miércoles, 29 de noviembre de 2017

Domingo I de Adviento (B)



3-12-2017                              DOMINGO I DE ADVIENTO (B)
Homilía en vídeo.
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
            Iniciamos hoy el año litúrgico nuevo. En este tiempo leeremos, los domingos, preferentemente el evangelio de San Marcos. Asimismo, en el día de hoy iniciamos el tiempo de Adviento como preparación para el nacimiento del Hijo de Dios: Jesús.
            - En estos días, a diversas personas que se vienen a confesar, les pongo de penitencia que, durante el tiempo de Adviento, ‘preparen la cuna’ para el Niño Jesús que está a punto de nacer entre nosotros. Con gran sorpresa mía, acabo de encontrar este cuento, que se titula así: “Pesebre de amor”.
“Hace tiempo que un viajero en una de sus vueltas por el mundo, llegó a una tierra, le llamó la atención la belleza de sus arroyos que cruzaban los campos, y los sembrados. Habiendo caminado ya un rato, se encontró con la casas del pueblo, sencillas, coloridas y con puertas abiertas de par en par. De repente, tres niños, hermanitos, salieron a recibirlo y lo invitaron a pasar a una de las casas; los padres de los niños invitaron al viajero a quedarse con ellos unos días. El viajero aprendió muchas cosas, por ejemplo a hornear el pan, trabajar la tierra, ordeñar las vacas, pero había una de la cual no podía descubrir el significado. Cada día y algunos días en varias ocasiones el papá, la mamá y los hermanos se acercaban a una mesita donde habían colocado las figuras de María y José, un burrito marrón y una vaca. Despacito dejaban una pajita entre María y José. Con el correr de los días el colchoncito de pajitas iba aumentando y se hacía más mullido.
Cuando le llegó al viajero el momento de partir, la familia le entregó un pan calentito y frutas para el camino, lo abrazaron y lo despidieron. Ya se iba, cuando dándose vuelta, les dijo:
-Una cosa quisiera llevarme de este hermoso momento.
-Por supuesto le contestaron. ¿Qué más podemos darte para el camino?
Y el viajero entonces preguntó: -¿Por qué iban dejando esas pajitas a los pies de María y José?
Ellos sonrieron y el niño más pequeño respondió: -Cada vez que hacemos algo con amor, buscamos una pajita y la llevamos al pesebre. Y así vamos preparando para que cuando llegue el niño Jesús, María tenga un lugar para recostarlo. Si amamos poco, el colchón va a ser un colchón delgado y por lo mismo frío. Pero si amamos mucho, Jesús va a estar más cómodo y calentito.
El viajero parecía comprenderlo todo. Sintió ganas de quedarse con esa familia hasta la Nochebuena, pero una voz dentro de sí lo invitó a llevar por otros pueblos lo que había conocido tanto de nuevas labores, como de los corazones sencillos tan llenos de amor, como los de esa familia”.
- Este cuento y la penitencia que estoy poniendo en estos días vienen a corroborar lo que nos dice Jesús en el evangelio de hoy: Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!. Jesús nos anima estar siempre en vigilancia, pues Jesús viene y pasa continuamente a nuestro lado. Esto lo entendemos muy bien en el ámbito humano. La semana pasada fueron las ofertas del ‘Black Friday’. Mucha gente estuvo pendiente de buscar un chollo, un ‘ofertón’. Mucha gente pateó calles y comercios. Mucha gente estuvo pendiente de buscar horas y horas por Internet algo para comprar. Esa vigilancia que sabemos hacer tan bien en las cosas materiales, en las cosas de este mundo es, al menos, la misma que debemos poner para las cosas de Dios y de Jesús. La familia del cuento sabía hacerlo muy bien: no es que estuviera pendiente de llevar pajas al portal de Belén. No. De lo que estaba pendiente era de hacer obras de amor, que luego eran significadas por esas pajitas en la cuna del Niño Jesús. Esto mismo es lo que trataba de explicar en la penitencia de las confesiones: “Durante este tiempo de Adviento procura realizar obras buenas, obras llenas de amor a Dios y a los demás. Así, cuando llegue el 24 por la noche, el Niño Jesús tendrá la cuna preparada para recostarse en tu espíritu y entonces será realmente Navidad y nacimiento de Dios en ti”.
Lo contrario de la vigilancia es la pereza, la desidia, la apatía, el abandono. No caigamos en estos errores. Es muy triste que pongamos más empeño en buscar y recibir las cosas materiales que en buscar y recibir a Dios mismo en la persona del Niño Jesús.
- ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!, dice el profeta Isaías en la primera lectura. Para mí aquí está el problema más importante que tenemos los cristianos de Asturias y de España en este año (y en otros): el problema más grande es que no deseamos ni vemos la necesidad de que Jesús y Dios mismo bajen de los cielos para estar con nosotros, para salvarnos. Sólo quienes tienen necesidad urgente de Dios suplicarán con todas sus fuerzas las palabras mágicas de este Adviento y de todos los Advientos: ¡¡¡Ven, Señor Jesús!!! Así lo repetimos año tras año y lo cantamos en todos los cantos del tiempo de Adviento (lo digo cantando): ♫ ‘Ven, ven, Señor no tardes…’; ‘ven Salvador, ven sin tardar…’; ‘el pueblo gime de dolor, ven y sálvanos…’; ‘esperando, esperamos Señor tu venida…’
Por eso, creo que es muy importante, no sólo que le pidamos a Jesús que venga a nosotros, sino también que nos haga desear ardientemente su venida entre nosotros. Sabemos que el profeta Isaías la deseaba con todas sus fuerzas. Por eso gritaba: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!
- Finalizo con estas tres suplicas a Dios:
1) Señor, enséñanos a preparar tu cuna durante este tiempo de Adviento para el nacimiento de tu Hijo.
2) Señor, que estemos vigilantes en este Adviento y no seamos perezosos ni descuidados. Que, con pequeños actos de amor hacia Ti y hacia los demás, llenemos la cuna de tu Hijo de pajitas para que esa cuna esté bien mullida.
3) Señor, haznos desear, como el profeta Isaías, que tu Hijo Jesús venga en medio de nosotros. Lo necesitamos, aunque no lo sepamos ni nos demos cuenta.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Jesucristo, Rey del Universo (A)



