miércoles, 31 de enero de 2024

Domingo V del Tiempo Ordinario (B)

4-2-2024                                DOMINGO V TIEMPO ORDINARIO (B)

Job.7, 1-4.6-7; Sal. 146; 1 Co. 9, 16-19.22-23; Mc. 1, 29-39

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Voy a dedicar la homilía de hoy al enfermo, a la enfermedad. En este tiempo, la Iglesia pide que nos acordemos de ellos y recemos por ellos. En definitiva, rezamos por nosotros, que estamos enfermos, lo hemos estado o lo estaremos.

            - La Palabra de Dios de hoy y el enfermo. La enfermedad forma parte del ser humano. Todos hemos estado enfermos alguna vez. Todos vamos a estar enfermos alguna vez. Quizás ahora mismo, algunos o muchos de nosotros estamos enfermos. Escuchemos lo que decía Job, quizás el enfermo más famoso de la Biblia, en la primera lectura de hoy: “El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero […] Al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. Mis días corren más que la lanzadera, y se consumen sin esperanza. Recuerda que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha”.

            Asimismo el Evangelio nos presenta con mucha frecuencia a enfermos que se acercan a Jesús o a Jesús que se acerca a los enfermos. Jesús se preocupa de ellos, se acerca a ellos, los consuela y los cura… en el exterior y en el interior, pues para Jesús son más graves las enfermedades interiores (del espíritu) que las exteriores (las físicas o las mentales). En el Evangelio de hoy se nos dice: “La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males”.

            - Vamos a escuchar-leer a un enfermo que habla de la muerte. Supongo que habéis oído hablar de Steve Jobs, cofundador de la empresa Apple. Él murió de cáncer en octubre de 2011 a los 56 años. En el año 2005 dio una conferencia en la Universidad de Stanford ante los estudiantes. Les habló sobre varias cosas. Una de estas cosas fue sobre la muerte. (Jobs era budista, por lo que sus palabras dicen verdad, pero desconocen el evangelio de Jesús). Jobs dijo esto: Mi tercera historia es sobre la muerte. Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanecen frente a la muerte, dejando sólo lo que es importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón.

Hace casi un año me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un chequeo a las 07:30 de la mañana y mostraba claramente un tumor en el páncreas. Ni siquiera sabía qué era el páncreas. Los doctores me dijeron que era casi seguro que se trataba de un cáncer incurable, y que mi esperanza de vida sería de tres a seis meses. Mi médico me aconsejó que me fuera a casa y que dejara zanjados mis asuntos; la forma médica de decir: ‘prepárate para morir’. Significa intentar decirles a tus hijos en unos pocos meses lo que ibas a decirles en diez años. Significa asegurarte de que todo queda atado y bien atado para que sea lo más fácil posible para tu familia. Significa decir: ‘adiós’.

Viví todo un día con ese diagnóstico. Luego, a última hora de la tarde me hicieron la biopsia, metiéndome un endoscopio por la garganta, a través del estómago y del duodeno, pincharon el páncreas con una aguja para obtener algunas células del tumor. Yo estaba sedado, pero mi esposa que estaba ahí, me dijo que cuando vio las células al microscopio, el médico comenzó a llorar, porque resultó ser una forma muy rara de cáncer pancreático, que se puede curar con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien.

Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere llegar al cielo, quiere morir para estar ahí. Y, sin embargo, la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella, y así tiene que ser, porque la muerte es posiblemente el mejor invento de la vida. Es el agente de cambio de la vida. Retira lo viejo para dar lugar a lo nuevo. Ahora mismo, lo nuevo son ustedes, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, se irán convirtiendo en lo viejo y serán apartados. Lamento ser tan dramático, pero es demasiado cierto.

El tiempo es demasiado limitado, así que no lo gasten viviendo la vida de otro. No se dejen atrapar por el dogma que es vivir según los resultados de los pensamientos de otros. No dejen que el ruido de las opiniones de los demás ahogue sus propias voces interiores. Todo lo demás es secundario.

- Reflexiones CRISTIANAS sobre la enfermedad, sobre los enfermos, sobre las familias de los enfermos:

* Las transformaciones sociales de nuestro siglo han cambiado profundamente las condiciones del enfermo. En muchas situaciones la ciencia da una esperanza razonable de curación, o al menos prolonga en mucho los tiempos de evolución del mal, en caso de enfermedades incurables. Pero la enfermedad, como la muerte, no está aún, y jamás lo estará, del todo derrotada. Forma parte de la condición humana. La fe cristiana puede aliviar esta condición y darle también un sentido y un valor.

