jueves, 29 de diciembre de 2022

Santa María, Madre de Dios (A)

1-1-2023                                SANTA MARIA, MADRE DE DIOS (A)

Núm. 6, 22-27; Slm. 66; Gal. 4, 4-7; Lc. 2, 16-21

Homilía en vídeo.

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            El Papa Pablo VI quiso dedicar este primer día del año a la paz. Se nos pide a los cristianos (y a todos los hombres de buena voluntad) que trabajemos por la paz. ¿Qué es eso, cómo es eso? ¿Podemos nosotros luchar por la paz?

            Voy a contaros cómo unas misioneras luchan por la paz allá donde están. Supe de esta historia por una felicitación navideña que me llegó hace un tiempo y en la que decía Sor Alegría (Julita) esto: “La historia empezó hacia el mes de marzo de este año (2016). Un atardecer se presenta en casa M. Claire; es una persona que viene mucho por aquí; un poco desequilibrada mental, pero muy amena. Me dice muy seria: ‘Tenéis que ayudar a una mujer que nadie conoce, no puede hablar y duerme fuera entre las zarzas’. La escucho sin darle toda la importancia que parece tener el caso. De todos modos le digo que, al salir de Misa, iremos a ver la mujer que necesita ayuda. Y el milagro empieza ya… Por casualidad ese día asistió a la Misa una persona que trabaja mucho con los pobres y enfermos (tiene una ONG) y le cuento la historia de M. Claire. Nos fuimos los tres y la mujer allí estaba, bastante cerca de la iglesia, apoyada en la fachada de una casa al borde de la carretera, una mujer de unos 30 años, muy delgada, con mal aspecto; comía de lo que le daba la gente y no decía ni una palabra. Siempre de pie o agachada y siempre en el mismo sitio. El equipo de Cáritas lleva a la mujer a sus locales para ver si hay manera de saber un poco más de ella. El diálogo fue inútil. La mujer no habla; solo hace algunas señas que nadie comprende. Una Hermana sigue acercándose a ella asegurándose de que se alimente y que no esté enferma.  Se decide llevarla a hospital y consultar un médico. Este le dice que no puede hacer nada si la enferma no está acompañada y se asegura que tome su tratamiento. Entonces decidimos recurrir a otra comunidad religiosa que trabaja con deficientes mentales. Las monjas aceptan acogerla y cuidarla, y es allí donde se decide que se llamará MARIA. 

María es buena enferma: toma su medicación, se alimenta normalmente y hasta presta pequeños servicios en la casa. Mejora físicamente, se vuelve sociable, pero… no habla. Pasados dos o tres meses llega el tiempo de las vacaciones. El centro que acoge María cierra por un tiempo y, ¿qué hacer de María? La cadena solidaria sigue funcionando, otra comunidad de monjas que trabajan con minusválidos aceptan acogerla. Para nuestra María no hay problema; se adapta a su nueva residencia, sigue su tratamiento; su aspecto físico no cesa de mejorar y sigue ayudando en lo que puede. María asiste a Misa todos los días con las Monjas y los otros residentes. Todo su aspecto exterior parece normal, pero no habla. Un día el sacerdote que celebra la Misa le dice: ‘cuando recibes la comunión tienes que decir AMEN’. Al día siguiente María recibe la comunión y dice: ‘AMEN’. A partir de ese momento María rompió a hablar como si nunca hubiera cesado hacerlo. A partir de ahí también vamos de sorpresa en sorpresa porque, además, supo revelar toda su identidad.

María es su verdadero nombre, tiene tres hijos, sus padres viven los dos y lo más fuerte de todo es que María ¡hacía diez 10 años que no hablaba! Se sabe que sufrió malos tratos domésticos y que posiblemente estos malos tratos le provocaran tal trauma que dejó de hablar. Esto hizo que en el pueblo empezaran a decir que tenía poderes extraños. Empezaron a darla de lado y no podía ni estar con la gente. Estaba considerada como una persona negativa. Algo muy grave tubo que sucederle para que cayera en ese silencio profundo.

María supo llevar a un chofer y dos monjas hasta su casa. El encuentro con sus padres y sus hijos fue de la más emocionante. Su padre no dejaba de orar y dar gracias por haber encontrado a su hija, ya que no sabían de su paradero. Lo demás ya se puede imaginar que todo fue alegría.

Al día de hoy María aún está con tratamiento y sigue en la residencia de las monjas. No parece la misma persona que encontramos en el mes de marzo. Ha cogido peso, trabaja ayudando en la residencia, tiene muy buen aspecto y está feliz, pero su familia la reclama y es muy natural que regrese con los suyos.

Toda una cadena de pequeños gestos de solidaridad  que puede hacer milagros.

                   Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo”.

            Ahora os cuento otro pequeño milagro de la paz y de la lucha por ella: Hace unos años estuve en un Cursillo de Cristiandad con varias personas en Oviedo. Allí conocí a Michel, un joven senegalés de unos 20 años. No tiene padres, y vive con un abuelo en un poblado sin luz eléctrica. Tiene una enfermedad en la piel, que se agrava con el sol y el clima seco de la zona en donde vive en África. Estaba en España, porque una ONG le trajo a Gijón para tratarlo médicamente. Michel tenía una hermana mayor, muy inteligente y con capacidad de estudio, pero su hermana no pudo estudiar por falta de medios. Michel quería empezar una carrera en su país. Para llegar desde su pueblo a donde está la universidad tiene que viajar durante dos días[1]. Michel tiene todo o casi todo para renegar de Dios: no tiene padres (se los mataron con él era pequeño), está enfermo en la piel y no puede trabajar allí cazando o pescando o en el campo, porque le salen enseguida manchas en la piel[2], no puede estudiar por falta de medios económicos… Sin embargo, no echa para nada la culpa a Dios de todo lo que le pasa; tiene una gran fe. Ahora, gracias o por causa de su enfermedad, ha podido venir a España y está estudiando una carrera de lengua y literatura española, gracias a la generosidad de personas que le ayudan aquí, a fin de poder regresar a su país y dar clase allí. Recemos por él.

            Estos casos son dos pequeños ejemplos de cómo Dios actúa, a través de la caridad-amor y la solidaridad de otras personas para construir una sociedad más llena de paz. Esta es nuestra tarea: se constructores de paz. No en África, no en América, no en Guadalajara. No en Llanes o Cudillero, sino aquí en donde estamos y vivimos, y con las personas que tenemos a nuestro alrededor.

La primera lectura nos dice una bendición preciosa, que gustaba y usaba mucho san Francisco de Así: “Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz”. Sí, que el Señor nos conceda su paz, bien directamente, bien a través de otras personas que son constructores de paz en el mundo.


[1] Para llegar desde su pueblo al más cercano en el que hay electricidad e Internet ‘solo’ tiene que caminar 15 Km.

[2] Me dijo que, cuando hace sol, tiene que quedar dentro de la choza o debajo de un árbol. Si hace mucho calor y se quita la ropa, no puede darle el sol, pues se llena enseguida de manchas en el cuerpo y le pica por todos lados. He visto restos de esas manchas por su cuerpo, y eso que aquí no le afectaban tanto como en su país y estaba medicado.

jueves, 22 de diciembre de 2022

Navidad (A)

25-12-2022                                        NAVIDAD (A)

Is. 52, 7-10; Slm. 97; Hb. 1, 1-6; Jn. 1, 1-18

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            En alguna ocasión he escuchado a una señora de la cuenca minera esta historia personal (no sé si la contaré bien): Cuando ella era muy pequeña recuerda perfectamente cómo su madrina llegaba el día del domingo de Ramos y le traía siempre una tarta. Ella esperaba con ilusión este dulce. Entonces vivía en una aldea remota y era una época en que se tenía lo justo. Cuando llegaba la madrina y traía la tarta, su madre enseguida cortaba diversos trozos y los iba repartiendo por distintas casas y familias de la aldea. La madre de esta mujer compartía aquella tarta con otras personas, y esto causaba un gran desazón y disgusto a la entonces niña, pues, al final, quedaba muy poco para ella. Uno de los años y sabiendo que estaba a punto de llegar la fecha en que su madrina le trajera la tarta, avisó esta niña a su madre para que no repartiese el dulce con nadie, pues era SU TARTA. La madre intentó hacerla entrar en razón y convencerla para que compartiese el pastel con otras personas, pero la niña no quería y tercamente se negaba a ello, pues decía que la tarta ERA SUYA. Finalmente, llegó el día en que le trajeron la tarta y la madre le cumplió el deseo: no compartió la tarta con nadie del pueblo, pero tampoco nadie en la casa comió de la tarta. Allí quedó medio abandonada en un armario. Iban pasando las horas y los días, y la tarta seguía entera. La niña preguntaba a la madre por la tarta y ya estaba dispuesta a compartirla con otros, pero la madre se mantuvo inflexible. No era para otros del pueblo, no era para nadie. Con el paso de los días la tarta se llenó entera de moho y hubo que tirarla, y la niña aprendió una lección que le sirvió para siempre: lo que no se COMPARTE, se llena de moho. ¿Os gustó la historia? Vamos a sacar ahora de ella una enseñanza para nosotros en este día de Navidad.

