jueves, 28 de febrero de 2013

Domingo III de Cuaresma (C)



3-3-2013                                 DOMINGO III CUARESMA (C)

Homilía del Domingo III de Cuaresma (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Hace unos años estaba en Madrid asistiendo a unas reuniones y, yendo desde donde me hospedaba hasta el lugar en donde tenían lugar las reuniones, me encontré con un chico que repartía unos papeles, que decían lo siguiente (está copiado literalmente): “Profesor Madu. Gran ilustre vidente mágico africano. Con rapidez, eficacia, garantía y discreción. El maestro chamán africano, gran médium espiritual, mágico con poderes naturales, y experiencia en todos los campos de alta magia africanos, resuelve todo tipo de problemas y dificultades, por difícil que sea: enfermedades crónicas, judiciales, matrimoniales, conocedor de los secretos, protección, depresión, mal de ojo, limpieza, suerte, juegos de azar, romper ligadura, impotencia sexual, y lo más eficaz para recuperar la pareja, y atraer personas queridas, encontrar pareja, amarres y cualquier problema matrimonial. Él tiene los espíritus mágicos más rápidos que existen y cualquier otra dificultad que tengas en el amor la soluciona inmediatamente con resultados al 100 % garantizados de 3 a 7 días como máximo”.
            Sin lugar a dudas estamos ante un mago (él mismo se denomina así) y dice practicar la magia para lograr una serie de objetivos. En diversas ocasiones me han preguntado varias personas si es pecado o está permitido en la religión cristiana practicar la magia, por ejemplo, echar las cartas, hacer la güija, etc. Incluso me han hablado de personas que regularmente acuden a la Misa, comulgan, rezan oraciones cristianas, asisten a actividades de la parroquia… y, a la vez, practican o acuden a personas que realizan algún rito de magia para conseguir algo que de Dios y de Jesucristo no logran, o para conocer algo de su futuro.
            No es mi intención dar una clase sobre la magia y su relación o diferencia con la religión, pero sí que apuntaré algunas cosas que nos pueden aclarar conceptos y ayudar en nuestra vida de fe:
Según un autor, “la magia es considerada generalmente como una práctica humana por la que se obtienen unos favores inalcanzables por medios naturales ordinarios. La magia manifiesta un poder o habilidad especial sobre las fuerzas de la naturaleza, que sólo posee el que la practica. La magia está basada en el deseo connatural al hombre de dominio y poderío sobre la realidad; la magia representa un fenómeno tan antiguo como la humanidad. Se ejerce por dos motivos principales: para obtener determinados objetos o favores (magia positiva-activa) y para evitar el mal proveniente de fuerzas ocultas caprichosas y arbitrarias (magia negativa-pasiva). En el primer caso, el mago se propone una doble finalidad: 1) inclinar la fuerza oculta con el fin de obtener bienes para la comunidad (magia blanca), o 2) causar daños irreparables a los enemigos (magia negra) […] Pero más que en una intervención poderosa agraciante, su eficacia se apoya en la habilidad del mago y no en agentes sobrenaturales (dios, espíritus, etc.)”.
            En definitiva y sacando ya algunas conclusiones: a) En la magia la iniciativa siempre parte del hombre; éste busca algo: o un bien para él y los suyos o evitar un mal o dañar a otro, y usa a un experto en estos ‘medios no ordinarios’. En la fe cristiana, por el contrario, la iniciativa siempre parte de Dios. Así lo vemos claramente en la primera lectura: Dios se hace el encontradizo con Moisés; Dios ve la esclavitud y los sufrimientos del pueblo de Israel y se ofrece para librarlo de todo ello. De forma clarísima también nos lo dice el salmo que hoy hemos proclamado: “Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos”.
b) En la magia el hombre busca el camino fácil y rápido: un atajo. “…con resultados al 100 % garantizados de 3 a 7 días como máximo”. De hecho, sé de gente que iría corriendo a consultar a ese Profesor Madu y a requerir sus servicios, si tuviera una garantía 100 % de los resultados prometidos por él en todos los campos que arriba están citados. En esta semana me hablaba una madre de su hijo, el cual no quiere ni trabajar ni estudiar. Y ¿de qué piensa vivir? Pues de acudir a un programa de televisión titulado ‘Hombres, mujeres y viceversa’. Por cada sesión los chicos y chicas cobran 300 € ¡¡y salen en la ‘tele’!! Éste es el modo de vivir que se promueve hoy en parte de nuestra gente: algo rápido, algo vistoso, algo que no exija demasiada preparación ni esfuerzo, algo de lo que vivir, algo que valga para el aquí y el ahora sin que el futuro (ni siquiera el futuro inmediato) preocupe demasiado. Y esto encaja bastante con lo dicho anteriormente para la magia. En la fe cristiana, sin embargo, Dios busca el bien del hombre, su crecimiento personal, su plena realización mediante la conversión y el cambio radical de vida. En la parábola de la higuera improductiva Dios es ese amo exigente y es, a la vez, ese viñador que trabaja en el terreno y que es paciente para esperar otro año más por los frutos.
La fe cristiana no nos engaña con algo ilusorio. La fe cristiana quiere que pongamos los pies sobre el suelo: nos habla del esfuerzo propio, por una parte, y del don y regalo de Dios que es esa conversión y ese fruto, por otra parte. La fe cristiana nos ayuda a crecer de modo armónico y equilibrado, y valora la constancia, el esfuerzo personal, la necesidad de crecer y dar fruto para los demás (la higuera debe producir frutos para que otros se alimenten). Para mí un caso clarísimo de una higuera que ha dado frutos, y muchos, ha sido el Papa Benedicto XVI. Sus palabras de renuncia al Papado son una gran enseñanza para todo el que quiera escuchar: “Para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado [...] Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos[1] [...] Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria”.
Termino: tenemos ante nosotros en este tiempo de Cuaresma un Dios que nos busca y que nos sale al encuentro, un Dios que nos pide frutos de conversión, y un Dios que es paciente y misericordioso con nosotros.