* Después de la larga hospitalización que siguió al atentado en la Plaza de San Pedro, el Papa Juan Pablo II escribió una carta sobre el dolor, en la que, entre otras cosas, decía: “Sufrir significa hacerse particularmente receptivos, particularmente abiertos a la acción de las fuerzas salvíficas de Dios, ofrecidas a la humanidad en Cristo” (Cf. Salvifici doloris, n. 23). La enfermedad y el sufrimiento abren entre nosotros y Jesús en la cruz un canal de comunicación del todo especial.

* Toda persona normalmente vive en una familia y, cuando cae enferma, es toda la familia la que se ve afectada profundamente, se ve alterado el ritmo de su vida, con lo que unas optan por sacrificar parte de su vida social y profesional para acompañar al familiar enfermo; otras lo abandonan o soportan como una carga. En toda esta situación, también la familia necesita, por tanto, atención y apoyo. Porque la familia tiene un papel insustituible en la atención integral al enfermo, que conviene conocer, valorar y fomentar. Porque la familia cristiana ha de ser, también en esta situación, la Iglesia doméstica que acoge, consuela y alivia al enfermo en el nombre del Señor.

jueves, 25 de enero de 2024

Domingo IV del Tiempo Ordinario (B)

28-I-2024                               DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO (B)

Dt. 18, 15-20; Sal. 94; 1ª Co. 7, 32-35; Mc. 1, 21-28

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Después del Bautismo de Jesús en el Jordán, vemos que Él empie­za a actuar en varios frentes:

            - Primero, Jesús sabe que no le queda mucho tiempo de vida y procura rodearse de unos discípulos a los que, con más profundi­dad y más tranquilidad, va enseñando. Les explica el sentido de las parábolas, les anuncia varias veces su próxima muerte y los envía a ellos también a predicar. Los va preparando para que sigan anunciando su mensaje cuando Él falte.

            - Pero Jesús no se dedica sólo a los apóstoles, sus discípulos más cercanos. También Jesús enseña a toda la gente, en las ciudades y en las aldeas. Anuncia que el Reino de Dios está cerca y como signo de ello cura a muchos enfermos. De esto tenemos un ejemplo en el evangelio de hoy.

            - ¿Por qué dirá el evangelio de hoy: “se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad”?

¿Quiénes eran los letrados? Los letrados, en los tiempos de Jesús, eran los que sabían leer y escribir, mientras que el pueblo llano era analfabeto.

Los letrados interpretaban la Palabra de Dios para el pueblo llano y estos, si querían salvarse y seguir con seguridad a Dios, tenían que obedecerles en todo. Por eso, enfrentarse a un letrado o desobedecer a un letrado, para aquellas gentes sencillas de Israel en el tiempo de Jesús, era igual que enfrentarse a Dios y desobedecer a Dios.

Los letrados decían que para salvarse había que cumplir unas determi­nadas normas o leyes y, por eso en sus predicaciones, se esforzaban en enumerarlas y explicarlas.

Cuando aparece Jesús, resulta que Éste no habla a las gentes del pueblo de Israel ni de normas ni de leyes; tampoco les da consejos o modos de comportarse; tampoco Jesús les habla de ritos. Esto es lo que hacían los letrados con el pueblo de Israel. Cuando llega Jesús y empieza a hablar a las gentes…, les habla de Dios. Y les presenta un Dios con una imagen nueva. No es el Dios que está mirando a ver quién se equivoca o quién no cumple sus leyes para descargar sobre él su castigo.

            Jesucristo:

* Presenta a aquellas gentes y, por tanto, nos presenta a nosotros un Dios que ante todo es Padre. Que nos ama mucho más de lo que pueden amarnos nuestros padres carnales. Jesús nos muestra un Dios que guía nuestros pasos, que nos ayuda y que nos cuida en todo momento, aunque nosotros no lo sepamos o no nos demos cuenta.

* Jesús presenta a aquellas gentes y, por tanto, nos presenta a nosotros un Dios que ama a todos los hombres y, por tanto, también a nuestros enemigos y nos pide que igualmente nosotros les amemos.

* Jesús presenta a aquellas gentes y, por tanto, nos presenta a nosotros un Dios amigo, cercano, que siempre nos escucha, que sabe lo que más nos conviene. No es el Dios que está allá arriba en su ‘chalé de verano’. Él está aquí con nosotros y entre nosotros.