            Sí, celebramos hoy la Navidad, el nacimiento de Jesús. En el Reino de los Cielos estaban muy felices, muy contentos y sin ninguna necesidad Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. También estaban los ángeles en una continua fiesta. Aquí, en la tierra, los hombres estaban llenos de temores, de muerte, de pecados, de orgullo, de robo, de enfermedades… Entonces Dios decidió COMPARTIR su felicidad, su alegría, su amor, su santidad con los hombres y, por eso, envió a su Hijo Jesús a este mundo. Así nos lo dice el evangelio de hoy: Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria.

            Sí, Navidad significa que Dios Padre COMPARTE su Hijo con nosotros. Nos lo entrega para que escuchemos su Palabra, para que sigamos sus pasos, para que descubramos su sabiduría, como en las maravillosas parábolas del hijo pródigo, del buen samaritano, del sembrador; también para que descubramos las maravillas del Sermón de la Montaña en el evangelio de san Mateo, capítulos del 5 al 7; asimismo para que descubramos la paz que nos da la Palabra de Dios en otros pasajes de la Biblia, como le pasó a una persona hace un tiempo cuando escribió su testimonio en el blog de las homilías: Al hacer la oración de hoy me encontraba realmente mal. Le decía al Señor que por las circunstancias por las que paso me sentía impotente, abandonada, desilusionada conmigo misma. Traía a mi mente, buscando luz y consuelo las recomendaciones que nos había hecho (Andrés) en esta semana: sonreír, ver lo bueno de todo, reflexionar si estoy frustrando los designios de Dios, el sentido de mi vida, escuchar a Dios en la conciencia y en el sueño, y… nada. La obscuridad más absoluta. Entonces escuche la homilía del viernes (de la III semana de Adviento: 16-12-2016) varias veces, y allí estaba la respuesta: en el salmo 66[1] y en Números 6, 24-26. Gracias, Andrés, por ser la voz de la palabra de Dios. Que Él lo bendiga, le sea propicio y le de la paz. Un saludo.

            Sí, Navidad significa que Dios COMPARTE su amor con nosotros. Dios nos quiere; no nos deja solos; Dios nos acepta tal y como somos: no tenemos que ser mejores para ser aceptados y amados por Dios, y, si somos peores, Dios nos sigue amando y aceptando siempre y para siempre.

            Sí, Navidad significa que Dios COMPARTE su perdón con nosotros. Nada de lo que hacemos es imperdonable para Dios, si nos volvemos hacia Él con humildad. Nada de lo que nos hacen o nos hicieron es imperdonable (o debería no serlo), si nos piden perdón de palabra o de obra. Nada de lo que hemos hecho a otros es imperdonable (o debería no serlo), si pedimos perdón.

            Sí, Navidad significa que Dios COMPARTE su luz con nosotros. Los hombres en tantas ocasiones no vemos, no sabemos, estamos perdidos y desorientados, seguimos mentiras como si fueran verdades… Un pequeño hecho que demuestra esto: cuántas veces miramos para atrás en nuestras vidas y, cosas que dábamos entonces por ciertas y seguras, hoy vemos que no eran así (relaciones de amistad, importancia que dábamos a cosas materiales, cosas que creíamos con fe ciega…). Ahora, desde otra altura de la vida, desde la experiencia de los años, desde la luz que Dios nos da… vemos las cosas de otro modo.

            En este mundo en que vivimos se piensa que, cuanto más se da, menos se tiene. Sin embargo, desde Dios es muy distinto: si no das, si no compartes, lo que tienes se llena de moho. Pero si compartes con los demás, entonces tienes más. Si compartes luz, tienes más luz. Si compartes perdón, tienes más perdón. Si compartes amor, tienes más amor. Si compartes a Jesús, tienes más a Jesús dentro de ti.


