25-12-2010 NAVIDAD (A)
Is. 52, 7-10; Slm. 97; Hb. 1, 1-6; Jn. 1, 1-18
Homilía de audio en MP3Queridos hermanos:
En este año para predicar sobre el día de Navidad no recogeré reflexiones ‘sesudas’, sino que leeré las sencillas palabras de una mujer que el año pasado se acercó a su parroquia el 28 de diciembre y vio las figuras del nacimiento con María, con San José, con la estrella, el ángel y los animales, pero sin el niño Jesús. Aquella visión de la cuna vacía revolvió a esta mujer y aquí están los pensamientos que tuvo y lo que sucedió:
“Cuando hoy llegué a la iglesia me encontré con María y José en el portal, pero sin el Niño. Esta ausencia produjo una fuerte sacudida a mi corazón. Y de pronto, sin saber como, me embargó una gran tristeza y se estremeció mi alma ante aquella cuna vacía y lloré; lloré porque era como si Jesús no hubiera nacido. Aquella cuna vacía ante mí era la representación de nuestros corazones; corazones que no habían recibido al Niño ni lo habían dejado nacer en ellos. Era aquélla una cuna desolada, solitaria y fría; un espacio de desesperanza sin vida de Dios. Lloré ante la cuna vacía; lloré con arrepentimiento y dolor, con un profundo y amargo dolor. ¿Dónde estaba el Niño? ¿Quién se lo había llevado? La desolación y la tristeza tomaron posesión de mi alma, pues ante mi física presencia faltaba la presencia física de la figura del Niño: la imagen de aquel pequeño bebé tierno y frágil, pero a la vez fuerte y divino. Faltaba el Niño. ¡Qué tristeza! ¡Un nacimiento sin Niño no es nacimiento! Fue el dolor de este llanto el que abrió mi corazón al amor e hizo nacer al Niño en mí: amor derramado por la pena de ver el lugar vacío, frío y triste. Faltaba su divina presencia. La misteriosa alegría que produce un nuevo nacimiento. Un divino nacimiento. Y así, en medio de abundantes lágrimas, el Niño Jesús fue dado a luz en mi alma con retraso, pues estos días estaba demasiado ocupada con mis cosas, con las comidas y con la familia. Sólo cuando me contemplé en aquella cuna vacía, descubrí en mí el vacío de su presencia y me embargó el dolor de no saber decir sí como María y dar a luz en mí al Hijo de Dios. Ante este descubrimiento mi corazón se enterneció, y en ese acto de amor la cuna de mi corazón se llenó de su presencia.
Después de todo lo experimentado por mi alma, hablé con el párroco y le hice ver que un nacimiento sin Niño no estaba completo. Pues mucha gente, -le dije-, viene a la iglesia todos los días mientras hago adoración ante el sagrario y, como estoy en un rincón y apenas me ven, creyéndose solos, hacen actos de amor que a mí me estremecen y enfervorizan más en mí la fe. Lo cierto es que todo empezó hace unos siete años, cuando se llevaron al Niño Jesús del portal, y eso causó mucho revuelo en la parroquia, sobre todo al sacerdote que estaba en aquel momento. Pero a mí, al contrario de todos, me pareció un acto de amor. Alguien que estaba solo o enfermo o quien sabe cuántas cosas más, miró al Niño y el Niño lo miró a él, y se fueron a pasar la Navidad juntos. Y ese alguien que se llevó al Niño dejó en la cuna una flor. Se llevó lo más bello y nos dejó en su lugar una bella flor. En aquel momento ante el revuelo montado me fui a la ciudad a comprar un Niño Jesús para reponer al que se habían llevado, pero, cuando llegué a la iglesia, ya había otro Niño en el portal, así que me llevé el que había traído para mi casa. Ahora, ante el temor de que se llevasen el Niño Jesús, decidieron retirarlo y ponerlo solamente a la hora de la Misa. Pero yo desde mi oscuro rincón, había visto a algunas personas llorar ante el Niño y besarlo y adorarlo, así que mi alma se estremeció cuando vio a María y a José y la cuna vacía. Por tanto, le dije al párroco que tenía un Niño Jesús en mi casa y que se lo traería para el portal y a él le pareció bien. Así que fui a casa a por el Niño que había comprado años antes para la parroquia y lo puse sobre la cuna vacía… dejando vacía la cuna que yo tenía en casa. Cuando vaya a la ciudad, me compraré otro Niño Jesús, porque después de estos años me acostumbré a su presencia cerca de mí. Ahora espero que sea la cuna que representa mi corazón la que se llene de su presencia y que nazca en mí una y mil veces. Pues deseo que mi corazón sea una cuna divinamente llena y que rebose de su presencia en un nacimiento infinito”.
