jueves, 15 de julio de 2021

Domingo XVI del Tiempo Ordinario (B)

18-7-2021                   DOMINGO XVI TIEMPO ORDINARIO (B)

Jr. 23, 1-6; Sal. 23; Ef. 2,13-18; Mc. 6, 30-34

Salmo 23: EL SEÑOR ES MI PASTOR

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            - Hace un tiempo leí en un periódico una entrevista que hicieron a un director de orquesta. No recuerdo el nombre. Este hombre había estado muy enfermo, se veía morir y narraba cómo fue a un terapeuta (¿?), el cual le ayudó a salir del bache en que estaba metido. Parece ser que dicho terapeuta utilizó técnicas orientales como el zen. Ponía este director de orquesta el ejemplo de que, antes de caer enfermo, cuando cortaba una zanahoria pensaba a la vez en muchas cosas, pero que ahora, al cortar la zanahoria, todo su ser está atento a ello y que con ello ha logrado un equilibrio interior (no sé si expreso bien lo que él decía). Este hombre se confesaba más bien panteísta, es decir, que Dios está y ES todo el universo y todas las cosas que están en el universo. Sin embargo, los cristianos decimos que Dios ESTÁ en una persona, en un perro, en una flor, en una montaña… El panteísta dice que Dios ES cada persona, cada animal, cada flor, cada montaña… En un momento de la entrevista el hombre decía que ya no era católico, que no soportaría tener que rendir cuentas al final de su vida al Dios cristiano por los pecados que pudiera haber cometido. Al leer estas palabras, yo pensé inmediatamente que este hombre no se ha encontrado cara a cara con Dios nunca, pues, si lo hubiera hecho, no podría hablar así. Por eso, ¡qué razón tiene Jesús cuando dice en el evangelio de hoy que “vio una multitud y le dio lástima, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma”!

            Dios para nosotros no es el policía o el juez al que rendir cuentas al final de nuestra vida, ni en el medio tampoco, sino que es el Padre amoroso. Jesús lo llamaba ‘Abbá’, que significa algo así como papaíto. Aquellos de vosotros que tenéis experiencia de Dios entenderéis perfectamente lo que os estoy diciendo. Uno que lo entendió perfectamente fue el salmista que compuso esta oración preciosa que hemos escuchado hoy.

Una traducción del salmo en prosa puede ser esta: En medio del desierto hay un oasis con una gran fuente de agua. Fuera, la arena abrasa, pero a la sombra de las palmeras crece la hierba. Las ovejas comen alimento tierno, beben agua en abundancia y sestean al fresco. Más tarde se ponen en camino por las sendas que el pastor conoce bien, porque las ha recorrido muchas veces. Así, hace honor a su nombre de pastor. Tienen que atravesar un desfiladero entre las montañas y se hace de noche. Las ovejas avanzan seguras, porque pueden escuchar el sonido del bastón del pastor, que golpea rítmicamente el suelo al andar. Si una de ellas se desvía, el pastor acude solícito en su búsqueda, y con unos toques del cayado sobre los lomos, la devuelve al camino justo. Si acuden lobos u otras alimañas para atacar el ganado, el pastor defiende su rebaño a bastonazos. Vamos a escuchar y saborear este precioso salmo:

El Señor es mi pastor, nada me falta.

En prados de hierba fresca me hace reposar,

me conduce junto a fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas.

En la antigüedad, los israelitas eran pastores seminómadas con un número pequeño de animales: camellos, burros, gallinas y ovejas. No vivían en casas, sino en tiendas realizadas con pieles de animales. Hombres y animales dormían bajo el mismo techo. Hoy los beduinos siguen haciendo lo mismo. No es extraño que conocieran a cada una de sus ovejas, incluso por su nombre. También las ovejas reconocían la voz y el olor de su pastor. El salmo quiere evocar esa atmósfera de afecto, esa experiencia de confianza, de tranquilidad, porque se sabe que hay alguien que se interesa por ti, que se preocupa por tu vida.