[1] “Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobe nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación”.

miércoles, 14 de diciembre de 2022

Domingo IV de Adviento (A)

18-12-2022                            DOMINGO IV ADVIENTO (A)

Is. 7, 10-14;Slm. 23; Rm. 1, 1-7; Mt. 1, 18-24

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Las lecturas de hoy son muy sugerentes para meditar en el silencio de nuestro corazón, y para ello hemos de hacer silencio a nuestro alrededor. Hoy quiero pararme en tres ideas.

            - Dice la primera lectura: “Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y su nombre será Emmanuel”. Este día una familia preparaba el nacimiento en casa y la niña de 5 años preguntó a sus padres: “¿Qué es una virgen?” “Virgen” no significa simplemente que la mujer mantenga la integridad física. “Virgen” es aquella mujer que ama, que ama con todo su ser y su corazón, que ama y se entrega de una vez, y no va de flor en flor probando lo que más le convence. “Virgen” también es aquella mujer que ama a Dios y por amor a Él desea vivir en castidad perfecta para siempre o hasta que se produzca el sagrado vínculo del matrimonio. Y una vez que se casa, no pensemos en que pierde la virginidad (la integridad física), sino que lo que sucede es que alcanza la plenitud como mujer. Es decir, se convierte en esposa y, si Dios quiere, en madre. La virginidad no tiene sentido en sí misma; es un modo de entrega amorosa al hombre amado en el noviazgo, a través de un amor casto, y al esposo en el matrimonio a través del acto amoroso sexual.

            Pues bien, el modelo más acabado de virgen y vivir la virginidad como Dios quiere es María. Ella en su amor y por su amor, por su fidelidad y por su entrega concibió un hijo, lo llevó en sus entrañas durante 9 meses, y dio a luz a un hijo. Este hijo se llama y es Emmanuel (Dios con nosotros), porque verdaderamente es fruto del amor divino y es Dios mismo.

            - Pero vamos a dar un paso más: Un matrimonio está incompleto si falta uno de los cónyuges. Tan importante y necesario es José como María, María como José. El matrimonio es cosa de dos. José no es el convidado de piedra, no es el “florero” de todo lo que va a suceder en estas Navidades. Él era “justo”, según se dice en el evangelio (y que la Biblia diga eso de un hombre es mucho. ¡Dios mío! ¿Quién nos diera a nosotros que Dios nos llamara “justos” al final de nuestros días? Pues de José lo dijo). El ser justo no le quita a uno los problemas, ni las dudas, ni las tentaciones. José pensó en dejar a su novia, María, porque… le había engañado con “otro”. El hijo que venía en camino no era suyo, era del “otro”, y él no quería cargar con el niño, pero, por otra parte, no quería dejar a María en la estacada y en peligro. Aquí es cuando Dios interviene, porque Él siempre interviene y le pide, por favor, que acoja a María como esposa y al niño como si de su hijo se tratara. ¡Tantos problemas como nos suceden y nos vemos tan solos! Sin embargo, esto no es cierto, pues Dios está con nosotros. Pero, por desgracia, con frecuencia no tenemos la sensibilidad suficiente para descubrir a Dios, para escuchar a Dios, para fiarnos de Dios. José sí que tenía todo esto.

            Alguien puede decir: ‘Sí, pero es que a san José Dios mismo le habló en sueños y a mí no me habla’. No estoy de acuerdo. San José pudo pensar que aquello que había soñado era fruto de un sueño normal que tenía mientras dormía, pero supo discernir y aceptar las palabras de Dios y, sobre todo, supo aceptar esas palabras como venidas de Dios y no de sí mismo. Estoy completamente seguro que Dios nos ha hablado y nos habla en tantas ocasiones, pero no nos fiamos, no damos crédito a lo que nos dice, no seguimos sus indicaciones.