[1] No dice ‘por los defectos que haya tenido’, tal y como se acostumbra mucho a decir en España, sino que dice: “pido perdón por todos mis defectos”.

jueves, 21 de febrero de 2013

Domingo II de Cuaresma (C)



24-2-2013                               DOMINGO II CUARESMA (C)

Homilía Domingo II Cuaresma - Examen conciencia II from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Aquí os va la segunda entrega del examen de conciencia para que nos preparemos mejor para esta Cuaresma que el Señor nos concede un año más:
            ¿He sido egoísta en el trato con los demás preocupándome tan solo de lo que me venía bien a mí, pasando o dejando de lado las necesidades de los otros? ¿Soy de los que cojo el mando de la TV y no lo suelto en modo alguno, y todo el mundo tiene que ver el programa que a mí me gusta? ¿Al sentarme en el coche o en casa escojo el mejor puesto… sin pensar en los otros? ¿Pienso en los otros, en lo que les gusta a los otros, en lo que les viene bien a los otros, o nada más me veo a mí mismo y mis apetencias y mis necesidades?
            ¿He faltado a la pobreza cristiana con gastos superfluos en cosas que no son del todo necesarias (ropas, tabaco, cafés, revistas, consumiciones, CD, bisutería, viajes, etc.)? ¿Compro cosas baratas que no necesito o que ya poseo más que suficientemente? Al comprar pregunto a mi gusto, a los demás… ¿y a Dios? Porque El tendrá algo que decir, sobre todo si me confieso cristiano y deseo que su Voluntad se cumpla en mí. Un cristiano no puede caer en el consumismo igual que otra persona que le dé igual vivir en su Santa Voluntad o no. ¿Tengo codicia y ansío poseer cosas materiales? ¿Doy limos­nas a la Iglesia o a ONGs o a familias necesitadas (es bueno aquí comparar cuánto gasto para mí al mes y cuánto doy en limosnas para los demás al mes; se verá que la diferencia es mucha)? La limosna es lo que yo llamo el dinero de Dios. Es suyo y yo he de administrarlo según su Voluntad y no según mi capricho. El dinero de la limosna nunca puede quedarse en mi bolsillo. Si no lo doy yo directamente, entonces debo de buscar a organizaciones o personas que busquen donde entregarlo y que conocen mejor que yo diversas necesidades de otros hombres. ¿Tengo mi corazón pegado a cosas mías (coche, ropa, objetos), personas, opiniones, mi físico, etc.? Para entender la pobreza cristiana se ha de partir de que sólo Dios es nuestra riqueza, porque es lo totalmente Absoluto, lo demás es relativo (Mt. 10, 37). ¿He robado, es decir, me ha apropiado de cosas que no son mías? Me apropio de cosas que no son mías, robo, cuando en el hospital en el que trabajo cojo tiritas, esparadrapos, tijeras... y lo llevo para mi casa o para mis familiares. Robo cuando en el colegio donde trabajo cojo hojas, bolígrafos... y los llevo para mi casa. Robo en el trabajo llegando tarde y saliendo temprano. Robo en el trabajo al no pagar lo justo y debido a mis empleados y no reconocerles sus derechos. El hecho de que lo hagan los demás no quiere decir que está justificado que lo haga yo. También robo si no dedico el tiempo y las cualidades que Dios me da en el servicio de los demás; o cuando le robo su gloria y me apropio de lo que es de Él: “No se gloríe el sabio en su sabiduría, ni el rico en su riqueza, ni el soldado en su fuerza. El que se gloríe que se gloríe en el Señor” (Jr. 9, 22-23).
                ¿He sido desobediente en mi casa, con mi familia, con Dios, con la Iglesia, con mi director espiritual, con las normas de tráfico, con las cosas que me piden muchas veces por favor; y soy más bien de los que siempre hace lo que les da "la realísima gana"? La obediencia no es simplemente hacer sin más lo que me digan o me pidan, también hay que mirar el modo y las maneras en que lo hago. Por ejemplo, si realizo las cosas que se me piden pero con protestas, interiores o exteriores, entonces no estoy obedeciendo. Yo nunca he visto ni he leído que, cuando Dios Padre indicó a su Hijo que fura a la Cruz, por el perdón de los pecados de los hombres, Jesús obedeciera pero diciendo: “¡Vaya, hombre! ¡Siempre me toca a mí!” ¿A quién tengo que obedecer yo? Pues en primer lugar a Dios, a mis padres, a mis hijos, a mi marido, a mi mujer...
