23-1-2022 DOMINGO III TIEMPO ORDINARIO (C)
Nehm. 8,2-4a.5-6.8-10; Slm. 18; 1ª Cor. 12, 12-30; Lc. 1, 1-4; 4, 14-21
Queridos hermanos:
El
25 de enero, terminaremos la semana de oración por la unidad de todos los
cristianos para unirnos bajo la única y misma Iglesia de Cristo Jesús. Voy a
decir algunas ideas sobre ello, pero sobre
todo de
-
Hace un tiempo, estuve en cama de gripe durante una semana, y aproveché para
leer un libro sobre la historia el siglo pasado, concretamente desde 1933 hasta
1949. En el libro se hacía un relato novelado del nazismo y de la 2ª Guerra
Mundial. Se trata de una ficción en lo que fue realidad: con unos personajes de
novela se muestran hechos reales de aquellos tiempos. En alguna de las páginas
del libro se narra la decisión de Hitler de matar a todos los discapacitados
físicos o psíquicos y cómo se empezó a realizar esto en hospitales alemanes.
Algunos de los protagonistas acuden a un pastor protestante para que denuncie
estos hechos. Así lo hace este pastor y escribe a uno de los ministros de
Hitler pidiéndole cuentas y que pare esas acciones. Pero enseguida el pastor
protestante recibe la visita de
-
¿A qué viene este relato? ¿Para destacar la fuerza y la supremacía del
sacerdote católico sobre el pastor protestante? NO. Ambos forman parte de la
única Iglesia de Dios, del mismo Cuerpo de Cristo Jesús. En distinta medida,
son de la misma Iglesia y del mismo Cuerpo. Uno queda amedrentado en el relato
de la novela, y el otro toma el relevo. En otras ocasiones no podrá seguir el
sacerdote católico y lo hará por él el pastor protestante. (Y lo que digo con
este ejemplo novelesco, se puede afirmar en tantos casos reales a lo largo de
la historia, de los tiempos y de los lugares). Sí, en aquellos clérigos
alemanes se cumplió el maravilloso texto de San Pablo sobre
-
A modo de reflexiones finales:
1)
Dios nos ha elegido para formar parte de
su maravilloso Cuerpo-Iglesia. Nos ha elegido Él, y no hemos sido nosotros
los que simplemente hemos elegido ser parte del Cuerpo, de
2)
En este Cuerpo y en esta Iglesia todos
somos necesarios y todos tenemos una función. Nadie es más importante que nadie.
No es más importante el párroco que el monaguillo o que la mujer del quinto
banco. No es más importante el obispo que el párroco. No es más importante el
catequista que el niño que acude al catecismo de 1ª Comunión. Todos nos
necesitamos y todos debemos cuidarnos. Hay una imagen preciosa sobre las flores
y los santos en
3) Finalizo hablando un poco más de
la Iglesia[1],
a la que amo y a la que necesito. En mi vida como cristiano y como católico he
comprobado que las personas de fe tenemos nuestra propia trayectoria y que Dios
nos va haciendo descubrir en distintos momentos y etapas lo que importa en la
fe y lo que nos ayuda a llegar a Él. TODOS los componentes de lo que importa en
la fe y lo que nos ayuda a llegar a Dios lo tienen los santos. Nosotros sólo
tenemos, de momento, algunas de estas cosas y son regalos de Dios. Voy a ir diciendo algunos de estos
componentes para que los podamos reconocer y agradecer (se pueden expresar
de otros modos):
a)
el amor a Dios Padre,
b)
la cercanía a Jesús,
c)
el descubrimiento del Espíritu Santo,
d)
María nuestra Madre,
e)
f)
el amor y el respeto al hombre concreto como criatura de Dios,
g)
la necesidad de la oración y del silencio,
h)
el sentimiento de nuestra propia miseria y, a pesar de ello, de que Dios nos
tiene de su mano,
i)
la certeza de
j)
la necesidad de
[1]
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