Sacerdote de la Archidiócesis de Oviedo (España) Párroco de la UP de san Lázaro del Camino (Oviedo)
viernes, 27 de marzo de 2020
jueves, 26 de marzo de 2020
Domingo V de Cuaresma (A)
29-3-2020 DOMINGO V DE
CUARESMA (A)
*
La primera lectura y el evangelio de hoy nos hablan de muerte y de vida:
- El evangelio nos dice que Lázaro había
fallecido y llevaba ya varios días en el sepulcro, y Jesús lo devolvió a la
vida. En este caso se trata de una muerte física (la de Lázaro) y de una vuelta
a esta vida física (también Lázaro es el beneficiario).
- Sin embargo, en la
primera lectura el profeta Ezequiel
habla de los israelitas que respiran, que comen, que trabajan, que duermen, que
se levantan, que se casan, que tienen hijos, que celebran fiestas, que tienen
enfermedades, que sanan…, pero, a pesar de todo eso, estos israelitas estaban
encerrados y enterrados en sus sepulcros. Estaban
muertos en vida. ¿Cómo puede ser eso? Entiendo que la explicación es la
siguiente: La muerte es la extinción de la vida, pero esta extinción puede ser
total (en el ámbito humano) y es lo que conocemos como fallecimiento, pero
también puede haber, por así decir, muertes parciales del ser humano. Por
ejemplo:
- Hay muertes físicas parciales: dolencias,
limitaciones, enfermedades. Sí, nos
morimos poco a poco al no poder comer de todo como antes, al no poder
caminar como antes, al no poder dormir como antes, por los dolores continuos o
discontinuos que se sufren, por las operaciones quirúrgicas que se han de
realizar…
- Hay muertes psicológicas: tristezas,
depresiones, desencantos, soledades, orfandad, desamor. Los problemas más
diversos nos atenazan y nos aplastan día a día, y hay personas de un natural
optimista que son invadidas por todas las situaciones antes mencionadas, lo
cual les puede convertir en personas resentidas, desconfiadas, inseguras,
cobardes e incluso con psicopatías importantes.
- Hay muertes sociológicas: pobreza, desempleo,
marginación, inadaptación, inmigración, explotaciones y esclavitudes,
corrupción[1].
Gente que llevaba una vida completamente normal, por la pérdida de empleo, por
una separación matrimonial traumática, por la necesidad de emigrar fuera de su
ciudad o país..., se convierten en personas marginales e improductivas para la
sociedad. Permitidme que os cuente un caso muy curioso del Papa Juan Pablo II: “Un sacerdote se disponía a rezar en una de
las parroquias de Roma cuando, al entrar, se encontró con un mendigo. Después
de observarlo durante un momento, el sacerdote se dio cuenta de que conocía a
aquel hombre. Era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día
que él. Ahora mendigaba por las calles. El cura, tras identificarse y
saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su
vocación. Quedó profundamente estremecido. Al día siguiente el sacerdote tenía
la oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa al que podría saludar al
final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno sintió
el impulso de arrodillarse ante el santo Padre y pedir que rezara por su
antiguo compañero de seminario, y describió brevemente la situación al Papa. Un
día después recibió la invitación del Vaticano para cenar con el Papa, en la
que solicitaba llevara consigo al mendigo de la parroquia. El sacerdote volvió
a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo del Papa. Una vez convencido el
mendigo, le llevó a su lugar de hospedaje, le ofreció ropa y la oportunidad de
asearse. El Papa, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara solos,
y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, les
respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó: ‘una vez
sacerdote, sacerdote siempre’. ‘Pero estoy fuera de mis facultades de
presbítero’, insistió el mendigo. ‘Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar
de eso’, dijo el Papa. El hombre escuchó la confesión del Santo Padre y luego le
pidió a su vez al Papa que escuchara su propia confesión. Después de ella lloró
amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado
mendigando, y le designó asistente del párroco de la misma, y encargado de la
atención a los mendigos”.
- Hay muertes culturales: vacío de valores,
falta de oportunidades, analfabetismo, frustración.
- Hay muertes espirituales: odios y
resentimientos, dureza de corazón, vicios, esclavitudes íntimas, falta de fe,
conformismos, rutinas y tibieza.
* Muchos estamos encerrados en nuestros
sepulcros, como Lázaro o aquellos israelitas de los que hablaba el profeta
Ezequiel, y no nos damos cuenta. Estamos muertos, y no nos damos cuenta.
La
vida total solo la puede dar Dios; es lo que se dice en las
lecturas de hoy: Dice el profeta Ezequiel: “Yo
mismo –dice el Señor- abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros
sepulcros […] Os infundiré mi espíritu y viviréis […] Yo el Señor lo digo y lo
hago”. Igualmente Jesús dio vida a Lázaro, pero sobre todo Jesús dio la
vida que nos da la fe a muchos que presenciaron el milagro: “Y muchos judíos que habían venido a casa de
María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él”. Pero también es verdad que el hombre puede dar
vida parcial a los hombres que tienen muerte física, por ejemplo, los
médicos, enfermeras, farmacéuticos y quienes cuidan y asisten a los que padecen
esas dolencias, enfermedades y limitaciones.
Asimismo, el hombre puede dar vida a quienes tienen
tristeza, depresiones, desencantos, soledades, desamor. Para ello utilizará el
amor, la compañía, la escucha…
Podemos
dar vida a los que tienen muerte sociológica, como hizo el Papa Juan Pablo II
con el sacerdote mendigo, con la
justicia social y con el no entrar en la rueda de la explotación ni la
corrupción que nos rodea.
