El Sr. Arzobispo de Oviedo ha tomado la decisión de trasladarme a las parroquias del concejo de Tapia de Casariego (cerca de Galicia). Yo quiero obedecer, pues la mano de Dios está en todo ello. ¡Seguro!
Voy feliz, porque Dios y su Santa Iglesia me llaman a evangelizar a sus hijos en aquella zona, que yo quiero tanto.
Estoy triste por tener que dejar a mis queridos feligreses de La Peña, de La Rebollada, de Ablaña, de Baiña y de Loredo. También a las personas que llevo en dirección espiritual y, quizás no podamos continuar o de una forma más distanciada en el tiempo. Igualmente a las personas que trabajan conmigo en el Tribunal Eclesiástico, a los fieles de la Catedral de Oviedo, y a tantos amigos y familiares míos.
Un abrazo y que Dios os bendiga
Andrés Pérez
Seguiré 'colgando' las homilías en el blog y mandándolas por correo electrónico.
Sacerdote de la Archidiócesis de Oviedo (España) Párroco de la UP de san Lázaro del Camino (Oviedo)
sábado, 29 de junio de 2013
jueves, 27 de junio de 2013
Domingo XIII del Tiempo Ordinario (C)
30-6-2013 DOMINGO XIII TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía de audio en MP3
Queridos
hermanos:
En el salmo de hoy nos dice cosas preciosas, por ejemplo: “El
Señor es el lote de mi heredad”. Se percibe claramente que el salmo está
compuesto por una persona a la que Dios ha enamorado y ha colmado de su ternura
y atenciones[1].
Y esto sólo puede haber tenido lugar porque el mismo salmista ha permitido la
acción de Dios en él. Ya lo decía en la homilía del domingo pasado: “Decir que todo procede de Dios y que el
hombre es un puro sujeto pasivo, no es cristiano. Decir que todo procede del
hombre y que Dios es un puro espectador del esfuerzo humano, no es cristiano”.
Dios ama; sí. Dios es el origen del Amor; sí. Pero el hombre creyente responde
(ha de responder) a ese amor. Si no respondiera, entonces ese amor se quedaría
improductivo. ¿Qué es lo que nota uno en su ser más íntimo ante la respuesta a
ese amor divino? Nos lo dice también el salmista: “Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne
descansa serena”.
Pero,
¿puede alguien alegrarse ‘con la que está cayendo’?
- El martes por la mañana leía esta
noticia: “Desesperanzada vuelta a la
mina. Los mineros de Cerredo (Asturias) regresan al tajo tras seis meses, con
la moral baja por la incertidumbre sobre el cobro de sus salarios y sobre el
futuro de la empresa. ‘Ilusión ninguna’ […] Estas declaraciones reflejan bien
el sentir de los trabajadores de la explotación, que ayer volvieron al tajo
tras más de seis meses de inactividad y sin percibir sus salarios”.
- El lunes celebraba el funeral de
Apolinar en Baiña. Él estaba rodeado de su familia, la cual lloraba
desconsoladamente su pérdida.
- En estos días a un compañero mío
le han diagnosticado que su cáncer, del que se había operado con éxito hace
poco tiempo, ha reaparecido más fuerte y destructivo que nunca.
- Y tanta gente que sufre y llora
por sus desgracias personales y familiares: una chica abandonada por su novio,
al que amaba y en el que confiaba con todo su ser; el niño ovetense que se
marchó descalzo y con un pantalón corto de casa por las malas notas y estuvo
más de 24 horas desaparecido; etc.
Sí, en medio ‘de la que está
cayendo’ un cristiano sabe que no puede llenarse de rabia y amargura (contra
los bancos y contra los políticos); un cristiano no puede mirar sólo para sí y
para los suyos y rezar para que no les toque alguna desgracia; un cristiano no
puede conformarse con mirar para el suelo y para lo que le rodea. Un cristiano
mira para más allá y dice, como el salmo de hoy: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti […] El Señor es el lote de
mi heredad”. Esto no significa una huida de la triste realidad que tenemos
a nuestro alrededor. La fe en Dios no es
un refugio de bola de cristal; ni lo tiene que ser nunca. La fe en Dios no es
una huida; ni lo tiene que ser nunca.