            - “Y le pondrás por nombre JESUS[1], porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”. Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, nos visita en la Navidad, pero no viene de vacaciones; Dios viene con su gracia, con la salvación y el perdón de nuestros pecados. ¿Está Cristo viniendo en estos momentos a nuestras vidas? Si fuéramos como José, es decir, justos y nos fiáramos de Dios, entonces sí que reconoceríamos a Jesús entre nosotros. Sí, porque en medio de tanto mal y de tanta desesperanza, hay acontecimientos que nos hablan de Dios y de la actuación de Dios en los corazones de la gente. Carta de una madre: “N, mi hijo de 8 años, se apuntó a fútbol, pero no quiso volver, ya que vino muy disgustado, porque vio cómo tres chicos maltrataban a un chico iraquí, porque era pobre, y también vio como pegaban a un compañero de mi hijo y le hacían lamer el suelo con la lengua. Al irlo a buscar yo lo vi muy disgustado, y apoyado contra la pared. Lo noté triste y que no deseaba hablar. En ese momento creí que se habían metido con él. Más tarde mi sobrina que estaba conmigo me comentó que N estaba muy triste. Esto es raro para quienes lo conocemos, ya que es un niño alegre y le gusta hacer felices a los demás. Más tarde N me pidió que hablara con la madre de su compañero, ya que estaba preocupado por él y por el niño iraquí. Se metían con él porque era pobre y que él no tenía la culpa, que era pobre y que no podía ir mejor vestido. Yo estoy preocupada por mi hijo, ya que le duele demasiado el daño que le hacen a los demás. Los padres del niño al que le hicieron lamer el suelo con la lengua me comentaron que mi hijo era un niño muy dulce y tranquilo, y que tenía un gran corazón. Yo sé que será un gran hombre, y que nunca le hará daño a nadie, pero también sé que sufrirá mucho por ser como es”.

            ¡Preparémonos ya para el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo! ¡Maraná tha, sí, ven, Señor Jesús!


[1] Que significa ‘Yahvé salva’.

viernes, 9 de diciembre de 2022

Homilías semanales EN AUDIO: semana II de Adviento

Isaías 35, 1-10; Salmo 84; Lucas 5, 17-26

Homilía lunes II de Adviento

 

 

Isaías 40, 1-11; Salmo 95; Mateo 18, 12-14

Homilía martes II de Adviento



Isaías 48, 79-19; Samo 1; Mateo 11, 16-19

Homilía viernes II de Adviento

Domingo III de Adviento (A)

11-12-2022                            DOMINGO III ADVIENTO (A)

Is. 35,1-6a.10; Slm. 145; Sant. 5, 7-10; Mt. 11, 2-11

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Estamos ya en el tercer domingo de Adviento. Se le llama el domingo de la alegría.

            ¿Cuáles son los motivos más habituales y normales para que estemos alegres? Tener un tiempo de vacaciones, acudir a una fiesta civil o religiosa con familiares o amigos, que nuestro equipo gane un partido, pasar una tarde agradable con amigos charlando, conseguir un trabajo, sanar de alguna enfermedad, que nos regalen cosas que nos gustan, hacer viajes, tener un hijo, que a los hijos les vaya bien… Estos motivos son comunes a las personas que tenemos fe y a las personas que no tienen fe.

            ¿Existe algunos otros motivos por los que las personas creyentes, los cristianos nos alegremos? Los cristianos podemos alegrarnos por hacer una peregrinación a Covadonga, por asistir a la 1ª Comunión de un hijo o de un nieto, porque un familiar muy cercano se bautice, se case o reciba el sacramento de la Confirmación. Y todos estos motivos están bien, pero yo pregunto por algo más interior.

            Os preguntaría, no si la fe en Jesucristo os aporta seguridad, confianza, paz, sabiduría, esperanza… Hoy quisiera preguntaros si la fe en Jesucristo os aporta ALEGRIA. Dice un refrán que un santo triste es un triste santo. Podemos preguntarnos si los que conviven con nosotros nos tienen por personas alegres o por avinagrados. Es muy sencillo: si estamos alegres, entonces es que Dios está en nosotros. Si estamos tristes, entonces es que estamos tan encerrados en nosotros mismos que ni el mismo Dios puede entrar.

            ¿De dónde nos tiene que venir la alegría a los cristianos? ¿Del vino, de tener salud, de tener dinero, de las fiestas, de que todo nos sale bien? NO. De sentir y de saber el amor que Jesucristo nos tiene. De sentir y de saber el perdón que Jesús nos da. De sentir y de saber que estamos destinados al Reino de los Cielos. De sentir y de saber que Dios nos acepta y nos ama tal y como somos. De sentir y de saber que Dios está a nuestro lado y presente entre nosotros. De sentir y de saber que Dios está cerca, que Dios viene a nosotros en esta Navidad ya cercana.