            ¿He faltado a la castidad con pensamientos, deseos, miradas, actos impuros (solo o acompañado); he respetado mi cuerpo y el de los demás por ser Templo del Espíritu de Dios, me he mantenido alejado de aquello que me tentara en este punto como TV, revis­tas, conversaciones, etc.?
¿He tenido el pecado de la vanidad de tal manera que estoy demasiado pendiente de mi aspecto físico, de la moda, y al final soy un esclavo de ello? Hay personas que son incapaces de salir desconjuntadas de casa o de no salir a la calle con prendas que no son de marca. Hay personas que visten o se acicalan de una determinada manera, pero no por convencimiento o gusto propio, sino por obtener el parabién de la gente con la que están.
            ¿He tenido soberbia al considerarme superior a otros, al considerarme inferior y esto me hacía sufrir, puesto que no me acepto tal y como soy? ¿Me ando siempre quejando de la sociedad, de los demás, de mí mismo? ¿"Engordo" cuando los demás hablan bien de mí, y me entretengo después pensando y "repensando" lo que se dijo bueno de mí? ¿Me enfada el que los demás hablen mal de mí, sea mentira o verdad, y "despo­trico" contra ellos y busco rápidamente el justificarme? ¿Me cuesta admitir mis errores? ¿Me cuesta pedir perdón? ¿Hablo de mí mismo (mal o bien) con frecuencia, me pregunten o no? ¿Hago o dejo de hacer cosas, digo o dejo de decir cosas por el qué dirá la gente, de tal manera que soy un esclavo de lo que piensen los demás?
Veamos algunos de los frutos de la soberbia: En las relaciones con el prójimo, el amor propio y la soberbia nos hace susceptibles, inflexibles, impacientes, exagerados en la afirmación del propio yo y de los propios derechos, fríos, indiferentes, injustos en nuestros juicios y en nuestras palabras. Nos deleita en hablar de las propias acciones, de las luces y experiencias interiores, de las dificultades, de los sufrimientos, aun sin necesidad de hacerlo. En las prácticas de piedad nos complace en mirar a los demás, observarlos y juzgarlos; nos inclinamos a compararnos y a creernos mejor que ellos, a verles defectos solamente y negarles las buenas cualidades, a atribuirles deseos e intenciones poco nobles, llegando incluso a desearles el mal. El amor propio y la soberbia hacen que nos sintamos ofendidos cuando somos humillados, insultados o postergados, o no nos vemos considerados, estimados y obsequiados como esperábamos.
            ¿He faltado en el amor al prójimo hacia los enfermos, ancia­nos, familiares, marginados, etc.? ¿Tengo verdadera preocupación por las necesidades materiales, morales y espirituales de las personas que me rodean, de la gente que vive en Asturias, en España, en Europa, en el mundo? ¿Considero a las demás personas como hermanos míos al ser hijos todos del mismo Padre?
            ¿He tenido falta de confianza en Dios buscando yo siempre el encontrar solución a todo y rápida; y cuando no salía tal y como era mi deseo me enfadaba con Dios o me descorazonaba con El? No tengo confianza en Dios cuando las cosas positivas o negativas que me suceden me afectan sobremanera. No quiere decir con esto que tengamos que ser insensibles a las circunstancias que acontecen a nuestro alrededor, pero sí es cierto que nuestra seguridad total está en Dios y no tanto en que las cosas me salgan bien o mal.
            ¿He dejado mis oraciones de lado, o las he hecho con rutina y sequedad? ¿He sido fiel a lo que el Señor me iba mostrando o pidiendo en ellas?
            ¿He faltado a la Misa de los domingos, o he asistido a ella con rutina, falta de fervor, de mala gana y distracciones?
            ¿He realizado alguna lectura espiritual para alimentar mi ser y abrirme a otras experiencias y a otros horizontes que puedan acercarme más a Dios?
            Se podían sacar muchas más cosas, pero de momento yo creo que con esto vale para tener una guía más o menos exhaustiva.