Cuando un creyente afirma que el
Señor es el lote de su heredad, lo que quiere decir es que prefiere esa
herencia (a Dios como herencia) a cualquier otra herencia material y/o familiar
que le pudiera venir. Sé que es muy duro
lo que digo aquí. Sobre todo es duro para la gente que no tiene medios
económicos o los tiene muy limitados. Ejemplos: 1) Hace un tiempo me vino una
persona con una gran angustia porque la pensión de jubilación que le quedaba
era muy escasa: ‘Toda la vida cotizando y ahora, lo que me queda, no me da para
vivir’. 2) Hace también un tiempo una mujer se me quejaba de que no estaba a
gusto en la casa que tenía (era un piso húmedo y viejo). Cuando veía en las
revistas algunas casas con jardín, con flores, se decía. ‘¿Por qué yo no puedo tener una casa así?’
Igualmente esta mujer me preguntaba por qué tenía siempre que estar con la
angustia de llegar a final de mes y no poder pagar las facturas que le llegaban
inexorablemente… Tanto se me quejaba que le dije: ‘Mira, yo soy sacerdote.
Tengo el poder de Dios. Ahora mismo quiero cambiar todo eso que me dices. En
cuanto toque mi dedo tu brazo, tendrás esa casa preciosa con jardín, te vendrá
un dinero suficiente para pagar todas tus deudas y para que vivas con desahogo
por el resto de tus días. Pero, a cambio de todo ello, a cambio de todos esos
dones materiales, te retiraré y te quitaré la fe en Dios’. Entonces avancé un
poco mi dedo hasta su brazo y ella rápidamente retiró su brazo, y dijo
sorprendida y rotunda: ‘¡¡¡NO!!! Prefiero más mi fe en pobreza y necesidades
antes que cosas materiales sin la fe en Dios’. ¿Por qué dijo esto? Pues porque
ella también, como el salmista, vivía y decía: “El Señor es el lote de mi heredad”.
Las últimas palabras de Jesús en el
evangelio de hoy van en este mismo sentido. Dicen así: “A otro le dijo: ‘Sígueme’. Él respondió: ‘Déjame primero ir a enterrar
a mi padre’. Le contestó: ‘Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú
vete a anunciar el reino de Dios’. Otro le dijo: ‘Te seguiré, Señor. Pero
déjame primero despedirme de mi familia’. Jesús le contestó: ‘El que echa mano
al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios’”.
¿Por qué dice Jesús: “Deja que los muertos entierren a sus
muertos”? ¿No dice el cuarto mandamiento de la Ley de Dios “honrarás a tu padre y a tu madre” (Ex.
20, 12)? ¿No es una obra de caridad enterrar a los difuntos, y cuánto más al
propio padre? ¿No puso Tobit su vida en peligro por enterrar a sus compatriotas
asesinados por el rey de Nínive-Asiria (Tob 1, 17-20; 2, 3-8)? Si todo esto es
así, entonces -repito- ¿por qué dice Jesús: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”?
Interpretar este texto no es fácil y
se han dado varias explicaciones. Por otra parte, las interpretaciones que se
den no podrán agotar nunca todo su significado. Voy a intentar decir alguna
cosa:
- Por supuesto, Jesús no quiere
decir que no se haya de honrar a padre y a madre, y que esté mal atender a los
padres y darles sepultura habiendo fallecido. De hecho, hay textos
evangélicos que hablan del amor y atención que hay que tener hacia los padres
(Mt. 15, 3-6).
- Asimismo todo se de poner de
manifiesto que en esta frase, aunque se usa dos veces la misma palabra: ‘muertos’, el
significado es diferente. El primer ‘muertos’ hace referencia a aquellas
personas que respirando, comiendo, hablando, trabajando, llorando, riendo,
bailando… están vivos por fuera, pero por dentro están muertos, pues sólo viven
por y para lo material, por y para sí mismos. Estas personas no ven más allá de
sus narices. Con el segundo ‘muertos’ se indica (ya sí) a aquellos que han
fallecido físicamente. Por lo tanto, el sentido literal de la frase sería ésta:
‘Deja que aquellos que sólo viven para las cosas materiales, para el aquí y
ahora, se ocupen de las cosas urgentes, pero no de las cosas que de verdad
importan y que dan vida para sí mismos y para los que les rodean’.
