martes, 22 de marzo de 2016

Jueves Santo



24-3-2016                                          JUEVES SANTO (B)

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            En el día de hoy, Jueves Santo, la Iglesia celebra tres acontecimientos que se dieron durante la Cena del Señor con sus apóstoles y discípulos: en primer lugar, fue un acto de amor por parte de Jesús simbolizado en la entrega de su Cuerpo y de su Sangre, y en el lavatorio de los pies. En segundo lugar, Jesús instituyó la Eucaristía para alimento y santificación de sus discípulos. En tercer lugar, Jesús instituyó a sus apóstoles como obispos, como sacerdotes del Pueblo de Dios.
            En el día de hoy quiero detenerme en este último aspecto. Jesús es el Sumo Sacerdote e instituye sacerdotes para guiar y santificar a su Pueblo. Desde entonces, todo sacerdote debe vivir como Cristo vivió y servir como Cristo sirvió.
            El sacerdote no elige ser sacerdote, sino que es elegido y llamado por Dios a ser sacerdote. Un sacerdote no debe elegir ni pedir puestos ni trabajos: a) Un sacerdote debe estar siempre dispuesto para ir a las parroquias o responsabilidades que le encomiende el obispo. b) Un sacerdote debe estar siempre dispuesto para atender a los fieles y a las personas que se acerquen a él. Si le piden a Dios, el sacerdote debe darles a Dios. Si le piden un bautizo, el sacerdote debe darles a Dios mismo bautizando. Si le piden una boda, el sacerdote debe darles a Dios mismo bendiciendo ese matrimonio. Si le piden una limosna, el sacerdote debe darles a Dios mismo con esa limosna. Si le piden un certificado de cualquier cosa, el sacerdote debe darles a Dios mismo con ese certificado… c) Un sacerdote debe de estar siempre dispuesto para reconocer y acoger a Dios mismo que pasa a su lado.
            El sacerdote ama, porque ha sido primero amado… por Dios. El sacerdote debe ser especialista en amar. No es un amor general, sino concreto en cada persona: amor de escucha, amor de acogida, amor de no juzgar, amor de sonreír, amor de alegrarse con el alegre, amor de penar con el triste, amor de compartir…
            El sacerdote sirve, como Jesús. El sacerdote no ha de servir al pobre o al rico, sino a la persona concreta. Todo hombre, sea rico o pobre, mayor o joven, sano o enfermo… necesita ser servido. Sí, el sacerdote es y debe de ser un servidor.
            El sacerdote da la vida por los hijos de Dios. Decía el Papa Francisco en la Misa Crismal del año 2015: los sacerdotes “nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido... Tantas emociones... Si tenemos el corazón abierto, esta mención y tanto afecto fatigan el corazón del Pastor. Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, se conmueve y hasta parece comido por la gente: «Tomad, comed». Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: «Tomad y comed, tomad y bebed...». Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios... que siempre, siempre cansa.
            El sacerdote enseña y guía el camino hacia Dios. Pero, como muy bien dice el refrán castellano, ‘nadie da lo que no tiene’. Es decir, si el sacerdote no ha sido enseñado y guiado por Dios, sino se ha dejado enseñar por Dios, si no se deja enseñar por Dios cada día de su vida, entonces no podrá enseñar nada a nadie, porque su sabiduría será de libro, de ritos vacíos, de hábitos y costumbres…, pero no de propia experiencia.
           Dicen que la gente hoy no es religiosa, no tiene fe, se ha vuelto escéptica… Eso es cierto…, porque la gente no ha encontrado quien la lleve a la verdadera fuente de Dios. Supe hace un tiempo, a través de mi trabajo como juez en Oviedo y en que tuve que recoger testimonios de testigos aquí, en Asturias, sobre la vida de un fraile misionero en América, con fama de santidad, y que venía alguna vez a visitar a su familia al pueblo, aquí en Asturias. Me contaron en una declaración testimonial que había un hombre (oriundo de otro lugar), pero casado en aquel pueblo que era ateo. Este hombre ateo se fijó que toda la gente del pueblo iba a escuchar a este fraile, cuando venía de visita. Él sintió curiosidad y también fue a escucharlo. Quedó encandilado y luego procuraba hablar a solas con el fraile. Después era el primero en ir a la Misa que el fraile celebraba y en hacer las oraciones. Cuando el fraile se marchó a América, el ‘ateo’ siguió yendo a la Misa y a la oración. ¿Por qué? Porque el fraile fue para este hombre señal del misterio de Dios y de su amor desbordante. Sí, este fraile enseñó y fue guía de ese hombre hasta Dios. Este hombre fue capaz de ‘no quedarse con el cura’, sino de encontrar a Dios. Por eso, no necesitó la presencia del fraile en la parroquia para seguir con Dios. 
            En definitiva, el sacerdote nos santifica. Cuando nos entrega a Dios, cuando saca lo mejor de nosotros, cuando nos llena de paz y de alegría, cuando nos enseñar a vivir el evangelio…, todo eso es santificarnos y hacernos santos. Santos con caídas, santos débiles y pecadores, santos no perfectos, pero santos que queremos ser de Dios. Estos son los santos que Dios quiere.