            Nosotros, los cristianos, con estas certezas que nos da la fe debemos ser testigos de la alegría allá donde estamos: en el trabajo, en casa, con otras personas. El cristiano que espera en este Adviento de 2022 la venida del Señor se le nota y da testimonio de ello. Mirad, por favor, este vídeo de unos cristianos en Egipto que cantan y alaban a Dios sin miedo a estar en inferioridad numérica en aquel país y que se les nota totalmente llenos de fe y de amor a Jesús: https://www.youtube.com/watch?v=1Mymk63c8BY.

Quisiera proponeros para esta semana III de Adviento, en que celebramos la alegría de nuestra fe y de la cercanía de Jesús, que hagamos todos un compromiso de testimo­nio de alegría y de esperanza en Cristo. Este testimonio ante los demás puede visualizarse y hacerse presente de varios modos. Aquí van algunos ejemplos:

            * Durante esta semana sabremos ver el lado bueno de las personas, las cosas y los acontecimientos. Con esto voy a contaros un episodio, para mí maravilloso, del que fui testigo hace un tiempo en una residencia de ancianos en el concejo de Tapia de Casariego. Fui un día a media tarde para celebrar la Misa y antes subí para tratar de confesar y dar la Comunión a una persona. Alguien me había avisado para ello. Subí y me encontré en una sala de comedor en la que estaban unos 50 ancianos merendando y había solo dos auxiliares dándoles la merienda. Pregunté a una auxiliar, que estaba muy atareada, pero que me atendió con corrección y amabilidad. Me dijo que la mujer que buscaba era precisamente la que ella tenía a su lado. Me pidió perdón, pues los ancianos de aquella mesa acababan de tirar el agua por la mesa, el suelo y las sillas. Y esta auxiliar estaba cogiendo una taza nueva y poniéndosela delante de aquella señora. Pero no vi en ningún momento en su gesto contrariedad, ira, impaciencia u otra cosa parecida. Pero no era porque yo estuviera delante y porque tratara de disimular. No. Se veía que era algo natural y habitual en esta auxiliar. Asimismo, cuando estaba hablando con la anciana, sentí cómo en una mesa cercana hubo un ruido: una cuchara le había caído al suelo a un anciano. Yo me levanté enseguida para recogerla, e inmediatamente se acercó la auxiliar y me dijo: ‘No se moleste. Ya le doy yo una cuchara limpia’. Esta auxiliar fue a un armario, cogió una cuchara limpia y entonces se puso a dar el café al anciano, al que le temblaban las manos. Ella lo hacía de modo ágil, pero con paciencia. Siempre supe que los que trabajan en residencias de ancianos tienen mucho trabajo, hay poco personal y el ambiente no es de lo más agradable. Bastantes residencias no tienen buena fama, pero esta auxiliar me dio un ejemplo estupendo y maravilloso, y yo le di las gracias a Dios por ello. Rezo por ella y le pido a Jesús que me ayude a ser tan buen cura, como ella es buena en su trabajo de auxiliar en una residencia.

            Otro caso: me han puesto hace un tiempo un mensaje en el que me hablan de un hombre de Oviedo, con unos 40 años de edad, casado y padre de hijos, y que tiene un cáncer a la cabeza. Me dicen: “N está muy grave, esperando el final; ayer entró en coma, y les dijeron (a él y a la mujer) que ya no despertaría; pero como quien tiene la última palabra es el Señor, hoy por la mañana despertó muy lúcido, y parece que así pasó parte del día. De todas maneras, el pronóstico es que será cuestión de dos o tres días. A mí me da muchísima pena, la última vez que le vi, hace un mes, no le conocí, tan hinchado y desfigurado estaba. Según me han dicho es impresionante como han afrontado esta situación, él y su esposa; con una fe total y aceptación de la voluntad de Dios”. Lo bueno aquí no es la enfermedad, ni la muerte ni el dolor, sino como, en medio de todo este dolor, de toda esa enfermedad y de esa muerte, que  quizás ya se ha producido a estas alturas, este hombre y su mujer lo están viviendo (lo han vivido) “con una fe total y aceptación de la voluntad de Dios.

            * Saber decir cosas buenas y agradables a los demás.

            * Sonreír a todos.

            Que Dios nos ayude a llevar a cabo este compromiso semanal.