martes, 10 de marzo de 2020

Homilía del martes II de Cuaresma


            En el día de hoy encontré un artículo de un sacerdote agustino recoleto sobre el cierre de los templos católicos en Italia. Voy a reseñarlo ahora aquí, en el blog, y el audio lo 'colgaré' el viernes próximo para que podáis escucharlo a partir de entonces.
          Recojo algunas de sus reflexiones, y pongo la referencia del artículo completo[1]: “Estas circunstancias (del coronavirus) pueden suponer una oportunidad para reflexionar sobre tres temas que, también, están de fondo en estos días: los ancianos, la enfermedad y la solidaridad.
En primer lugar, estamos viendo cómo los más vulnerables ante este virus son las personas ancianas. ¿Somos conscientes de la cantidad de personas de avanzada edad que viven en soledad en nuestros barrios, pueblos o ciudades? ¿No será una oportunidad para interesarnos por ellos? Siempre es triste acordarnos de alguien cuando ya no está junto a nosotros y con la cercanía a nuestros mayores tenemos la oportunidad de devolverles algo de lo mucho que ellos nos han regalado.
En segundo lugar, seguramente habremos escuchado muchas veces que una de las cosas que iguala a todos los seres humanos es la enfermedad, pues todos pasamos por ella. Y en estos días es algo que se constata en unos y otros lugares del mundo. Las grandes potencias internacionales se están viendo azotadas por igual por algo minúsculo como es un virus, pero que hace que toda aparente seguridad se tambalee. ¿No será una oportunidad para replantearnos qué es lo verdaderamente importante en nuestras vidas? ¿En qué, en quiénes tenemos puesta nuestra confianza, nuestra esperanza?
Por último, todavía no tenemos elementos de juicio suficientes para valorar si todas estas medidas para evitar la expansión del virus son exageradas o justas. Será algo que sólo podremos constatar con el paso de las semanas, aunque sí llama la atención la doble vara de medir que va desde un alarmismo extremo a una pasividad inquietante. Lo que sí se constata -o al menos es mi impresión desde la ciudad de Roma en la que vivo- que situaciones como esta hacen aflorar lo mejor del ser humano. No son pocas las personas que se han interesado por los ancianos cercanos para preguntarles si necesitan algo; no son pocas las personas que se han ofrecido para atender a los hijos -estos días sin clase- de padres que trabajan; y no son pocos los sanitarios y miembros de fuerzas de seguridad que estos días refuerzan horarios y se empeñan en su labor no solo por cumplir con su profesión sino desde una verdadera vocación de servicio”.

[1] https://www.agustinosrecoletos.com/2020/03/un-domingo-de-iglesias-cerradas/

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