-
Lo que Jesús quiere subrayar –entiendo yo- es la urgencia de seguir a
Jesús; que es más importante Dios que las cosas del mundo. Escribe un autor
cristiano sobre este texto: ‘A la Iglesia en general le
exige el coraje y la clarividencia para liberarse del servicio a tantas
estructuras o realidades «muertas», por muy venerables que hayan sido
históricamente, y entregarse al anuncio de la siempre buena y nueva noticia del
Reino. ¡Cuántas energías utilizadas y perdidas, a veces, en el mantenimiento de
realidades carentes de vida y, consecuentemente, de fuerza vitalizadora (ritos,
tradiciones, devociones...)! Para el creyente, para cada uno en particular, el
dicho de Jesús es una invitación a desenmascarar las razones sin vida, y sin
razón, que le llevan a aplazar el seguimiento de Jesús y el anuncio de su
mensaje. El dicho de Jesús es una llamada urgente a priorizar a quién queremos
servir y seguir. El mismo Jesús tuvo que definirse personalmente en su vida. A
la pregunta angustiada de María y José, tras la penosa búsqueda de tres días,
Jesús respondió: “¿No sabías que yo debo estar en las cosas de mi Padre?” (Lc 2, 49)’.
[1] DIOS HACE LO MISMO CON TODOS NOSOTROS.
jueves, 20 de junio de 2013
Domingo XII del Tiempo Ordinario (C)
23-6-2013 DOMINGO XII TIEMPO ORDINARIO (C)
HOmilía del Domingo XII del Tiempo Ordinario from gerardoperezdiaz on GodTube.
Homilía de audio en MP3
Queridos
hermanos:
* El evangelio de hoy termina con
unas palabras duras, y que no se predican en estos tiempos con demasiada
frecuencia. Dice así Jesús: “El que
quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se
venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda
su vida por mi causa la salvará”. En el día de hoy no quiero fijarme en el
seguimiento que pide Jesús (‘el que quiera seguirme […] y se venga conmigo’),
sino más bien en las duras y crudas palabras que hablan de sufrimiento y
muerte: negarse a uno mismo, cargar con
la cruz diaria, perder la vida por Jesús. ¿Qué significa negarse a uno
mismo? No podemos esconder estas palabras de Jesús. En otros tiempos se
predicaba mucho de ellas, pero hoy poco o nada. Cuando celebro el sacramento de
la Penitencia
y un fiel me dice que le pregunte yo, le propongo el examen de conciencia y una
de las preguntas que le planteo es ésta: ‘¿Haces sacrificios y
mortificaciones?’ Con frecuencia la respuesta es: ‘¡Bastantes sacrificios tiene
ya la vida! ¿Le parecen poco los sufrimientos que tengo yo, que aún tengo que mortificarme
más?’ Sin embargo, la palabra de Jesús en el evangelio de hoy es muy clara:
Debemos negarnos a nosotros mismos y perder la vida por Jesús. Vuelvo a
preguntar: ¿Qué significa esto? (No pretendo tratar exhaustivamente este tema.
No hay tiempo ni espacio en una homilía de domingo).
* La mortificación, el sacrificio, la negación de uno mismo, la ascesis…
son conceptos que vienen a denominar el conjunto de esfuerzos mediante los
cuales se quiere progresar en la vida moral y religiosa. Pero, ¿por qué hay
que mortificarse, por qué hay que sacrificarse, por qué hay que negarse a uno
mismo, por qué hay que practicar la ascesis? La respuesta no puede ser por
ganar un campeonato del más fuerte, o del más constante, o del más perfecto. Sólo debemos y podemos hacer esto por y
para Dios: para seguir a Jesús y para perder la vida por Jesús. Así nos lo
confirma el salmo que acabamos de orar: “Oh
Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca,
agostada, sin agua”. Hay hombres y mujeres que se depilan todo su cuerpo, que
se someten a liposucciones, a cirugía estética y a ayunos tremendos para… estar
más delgados, bellos y jóvenes. Hay hombres y mujeres que pasan horas de la noche y
del día, al sol y a la lluvia para conseguir una entrada para un concierto de
música; y podemos seguir poniendo ejemplos de los sufrimientos a los que se
someten hoy las personas para conseguir objetivos meramente humanos y
materiales. Pues los cristianos también
hacemos esfuerzos para que Dios habite en nosotros más plena y profundamente.
