miércoles, 29 de noviembre de 2023

Domingo I de Adviento (B)

3-12-2023                              DOMINGO I DE ADVIENTO (B)

Is. 63, 16b-17; 64, 1.3b-8; Slm. 79; 1ª Co. 1, 3-9;Mc. 13, 33-37

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Queridos hermanos:

            Iniciamos hoy el año litúrgico nuevo. En este tiempo leeremos, los domingos, preferentemente el evangelio de San Marcos. Asimismo, en el día de hoy iniciamos el tiempo de Adviento como preparación para el nacimiento del Hijo de Dios: Jesús.

            - En estos días, a diversas personas que se vienen a confesar, les pongo de penitencia que, durante el tiempo de Adviento, ‘preparen la cuna’ para el Niño Jesús que está a punto de nacer entre nosotros. Con gran sorpresa mía, acabo de encontrar este cuento, que se titula así: “Pesebre de amor”.

“Hace tiempo que un viajero en una de sus vueltas por el mundo, llegó a una tierra, le llamó la atención la belleza de sus arroyos que cruzaban los campos, y los sembrados. Habiendo caminado ya un rato, se encontró con la casas del pueblo, sencillas, coloridas y con puertas abiertas de par en par. De repente, tres niños, hermanitos, salieron a recibirlo y lo invitaron a pasar a una de las casas; los padres de los niños invitaron al viajero a quedarse con ellos unos días. El viajero aprendió muchas cosas, por ejemplo a hornear el pan, trabajar la tierra, ordeñar las vacas, pero había una de la cual no podía descubrir el significado. Cada día y algunos días en varias ocasiones el papá, la mamá y los hermanos se acercaban a una mesita donde habían colocado las figuras de María y José, un burrito marrón y una vaca. Despacito dejaban una pajita entre María y José. Con el correr de los días el colchoncito de pajitas iba aumentando y se hacía más mullido.

Cuando le llegó al viajero el momento de partir, la familia le entregó un pan calentito y frutas para el camino, lo abrazaron y lo despidieron. Ya se iba, cuando dándose vuelta, les dijo:

-Una cosa quisiera llevarme de este hermoso momento.

-Por supuesto le contestaron. ¿Qué más podemos darte para el camino?

Y el viajero entonces preguntó: -¿Por qué iban dejando esas pajitas a los pies de María y José?

Ellos sonrieron y el niño más pequeño respondió: -Cada vez que hacemos algo con amor, buscamos una pajita y la llevamos al pesebre. Y así vamos preparando para que cuando llegue el niño Jesús, María tenga un lugar para recostarlo. Si amamos poco, el colchón va a ser un colchón delgado y por lo mismo frío. Pero si amamos mucho, Jesús va a estar más cómodo y calentito.

El viajero parecía comprenderlo todo. Sintió ganas de quedarse con esa familia hasta la Nochebuena, pero una voz dentro de sí lo invitó a llevar por otros pueblos lo que había conocido tanto de nuevas labores, como de los corazones sencillos tan llenos de amor, como los de esa familia”.

- Este cuento y la penitencia que estoy poniendo en estos días vienen a corroborar lo que nos dice Jesús en el evangelio de hoy: Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!. Jesús nos anima estar siempre en vigilancia, pues Jesús viene y pasa continuamente a nuestro lado. Esto lo entendemos muy bien en el ámbito humano. La semana pasada fueron las ofertas del ‘Black Friday’. Mucha gente estuvo pendiente de buscar un chollo, un ‘ofertón’. Mucha gente pateó calles y comercios. Mucha gente estuvo pendiente de buscar horas y horas por Internet algo para comprar. Esa vigilancia que sabemos hacer tan bien en las cosas materiales, en las cosas de este mundo es, al menos, la misma que debemos poner para las cosas de Dios y de Jesús. La familia del cuento sabía hacerlo muy bien: no es que estuviera pendiente de llevar pajas al portal de Belén. No. De lo que estaba pendiente era de hacer obras de amor, que luego eran significadas por esas pajitas en la cuna del Niño Jesús. Esto mismo es lo que trataba de explicar en la penitencia de las confesiones: “Durante este tiempo de Adviento procura realizar obras buenas, obras llenas de amor a Dios y a los demás. Así, cuando llegue el 24 por la noche, el Niño Jesús tendrá la cuna preparada para recostarse en tu espíritu y entonces será realmente Navidad y nacimiento de Dios en ti”.

Lo contrario de la vigilancia es la pereza, la desidia, la apatía, el abandono. No caigamos en estos errores. Es muy triste que pongamos más empeño en buscar y recibir las cosas materiales que en buscar y recibir a Dios mismo en la persona del Niño Jesús.

- ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!, dice el profeta Isaías en la primera lectura. Para mí aquí está el problema más importante que tenemos los cristianos de Asturias y de España en este año (y en otros): el problema más grande es que no deseamos ni vemos la necesidad de que Jesús y Dios mismo bajen de los cielos para estar con nosotros, para salvarnos. Sólo quienes tienen necesidad urgente de Dios suplicarán con todas sus fuerzas las palabras mágicas de este Adviento y de todos los Advientos[1]: ¡¡¡Ven, Señor Jesús!!! Así lo repetimos año tras año y lo cantamos en todos los cantos del tiempo de Adviento (lo digo cantando): ♫ ‘Ven, ven, Señor no tardes…’; ‘ven Salvador, ven sin tardar…’; ‘el pueblo gime de dolor, ven y sálvanos…’; ‘esperando, esperamos Señor tu venida…’

Por eso, creo que es muy importante, no sólo que le pidamos a Jesús que venga a nosotros, sino también que nos haga desear ardientemente su venida entre nosotros. Sabemos que el profeta Isaías la deseaba con todas sus fuerzas. Por eso gritaba: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!

- Finalizo con estas tres suplicas a Dios:

1) Señor, enséñanos a preparar tu cuna durante este tiempo de Adviento para el nacimiento de tu Hijo.

2) Señor, que estemos vigilantes en este Adviento y no seamos perezosos ni descuidados. Que, con pequeños actos de amor hacia Ti y hacia los demás, llenemos la cuna de tu Hijo de pajitas para que esa cuna esté bien mullida.

3) Señor, haznos desear, como el profeta Isaías, que tu Hijo Jesús venga en medio de nosotros. Lo necesitamos, aunque no lo sepamos ni nos demos cuenta.


[1] Me acuerdo ahora de un escrito de un pastor protestante: Martin Niemöller (1892-1984).

“Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó.

Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó.

Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó.

Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.

Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó.

Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde”.

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