jueves, 14 de febrero de 2013

Domingo I de Cuaresma (C)



17-2-2013                               DOMINGO I CUARESMA (C)

Homilía del domingo I Cuaresma - Examen de conciencia I from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Al llegar estas fechas siempre dedico algún domingo (en esta ocasión dedicaré dos) a realizar un examen de conciencia en el tiempo de la homilía. Deseo que ello nos sirva para profundizar en nuestra realidad, pero siempre abrazados al seno del Padre Bueno.
            No quisiera que este examen de conciencia fuera una especie de losa sobre nosotros. No. La miseria humana, en cristiano, va siempre acompañada de la misericordia de Dios. Sólo a través de los ojos y del corazón de Dios el hombre puede y debe mirar sus propios pecados. El nos los descubre, y al mismo tiempo nos los perdona. Pero yo no puedo cambiar y caminar hacia Dios si no veo dónde estoy de verdad, y esto me lo hace ver Dios con su luz y con la paz maravillosa que nos concede su perdón.
            ¿He sentido envidia hacia alguien por las cosas que tenía, por su carácter más simpático o por su saber más grande que el mío, por su físico; de tal manera que me alegraba de sus fallos o cuando las cosas le iban mal, y me entristecía cuando las cosas le salían bien? El sentimiento de la envidia en muchas ocasiones no es buscado por nosotros, pero es algo que surge en nuestro interior y nos da mucha vergüenza. En determinados momentos la envidia que sentimos es fruto de la tentación a fin de quitarnos la paz.
            ¿He sentido celos ante otras personas porque ellas son más valoradas que yo, más tenidas en cuenta que yo, más apreciadas que yo? ¿He sentido celos porque a los demás se les reconoce enseguida lo “poco” que hacen, y a mí no se me reconoce todo lo que hago (al cuidar a unos padres, al hacer las tareas de casa, en el lugar de trabajo…?
            ¿He hecho juicios en mi interior acerca de otras personas, desca­lificando las actuaciones de los otros, como si todo o casi todo lo de ellos fuese malo? El juicio interior supone ponerse en una posición de superioridad y desde ahí considerar como negativo lo que los demás dicen, hacen o dejan de decir y/o de hacer.
            ¿He murmurado contra alguien, bien iniciando yo la conver­sa­ción o siguiendo lo comenzado por otros? ¿He sacado los defec­tos de los demás a la luz pública? La murmuración presupone un juicio previo. El juicio queda en mi interior, mientras que la murmuración sale al exterior por la lengua. Lo malo o negativo que veo en los demás, ¿soy capaz de decírselo al interesado o interesada? La mayoría de las veces no, entonces ¿por qué lo digo?: ¿Porque me interesa de verdad esa persona y que mejore; por pasar el rato; por despecho; por quedar por listo o gracioso ante quien estoy murmurando? Si no soy capaz de decir lo negativo al interesado, entonces es mejor que me calle o en todo caso que se lo diga a Dios rezando por esa persona. Lo peor de la murmuración no es lo que decimos, que en muchas ocasiones es cierto, sino el “tonillo” con el que decimos esas cosas, es decir, no hay caridad. Y la verdad que no va acompañada de la caridad-amor, no es la verdad de Cristo. Yo no he descubierto nunca a Dios diciéndome las cosas, ni a mí ni a nadie, restregándolas por las narices. Dios me muestra las cosas, mi verdad, mis defectos, pero lo hace con tanto amor, que veo lo que me dice, lo acepto y mi amor hacia El crece más. Aprendamos a hacerlo así y, si no lo hacemos así, es que estamos murmurando.
            ¿He difamado, es decir, he dicho cosas negativas de los demás que son falsas, bien porque exagere lo que digo o porque no me cercioro y aseguro de la veracidad de lo que escucho sobre los otros y “alegremente” lo suelto sin más? CUANTO DAÑO HACE LA LENGUA, NUESTRA LENGUA. Ya leemos en la epístola del apóstol Santiago que “la lengua ningún hombre es capaz de domarla: es dañina e inquieta, cargada de veneno mortal; con ella bendecimos al que es Señor y Padre; con ella maldecimos a los hombres creados a semejanza de Dios; de la misma boca salen bendiciones y maldiciones”. “Todos faltamos a menudo, y si hay alguno que no falte en el hablar, es un hombre perfecto, capaz de tener a raya a su persona entera”.