Pero en la fe y en las cosas de Dios, ¿no es todo gratuito, no nos da Dios todo
gratis? Sí, pero también Jesús nos dijo que Dios nos daría el ciento por uno
(Mc. 10, 30). Sí, nosotros ponemos uno, y Dios pone cien. Dios quiere la colaboración del hombre en su obra creadora y en su obra
salvadora. DECIR QUE TODO PROCEDE DE DIOS Y QUE EL HOMBRE ES UN PURO SUJETO
PASIVO, NO ES CRISTIANO. DECIR QUE TODO PROCEDE DEL HOMBRE Y QUE DIOS ES UN
PURO ESPECTADOR DEL ESFUERZO HUMANO, NO ES CRISTIANO.
* Veamos qué dicen la Iglesia y los santos sobre
este tema:
- Se dice en el Catecismo de la Iglesia Católica
(nº 2015): “El camino de la perfección
pasa por la cruz. No hay santidad sin
renuncia y sin combate espiritual. El progreso espiritual implica la ascesis y
la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y en el gozo de
las bienaventuranzas”.
- Dice San Juan de la Cruz en su obra ‘Monte de
perfección’: “Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada […]
Para venir a lo que gustas, has de ir
por donde no gustas”. Sigue diciendo este santo en su obra del ‘Cántico
espiritual’: “Quien a Dios busca queriendo continuar con sus gustos, lo busca de
noche y, de noche, no lo encontrará”.
- Decía San Juan Crisóstomo: “Despreciar la comida y la bebida y la cama blanda, a muchos puede no
costarles gran trabajo. Pero soportar una injuria, sufrir un daño o una palabra
molesta no es negocio de muchos, sino de pocos”.
* Hay mortificaciones, sacrificios y
negaciones de uno mismo graves y leves;
los hay exteriores e interiores; buscadas por uno mismo o que nos encontramos
con ellos a lo largo de la vida.
En alguna ocasión, el dolor y la mortificación los
encontramos en una gran dificultad, en una enfermedad grave y dolorosa, en un
desastre económico, en la muerte de un ser querido, en incomprensiones, en
injusticias graves. Pero lo normal será que nos encontremos con pequeñas
contrariedades que se atraviesan en el trabajo, en la convivencia; puede ser un
imprevisto con el que no contábamos, el carácter de una persona con la que
necesariamente hemos de convivir[1],
planes que hemos de cambiar a última hora, instrumentos de trabajo que se
estropean cuando más nos eran necesarios, dificultades producidas por el frío o
el calor, pequeñas incomprensiones, una leve enfermedad que nos hace estar con
menos capacidad de trabajo ese día… Estas contrariedades pueden ser, cada día,
ocasión de crecer en espíritu de mortificación, paciencia, caridad, santidad en
definitiva, o bien pueden ser motivo de rebeldía, de impaciencia o de
desaliento. La contrariedad -pequeña o grande- aceptada produce paz y gozo en
medio del dolor; cuando no se acepta, el alma queda desentonada o con una
íntima rebeldía que sale enseguida al exterior en forma de tristeza o malhumor.
Veamos algunos ejemplos concretos y prácticos de ‘ese uno’
que podemos poner los hombres cristianos y que nos abrirá la puerta ‘al ciento’
de Dios, mantendrá nuestro espíritu despierto y alegre, e impedirá que caigamos
en la desidia y la dejadez espiritual: + Nos podemos levantar a la hora
prevista venciendo la pereza de ese primer momento; + ofrecer la enfermedad y
los dolores; + realizar un trabajo bien hecho, aunque nadie lo perciba ni nos
lo agradezca; + ser puntuales; + ser sobrios en las comidas y las bebidas; +
aceptar con paz las contrariedades de cada día; + cuidar las cosas propias y
ajenas que usamos; + tener un orden en nuestros horarios y con las cosas; +
vencer el propio egoísmo; + sonreír cuando estamos cansados y los demás
necesitan nuestra sonrisa; + ser constantes en las tareas que emprendemos; +
dejar hablar a los demás y no imponer siempre nuestras razones; + evitar los
gastos superfluos y aumentar las limosnas; + evitar las palabras inútiles y las
murmuraciones; + ‘ayunar’ de la TV,
del ordenador y del móvil; + luchar contra la curiosidad de vista y de oído…
Pero –repito y esto es importantísimo- todo esto no es para
ganar ningún campeonato ni para ser los más fuertes, sino que es para cumplir
las palabras de Jesús en el evangelio de hoy: “El que quiera seguirme, que se
niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el
que quiera salvar su vida la perderá; pero el
que pierda su vida por mi causa la salvará”.