Podemos
dar vida a los que tienen muerte cultural con la vivencia de valores de
honestidad, de responsabilidad, de laboriosidad, de generosidad.
Podemos
dar vida a los que tienen muerte espiritual con el perdón, con la misericordia
hacia los demás, pero sobre todo con la vivencia radical de nuestra fe en Dios,
de nuestro amor a la Iglesia, al matrimonio, al sacerdocio, a la vida
consagrada a los que Dios nos llamó. Cada uno en su vocación y en su sitio.
SÍ,
CRISTO Y SU SANTO ESPIRITU DAN VIDA, PERO TAMBIÉN NOSOTROS, CON SU AYUDA,
PODEMOS DAR VIDA A LOS MUERTOS QUE NOS RODEAN, LO MISMO QUE OTROS NOS HAN DADO,
DAN Y DARAN VIDA A NOSOTROS.
[1] Hace un tiempo a la luz que un
hostelero en Ibiza contrataba para sus negocios a trabajadores extranjeros y
los hacinaba en zulos, les daba sueldos de hasta tres euros y medio la hora y,
además, no pagó a Hacienda por valor de 14,5 millones de euros. En 2008 cerca de medio centenar de sus
trabajadores denunciaron que habían sido obligados a firmar por este hostelero contratos
escritos en checo, idioma que no conocía ninguno de ellos. Según la Agencia
Tributaria, con un volumen de negocio cercano a los 36 millones de euros anuales,
este hostelero no ingresó jamás cuota alguna correspondiente al Impuesto de
Sociedades ni al IVA.
domingo, 22 de marzo de 2020
Domingo IV de Cuaresma (A)
22-3-2020 DOMINGO IV DE
CUARESMA (A)
Tenía pensado predicar en el día de hoy una homilía, pero luego cambié de idea y deseo hacer una predicación sobre el evangelio de hoy. No tengo escrita esta homilía y solo la colgaré en audio.
Pidamos a Dios que nos siga cuidando y protegiendo en estos duros momentos. Quienes me conocéis, me habéis oído hablar en diversas ocasiones de la explicación de aquel evangelio en que Jesús, ante el paralítico que le pusieron delante de sí al descolgarlo del techo, lo primero que hace es perdonarle los pecados y no curarlo de su parálisis. Esto siempre me llamó la atención y la explicación (para mí) es que, para Jesús era mucho más grave la maldad interior que tenía debido a sus pecados, que la misma enfermedad que le impedía mover piernas y manos.
Pues bien, cuando pido a Dios cuidado y protección, me refiero al coronavirus. Sí, por supuesto. Pero, sobre todo y también, le pido a Dios que nos cuide de nuestra increencia, de nuestra falta de fe y confianza, de nuestra soberbia y egoísmo, de nuestras ira e impaciencia en estos momentos de obligada convivencia, que puede causar tanto sufrimiento a nuestro alrededor.
Aquí van estas reflexiones de la mano del evangelio que Jesús hoy nos proclama...
Aquí muestro el texto de la carta a la que aludo en la homilía:
"Espero que todo este
sufrimiento nos sirva para crecer en madurez, en humildad, en austeridad, en
fe… y disminuyamos en prepotencia, chulería, soberbia, autosuficiencia, rechazo
de fe y de todo lo religioso… Pero, por suerte y por desgracia, unos lo harán y
otros no. Como decía Jesús: “Por más que miren no verán, por más que oigan no
escucharán”. Y por eso, no podrán convertirse. Son así las cosas. Lo cual no
debe hacer que disminuya nuestra esperanza. Todos tenemos nuestro tiempo.
Sí, tienes razón.
Todo esto relativiza nuestras preocupaciones e intereses anteriores, lo cual no
quita para que, en cuanto todo vuelva a la ‘normalidad’ pongamos por obra lo
que hemos aprendido ahora y lo que teníamos claro y era bueno antes de todo
esto.
Dios está. Decía
Jesús a la samaritana que llegará un día en que adoremos al Señor no en
Jerusalén, no en Garizín, sino en espíritu y en verdad. Ese aparente silencio y
ausencia de Dios, no es otra cosa que el nuevo camino que se nos abre a
nuestros pies: el camino de la fe: oscura, pero cierta. En estos días estoy
preparando las catequesis inconclusas de los jueves de Tapia sobre san Juan de
la Cruz (iba a ser el siguiente) y dice él: “Para
venir a lo que gustas has de ir por donde no gustas. Para venir a lo que no
sabes has de ir por donde no sabes. Para venir a poseer lo que no posees has de
ir por donde no posees. Para venir a lo que no eres has de ir por donde no
eres.
Cuando
reparas en algo dejas de arrojarte al todo. Para venir del todo al todo has de
dejarte del todo en todo, y cuando lo vengas del todo a tener has de tenerlo
sin nada querer.
En
esta desnudez halla el espíritu su descanso, porque no comunicando nada, nada
le fatiga hacia arriba, y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro
de su humildad”. Por
eso, no te preocupe si, sin culpa tuya, están las iglesias cerradas y sin
culto. Dios es más grande que ello. Y las iglesias, el culto, la Palabra de
Dios, la Misa… todo es temporal hasta llegar a Dios. Ahora, en estos días, Dios
nos pone otros medios y caminos para llegar a Dios. ¡Aprovechémoslos! Tienes
ahí la primera charla de los ejercicios de Latores, sobre el camino de la fe
para rumiar y meditar".
viernes, 20 de marzo de 2020
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