En estas palabras de un hecho sencillo se han hecho presentes las palabras del evangelio de hoy:
- “La Palabra era Dios […] y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros y hemos contemplado su gloria”. Esta mujer contempló la gloria de Dios ante una cuna vacía que la revolvió, la estremeció y le hizo llorar. Quienes iban como a hurtadillas a la iglesia parroquial y a escondidas o creyéndose a solas besaban y adoraban aquel “belén” sin Niño Jesús también contemplaron la gloria de Dios. Y, finalmente, quien “robó” el Niño Jesús para llevárselo a su casa y en la cuna vacía dejó una flor también contempló la gloria de Dios.
- “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. Esta Palabra es Jesús mismo, y parece mentira que su imagen, ya sea en la cruz o en el portal de “belén”, ya sea la ausencia de su imagen en un “belén” de una parroquia cualquiera, pueda remover tanto a los hombres y darles sentido a sus vidas. Sí, en estos días me ha tocado ver a distintas personas cómo se emocionaban hasta llorar por hablar de Dios o por acordarse de Jesús. ¿Quién es Éste que tanto nos enternece y nos hace vivir para Él? Éste es Jesús, el Hijo de Dios. Él nos da Vida y nos da Luz.
- “A cuantos recibieron (la Palabra-Jesús), les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre”. Esta mujer fue tocada por Dios en su corazón. Vio, a través de los ojos de Dios, su corazón duro y vacío de Dios. Esto le produjo dolor y arrepentimiento, y al mismo tiempo deseo de llenarse del Niño Jesús. Esta mujer fue escuchada y “concibió” a Jesús en su corazón.
Pidamos que estas gracias que tuvieron estas personas en las Navidades pasadas también nos sean concedidas a todos nosotros en las Navidades de este año.
¡Que así sea!
Buenos dia ¡¡¡ las palabras que nos dices me han emocionado y legado al alma ... al ver el amor .. la sinceridad .. de esa persona .. y tanto amor hace que a uno la piel se le ponga tipo pollo ...
ResponderEliminarQue mas se puede decir despues de tu bella homilia ¡¡¡ simplemnte hacerte llegar a ti y a todos los hemanos que por aqui pasan .. mi deseo que en esta Nochebuena el Señor los llene de paz .. y le de luz para seguir el camino en el proximo año .. pues si El esta presente todo saldra bien ¡¡¡ Feliz Navidad¡¡¡
Feliz Navidad a todos y que siga encendida la llama de esta noche todo el año, por lo menos vamos a intentarlo.
ResponderEliminarUn abrazo para cada un@
Me ha gustado mucho la experiencia de esta mujer con la cuna vacía y me trajo recuerdos... La primera vez que la contemplé así en el Nacimiento de una parroquia -por encontrarnos aún en Adviento, en espera del Niño- sentí un gran dolor y pensé en hacer lo mismo en el de mi casa, ya que realmente tenía sentido..."Te esperamos, Ven Señor Jesús"; pero, no fui capaz de quitarlo y le dejé en su cuna. Algo parecido me ocurre cuando al llegar el Sábado Santo - en Semana Santa-en la iglesias encontramos el Sagrario abierto y vacío. Alguna vez experimenté tal frío y pena, que tuve que irme enseguida. Mas adelante me acostumbré a acudir a una Celebración Mariana esa mañana del sábado, y esperar junto a la Virgen la Resurrección de Jesús y con Ella me consolaba. ¡Qué cosas hace la Fe!!
ResponderEliminarEl día 23 de diciembre nacía mi tercer nieto...se ocupó la cuna preparada, y vino a mi recuerdo Juan el Bautista, que preparó el camino al Señor..así Pedro, nuestro nieto, nos caldeaba el corazón y el de unos padres ansiosos, para recibir al Niño Dios. ¡¡Cuánto que agradecer, alabar y cantar a Jesús que vuelve nacer en nosotros continuamente y a través de tantas situaciones!
¡¡Santa Navidad, amigos!!
Conmovedor el testimonio de esta señora, que yo comparto, y trae a mi memoria, la gran tristeza y desolación que he sentido ante el sagrario abierto y vacío, el día de viernes santo, hace varios años.
ResponderEliminarCuando fui consciente de este hecho, me sentí sola, desamparada, Jesús no estaba donde siempre, ¿donde podría encontrarle y contarle mis cosas?
Una vez mas confieso que para mi, el Señor es lo que da sentido a mi vida, y seguridad; seguridad de ser escuchada, acogida, querida, comprendida, perdonada, amparada; todo lo que yo pueda desear, en Él lo encuentro; pero la ausencia de Dios, es algo terrible, es sentirte sola en medio de la nada, y no ver ninguna luz ni salida. El es el único que llena nuestras vidas, aunque en tantas ocasiones quizás no seamos conscientes de ello.
Oh Señor, no me escondas tu rostro, cóncedeme la gracia de amarte cada día mas, y junto con tu Madre llenéis mi soledad, ayúdame a poner mi vida en tus manos en cada momento, y dejar que seas Tú, Dios en mi vida.
Muchas gracias.
BENDITO SEA DIOS