            - Por todo esto extrañó tanto a la gente la predicación de Jesús. A ellos siempre les habían enseñado que Dios estaba muy lejano y para relacionarse con Él había que hacerlo a través de las normas. Y viene Jesús y les dice que, para relacionarse con Dios, sólo hace falta el amor.

            ¿Cuál es nuestro Dios hoy, el de los letrados o el de Jesús? ¿Me relaciono con Jesús a través de las normas: oraciones que no me dicen nada, esperando acumular méritos para salvarme o busco el encuentro personal?

- Vamos a ver un ejemplo concreto y práctico de esto que acabo de decir. Lo tomé de un periódico (DIARIO DE ÁVILA Digital-18 de septiembre de 2017).

El chef que se emociona al comulgar.

Pepe Rodríguez está considerado uno de los mejores cocineros de España y así se lo han reconocido brillantemente con dos estrellas Michelín. Pero la fama le llegó con el popular programa de Televisión Española, “Masterchef”, en el que actúa de jurado y en el que, en cada temporada, se ha ganado, con su naturalidad, el cariño de millones de espectadores. Es un personaje público que ha entrado de lleno en los hogares de muchos españoles. Pero son muy pocos los que conocían que es un católico practicante que va a Misa todos los domingos y que intenta vivir su fe de manera coherente.

Fue entrevistado para la revista Misión y Pepe Rodríguez explicó allí el papel que juega, en su día a día, la fe y cómo unos Cursillos de Cristiandad le cambiaron absolutamente la vida.

Pepe Rodríguez está casado y es padre de tres hijos. Profesionalmente dirige “El Bohío”, restaurante que fundó su abuela y del que su madre era la cocinera. Centró su vida en la cocina hasta convertirse en uno de los chefs más reconocidos del país.

Sobre sus vivencias de fe, Pepe afirma: ‘Siempre he sido un cristiano de Misa y vermú. Pero, en los tres días de un Cursillo de Cristiandad me di cuenta de lo que significa ser cristiano y de quién es Dios’. Desde entonces nos dice: ‘Me reconozco dentro de la Iglesia’.

‘Pepe ¿Y quién es Dios para ti?’ ‘Él es la fuerza, el motor de todo, el que te hace estar en lo bueno, en lo malo y en lo regular. No sé si a veces me quedo demasiado detrás y no explico que soy cristiano; pero es que no me veo dando explicaciones, sino demostrándolo en lo que hago’.

En su pueblo, la localidad toledana de Illescas, nadie se sorprende de verle en Misa, aunque sí genera sorpresa cuando está de viaje. Pepe Rodríguez nos asegura: ‘Comulgar es lo que más me alimenta. La Eucaristía es algo más que un complemento en mi vida’.

Nos cuenta distendidamente que a veces hay gente que, después de comer, le dice: ‘Me has emocionado, casi levito’. Y yo pienso: ‘A éste que le pasa’. Nos sigue contando que a él le encanta comer y que lo ha hecho en los mejores restaurantes, pero que nunca se ha emocionado al comer. Y que al comulgar, sí. Nos explica: ‘El alimento espiritual no tiene comparación’. También comenta que, en ciertos ambientes, si explicas las cosas no te entienden, pero el ejemplo la gente lo capta. No hay solo una manera de evangelizar.

Y junto a la fe, la familia es el otro gran pilar en la vida de Pepe: ‘Es lo más bonito del mundo. Nosotros nos entendemos y, además de la familia, hay un amor que nos une mucho’”.

jueves, 18 de enero de 2024

Domingo III del Tiempo Ordinario (B)

21-I-2024                               DOMINGO III TIEMPO ORDINARIO (B)

Jon.3, 1-5.10; Sal. 24; 1 Co. 7, 29-31; Mc. 1, 14-20

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

- En esta semana celebramos la oración por la unión de todos los cristianos. Y es que los seguidores de Cristo estamos divididos entre nosotros. A grandes rasgos se puede decir que hasta el siglo XI había una única Iglesia de Jesucristo. A partir de este siglo se separaron los cristianos del Oriente y formaron la Iglesia Ortodoxa. Ésta se diferencia de nosotros, los católicos, en algunas cosas: su Misa, el modo de hacerla y celebrarla, es distinta de la nuestra; los sacerdotes se pueden casar: pero la diferencia fundamental es que no aceptan el Papa de Roma como pastor de la Iglesia universal. Para ellos el Papa de Roma tiene únicamente una misión honorífica, pero sin gobierno efectivo en el resto de diócesis o de iglesias dispersas por el mundo. Durante estos siglos hemos intentado unirnos y, de hecho, algunas partes de la Iglesia Ortodoxa se han unido a nosotros, los católicos. Son los llamados ‘Uniatas’. La Iglesia Católica está muy próxima la Iglesia Ortodoxa.