[1] El domingo me dieron a leer una carta de un chico que
vive con un hombre adulto y para el primero es un auténtico martirio soportar
al segundo. Dice el adulto: ‘Trae una barra de pan de la tienda’. Así lo hace
y, al llegar a casa, le echa la bronca: ‘¡Pero es que no te das cuenta que con
una sola barra no tenemos para nada en la comida!’ Le manda que aparque el
coche sin echar el freno de mano y le dice que lo aparque delante de casa, que
está en cuesta. Si el coche se escapara, al chico le caería la bronca segura y,
si no se escapa el coche porque echa el freno de mano, tiene asegurada la
bronca porque no le hizo caso.
jueves, 13 de junio de 2013
Domingo XI del Tiempo Ordinario (C)
16-6-2013 DOMINGO XI TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía del Domingo XI del Tiempo Ordinario (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.
Queridos
hermanos:
En 2010, al predicar sobre estas
mismas lecturas, me detenía en la figura de la mujer que bañó los pies de Jesús
con sus lágrimas, que los secó con sus cabellos, que los ungió con perfume y
que los besó con sus labios. En aquella homilía, que os invito a repasar en el
blog, terminaba de la siguiente manera: “Sería muy interesante profundizar en el
personaje de Simón, el fariseo que invitó a comer a Jesús en su casa y que
juzgó a María Magdalena, pero hoy no nos da tiempo. Hacedlo vosotros. A ver qué
os dice Dios de él”. Pues bien, vamos a fijarnos en la homilía de
hoy en el fariseo llamado Simón.
- Fue Simón quien rogó “a Jesús que
fuera a comer con él”. ¿Por qué? ¿Cuáles son los motivos por lo que
alguien invita a otro a comer en su propia casa? 1) Principalmente puede ser
por amistad y por cariño. 2) También puede ser por gratitud hacia esa persona
ante algún bien recibido de la persona invitada. 3) Asimismo puede ser para
conseguir algo del invitado o de un conocido del invitado; es decir, en este
último caso se le invita por interés.
De estas tres razones que he apuntado, ¿cuál pensáis que es
la más correcta en el caso de Simón, el fariseo? Está claro que Jesús no era
para Simón su amigo ni le tenía un cariño especial. Se puede concluir esto de
las mismas palabras de Jesús al contar el recibimiento que le dio Simón al
entrar en su casa: “Cuando yo entré en tu
casa, no me pusiste agua para los pies;
ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado
con su pelo. Tú no me besaste; ella,
en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento;
ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume”. Tampoco creo que Simón
hubiera invitado a Jesús para agradecerle algo, pues su recibimiento, como
acabamos de escuchar, fue más bien correcto, pero frío y distante.
Entonces sólo nos queda la última
razón: Simón invitó a comer a Jesús por
algún interés personal, para sacar algo. ¡Vamos a ver si lo averiguamos! Si
leemos los capítulos anteriores del evangelio de San Lucas, vemos cómo Jesús se
había convertido en un hombre famoso por sus curaciones, por sus milagros y por
sus predicaciones. Una gran cantidad de gente lo seguía. De Jesús se hablaba
por todo el país e incluso fuera de él. Las
razones interesadas o ‘bastardas’ por las que Simón pudo haber invitado a Jesús
a comer podían muy bien ser éstas: a) Para presumir en el pueblo en que
vivía de que el famoso ‘profeta’ Jesús había estado en su casa. Lo mismo que
hay gente hoy que colecciona autógrafos de famosos o se hace fotos con famosos[1],
también Simón quería su momento de gloria… a costa de Jesús. De hecho, el
evangelio alude a otros invitados a la comida para que fueran testigos del
momento de gloria de Simón. Estos invitados serían, por un lado, ‘de la cuerda’
de Simón y, por otro, serían también ‘las fuerzas vivas del lugar’. b) Otra
razón podía ser el que Simón lograra adquirir información de primera mano de
Jesús para luego transmitirla a otros fariseos. ‘Aquel galileo atraía a
demasiada gente y no era de los nuestros’. Había que tratar de controlar y
espiar a Jesús. Él no era manejable ni sobornable y eso traía nerviosa a mucha
gente, como se puede comprobar en la lectura de los evangelios.