Cuando uno es encontrado por este Dios Pastor[1], uno se da cuenta que, con Él, nada nos falta, que Dios nos lleva praderas verdes y jugosas en medio de tantas “sequías y calores”, que Dios nos conduce a donde hay agua fresca y abundante, y el lugar es tranquilo (“fuentes tranquilas”), y que Dios hace todo esto para reparar nuestras fuerzas desgastadas por tantos sufrimientos, golpes, incomprensiones, y limitaciones propias y ajenas.

Me guía por el camino justo,

haciendo honor a su Nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo,

porque Tú vas conmigo.

Cuando uno es encontrado por este Dios Pastor, uno se da cuenta que Dios nos lleva por caminos justos y honestos. En primer lugar para los otros (problemas de conciencia de dinero que se debía-Bögeholz), y también para uno mismo. Por ello, quien encuentra a Dios solo quiere y anhela a Dios y no desea llenarse de “cacharritos”[2], y de loterías y viajes… Igualmente uno se da cuenta que Dios siempre acompaña y no deja a uno en soledad.

“Porque Tú estás conmigo”. Hemos llegado al centro del salmo y a su momento más intenso. La verdadera razón de que yo me sienta seguro, de que no tenga miedo, de que me atreva a pasar el valle de la oscuridad y de la muerte es que “Tú estás conmigo”. Los prados frescos, el agua abundante, la protección frente a los enemigos... todo es bueno, pero saber que Tú caminas a mi lado es lo más importante. “Si te tengo a Ti, ya no necesito nada de la tierra” (Salmo 73, 25). “Si el Señor está conmigo, no tengo miedo. ¿Qué podrá hacerme el hombre?” (Salmo 118, 6).

Tu vara y tu cayado me dan seguridad.

Me preparas un banquete

en frente de mis enemigos,

perfumas con ungüento mi cabeza

y mi copa rebosa.

            Cuando uno es encontrado por este Dios Pastor, uno se da cuenta que Dios le prepara una mesa con ricos alimentos, con bebidas generosas y buenas. También se da cuenta que Dios unge a uno “la cabeza con perfume”. Dios nos regala todo esto frente a los “enemigos” que no nos quieren, que desean y procuran lo peor para nosotros. Así, podemos comparar cómo nos trata Dios y cómo nos tratan nuestros “enemigos”.

Tu amor y tu bondad me acompañan

todos los días de mi vida;

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.

            Cuando uno es encontrado por este Dios Pastor, uno se da cuenta que Dios nos regala, sin merecerlo nosotros para nada, antes bien al contrario, su bondad, su misericordia. ¿Cuántas veces nos da esto, en qué momento nos da esto? Nos lo dice perfecta y claramente el salmista: “todos los días de mi vida”.

“Y habitaré en la casa del Señor por años sin término”. Después de hablar de descansos pasajeros y de caminos largos, se evoca el reposo definitivo en la casa del Señor, en la Nueva Jerusalén.

            ¿Decidme si se parece este Dios que muestra el salmista del salmo 23 al dios que nos “dibujó” el director de orquesta en la entrevista del periódico? Nuestro Dios, ¿a cuál se parece más, al del director de orquesta o al del salmista?


[1] Digo “cuando uno es encontrado por Dios”, porque es Dios quien nos busca y quien nos encuentra, es Dios quien siembra en nuestro corazón los deseos de vivir con Él y en Él. En definitiva, es Dios quien toma la iniciativa siempre y nosotros somos los que secundamos su iniciativa.

[2] Supe de una señora que temía que el dinero perdiera su valor no valiese y se dedicó a comprar oro y oro, y abrigos de pieles. Se murió y ahora todo quedó aquí. ¿No recordáis las palabras de Jesús: “¿De qué te sirve amontonar tesoros en la tierra, si no eres rico para Dios?”

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