Hace un tiempo en Tapia de Casariego hubo una ceremonia de boda, el sacramento del matrimonio, entre un varón católico (español) y una mujer ortodoxa (ucraniana). Ella quería celebrar el rito del matrimonio según la Iglesia Católica, pero también deseaba confesarse y comulgar en la Misa de su boda. Así lo hizo, tanto lo uno como lo otro, ya que los sacramentos que se celebran entre los ortodoxos son reconocidos como válidos por nosotros y al revés. Por lo tanto, un católico puede confesarse y comulgar de mano de un ministro ortodoxo, y un ortodoxo puede confesarse y comulgar de mano de un ministro católico.

            En el siglo XVI se separaron de la Iglesia Católica los protestantes. Con ellos las diferencias son más importantes que con los ortodoxos: los cristianos protestantes no aceptan algunos sacramentos (básicamente sólo aceptan el Bautismo y la Eucaristía, aunque este último de forma diversa a nosotros), no aceptan a María como Madre de Dios, ni el que los santos que están en el cielo puedan interceder por nosotros, ni al Papa… Además, hay otra dificultad con los protestantes, y es que hay gran multitud de grupos en ellos, ya que se fueron dividiendo entre sí: luteranos, evangelistas, calvinistas, anglicanos, mormones, cuáqueros, puritanos, baptistas, etc.

            En esta semana de oración por la unidad de todos los que creemos en Jesús, Cristo y la Iglesia nos piden que nos unamos para dar un mensaje de unidad a este mundo tan dividido. En un país de misión (en África o en Asia), cuando se presentan las distintas iglesias predicando a Jesucristo, los oyentes no quieren aceptar una Iglesia dividida, un Cristo divido, y es que no hay un auténtico testimonio de amor y de unidad entre nosotros. Por eso vamos a orar en el día de hoy pidiendo a Dios que nos dé la ansiada unidad. Sí, también en este tema los cristianos tenemos que decir: “AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD”.

            - El domingo anterior reflexionábamos sobre el evangelio y decíamos que Juan, Andrés, Pedro, Samuel estaban en una actitud de búsqueda en su vida diaria. Por eso, estas personas fueron capaces de escuchar a Dios, de descubrir a Dios, de seguir a Dios.

            En el evangelio de hoy se sigue profundizando en las mismas ideas, pero ya se dan nuevos pasos. En efecto, una persona que está en una actitud de búsqueda ante la vida, una persona que es sensible a la voz de Dios puede realizar lo que hoy Jesús nos muestra en el evangelio:

            En primer lugar, Jesús pide lo siguiente: convertíos y creed en el Evangelio. Quienes no creen en el evangelio de Jesucristo (en sus enseñanzas, en Dios como Padre, en el perdón, en la necesidad de amar y ser amados…), es que no se han convertido. Convertirse significa cambiar de forma de vida: pensar menos en uno mismo y más en Dios y en los demás; convertirse significa dejar atrás los miedos y complejos, la soberbia y el amor propio, la mentira y la cobardía; convertirse significa dejar de actuar como un hombre pecador y actuar con un hombre santo. Y Jesús nos dice que no podemos de verdad creer en su evangelio si antes no nos hemos convertido. Pero también es verdad que nadie puede convertirse si antes no está en esa actitud de búsqueda de que hablábamos el domingo pasado. Una cosa te lleva a la otra y no puedes pasar al piso tercero desde el piso bajo, si antes no has pasado por el primer piso y por el segundo piso. Es decir, ¿quieres creer en el evangelio de Jesús y quieres ser de verdad creyente en Dios? Pues empieza teniendo esa actitud de búsqueda de lo espiritual, de Dios. Pasa después a la conversión, al cambio de tu vida. Y entonces podrás creer de verdad.

            Hace poco me mandaron un mensaje desde Ribadeo y me preguntaba una persona: ‘¿Puede alguien que ha tenido siempre mucha fe, después de un tiempo dejar de tenerla?’ Hablaba de un caso concreto. Respuesta: ‘Sí. Y en muchas ocasiones esa se fe se pierde, porque nunca ha estado bien asentada, porque no ha habido una auténtica actitud de búsqueda de Dios y de su voluntad, porque no ha habido una auténtica conversión de vida, porque sólo ha habido una creencia superficial en Dios y una práctica rutinaria de ritos y ceremonias. Por eso, ante cualquier dificultad, como no está bien construido el edificio de la fe, se pierde ésta’.

            En segundo lugar, Jesús pide a quien tiene esta actitud de búsqueda en la vida, a quien camina en la conversión y en la creencia en el evangelio, le pide: Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Y es que, si tú tienes una actitud de búsqueda en la vida, querrás que otros también la tengan y trabajarás por ello. Si tú estás en camino de conversión, te esforzarás porque otros también inicien ese camino de conversión. Si tú crees en el evangelio de Jesús y te hace feliz, querrás y te esforzarás porque otros también crean en ese mismo evangelio y sean felices para siempre. Esto es ser pescadores de hombres y esto es, en verdad, seguir a Jesús.

            Siempre publico mis homilías en el blog y se añaden comentarios. Hicieron uno sobre esta homilía de hoy: Es cierto que los seguidores de Cristo estamos divididos, pero desgraciadamente esto ocurre dentro de nuestra propia Iglesia Católica. No sé cómo podríamos unirnos con las demás Iglesias, si somos incapaces de unirnos entre nosotros. Formamos grupos religiosos, y caminamos separados de los otros grupos. Vinculamos nuestro grupo a una Parroquia y acabamos riñendo con el cura por cualquier tontería. Nos formamos un poco, y nos sentimos capacitados para juzgar con dureza lo que hace el Papa, el obispo, o el sacerdote. Caminamos un poco más hacia Dios, y nos entra la soberbia de pensar que estamos por encima de los demás. Y nos creemos los mejores, y queremos ser los únicos. Nos falta la humildad, la misericordia, el amor a los hermanos, la comprensión, el perdón, la paz, la alegría, la oración... en resumen: la Conversión, porque lo que nos falta fundamentalmente es Dios. Recemos por la unión de nuestra Iglesia.

jueves, 11 de enero de 2024

Domingo II del Tiempo Ordinario (II)

14-1-2024                              DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO (B)

Sam. 3, 3b-10.19; Sal. 39; 1 Co. 6, 13c-15a.17-20; Jn.1, 35-42

Homilía de vídeo

Homilía en  audio

Queridos hermanos:

            Preguntas que el ser humano se hace o se debería hacer:

            ¿Cuál es la misión o el objetivo que tengo en esta vida?

¿Para qué quisiera vivir?

¿Para qué vivo?

¿Cuál es el futuro que deseo para mí?

El presente que vivo, ¿se parece al futuro que deseaba en mi juventud?

            - Existen varias maneras de vivir la vida: 1) Que las circunstancias y los hechos alrededor de uno se lleven sin ningún tipo de control ni de voluntad por parte del hombre. En esta forma de vida, uno decide sobre cosas accidentales (compra de ropa, ver la televisión…), pero en realidad las malas decisiones anteriores han conducido a estas personas a una especie de cárcel: pocos estudios y… sin posibilidad de promocionarse en el ámbito laboral, deudas… a consecuencias de gastos excesivos que tienen a la persona en un pozo sin posibilidad de salida, relaciones afectivas (de amistad o de matrimonio o de pareja) no satisfactorias y de las que es muy difícil salir por los hijos, por miedo, por falta de ingresos… En esta forma de vida, uno se limita a vegetar y todos los días son casi iguales. No existe ningún horizonte ni expectativa para los que viven así.

            2) Se tiene un control sobre la vida, pues se sabe lo que se quiere de ella y se trabaja y esfuerza para conseguirlo. Se quieren unos estudios determinados, un trabajo determinado, una familia o relación determinada, una serie de cosas materiales determinadas. Uno sabe lo que quiere, cuando lo quiere y cómo lo quiere. La única ‘pega’ a esta forma de vida es que uno vive muy ‘de tejas para abajo’. Sus ideales y sus horizontes son meramente materiales, en los que el egoísmo y la satisfacción del mismo es lo que prima. Importa uno mismo, y los demás… en tanto en cuanto acompañan, no estorban y, si hay que usarlos como pañuelos de papel, pues se hace. En este modo de vida hay un problema: si no se consigue lo que se desea y anhela, eso produce una gran frustración, sensación de fracaso, amargura, victimismo…

            3) Existe otra forma de vida en la que uno no se para solamente en las cosas materiales o en vivir ‘de tejas abajo’, sino que busca algo más de la vida. Busca otro sentido. Aquí puede entrar el altruismo en favor de los demás, una solidaridad humana… Pero aquí también entraría quien siente que la vida no es sólo esto que vemos y tocamos, sino que hay algo más: hay una realidad espiritual que colma todos nuestros anhelos y deseos más profundos, y que nuestra vida no se acaba aquí.