            ¿Soy una persona mal hablada con frecuentes tacos, con blasfemias, con palabras soeces o hirientes (“cada día te pareces más a tu madre…”, “cállate, gorda…”); buscando siempre el insulto, el dejar mal a los otros, el decir la palabra graciosa, aunque sea a costa de los demás?
            ¿He mentido a alguna persona, a mi familia, en el trabajo para no quedar mal, por aprovecharme de otros, por venganza, etc.? ¿He dicho medias verdades por las mismas motivaciones? Cuando Jesús fue condenado a muerte por los judíos del Sanedrín, para ello utilizaron sus propias palabras. Le preguntaron si El era el Hijo de Dios y Jesús contestó que sí, que lo era. Y esto le ocasionó su muerte. Podía haber dicho una mentira piadosa. Total esa mentira piadosa le hubiera permitido vivir más años, curar a muchos enfermos, hacer muchos milagros, enseñar mejor a los apóstoles, asentar mejor la Iglesia que quería fundar, anunciar mejor el mensaje de Dios Padre. Pero no, El dijo siempre la verdad, aún a costa de ser muerto, aún a costa del fracaso de su misión entre nosotros. Y su verdad le llevó a la cruz, y esta cruz, fracaso entonces, es salvación para todos nosotros.
            ¿He sido impaciente con los demás y conmigo mismo? El impaciente es aquél que no tiene paz en su corazón y por eso “salta” con frecuencia. Estoy impaciente cuando no soy capaz de esperar con sosiego y tranquilidad que llegue el ascensor al que he llamado, a que el semáforo se ponga en verde, a que te atiendan en el médico, o que atienden en el supermercado a la persona que está por delante de mí. Estoy impaciente cuando no me pongo en el lugar de los otros y quiero que ellos hagan las cosas como yo las hago y en el tiempo en que yo las hago. No aguanto los fallos de los demás, pero los míos propios… tampoco.
            ¿He tenido ira, rabia, enfados hacia alguna persona (familiar, amigo, en el trabajo, etc.), y he manifestado esta ira externamente con expresiones hirientes o soeces, con voces, o incluso también en mi interior?
            ¿Tengo rencor hacia alguna persona, de tal modo que no hablo con esa persona, ni la perdono de ningún modo y, cuando la veo o surge una conversación sobre ella, siempre se nota mi inquina contra ella? ¿Llevo mi “agenda” de los agravios que me han hecho los demás y las fechas en que me las han hecho y ante quien me las han hecho? ¿Hay alguien a quién no salude ni tenga intención de hacerlo? ¿Soy una persona vengativa; las cosas que me han hecho las tengo bien guardadas y presentes, y ante la más pequeña oportuni­dad se las "restriego" en la cara o suelto mi "veneno" ante otras personas?
            ¿He tenido pereza para levantarme, para acostarme, para hacer los estudios, el trabajo, mis oraciones, asistencia a la Misa, etc.? Perezoso es aquel que hace las cosas que le gustan, y las que no, las va dejando siempre de lado: el cesto de la plancha, los azulejos, tareas en el trabajo, escribir cartas, visitar a personas, enfermos. Con frecuencia la pereza va asociada al egoísmo, pues saco tiempo para las cosas que me gustan y me interesan, pero las otras cosas quedan las más de las veces sin hacer o a medio hacer.
            ¿He perdido el tiempo? Tenía diversas cosas que hacer y las he ido dejando de lado para hacer lo que me gusta: ver la Tv, hablar por teléfono, leer una novela, dar la lengua con alguien… y mientras tanto las cosas sin hacer.
            ¿He tenido gula, es decir, me dominan las apetencias y los gustos por encima de mi voluntad: domina el dulce sobre mi voluntad, domina el alcohol sobre mi voluntad, domina el café sobre mi voluntad, domina el tabaco sobre mi voluntad…? Seguramente que en muchas ocasiones pensamos como el gallego: “perdono o mal que me fai, por o ben que me sabe”. Tengo gula cuando como entre horas por el simple hecho de picar, o como nada más de lo que me gusta, o no como jamás lo que no me gusta, o protesto por la comida, o como o bebo con ansia, etc.?

jueves, 7 de febrero de 2013

Catequesis mistagógica sobre los Ritos de la Misa

Charla en audio

Aquí os pongo en audio la charla que impartí en Gijón el 6 de febrero sobre los ritos de la Eucaristía. Se trata de una catequesis mistagógica. Nada más pude llegar hasta la explicación de la homilía. A ver si en otro momento completo lo que falta.