26-11-17                         JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (A)

Homilía en vídeo.
Homilía de audio
Queridos hermanos:
En el Prefacio de la Misa de Jesucristo, Rey del Universo, se define y describe al Reino de Dios como un Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Un Reino que es eterno y universal, pero también un Reino que no es de este mundo. Este Reino es don de Dios, pero también es tarea nuestra.
En la homilía de hoy quisiera centrarme en el Reino de la Verdad. Jesús nos dice en el evangelio: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es por mí” (Jn. 14, 6). Si queremos llegar a Dios, hemos de ir por Jesús y a través de Jesús. Si queremos estar con Jesús, hemos de estar con la Verdad. En otro momento Jesús nos dice: La Verdad os hará libres (Jn. 8, 32).
            ¿Buscamos la verdad, caminamos en la verdad, vivimos la verdad, aceptamos la verdad?[1]
            - Desde hace pocos años ha aparecido en el mundo una palabra nueva, que en diciembre de este año será incluida en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: la ‘posverdad’.
La ‘posverdad’ quiere decir que “las aseveraciones dejan de basarse en hechos objetivos, para apelar a las emociones, creencias o deseos del público”. Así a la hora de crear y modelar opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. Con esta nueva palabra se quiere decir que “el que algo aparente ser verdad es más importante que la propia verdad”.​ Para algunos autores la ‘posverdad’ es sencillamente mentira, estafa o falsedad encubiertas con el término políticamente correcto de ‘posverdad’, que ocultaría la manipulación y la propaganda[2].
Esta dinámica de la ‘posverdad’ funciona en muchos ámbitos de la vida: en la política, en la economía, en la sociedad, en los medios de comunicación social.... Por ejemplo, durante la última campaña presidencial en Estados Unidos y en la campaña del Brexit en el Reino Unido se utilizó mucho la palabra ‘posverdad’. Un rasgo definitorio de la política de la ‘posverdad’ es que los activistas continúan repitiendo sus puntos de discusión, incluso si estos son encontrados falsos por los medios de comunicación o por expertos independientes.
La ‘posverdad’ supone un emborronamiento de la frontera entre la verdad y la mentira, y crea una tercera categoría distinta a las dos anteriores. Una en la que un hecho, ficticio o no, es aceptado de antemano por el simple hecho de encajar con nuestros esquemas mentales. Así, en el ámbito de la psicología, se dice que existe un estado de tensión y conflicto interno que notamos cuando la realidad choca con nuestras creencias. Cuando se produce, entonces intentamos resolver la situación reajustando el encaje entre ese sistema de creencias y la información que nos llega del exterior; mucha veces, elegimos manipular la realidad para mantener lo primero tal y como está.
¿Y qué es lo que aporta la ‘posverdad’? La posibilidad de crear un contexto en el que la verdad y la contrastación y presentación de pruebas se valore tan poco que puedan subsistir todo tipo de mentiras e ideas sin pies ni cabeza. En el mundo de la ‘posverdad’ literalmente cualquier idea puede dar paso a un discurso válido sobre lo que ocurre en la realidad, siempre y cuando los altavoces por los que se transmite sean lo suficientemente potentes. Saber si es verdadera o no, está de más.
            - Hasta aquí se acaba de exponer, un poco por alto, lo que dicen algunos estudiosos (politólogos, sociólogos, psicólogos, lingüistas…) sobre esta palabra de la ‘posverdad’ y todo lo que conlleva. Pero ahora vamos a tratar de examinar y profundizar todo esto en nuestra vida y en nuestra fe.