5 comentarios:

  1. ¡¡PRECIOSA HOMILÍA!! DIOS TE BENDIGA PADRE ANDRÉS.
    Oremos para que el Señor nos envíe sacerdotes santos y convierta los que tenemos en Pastores según Su Corazón.
    El día de Jueves Santo no nos lo negará. Amén.

    ResponderEliminar
  2. Después de leer la Homilía de Jueves Santo ,y ver los ejemplos que nos pone ,de como debe de ser un Sacerdote ,yo tengo que decir ,todo eso que apunta y mucho más ,se hace realidad en Ud PADRE ANDRÉS ,tanto es así que a veces temo por su salud, pues es mucho lo que se entrega, pido al SEÑOR que lo cuide mucho, pues nos hace mucha falta. Tambien doy gracias por tener la suerte de tenerlo en mi parroquia, ser mi director espiritual y mi confesor. QUE DIOS LO BENDIGA

    ResponderEliminar
  3. Me emociona la Alegría que contagias desde tu Sacerdocio, el valor que le das a ese Don recibido y sobretodo el cómo lo vives en tu día a día. Tantas veces he agradecido a Dios tu Sacerdocio ministerial!!
    Dios te siga bendiciendo, Pater!
    ¡Feliz Día del Amor fraterno, amigos!

    ResponderEliminar
  4. Gracias por esta homilia fruto de una experiencia de vida.que Dios le siga dando esa fuerza que contagia para que podamos aprender a amarlo mas cada dia. Gracias Andres por su entrega.que Dios le bendiga

    ResponderEliminar
  5. Preciosísima homilía, especialmente porque es testimonial. Todo lo que nos dices, no es algo que te hayan dicho en el seminario, es algo que tú has vivido y vives cada día de tu vida, como una gracia de Dios; porque cuando te eligió le dijiste sí, con todas las consecuencias; sabías que tendrías que recorrer el mismo camino que el Maestro, que no es fácil, El te enseñó que al elegirte también se compromete a darte su Espíritu, para que te enseñe, y sea la fuerza que te sostenga.
    Yo bendigo a Dios, y le doy gracias porque ha tenido el detalle de poner en mi camino a un sacerdote que huele a oveja; y reune todas las cualidades que aquí se nos dicen. Cuantas lágrimas ha enjugado! cuantas heridas curado! que apetecible me ha mostrado a Cristo, y con cuanta paciencia me ha ido conduciendo hacia El.
    Gracias, mil gracias por todo; y porque supiste escuchar la llamada y dijiste Sí, y no te volviste atrás.
    Muchas gracias a todos; y una Santa Pascua de Resurrección.
    BENDITO SEA DIOS

    ResponderEliminar