Un abrazo


                        Andrés




                                                               SANTA MISA
Catequesis mistagógica:
A la hora de anunciar el mensaje cristiano, esto se hacía en la antigüedad en cuatro pasos:
1) Era el Kerigma, o lo que es lo mismo, el anuncio de lo fundamental cristiano: la encarnación del Hijo de Dios en un hombre como nosotros, su pasión, muerte y resurrección por nuestra salvación y por el perdón de los pecados. Esto se hacía a los paganos, o sea, a aquellos que no conocían a Cristo ni su evangelio.
2) Un segundo momento era el catecumenado. Aquellos paganos que se habían sentido tocados por la gracia de Dios con el anuncio del kerigma, pedían su ingreso en la Iglesia y recibían instrucción en lugares apropiados. Se profundizaba en el evangelio y esto podía durar unos tres años. Podían asistir a la primera parte de la Eucaristía, la liturgia de la Palabra, pero, al ofertorio, debían de salir del templo.
3) Había un tercer momento, que podía durar el tiempo de la cuaresma. Se les presentaba a la comunidad junto con sus padrinos. Se les explicaba y se les entregaba el Símbolo de la Fe, es decir, el Credo. Entonces tenía comienzo la catequesis propiamente dicha, que tenía un doble aspecto: formación en la doctrina, y formación espiritual, de ruptura con las costumbres paganas. Este tercer período del catecumenado concluía con el bautismo de los catecúmenos.
4) La última etapa era la llamada catequesis mistagógica, que recibían los recién bautizados por parte del Obispo, durante la primera semana de la Pascua. Era una explicación a la que solo tenían acceso los ya bautizados, acerca de los sacramentos y sus figuras bíblicas y el sentido de los ritos. La “mistagogia” es la iniciación de los recién bautizados (neófitos) en los misterios del cristianismo.
Mistagogía. Esta palabra griega significa literalmente: conducción de los iniciados hacia el misterio

Posturas y ropas
            En la Misa hay una serie de posturas y ropaje, que a gente de fuera o sin conocimiento puede parecerle que hay un hombre vestido de payaso y los que están dentro hacen teatro de tanto levantarse, sentarse, arrodillarse, darse la mano, ponerse en fila, hacer la señal de la cruz, etc.
            - Explicar las ropas: alba, cíngulo, estola, casulla, colo­res.
Blanco : Fiestas de Nuestro Señor Jesucristo, Navidad, Pascua, fiestas de María Santísima, santos no mártires. Símbolo de gloria, alegría, inocencia, pureza del alma.
 Rojo : Pentecostés, Espíritu Santo, Fiestas de Apóstoles y mártires. Significa fuego de la caridad y sangre derramada por Cristo.
 Verde : ordinario del año. Significa esperanza.
 Morado : Adviento y Cuaresma. Funerales y aniversarios. Signo de humildad y penitencia, de dolor y sufrimiento.
 Rosado : Estas casullas se pueden usar sólo en dos domingos al año. El domingo gaudete y el domingo laetare, ambos en la mitad del adviento y en la mitad de la cuaresma. Esta antiquísima tradición quería expresar que ya quedaba poco para que llegara el tiempo feliz del Nacimiento de Cristo en un caso, y de la Resurrección en el otro. Significa: alegría, amor.
En algunos lugares:  Azul : Inmaculada Concepción.
Alba.  Del latín "alba", "blanca". Vestimenta de todos los ministros en la celebración litúrgica, desde los acólitos hasta el presidente. Simbolismo: Tiene un sentido bautismal. La pureza del alma lavada por el bautismo.
Cíngulo Del latín "cingulum", de "cingere", ceñir. Cordón con que se ciñe el alba. Simboliza: castidad.
Estola. Vestimenta litúrgica en forma de larga y estrecha banda que deben llevar los ministros ordenados y solo ellos. Obispos y sacerdotes la llevan sobre el alba, colgando del cuello hacia el frente. Los diáconos la visten sobre el hombro izquierdo y la fijan a la derecha de la cintura. Generalmente es del mismo color que la casulla. Simbolismo: la autoridad sacerdotal.
Casulla.  Del latín "casula", "casa pequeña" o tienda. La vestidura exterior del sacerdote, por encima del alba y la estola, a modo de capa. Origen: el manto romano llamado "pénula". El color cambia según la liturgia. Simbolismo: el yugo de Cristo y significa caridad. “Llevar el yugo del Señor significa ante todo: aprende de Él. Estar siempre dispuestos a asistir a la escuela de Jesús. De Él debemos aprender la pequeñez y la humildad –la humildad de Dios que se muestra en su ser hombre”, Benedicto XVI. “Algunas veces quisiéramos decirle a Jesús: Señor, tu yugo no es para nada ligero. Más bien, es tremendamente pesado en este mundo. Pero al mirarlo a Él que ha cargado con todo –que en sí ha probado la obediencia, la debilidad, el dolor, toda la oscuridad, entonces todos nuestros lamentos se apagan”, Benedicto XVI.
            - Los cantos unen a la gente.
            - Respuestas, todos a la vez, no con la boca cerrada. No dejar de responder por vergüenza o miedo. (Caso de la mujer que quería cantar en un coro y su marido la echaba para atrás).
            - Silencios.
            - Gestos o ritos, la señal de la cruz, decente. Gesto de la paz, no de mala gana o la mano sin apretar y sin mirar.
            - Arrodillarse, como signo de adoración y fe.
            - Manos levantadas del cura.