            - Pues bien, toda esta larga introducción de la homilía me ha sido revelada por la lectura del evangelio que acabamos de escuchar. 

            En efecto, el evangelio de hoy nos habla de dos discípulos de Juan el Bautista. Se trataba de Andrés y de Juan (el que escribió precisamente el evangelio de hoy). Ellos tenían su vida resuelta (materialmente hablando): eran pescadores (tenían un oficio y un modo de sustentarse a sí mismos y a sus familias), pero no les bastaba. Por eso dejaron sus barcas y sus familias, y siguieron a Juan Bautista, que les hablaba de Dios y del Mesías. Por eso, en cuanto les fue indicado que Jesús era el Mesías de Dios, dejaron a Juan el Bautista y se fueron en pos de Jesús. Es más, no contentos con esto, poco después se fueron a sus casas para contar su experiencia con Jesús a Pedro, hermano de Andrés. Pedro también estaba en esa situación de la vida en que tenía todo resuelto: tenía su oficio, su familia…, pero no le bastaba. Quería algo más de la vida. Y así, cuando Andrés le dijo que habían encontrado al Mesías, dejó todo y se fue con su hermano hasta Jesús. Hizo esto porque estaba en actitud de búsqueda. Si no llega a estar en esta actitud, estoy convencido de que Pedro se hubiera burlado de su hermano Andrés, y de que no hubiera ido con él hasta Jesús.

            - Hace un tiempo, cuando Michel (chico senegalés) y yo hablábamos de las enormes diferencias que existen entre las gentes de su pueblo y las de Asturias, decíamos que aquí la gente joven no espera nada ni busca nada en el ámbito espiritual. No se mueven por la fe, y por otras cosas… tampoco mucho. Me decía Michel, por lo que ha observado, que, si los chicos y chicas de Asturias fueran a vivir una temporada a su pueblo, lo pasarían terriblemente mal, porque aquí todo les es dado y no tienen que esforzarse por alimentarse ni por vestirse ni por trabajar. Todo les es hecho y dado por sus padres o familiares. En su pueblo (me decía Michel), sin embargo, hay supervivencia pura. Me decía también Michel que, si él hubiera tenido las oportunidades de estudio y de formación que tienen aquí los jóvenes, él sería ahora un genio.

            Por todo esto, entiendo que mucha gente de la que nos rodea vive la vida al estilo del modo primero (las circunstancias de la vida les marcan lo que hay que hacer) o al estilo del segundo (luchar y esforzarse por cosas meramente materiales). Quien vive así es difícil que busque lo espiritual, que busque a Dios, que esté receptivo para las cosas de Dios. Por eso, para estas personas la ilusión que mostraron Juan, Andrés y Pedro y que nos narra el evangelio de hoy les resulta incomprensible. Para estas personas la prontitud de Samuel en responder a la llamada de Dios y levantarse de la cama a las 2 ó 3 de la madrugada, no una ni dos veces, sino hasta cuatro veces les resulta incomprensible. Asimismo, para estas personas la respuesta del salmo 39: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”, igualmente les resulta incomprensible. Dirían estas gentes: ‘¿Por qué tengo yo que hacer la voluntad de Dios, si Él no hace la mía cuando le pido algo que yo considero que es razonable y bueno?’

            Termino con las preguntas con las que comencé la homilía:

            ¿Cuál es la misión o el objetivo que tengo en esta vida?

¿Para qué quisiera vivir?

¿Para qué vivo?

¿Cuál es el futuro que deseo para mí?

El presente que vivo, ¿se parece al futuro que deseaba en mi juventud?

Y añado otras preguntas: ¿Me reconozco como Juan, Andrés, Pedro y Samuel, que están en una actitud de búsqueda de lo espiritual y de Dios, o más bien con una actitud de vegetar y de buscar sólo lo material?