miércoles, 23 de marzo de 2022

Domingo IV de Cuaresma (C)

27-3-2022                              DOMINGO IV CUARESMA (C)

Jos. 5, 9a.10-12; Slm. 33; 2ª Cor. 5, 17-21; Lc. 15, 1-3.11-32

Homilía en vídeo

Homilía de audio.

Queridos hermanos:

            En este domingo volvemos a escuchar la parábola del hijo pródigo. A pesar de haberla leído y de haber pensado en ella muchas veces, siempre se sacan cosas nuevas. Así es la Palabra de Dios: por mucho que la exprimas, siempre vas a sacar nuevo jugo cada vez que vuelvas sobre ella. Vamos a ver qué cosas nuevas podemos extraer en el día de hoy sobre esta preciosa historia que Jesús nos cuenta:

            - En la narración de la parábola Jesús hace intervenir al padre en tres ocasiones:

            * La primera es cuando el hijo pequeño le pide al padre la parte de la herencia que le corresponde. El evangelio nos dice: “Y el padre les repartió los bienes” (Lc. 15, 12b). En el tiempo de Jesús, la ley judía preveía que, al repartir la herencia, el primogénito recibiera dos tercios de la herencia y el hijo menor el otro tercio. Bien es verdad que los bienes de la casa eran del padre mientras este viviera y no tenía ninguna obligación de repartirlos con sus hijos en vida. Si lo hizo, lo hizo libremente y no porque la ley le obligara a ello. En realidad, Jesús nos narra la historia de un padre que no respeta demasiado la ley judía, sino que simplemente hace caso de su corazón y del amor que tiene por sus hijos.

En efecto, Dios reparte sobre nosotros sus dones, sus riquezas: la creación de nuestro cuerpo y todas sus maravillas: la vista, la capacidad de caminar; y también la razón; la iniciativa y la inventiva ante lo que nos rodea; el amor hacia los demás; el alma y la capacidad de comunicarnos con Dios… Asimismo Dios nos entrega toda la creación: las plantas, los animales, los paisajes maravillosos… Todo esto nos ha sido dado.

            * En un segundo momento interviene el padre cuando sale al encuentro de su hijo pequeño al regresar: “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó” (Lc. 15, 20b). El padre podía haber guardado rencor perpetuo para aquel hijo que se había rebelado contra él, que había dilapidado los bienes materiales que el mismo padre y generaciones anteriores habían reunido a base de mucho trabajo, de tesón, de privaciones. Pero este padre sabía que su hijo era mucho más importante que todos los bienes materiales que este había derrochado o que todo el oro del mundo. Gustosamente habría este padre entregado todas sus riquezas con tal de recuperar a su hijo querido, y ahora lo tenía sano y salvo a la puerta de su casa.

            En esta misma línea dice Jesús que “hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (Lc. 15, 7).

            * El tercer momento en que se ve al padre actuando es cuando también sale de la casa para buscar a su hijo mayor: “Él (el hijo mayor) se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara” (Lc. 15, 28). No descuida el padre al hijo, al mayor, que está en casa y trata de seguir orientándole y de reconciliarlo con su hermano menor. El hermano mayor quiere quedarse anclado en los bienes derrochados: “después de haber gastado tus bienes con mujeres” (Lc. 15, 30) y en la envidia: “Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos” (Lc. 15, 29). Pero el padre quiere centrarle y que se fije en lo fundamental, en lo que importa de veras: “tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado” (Lc. 15, 32).

            - Un poco más arriba decía que Jesús hacía intervenir al padre en tres ocasiones y es lo que acabo de explicar. Sin embargo, para mí hubo una cuarta intervención del padre y que no fue menos importante que las tres dichas anteriormente. Esta cuarta intervención no se trata de lo que el padre hizo, sino DE LO QUE EL PADRE NO HIZO. Tan importante es, en muchas ocasiones, hacer… como no hacer. Hay que hacer lo que es conveniente y bueno, porque muchas veces se hace lo que no es conveniente y no es bueno. Otras veces no hay que hacer lo que no conviene. Me explico mejor:

* Cuando el hijo menor se marchó de la casa paterna con todos sus bienes, el padre NO SALIÓ DETRÁS DE ÉL SUPLICÁNDOLE QUE SE QUEDASE. El hijo ya había tomado la decisión y nada ni nadie iba a quitárselo de la cabeza.

            * Cuando el hijo menor estaba gastándose todo el dinero, el padre NO ESTABA A SU LADO RIÑÉNDOLE Y ECHÁNDOLE EN CARA SUS MALOS ACCIONES Y SU MALA CABEZA. Tampoco hubiera servido de nada, pues el hijo menor iba a seguir a lo suyo. Era su dinero y era su decisión, y no iba a cambiarla por nadie ni por nada.

            * Cuando el hijo menor se quedó sin dinero, el padre NO ESTABA A SU LADO PARA DARLE ALGO DE DINERO Y QUE TUVIERA ASÍ DÓNDE DORMIR Y DÓNDE COMER. Era necesario que el hijo experimentara las consecuencias de sus propias decisiones. En caso contrario, no iba a poder aprender de sus errores, de sus pecados, de su soberbia, de su prepotencia, de su poca cabeza. Es importante que dejemos a los demás que se equivoquen y que vean y asuman las consecuencias de sus propias decisiones.

            * Cuando el hijo menor se quiso poner a trabajar, el padre NO FUE CON SU INFLUENCIA NI ENCHUFE A QUE AMIGOS O CONOCIDOS SUYOS LE DIERAN UN TRABAJO DIGNO A SU HIJO, SINO QUE DEJÓ QUE EL PROPIO HIJO PICARA DE PUERTA EN PUERTA, SE HUMILLARA…, Y LE DIERAN CON LAS PUERTAS EN LAS NARICES… HASTA QUE ENCONTRÓ EL PEOR DE LOS TRABAJOS PARA UN JUDIO: ¡¡¡CUIDAR CERDOS!!! El padre dejó que su hijo siguiera experimentando las consecuencias de su mala cabeza y de sus malas decisiones y de su soberbia.

            * Cuando el hijo menor no podía ni siquiera comer lo que comían los cerdos, porque el amo de ellos se lo prohibía, el padre NO FUE CON COMIDA, CON CALZADO, CON ROPA NUEVA PARA ALIMENTAR, CALZAR Y/O VESTIR A SU HIJO. Sino que dejó, una vez más, que su hijo experimentara las consecuencias de sus propias acciones.

            Y, al no hacer nada el padre, aconteció la mejor obra del padre: que su hijo fue consciente de sus errores, que se arrepintió y que decidió él mismo volver a casa de su padre. Ahora volvería cambiado y para siempre. Veo a padres-madres que ayudan[1] a sus hijos en tantas necesidades, pero no les dejan que asuman las consecuencias de sus errores ni aprendan de ellas, y los hijos, al no tocar fondo, no aprenden, no maduran, no son conscientes de todo el daño que han hecho o hacen…, y encima, en muchas ocasiones, muerden la mano que les ayuda, la mano de su padre-madre, porque se sienten en el derecho de ser ayudados.

            CONCLUSIONES: APRENDAMOS DE LO QUE EL PADRE HIZO, PERO TAMBIÉN DE LO QUE EL PADRE NO HIZO.


[1] Desde mi punto de vista ‘desayudan’.

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