- Yo me quedo más con la última de
estas dos razones que acabo de decir, aunque sin descartar la primera. ¿Por qué
digo esto? Pues por lo que sucede durante la comida: al entrar la mujer
pecadora y lavar los pies a Jesús y tocarlo, en Simón se produce el siguiente
pensamiento: “Al ver esto, el fariseo que
lo había invitado se dijo: ‘Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer
que lo está tocando y lo que es: una pecadora’. Jesús tomó la palabra y le
dijo: ‘Simón, tengo algo que decirte’. Él respondió: ‘Dímelo, maestro’”.
Fijaros en la respuesta de Simón: “Dímelo,
maestro”. Interiormente Simón está juzgando a Jesús, pero por fuera se
muestra sumiso y complaciente con Jesús. En sus palabras parece entenderse:
‘Dime lo que quieras, Jesús, que yo estoy aquí para escucharte. Además,
reconozco que tú eres mi maestro y yo con gusto aprenderé de lo que me digas’.
Nada de esto era verdad; por eso Simón actuaba y hablaba como un fariseo, en el
sentido más peyorativo, es decir, con hipocresía, con fingimiento y con
falsedad[2].
- El retrato que nos queda de Simón
no es demasiado agraciado: 1) un hombre que actuaba por el propio interés y el
de su grupo fariseo, 2) que usaba a los demás para sus fines y egoísmos, 3) que
juzgaba a los otros y les miraba por encima del hombro, 4) que hablaba y
actuaba con doblez y simulación. En definitiva, fue un hombre que estaba
cerrado a la gracia de Dios. Pasó por su casa el Hijo de Dios y no lo acogió.
El Hijo de Dios pudo perdonarle, salvarle, amarle…, pero no aceptó nada de
esto. Simón creía no necesitar nada de ese Jesús, que embaucaba a los
ignorantes y paletos del país, pero… a él NO. Simón ya sabía todo lo que debía
saber y nadie podía enseñarle nada nuevo, ni siquiera ‘ese Jesús’.
Simón, el fariseo, por desgracia, no
es muy diferente de nosotros y de nuestras palabras y actuaciones en tantas
ocasiones. Sí, muchas veces nosotros, de cara a Dios y de cara a los demás,
hablamos y actuamos buscando nuestros intereses, usamos a los demás, somos
egoístas con Dios y con los demás, utilizamos la falsedad y la hipocresía y no
queremos ser enseñados-perdonados-salvados por el mismo Jesús.
La homilía de este mismo domingo del año 2010 la terminaba
con una frase, que vendría bien repetir ahora: “¿A quién me parezco yo
más en mi vida ordinaria en la relación con Dios y con los demás: a Simón, el
fariseo, o a la mujer pecadora?”
[1] En varias ocasiones he entrado en algún bar o
restaurante en donde figuran en las paredes fotografías de famosos artistas, o de
toreros, o de políticos, o de deportistas… con el dueño del local.
[2] A este respecto vienen muy bien unas palabras del
Papa Francisco de principios de este mes. Dijo que la hipocresía es la lengua
de los corruptos y que un verdadero cristiano no usa un lenguaje “socialmente educado”, sino que habla de
manera sencilla, con amor, “con la misma
transparencia que los niños, que no son hipócritas porque no son corruptos”.
Denunció el Papa a aquellos que, “con
palabras suaves, bonitas, demasiado dulzonas intentan presentarse como amigos,
pero todo es falso, ya que esa gente no ama la verdad, sólo a sí mismos, e
intentan engañar, implicar al otro en su mentira. Tienen un corazón mentiroso y
no pueden decir la verdad”. El Papa advirtió a los cristianos sobre la
vanidad y dijo que, aunque “nos gusta que
se digan cosas bonitas de nosotros”, hay que tener cuidado, “ya que los corruptos lo saben y con ese
lenguaje intentan debilitarnos”. El Papa pidió a los fieles que piensen
bien qué lenguaje usan y si hablan con amor “o
con ese lenguaje social con el que se dicen cosas bonitas, pero que no
sentimos”. “Que nuestro lenguaje sea
evangélico. Los hipócritas comienzan con la lisonja, la adulación y acaban
acusando a los que han adulado. Pidamos al Señor que nuestro lenguaje sea
sencillo, que hablemos como los niños, como hijos de Dios, con verdad y amor”.
jueves, 6 de junio de 2013
Domningo X del Tiempo Ordinario (C)
9-6-2013 DOMINGO X TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía del Domingo X del Tiempo Ordinario (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.
Homilía de audio en MP3
Queridos
hermanos:
- La primera lectura de hoy y el evangelio nos hablan de muerte y de vida.
No primero de la vida y después de la muerte. NO. Nos hablan primero de la
muerte de dos chicos y luego de la vida de esos dos mismos chicos. Vamos a
entrar en el tema:
* El 5 de agosto de 2009 se podía
leer una noticia en los periódicos referida a la persecución que sufren los
cristianos en Pakistán, un país de inmensa mayoría musulmana. Todo comenzó al
término de una boda entre católicos: “Gojra
(Pakistán). Han arrojado piedras, quemado las casas y perseguido a los
fugitivos, disparando a tontas y a locas. Al final, los muertos son nueve. Siete se apellidan Hamid y son del mismo
clan familiar del padre Hussein Younis, franciscano. Entre ellos hay dos niños.
Su único delito es ser cristianos. (Cuenta el sacerdote paquistaní): ‘Como es habitual, al final de la ceremonia (de
la boda) en la iglesia los invitados han
arrojado sobre la pareja flores, arroz, algunas monedas para augurar
prosperidad y tarjetas con frases de saludo u oraciones. La desgracia es que
los musulmanes comenzaron a decir que las tarjetas eran páginas arrancadas del
Corán, una ofensa gravísima para el Islam y hoy todavía más grave en estos
tiempos de fanatismo. Muy rápidamente han volado insultos y acusaciones, y
luego piedras. En la tarde ya habían incendiadas algunas casas de varias familias.
Pero la violencia más grave explotó en la mañana del sábado 1 de agosto en
Gojra, alrededor del barrio cristiano. Nuestra gente contó ocho autobuses
cargados con extremistas que llegaron de afuera. Rostros desconocidos de gente
armada hasta los dientes. Su slogan era que nosotros, los cristianos, tenemos
la misma religión que los soldados americanos y, en consecuencia, somos
enemigos y merecemos la muerte. Primero arrojaron piedras, luego repartieron
combustible y, por último, metralletas y bombas. Aquí, a mi alrededor, está
todo incendiado y carbonizado. El derramamiento de sangre pudo ser mucho peor
si los cristianos no hubiesen huido rápidamente. Mis familiares no fueron lo
suficientemente rápidos’”.
* En mayo de 2012 murió Manuel Preciado de un infarto. Había
sido entrenador del Sporting de Gijón y de otros equipos de fútbol. Iba a
comenzar como entrenador del Villareal (en la Comunidad Valenciana).
Manuel Preciado había tenido muchos sufrimientos en la vida, pues se le habían
muerto su mujer, su hijo y su padre. Ante esto dijo tiempo atrás: “Fui tratado muy duramente por la vida.
Tenía dos salidas: o pegarme un tiro o mirar al cielo y tirar para adelante.
Escogí esta última”.
* El evangelio nos narra la historia de una mujer viuda,
que tenía un único hijo, el cual se murió y lo sacaban a enterrar. Había un
gran gentío que acompañaba al chico en el ataúd y la madre lloraba
desconsolada. (¡Es tan duro perder a un hijo!). Jesús se encontró con el
cortejo fúnebre y, “al verla el Señor, le dio lástima” e hizo el
milagro de revivir al chico y entregárselo vivo a su madre. La primera lectura
nos narra un hecho parecido del profeta Elías, pero aporta otros datos nuevos:
el grito desgarrador de la madre que clama contra Dios y le pide cuentas en la
persona de su profeta: “¿Qué tienes tú
que ver conmigo? ¿Has venido a mi casa para avivar el recuerdo de mis culpas y
hacer morir a mi hijo?” Y es que la madre pensaba que la muerte de su hijo
era un castigo de Dios por los pecados del pasado.
