jueves, 17 de enero de 2008

Domingo II del Tiempo Ordinario (A)

20-1-2008 DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

Is. 49, 3.5-6; Slm. 39; 1 Cor. 1, 1-3; Jn. 1, 29-34

Queridos hermanos:
- En estos últimos días hemos celebrado que Jesucristo ha nacido, ha crecido y ha sido bautizado. Estamos ya ahora en pleno Tiempo Ordinario (enseguida, el 6 de febrero será Miércoles de Ceniza y empezará la Cuaresma). En este domingo de hoy la Iglesia nos propone unos textos en donde Cristo aparece como el centro de todo y de todos.
Hace poco me vino un chico alemán diciéndome que quiere entrar en la Iglesia católica. El no sabe nada de nuestra fe. Me pidió que yo le ayudara a formarse y prepararse. Si os encontrarais vosotros ante un caso semejante, ¿qué haríais, por dónde empezaríais, que le diríais…? Os pido opinión ahora a vosotros:
* ¿Será mejor que le dé un catecismo no demasiado extenso y que lo estudie, y ya le iré explicando las dudas que tenga? Es decir, puedo pedirle que memorice una serie de textos doctrinales y de dogmas de la fe.
* ¿Le explicaré los principales ritos católicos como confesarse bien, saber asistir a las Misas y responder…?
* ¿Le enseñaré las oraciones principales, como son el Padrenuestro, el Ave María, el Credo, la Salve, el Santo Rosario, el Viacrucis…?
* ¿Le diré las principales normas morales que un católico debe saber y practicar?
Entiendo que, aunque todo esto está bien, resulta equivocado empezar por aquí. Lo que creo que hay que hacer es anunciarle a Cristo como centro de todo, a Dios como centro de todo y de todos. Cuando esta persona conozca a Dios con su propia experiencia, cuando se sienta amado por Dios y ame a Dios de Tú a tú, entonces y sólo entonces esta persona necesitará conocer las palabras de Jesús y su doctrina. También necesitará saber cómo comportarse de cara a El y de cara a las demás personas (moral). Igualmente necesitará saber cómo dirigirse ritualmente y litúrgicamente a Dios en medio de una comunidad, y este lenguaje litúrgico le ayudará a crecer y a profundizar en su fe… Todo lo que suponga no empezar por Dios mismo o por Cristo mismo es comenzar la casa por el tejado. Así tenemos a tanta gente que pide los sacramentos en la Iglesia y, sin embargo, no conoce a Dios por experiencia propia; sólo lo conoce de oídas.
S. Juan Bautista, que sabía muy bien todo esto, nos habla hoy en el evangelio, no de ritos, no de doctrinas, no de rezos, no de moral, sino de Cristo mismo. Veamos lo que nos dice de Jesucristo:
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“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo […] Éste es el Hijo de Dios.” ¿Por qué a Jesús se le llama “cordero” y, además, “Cordero de Dios”? Se está haciendo referencia al cordero que cogieron los israelitas al escapar de Egipto (Ex. 12). La sangre de este cordero les sirvió para embadurnar las puertas de sus casas y que ángel exterminador no les hiciera daño. Este cordero les sirvió de igual modo para alimentarse y para coger fuerzas, porque al día siguiente tenían que empezar su travesía por el desierto. Pues también ahora S. Juan Bautista nos dice que nosotros tenemos un Cordero mucho mejor que el de los mismos israelitas. Nuestro Cordero nos protege con su sangre derramada y nos alimenta con su carne triturada con nuestros dientes y digerida con nuestros estómagos.
Además de protegernos y de alimentarnos Jesús, Cordero de Dios, nos quita los pecados a todos nosotros. Recuerdo ahora una celebración, que también tienen los israelitas. Me refiero al Gran Día de la Expiación (Lev. 16). Esta fiesta consistía en que se cogían dos carneros y uno de estos se destinaba a ser sacrificado en presencia de todo el pueblo y en quemar sus entrañas y rociar con su sangre al pueblo. ¿Qué se hacía con el otro carnero? Leamos: El Sumo Sacerdote “impondrá sus dos manos sobre la cabeza del (otro) animal y confesará sobre él todas las iniquidades y transgresiones de los israelitas, cualesquiera sean los pecados que hayan cometido, cargándolas sobre la cabeza del carnero. Entonces lo enviará al desierto por medio de un hombre designado para ello. El carnero llevará sobre sí, hacia una región inaccesible, todas las iniquidades que ellos hayan cometido; y el animal será soltado en el desierto.” Allí el animal moría a manos de las fieras, puesto que se le dejaba atado a una estaca. De este modo, el carnero se llevaba los pecados del pueblo fuera del campamento, y el carnero y los pecados eran comidos por las alimañas. Pues bien, del mismo modo todos nuestros pecados, los pecados de todos los hombres y de todos los tiempos: del pasado, del presente y del futuro, son cargados sobre el Cordero de Dios y El los lleva consigo, es atado con clavos a una cruz para que no se pueda escapar y allí es devorado por la muerte. Por todo esto decimos que Jesús es “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Hace poco vino una persona a hacer dirección espiritual conmigo y me trajo un texto de Jean Paul Sastre, que sabéis que fue un filósofo francés ateo del siglo XX. El estuvo prisionero de los nazis entre 1940 y 1941. Entonces escribió una obra de teatro (“Barioná, el hijo del trueno”), que se representó en el campo de concentración con prisioneros. Tiempo después Sartre llegó a renegar de esta obra suya. ¿Por qué? En la obra Sartre hace decir a uno de los actores: “Si un Dios se hubiese hecho hombre por mí, le amaría excluyendo a todos los demás, habría entre El y yo algo así como un lazo de sangre […] Un Dios-hombre, un Dios hecho de nuestra carne humillada, un Dios que aceptase conocer este sabor amargo que hay en el fondo de nuestra boca cuando todos nos abandonan, un Dios que aceptase por adelantado sufrir lo que yo sufro ahora.”

Pidamos a Dios que su Hijo sea el centro de nuestra fe y de nuestra experiencia de vida. Luchemos por ello y oremos por ello. Termino con esta oración preciosa, que creo que conocéis muchos de vosotros para pedir a Dios Padre que Cristo sea realmente para mí “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”:

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti,
Para que con tus santos te alabe y bendiga.
Por los siglos de los siglos. AMÉN.

6 comentarios:

  1. Me resulta difícil aceptar mis pecados, quisiera ser buena, incluso muy buena en todos los campos de mi vida. Me he dado cuenta que es imposible, hasta el fin de mis días cometeré pecados. Pero también sé que Jesús ha muerto por ellos y de ellos me libera siempre y me ofrece además un apoyo incondicional cuando mi batalla contra la tentación es sincera.

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  2. ¿ Cómo he sentido a Dios a lo largo de mi vida ? Ahora, con el transcurrir de los años, tengo el convencimiento absoluto de que Dios ha estado siempre en mi vida y lo está. Es verdad, que muchas veces no he sido consciente de ello, solo ahora, examinando los acontecimientos pasados, veo su bondad de Padre, simpre ahí, cuidándome, librándome del peligro. Hoy, ya le percibo de otra manera, he aprendido a confiar en su misericordia y sabiduría infinitas, y eso tranquiliza mi espíritu, ilumina mi vida, camino de su mano, con la certeza de que el me cogerá si tropiezo, me levantará si caigo.
    La vida sin Dios, no es nada.
    Esta homilía me ha sobrecogido, porque el Dios hecho hombre, Jesucristo, nos recuerda que por nuestros pecados, padeció el horror de una crucifixión, de una infamia, una canallada de la que yo participo cada vez que peco, llegado a este punto, necesito encontrar nuevamente el consuelo del perdón, y la imágen que siento más cercana, es la del Jesús Triunfante, la del Jesús sonriente, Vencedor de la muerte, que me anima, y me aleja de la miseria de mis pecados, por su eterna Misericordia.

    Felicito a D. Andrés, en primer lugar por esta homilía en la que nos muestra la Grandeza de Dios y su Divina paciencia para con todos nosotros, pues, no dudó ante nuestros pecados, en hacerse Hombre, y morir para redimirnos y tener vida eterna a Su lado.
    En segundo lugar le doy la enhorabuena a D. Andrés, por este nuevo formato de presentación en su blog, que nos va acercando más a su persona, muy lejos de una venerable ancianidad, lo que me alegra profundamente, rogándole al Señor que le conceda una larga vida, y le siga bendiciendo e iluminando, en su tarea de pastorear este gran rebaño que tiene a su cargo.
    Un abrazo para todos los hermanos del blog.

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  3. Estimado Don Andrés y demás hermanos:

    La verdad es que yo posiblemente me hubiera perdido en algunos ritos y formulismos, cuando lo verdaderamente importante es hacer ver como los católicos vemos a JESUCRISTO y nuestra relación de hermandad con El.

    Dios hecho hombre, Cristo, se rebaja a nuestra condición por amor al Padre y a nosotros. El es el camino y quien nos conduce a la salvación, la eternidad, es el CENTRO y sin El, solo hay sufrimiento y desesperanza.

    Cuando le veamos cara a cara, solo entonces empezaremos a entender su amor por cada uno de nosotros.

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  4. Si se pudiera calificar la homilía de hoy, le daría un "sobresaliente cum laude".
    Ha sido un placer, escucharle esta mañana hablar con convencimiento y VALENTIA, algo a lo que la mayoría de los católicos no estamos acostumbrados.¿Por qué digo que ha sido valiente? A mi modo de ver,hoy ha ido quitando capas para llegar a lo verdadero, a lo "medular", y en la Iglesia eso no es fácil.
    El planteamiento que hoy nos hizo, en cuanto al "quiz" para la preparación del chico alemán,podría ser el inicio para desarrollar un gran tema.
    A veces nos paramos demasiado en las partes más externas y VISTOSAS, dejando lo fundamental:encuentro personal con Dios y amor.
    Un abrazo para todos.

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  5. ¡Cuántas veces habré escuchado este evangelio!
    No obstante nunca había meditado sobre su contenido.
    ¡Es algo fantástico! Que Juan y hoy D. Andrés, me hagan caer en la cuenta de lo que significa ese CORDERO, es decir; como aquellos animales, que unos con su sangre, alejaban la muerte, y otros se llevaban al desierto los pecados y los hacían desaparecer muriendo con ellos, son ahora sustituidos por un hombre que resulta ser, el mismo Dios encarnado. El será desde ese momento quién asumirá todas mis culpas (que son muchas) las cargará sobre Si, y se dejará morir con ellas; pero lo que realmente me alegra, es saber que ha dejado sepultados todos mis pecados, y El ha regresado triunfante y victorioso. EL VIVE y yo viviré por El.
    También me llama la atención la humildad de Juan, que da testimonio públicamente de Jesús. ¡Cuánto me cuesta a mí hacerlo!
    Estoy contenta y doy gracias a Dios por permitirme asistir a la Eucaristía y escuchar las homilías de D. Andrés; a mí me parece una gracia enorme de parte de Dios.
    Este domingo escuchaba atentamente, sin perder ripio, porque cada palabra cada gesto, se graban en mi ser. Yo percibo tanto amor de Dios en él y de él hacia Dios, que hace que se transforme su semblante. De lo que abunda el corazón habla la boca.
    A mi me parece ver al Espíritu Santo sobre él, y la fuerza que le transmite, me arrastra hacia El Señor, y aviva en mi ese fuego que me abrasa en deseos de AMOR DIVINO.
    Andrés, que Dios te bendiga, y el Espíritu Santo siga ayudándote en esta gran misión.
    BENDITO SEA DIOS

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  6. Tras orar la homilía junto a las lecturas, me vino a la memoria enseguida esta mujer Bakhita, quien tuvo un encuentro precioso con el Señor: su Parón; Él cambió su vida dura y llena de esclavitudes. Oyó decir..de la bondad de un Amo, que la conocía desde siempre, la amaba y la esperaba. Y ocurrió el Encuentro.
    Merece la pena leerlo aunque sea algo largo.
    “Yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa.” Bakhita, Testigo de Esperanza.

    –SPE SALVI de Benedicto XVI
    3……Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza. Para nosotros, que vivimos desde siempre con el concepto cristiano de Dios y nos hemos acostumbrado a él, el tener esperanza, que proviene del encuentro real con este Dios, resulta ya casi imperceptible. El ejemplo de una santa de nuestro tiempo puede en cierta medida ayudarnos a entender lo que significa encontrar por primera vez y realmente a este Dios. Me refiero a la africana Josefina Bakhita, canonizada por el Papa Juan Pablo II. Nació aproximadamente en 1869 –ni ella misma sabía la fecha exacta– en Darfur, Sudán. Cuando tenía nueve años fue secuestrada por traficantes de esclavos, golpeada y vendida cinco veces en los mercados de Sudán. Terminó como esclava al servicio de la madre y la mujer de un general, donde cada día era azotada hasta sangrar; como consecuencia de ello le quedaron 144 cicatrices para el resto de su vida. Por fin, en 1882 fue comprada por un mercader italiano para el cónsul italiano Callisto Legnani que, ante el avance de los mahdistas, volvió a Italia. Aquí, después de los terribles « dueños » de los que había sido propiedad hasta aquel momento, Bakhita llegó a conocer un « dueño » totalmente diferente –que llamó « paron » en el dialecto veneciano que ahora había aprendido–, al Dios vivo, el Dios de Jesucristo. Hasta aquel momento sólo había conocido dueños que la despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un « Paron » por encima de todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era amada, y precisamente por el « Paron » supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos. Ella era conocida y amada, y era esperada. Incluso más: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba « a la derecha de Dios Padre ». En este momento tuvo « esperanza »: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa. A través del conocimiento de esta esperanza ella fue « redimida », ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban en el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios. Así, cuando se quiso devolverla a Sudán, Bakhita se negó; no estaba dispuesta a que la separaran de nuevo de su « Paron ». El 9 de enero de 1890 recibió el Bautismo, la Confirmación y la primera Comunión de manos del Patriarca de Venecia. El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la Congregación de las hermanas Canosianas, y desde entonces –junto con sus labores en la sacristía y en la portería del claustro– intentó sobre todo, en varios viajes por Italia, exhortar a la misión: sentía el deber de extender la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo; que la debían recibir otros, el mayor número posible de personas. La esperanza que en ella había nacido y la había « redimido » no podía guardársela para sí sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos.
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    Es cierto, la Fe entra por la ESCUCHA.

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