Ritos iniciales de la Misa
            - Genuflexión y venerar el altar con un beso (donde Cristo va ser sacrificado, reliquias de los mártires y de los santos).
            - En nombre de la Trinidad se comienza la Misa. Con tres dedos y dos dedos à Sta. Inés.
            - Saluda "con vosotros" à es diálogo, es presidente el cura, es Cristo. El cura es fiel cristiano y a la vez hace presente a Cristo.
            - Acto penitencial, reconocimiento de nuestro ser pecadores, no de los pecados concretos. No es tiempo para un examen de conciencia. Se da el perdón de los pecados veniales.
            - Kyrie eleison, aclamación. Juan Pablo II te quiere todo el mundo. Hala Madrid.
            - Gloria, himno compuesto por los primeros cristianos del siglo II. Vuelve otra vez la estructura trinitaria.
            - Oración colecta, ‘coleta’ à se ‘recogen’ los sentimientos de la asamblea.

Liturgia de la Palabra
            Instruye al Pueblo, revela la salvación y hace presente al Señor. Y el pueblo en diálogo acepta esta palabra (Palabra de Dios à te alabamos, Señor, confieso y reconozco que esta Palabra me da vida, por eso ‘te alabo, Señor’; pero decimos ‘te alabamos’ lo hacemos en comunidad).
            - Domingos y festivos. 1ª AT, salmo responsorial, 2ª NT, evangelio. Importancia de hacerlo bien, que se entienda, no rápido, prepararla: trazan sendas por el mar (Tarzán de las selvas), tu mujer como parra fecunda, grito estentóreo (Ester toreó), Espíritu Paráclito. Importancia de llegar antes para reposar nuestro espíritu.
            - Homilía: instrucción del pueblo y aplicación a su vida diaria. Como minifalda: corta, ceñida y que enseñe.
            - Credo. Fórmula trinitaria. Creo en Dios, Padre todopodero­so (¿por qué no acaba con las guerras? y, sin embargo, todopode­roso). Credo no es recitar, es poner todo mi ser en ello. El es todopoderoso. Creo en Jesús nacido, muerto, resucitado para nuestra salvación. Creo en el E.S. (‘déjese de devociones raras’). Creo en la Iglesia (à S. Cipriano "no puede tener a Dios por Padre, quien no tiene a la Iglesia como madre"). Creo en la comunión de los santos (vivos, difuntos àfunerales, aniversa­rios, sino no tiene sentido orar por ellos, los del cielo). Creo en la resurrección.
            - Oración de los fieles, donde se pide por nuestras necesi­dades, las de la Iglesia, las del mundo, no sólo por mis cosas. Senti­do de catolicidad (universalidad).

Liturgia de la Eucaristía
            - Ofertorio: Se presentan pan, vino, nuestras propias vidas y personas. Nos ofrecemos nosotros y nuestras obras de la semana. El agua en el vino no es para rebajar el vino (recuerda el agua que salió del costado de Cristo junto con la sangre, y signo de participación divina. Leer oración).
            - Colecta, signo de comunión y de amor mutuo. Para atender las necesidades de la propia comunidad. Es ya una tradición muy antigua. La gente compartía lo que tenía para hacer visible la comunicación de bienes. ¿Cuánto dinero del que gano destino para los demás? Es el dinero de Dios.
            - Prefacio, es alabanza al Señor y acción de gracias. Es nuestro deber y salvación darte gracias y glorificarte. Habla de las maravillas del Señor. Y termina con el Santo, canto de alabanza recogido de los labios entusias­tas de los israelitas en Jerusalén. Hay varias formas de oración: petición, de acción de gracias (yo, para mí, conmigo), y la alabanza, que es la más sublime: el santo. Los santos hacían sobre todo oración de alabanza y cada vez más.
            - Plegaria eucarística. Leer despacio el cura las oraciones, no a las carreras. No ruti­nariamente. Hay varias. La más antigua es la 2ª. ¿Cuántas misas habéis escu­chado? ¿Cuántas misas he celebrado? Una. Sólo hay una misa, la que Jesús hizo con los apóstoles el Jueves Santo, antes de sufrir la pasión. Sólo que Cristo nos hace presentes en aquel momento, o se hace el presente junto con los apóstoles en nosotros. Cristo sólo entregó su vida, su carne, su sangre una vez. No es teatro lo que hacemos nosotros de una cosa que sucedió hace casi 2000 años. Verdaderamente somos transporta­dos a aquel momento de un modo misterioso. Vamos a seguir el modelo de la 2ª plegaria para explicar su contenido:
                        * Él es fuente de santidad, no nuestro esfuerzo.
                        * El ES por las manos del cura viene para la consagra­ción.
                        * El cura le presta los labios, la lengua, la garganta para las palabras de la consagración. El cura presta su voz y deja de ser él para ser Cristo Jesús, que es el único que puede consagrar y convertir pan en Cuerpo de Dios, y vino en Sangre de Dios.
                        * "Tomad y comed", no "Tomad y ved como come el cura".
                        * Cuerpo entregado, despedazado por nosotros. Sangre derramada por nosotros para el perdón de los pecados.
                        * Haced esto en memoria mía. Ir a Misa es mandato del Señor. Por eso quien no quiere ir a Misa o la "pira", reniega del este deseo de Cristo, pasa de su Palabra, pasa de su cuerpo que da vida, pasa de los cristianos.
                        * Este es el Sacramento de nuestra fe, algo incomprensible. El resumen de nuestra fe es éste: ‘Anunciamos tu muerte’, porque realmente has muerto. ‘Proclamamos tu resurrección’, pues la muerte no puede contigo. Tú eres Dios de vivos y no Dios muerto y Dios de muertos. ‘Ven, Señor Jesús’, respuesta del cristiano.
                        * Después se hacen algunas súplicas que el Espíritu Santo una a los fieles, porque muchas veces gente que comulga al mismo Cristo, y no se traga. Eso es un sacrilegio.
                        * Se pide por toda la Iglesia, por los difuntos, por todos los difuntos, por los nuestros y por los que nadie se acuerda, se pide la intercesión de María, de los apóstoles, de los santos. Y se da la gran aclamación (doxología) final con estructura trinitaria (leer). Todo honor es para Dios, no podemos robarle nada de honor al Señor, y se termina con el Amen.

Ritos de la comunión
            Para comulgar se preparan los fieles con varios ritos.
            - Padre nuestro, la oración de Jesús.
            - La paz que nos es ofertada por Cristo y nosotros la com­partimos. Caso de Adolfo Suárez, que se le negó la paz. ¿Dónde estamos? ¿Qué clase de fe y de cristianismo es el nuestro? Esto está recogido en el mandato de Jesús: “Si al presentar tu ofrenda sobre el altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante el altar y vete a reconciliarte con tu hermano y después vuelve a presentar tu ofrenda” (cfr. Mt 5, 23-24). Si rechazas la paz de Dios a través de otros, rechazas entonces la paz de Dios, y en vez de comulgar, tragas hostias.
            - Fracción del pan. Así se llamaba antes la Misa (Hch. 2, 42). Reproduce el gesto de Jesús al partir el pan y repartirlo entre sus discípulos (Lc. 22, 19). Partir el pan y repartirlo, signo de amor y comunión. Como una madre trocea los alimentos y los reparte entre sus hijos. Cristo despedazado y roto. Aunque sea un trozo pequeño, comulgamos a Cristo entero.
            - Invitación a la comunión. Este es el Cordero de Dios, y contestación del centurión romano: ‘Yo no soy digno...’
            - Comunión. Se comulga a Cristo entero, no un trozo, aunque sólo sea el cuerpo y no la sangre à se dejó por contagio de enfermedades.
                        * 1 hora de ayuno. No la rompen ni el agua ni las medicinas. No están obligados a guardarla ni los enfermos ni quienes los atienden.
                        * Comulgar con mano o en la boca. Explicar el modo. Y decisión de los fieles, no del cura.
                        * ¿Cuántas veces se puede comulgar al día?
                        * Comulgar en gracia de Dios.

Ritos finales
            Oración de postcomunión.
            Saludo final y bendición, también trinitaria.