- ¿Merece la pena vivir? ¿Por qué y
para qué? ¿Merece la pena morir? ¿Por qué y para qué? ¿Por qué y para qué
cosas, personas, ideas, creencias… merece la pena vivir? ¿Por qué y para qué
cosas, personas, ideas, creencias… merece la pena morir?
El año pasado asistí al matrimonio
de una chica que enseguida se quedó embarazada. Ha tenido un embarazo con
muchas molestias, con muchas infecciones de orina y con otras complicaciones.
Se ha privado de comer ciertas cosas, de beber ciertas cosas y de hacer otras
que pudieran perjudicar a su bebé. ¿Merece la pena morir-vivir (: sufrir y
privarse de cosas y de una forma de vida a la que uno está habituado) por un
bebé que está en camino?
Parte de esta homilía la preparé en
la madrugada del miércoles en Urgencias de la Residencia de Oviedo en
el box en el que estaba mi madre ingresada por una neumonía. ¿Merece la pena
morir-vivir (: atender a una madre enferma, que mi padre[1] no
duerma por estar pendiente de su mujer) por una mujer anciana?
Los católicos paquistaníes murieron
por sus creencias religiosas. ¿Merece la pena morir-vivir por esas creencias,
por esa fe en Dios?
- De alguna manera Manuel Preciado
descubrió que todos en esta vida: su mujer, su hijo, su padre y él mismo,
tenemos un ciclo vital: nacer, vivir y morir. En efecto, de este ciclo vital
una parte nos es impuesta o acontece independientemente de nuestra voluntad,
pero otra la elegimos nosotros. Yo
quisiera que, a la luz de la
Palabra de Dios que hemos escuchado, reflexionemos hoy sobre
la parte que elegimos nosotros. Sí, nosotros en gran medida somos libres para
elegir cómo vivimos y para qué queremos vivir: en definitiva, somos nosotros
quienes podemos elegir el sentido de nuestra vida y también el sentido de
nuestra muerte.
Hay personas que viven y mueren para
sí: son egoístas (todos los somos) y aquí se dan diversos grados. Hay otras
personas que, en gran medida, viven y mueren para los demás. Ahí tenemos el
ejemplo de las madres de las lecturas
que acabamos de escuchar. Ellas vivían para sus hijos y se quedaron destrozadas
cuando sus hijos se murieron. Dios les devolvió de nuevo a la vida terrena a
los dos: uno a través del profeta Elías y otro a través de Jesús. Sin embargo,
pasados unos años murieron las madres y ellos mismos volvieron a morirse
también.
Mucha gente quiere que Dios les dé
más tiempo de vida terrena. Pero nosotros, los cristianos, tenemos que mirar
más allá y más profundamente. Nosotros
hemos de pedir que Jesús nos de VIDA ETERNA y PLENA[2], aquí y ahora, y
después de nuestra muerte terrena… también. Nosotros hemos de pedir que Jesús
nos dé un sentido de vida y un sentido de muerte. ¿Por qué y para que vivir?
¿Por qué y para qué morir? Morir y vivir por Dios y para Dios tiene pleno
sentido, hoy y siempre. Morir y vivir por el ser humano y para el ser humano tiene
sentido, hoy y siempre.
Esto es lo que Jesús y su profeta
Elías nos enseñan en las lecturas de hoy, y esto es lo que queremos aprender,
experimentar y enseñar; con muchos fallos, pecados y debilidades, pero es lo
que queremos hacer y queremos que Dios mismo nos lo conceda, pues es la única
manera de conseguirlo.
[1] Al regresar a casa, hacia las 5 de la madrugada,
habiendo dejado a mi madre allá, me dice mi padre que siente mucho que, por causa
de ellos, no haya podido yo dormir. Yo viví estas palabras de mi padre como un
acto de amor. Este morir-vivir por los hijos implica el que un padre no se
preocupa tanto si él no ha dormido absolutamente nada. Se preocupó si su hijo
no había dormido lo suficiente.
[2] Jesús, en el evangelio que se lee el miércoles en la Misa, decía: “No es Dios de muertos, sino de vivos”
(Mc. 12, 27).
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