jueves, 25 de julio de 2019

Homilías semanales EN AUDIO: semana XVI del Tiempo Ordinario



Éxodo 14, 5-18; Éxodo 15, 1-2.3-4.5-6; Mateo 12,38–42





                                                                              

Domingo XVII Tiempo Ordinario (C)


28-7-2019                   DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO (C)
                                                          Gn. 18, 1-10a; Slm. 14; Col. 1, 24-28; Lc. 10, 38-42

Homilía en vídeo
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
            Seguimos otro domingo más explicando el Símbolo de la Fe. Estamos con la primera verdad: “Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra”.
Párrafo 2º: El Padre (continuación).
            - El dogma de la Santísima Trinidad estuvo desde muy temprano en la conciencia de la Iglesia. Ella lo recogió del mismo Jesucristo, quien al despedirse de sus discípulos les dijo: “Id, y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28, 19).
            Para tratar de profundizar y explicar a los cristianos esta verdad fundamental en nuestra fe se utilizaron diversas palabras que dieron claridad a este dogma: naturaleza y persona (n. 252). La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: ‘El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza’ (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). ‘Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina’ (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804)” (n. 253).
Distintas y en unidad. “Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. ‘Padre’, ‘Hijo’, ‘Espíritu Santo’ no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: ‘El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo’ (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: ‘El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien actúa’ (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina” (n. 254). “‘A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo’ (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1331) (n. 255).
A los catecúmenos de Constantinopla, san Gregorio Nacianceno confía este resumen de la fe trinitaria: ‘Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje [...] Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero (n. 256).
El fin último de toda la salvación divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: ‘Si alguno me ama —dice el Señor— guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él’ (Jn 14,23) (n. 260).
Párrafo 3º: El Todopoderoso.
- De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el Credo. Sí, Dios es Padre TODOPODEROSO. Lo uno va unido a lo otro. Dios es ‘más’ Todopoderoso, no cuando crea el universo entero, no cuando puede hacer y deshacer a su antojo, no cuando derrota a todos sus enemigos…, sino y sobre todo cuando, “por su misericordia infinita, muestra su poder en el más alto grado perdonando libremente los pecados” (n. 270). Dios es ‘más’ Todopoderoso cuanto más ama, cuanta más misericordia nos muestra, cuanto más se abaja a nosotros, cuando nos entrega a su Hijo Único…
- El misterio de la aparente impotencia de Dios. “La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Ahora bien, Dios Padre ha revelado su omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Así, Cristo crucificado es ‘poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres’ (1 Co 2, 24-25). En la Resurrección y en la exaltación de Cristo es donde el Padre ‘desplegó el vigor de su fuerza’” (n. 272).
Solo la fe puede aceptar este camino misterioso de la omnipotencia de Dios. “De esta fe, la Virgen María es el modelo supremo: ella creyó que ‘nada es imposible para Dios’ (Lc 1,37) y pudo proclamar las grandezas del Señor: ‘el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es Santo’ (Lc 1,49)” (n. 273).
Párrafo 4º: El Creador.
- La creación es el comienzo de la historia de la salvación, que culmina en Cristo. Desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva creación en Cristo.
- “La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se han formulado: ‘¿De dónde venimos?’ ‘¿A dónde vamos?’ ‘¿Cuál es nuestro origen?’’"¿Cuál es nuestro fin?’ ‘¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?’ Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro obrar (n. 282).
- “La cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto de numerosas investigaciones científicas […] Estos descubrimientos nos invitan a admirar más la grandeza del Creador, a darle gracias por todas sus obras y por la inteligencia y la sabiduría que da a los sabios e investigadores” (n. 283). Sin embargo, “no se trata solo de saber cuándo y cómo ha surgido materialmente el cosmos, ni cuándo apareció el hombre, sino más bien de descubrir cuál es el sentido de tal origen: si está gobernado por el azar, un destino ciego, una necesidad anónima, o bien por un Ser transcendente, inteligente y bueno, llamado Dios. Y si el mundo procede de la sabiduría y de la bondad de Dios, ¿por qué existe el mal?, ¿de dónde viene?, ¿quién es responsable de él?, ¿dónde está la posibilidad de liberarse del mal? (n. 283).
- La inteligencia humana puede ciertamente encontrar por sí misma una respuesta a la cuestión de los orígenes. Y asimismo la existencia de Dios Creador puede ser conocida con certeza por sus obras gracias a la luz de la razón humana. Pero la fe viene a confirmar el conocimiento que tenemos sobre la creación (Hb. 11, 3). En efecto, Dios ha revelado a los hombres, al pueblo de Israel la verdad de la creación como primer paso para revelar a continuación la Alianza de Dios con los hombres: Dios crea a los hombres por amor y los crea para otorgarles la salvación eterna, que es el máximo designio del amor de Dios a los hombres. De este modo, creación y salvación están indisolublemente unidos entre sí. Los tres primeros capítulos del Génesis expresan “las verdades de la creación, de su origen y de su fin en Dios, de su orden y de su bondad, de la vocación del hombre, finalmente, del drama del pecado y de la esperanza de la salvación” (n. 289).