a la tierra y
contar lo que había visto. Efectivamente, el sabio llega al infierno, comienza
a caminar por el lugar, observando un hermoso paisaje, siguiendo un camino, ve
a lo lejos un palacio que ningún ojo humano había visto, y que ningún artista
hubiese pintado. El asombro del sabio era muy grande: ‘¿Cómo el infierno puede
ser tan hermoso?’, se preguntaba. A su paso la gente que habitaba el lugar
caminaba silenciosa, no hablaba, no se sonreía, no se saludaba, sus cuerpos en
exceso delgados con vientres grandes producto de la desnutrición. Llegando al
enorme portal del palacio, escucha el estridente sonar de campanas, las enormes
puertas se abren, toda la gente del lugar comienza a ingresar al palacio y el
sabio hace lo mismo. Su asombro ahora era total, al observar enormes mesas
tendidas con los manjares más exquisitos que podamos imaginar, no comprendía: ‘¿Por
qué tiene hambre esta gente?’ Observando atentamente, ve que los comensales
toman hermosos tenedores de plata con incrustaciones de piedras preciosas, pero
estos tenedores medían más de dos metros. Inútiles eran los esfuerzos de esa
gente para llevarse la comida a la boca, los tenedores eran demasiado largos.
Después de algún tiempo transcurrido, nuevamente suenan las campanas, todos
comienzan a abandonar el lugar, con más hambre y mayor tristeza que la que antes
traían. El sabio comprendió: ‘Esto sí es el infierno, tener los manjares más
exquisitos frente a sus ojos y no poder comer y morir de hambre, es realmente
el peor castigo’.
Sigue
su viaje y llega al cielo, el desconcierto abruma al sabio al encontrar el
mismo paisaje, el mismo camino, el mismo palacio, pero allí la gente era
diferente: ésta sonreía, se saludaba y conversaba. Las mismas campanadas se
hacían oír. Todos ingresaban al palacio, las mismas mesas tendidas con los
mismos manjares. Aquí el sabio ya nada comprendía al ver los mismos tenedores
largos de dos metros. El sabio se preguntaba entonces qué diferencia habría
entre el cielo y el infierno. Al hacerse esa pregunta, la gente le dio la
respuesta, cuando vio que cada comensal tomaba su tenedor y alimentaba a quien
tenía en frente de él”.
Por lo tanto, nunca los talentos de
Dios son más divinos que cuando se comparten y se entregan a favor de los
demás. ¿Qué aprendimos en el día de hoy?
- Que todas las cosas buenas y
capacidades que tenemos los hombres vienen de Dios.
- Que somos muy pequeños y que
podemos muy poco, pero que unidos con otro y con otros sí que podemos componer
una sinfonía, llenar un río y un océano, sembrar un campo de trigo, hacer una
casa…, y transformar este mundo en un mundo un poco mejor.
- Que podemos hacer todas estas
cosas, no sólo porque estamos unidos a más personas, sino porque estamos unidos
a Dios.