miércoles, 26 de enero de 2022

Domingo IV del Tiempo Ordinario (C)

 30-1-2022                           DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO (C)

Jer. 1,4-5.17-19; Slm. 70; 1ª Cor. 12, 31-13, 13; Lc. 4, 21-30

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Al finalizar la segunda lectura, que escribió san Pablo, leemos: “En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor”. Sí, san Pablo nos dice que el amor es más grande que la fe, y que el amor es más grande que la esperanza. Asimismo hemos de saber que, al final de los tiempos, desaparecerá la fe, pues veremos a Dios cara a cara y no nos hará falta tener fe en Dios. E igualmente desaparecerá la esperanza, pues ya habremos alcanzado lo que buscábamos, es decir, habremos alcanzado a Dios. Por lo tanto, lo único que nos quedará al final de los tiempos, y que es lo más importante y que es para siempre, es el amor. Esto es lo que quiere decir san Pablo con esta última frase de la lectura de hoy.

            Este trozo de la carta de san Pablo a los corintios es ‘superconocido’ y leído en casi todas las celebraciones del sacramento del matrimonio. En el día de hoy quisiera profundizar un poco más sobre este texto, sobre el amor. La homilía de hoy la voy a titular así: EL TEST DEL AMOR.

            Cuando una persona va a un psicólogo y este quiere conocer algo sobre su personalidad, ha de realizar algún test. Pues bien, en el día de hoy, aprovechando la descripción que san Pablo hace del amor, vamos a tratar de elaborar un test del amor.

            - Pensemos en la persona que más nos quiere en este mundo (o que más nos ha querido) y veamos hasta dónde puede llegar su amor por nosotros. Dice san Pablo: “El amor es paciente”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿tiene paciencia con nosotros cuando nos equivocamos, cuando no vamos a su ritmo, cuando fallamos una y otra vez, cuando no sabemos, cuando le hacemos esperar…?

            Dice san Pablo: “El amor es servicial”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿antepone nuestras necesidades a las suyas, nuestro tiempo al suyo, nuestro gusto al suyo, nuestra hambre a la suya, nuestro sueño al suyo, nuestras ilusiones a las suyas? ¿Hasta dónde está dispuesta esa persona a perder de lo suyo para que nosotros ganemos o crezcamos?

            Dice san Pablo: “El amor no es envidioso”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿se alegra con nuestros éxitos, llora y sufre con nuestros fracasos, se goza con el hecho de que nosotros estemos bien con otras personas, aunque no estemos con ella, o más bien es posesiva y no soporta que tengamos relación con otras personas?

            Dice san Pablo: “El amor no busca su interés”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿es capaz de perder o renunciar a sus bienes a favor nuestro, o sus razones a favor nuestro, o sus prioridades a favor nuestro?

            Dice san Pablo: “El amor no se irrita; no lleva en cuenta el mal”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿nos reprocha con frecuencia, o nos echa en cara nuestros fallos, nos lee la ‘lista’ de nuestros errores, nos grita, nos hace de menos, nos insulta, nos abochorna con nuestros errores…?

            Dice san Pablo: “El amor todo lo excusa”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿busca siempre ponerse en nuestro lugar, nos acepta tal y como somos, ve sus fallos antes que los nuestros, nos perdona siempre, nos justifica siempre…?

Dice san Pablo: “El amor todo lo cree”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿confía totalmente en nosotros, y por eso pone su vida y sus bienes a nuestra disposición, es capaz de ver y descubrir nuestras virtudes y valores…?

Dice san Pablo: “El amor todo lo espera”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿piensa que somos capaces de cambiar y de mejorar, y nos ayuda a cambiar y a mejorar?

Dice san Pablo: “El amor todo lo soporta”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿soporta y aguanta nuestros desplantes, nuestras mentiras, nuestras deslealtades, nuestras miserias, nuestro desamor por ella, nuestra cobardía, nuestros pecados, muestras traiciones, nuestros egoísmos…?

Dice san Pablo: “El amor no acaba nunca”. Esa persona que pensamos que es la que más nos ama en este mundo, ¿sigue amándonos y confiando en nosotros, a pesar del paso del tiempo? ¿Notamos que con el paso del tiempo vamos envejeciendo y cambiando, pero que su amor permanece hacia nosotros o incluso que aumenta?

- Pensemos ahora en la persona que más amamos sobre la tierra o que más hemos amado. Vamos a hacer ahora el test del amor, pero al revés, es decir, no nos preguntamos si alguien nos ha amado como acabamos de describir, sino si nosotros hemos amado o amamos como nos dice san Pablo. O sea, ¿nuestro amor por esa persona es paciente? ¿Tenemos paciencia con ella cuando se equivoca, cuando no va a nuestro ritmo, cuando falla una y otra vez, cuando no sabe, cuando nos hace esperar…?

Nuestro amor por esa persona es servicial… (Háganse las preguntas del apartado anterior sobre todas las definiciones del amor, pero formuladas de tal manera que la acción de amar de ese modo recaiga sobre nosotros).

- Sinceramente yo he hecho los dos test anteriores y veo que fallo estrepitosamente en muchos de los apartados, por no decir en todos. Supongo que a vosotros os pasará lo mismo o parecido. Entonces, ¿de dónde sacó san Pablo esta definición del amor? ¿De lo que había visto en sí mismo, de lo que había visto en otras personas de su tiempo, de lo que había escuchado de alguien, de lo que había leído en libros muy antiguos? Pienso que no. Pienso que lo que sucedió en realidad es que san Pablo transcribió en esta carta a los corintios lo que él mismo había experimentado del amor de Dios sobre sí.

Así, en esta parte final de la homilía vamos a hacer por tercera y última vez el test del amor, pero no ya sobre lo que otras personas hacen con nosotros o lo que nosotros hacemos con otras personas, sino sobre lo que Dios hace con nosotros. Y entonces comprobaremos que efectivamente Dios tiene un pleno total de 10 al test del amor. Dios sí que es paciente siempre con nosotros; Dios sí que está siempre disponible para nosotros; Dios sí que no tiene envidia de nuestros logros y se entristece con nuestros dolores; Dios sí que no busca su propio interés, sino siempre busca el nuestro; Dios nunca se irrita con nosotros; Dios no nos toma en cuenta el mal y quiere perdonarnos una y mil veces, hasta setenta veces siete; Dios nos excusa siempre, nos cree siempre, nos espera siempre, nos soporta siempre, y su amor nunca falla ni fallará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario