viernes, 9 de diciembre de 2022

Domingo III de Adviento (A)

11-12-2022                            DOMINGO III ADVIENTO (A)

Is. 35,1-6a.10; Slm. 145; Sant. 5, 7-10; Mt. 11, 2-11

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Estamos ya en el tercer domingo de Adviento. Se le llama el domingo de la alegría.

            ¿Cuáles son los motivos más habituales y normales para que estemos alegres? Tener un tiempo de vacaciones, acudir a una fiesta civil o religiosa con familiares o amigos, que nuestro equipo gane un partido, pasar una tarde agradable con amigos charlando, conseguir un trabajo, sanar de alguna enfermedad, que nos regalen cosas que nos gustan, hacer viajes, tener un hijo, que a los hijos les vaya bien… Estos motivos son comunes a las personas que tenemos fe y a las personas que no tienen fe.

            ¿Existe algunos otros motivos por los que las personas creyentes, los cristianos nos alegremos? Los cristianos podemos alegrarnos por hacer una peregrinación a Covadonga, por asistir a la 1ª Comunión de un hijo o de un nieto, porque un familiar muy cercano se bautice, se case o reciba el sacramento de la Confirmación. Y todos estos motivos están bien, pero yo pregunto por algo más interior.

            Os preguntaría, no si la fe en Jesucristo os aporta seguridad, confianza, paz, sabiduría, esperanza… Hoy quisiera preguntaros si la fe en Jesucristo os aporta ALEGRIA. Dice un refrán que un santo triste es un triste santo. Podemos preguntarnos si los que conviven con nosotros nos tienen por personas alegres o por avinagrados. Es muy sencillo: si estamos alegres, entonces es que Dios está en nosotros. Si estamos tristes, entonces es que estamos tan encerrados en nosotros mismos que ni el mismo Dios puede entrar.

            ¿De dónde nos tiene que venir la alegría a los cristianos? ¿Del vino, de tener salud, de tener dinero, de las fiestas, de que todo nos sale bien? NO. De sentir y de saber el amor que Jesucristo nos tiene. De sentir y de saber el perdón que Jesús nos da. De sentir y de saber que estamos destinados al Reino de los Cielos. De sentir y de saber que Dios nos acepta y nos ama tal y como somos. De sentir y de saber que Dios está a nuestro lado y presente entre nosotros. De sentir y de saber que Dios está cerca, que Dios viene a nosotros en esta Navidad ya cercana.

            Nosotros, los cristianos, con estas certezas que nos da la fe debemos ser testigos de la alegría allá donde estamos: en el trabajo, en casa, con otras personas. El cristiano que espera en este Adviento de 2022 la venida del Señor se le nota y da testimonio de ello. Mirad, por favor, este vídeo de unos cristianos en Egipto que cantan y alaban a Dios sin miedo a estar en inferioridad numérica en aquel país y que se les nota totalmente llenos de fe y de amor a Jesús: https://www.youtube.com/watch?v=1Mymk63c8BY.

Quisiera proponeros para esta semana III de Adviento, en que celebramos la alegría de nuestra fe y de la cercanía de Jesús, que hagamos todos un compromiso de testimo­nio de alegría y de esperanza en Cristo. Este testimonio ante los demás puede visualizarse y hacerse presente de varios modos. Aquí van algunos ejemplos:

            * Durante esta semana sabremos ver el lado bueno de las personas, las cosas y los acontecimientos. Con esto voy a contaros un episodio, para mí maravilloso, del que fui testigo hace un tiempo en una residencia de ancianos en el concejo de Tapia de Casariego. Fui un día a media tarde para celebrar la Misa y antes subí para tratar de confesar y dar la Comunión a una persona. Alguien me había avisado para ello. Subí y me encontré en una sala de comedor en la que estaban unos 50 ancianos merendando y había solo dos auxiliares dándoles la merienda. Pregunté a una auxiliar, que estaba muy atareada, pero que me atendió con corrección y amabilidad. Me dijo que la mujer que buscaba era precisamente la que ella tenía a su lado. Me pidió perdón, pues los ancianos de aquella mesa acababan de tirar el agua por la mesa, el suelo y las sillas. Y esta auxiliar estaba cogiendo una taza nueva y poniéndosela delante de aquella señora. Pero no vi en ningún momento en su gesto contrariedad, ira, impaciencia u otra cosa parecida. Pero no era porque yo estuviera delante y porque tratara de disimular. No. Se veía que era algo natural y habitual en esta auxiliar. Asimismo, cuando estaba hablando con la anciana, sentí cómo en una mesa cercana hubo un ruido: una cuchara le había caído al suelo a un anciano. Yo me levanté enseguida para recogerla, e inmediatamente se acercó la auxiliar y me dijo: ‘No se moleste. Ya le doy yo una cuchara limpia’. Esta auxiliar fue a un armario, cogió una cuchara limpia y entonces se puso a dar el café al anciano, al que le temblaban las manos. Ella lo hacía de modo ágil, pero con paciencia. Siempre supe que los que trabajan en residencias de ancianos tienen mucho trabajo, hay poco personal y el ambiente no es de lo más agradable. Bastantes residencias no tienen buena fama, pero esta auxiliar me dio un ejemplo estupendo y maravilloso, y yo le di las gracias a Dios por ello. Rezo por ella y le pido a Jesús que me ayude a ser tan buen cura, como ella es buena en su trabajo de auxiliar en una residencia.

            Otro caso: me han puesto hace un tiempo un mensaje en el que me hablan de un hombre de Oviedo, con unos 40 años de edad, casado y padre de hijos, y que tiene un cáncer a la cabeza. Me dicen: “N está muy grave, esperando el final; ayer entró en coma, y les dijeron (a él y a la mujer) que ya no despertaría; pero como quien tiene la última palabra es el Señor, hoy por la mañana despertó muy lúcido, y parece que así pasó parte del día. De todas maneras, el pronóstico es que será cuestión de dos o tres días. A mí me da muchísima pena, la última vez que le vi, hace un mes, no le conocí, tan hinchado y desfigurado estaba. Según me han dicho es impresionante como han afrontado esta situación, él y su esposa; con una fe total y aceptación de la voluntad de Dios”. Lo bueno aquí no es la enfermedad, ni la muerte ni el dolor, sino como, en medio de todo este dolor, de toda esa enfermedad y de esa muerte, que  quizás ya se ha producido a estas alturas, este hombre y su mujer lo están viviendo (lo han vivido) “con una fe total y aceptación de la voluntad de Dios.

            * Saber decir cosas buenas y agradables a los demás.

            * Sonreír a todos.

            Que Dios nos ayude a llevar a cabo este compromiso semanal.

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