a) Quien vive en la ‘posverdad’ vive más en el subjetivismo que en lo puramente objetivo. Ante cualquier suceso se provoca en esa persona una reacción de aceptación o de rechazo. Así, algo es verdad, si le gusta; algo no es cierto, si no le gusta. Uno de los ejemplos que he visto con más frecuencia es éste (se podrían decir muchos más): Un chico/a se encandila (se enamora) de otro/a y todo el mundo le advierte de que no le conviene (por tener caracteres muy diversos, por tener problemas graves de alcoholismo, o enfermedades mentales, o trayectorias conflictivas, o personalidades egoístas o inmaduras…), pero como esa persona ‘encandilada’ vive de la ‘posverdad’ (es que le gusta mucho), no acepta aquello que le dicen; en sus planes o en su cabeza no entra que los amigos o familiares que le avisan puedan tener razón o que pueda fracasar su relación. Por eso, cuando más adelante la realidad se impone, cuando aparece la cruda verdad, esa persona ‘encandilada’ se rompe, porque ha vivido eso en la ‘posverdad’. Así es como vive mucha gente de cara a los estudios (consecuencias: carreras sin terminar y varias carreras comenzadas), al trabajo (consecuencias: abandonar un puesto o empresa por una quimera, que nunca cumple las expectativas que uno había puesto en ello), a su relación con la cuestión económica (consecuencias: vivir por encima de las propias posibilidades y endeudarse de un modo desmesurado), en las relaciones de otras personas (consecuencias: pérdida de libertad, dependencias, descubrimiento un día de que uno no tiene amigos o familia)…
            Vivir en la verdad supone aceptar las propias limitaciones y las limitaciones de los que nos rodean. Vivir en la verdad supone saber que no tenemos respuesta para todo ni para todas las situaciones. Vivir en la verdad supone tener capacidad de escucha, de abrirse al otro. Vivir en la verdad supone dejar de lado la terquedad, la soberbia, el orgullo. Vivir la verdad supone ser humilde. Vivir en la verdad supone saber que las cosas, las personas y las situaciones son lo que son, independientemente de que me gusten o no.
b) Igualmente en muchas ocasiones nos acercamos a Dios y a las cosas de Dios desde la perspectiva de la ‘posverdad’ (me gusta o no me gusta, me convence o no me convence). Si no me gusta o no me convence, entonces no es cierto.
            Dios se adecúa siempre a nosotros, tiene paciencia con nosotros, nos espera siempre, pero Él nos enseña la verdad: la Verdad absoluta. Lo que es, lo que ha sido, lo que será. Las personas que tratan de vivir de acuerdo con la verdad son personas más estables, más libres, más felices, más serenas, más honestas… Aquí podemos poner a los santos, pero también a todas aquellas personas que, aunque no lleguen a los niveles de los santos, sí que poseen parcelas muy importantes de estas virtudes o situaciones.
            Quien vive en Dios o procura vivir en Él, rechaza la mentira, la simulación, el engaño…, y busca la verdad en todo momento.

[1] Quizás la homilía de hoy nos suene un poco rara, o distinta a otras homilías, pero creo que es importante.
[2] Se me vienen a la mente algunas de las frases de Josepf Goebbels, ministro de Propaganda de la Alemania Nazi: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en verdad”; “miente, miente, miente que algo quedará. Cuanto más grande sea la mentira más gente la creerá”; “cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”; “toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.