jueves, 26 de agosto de 2021

Domingo XXII del Tiempo Ordinario (B)

29-8-2021                               DOMINGO XXII TIEMPO ORDINARIO (B)

                            Dt. 4,1-2.6-8; Sal. 14; Sant. 1,17-18.21b-22.27; Mc. 7,1-8.14-15.21-23

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            En el día de hoy quisiera predicar sobre dos ideas: la primera[1] se refiere a una canción de Juan Manuel Serrat titulada así: “Caminante, no hay camino”[2]. La otra idea se refiere a las últimas frases del evangelio de hoy: “Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre”.

            - Vamos con la primera idea. En un momento de la canción, Juan Manuel Serrat dice así: “cuando de nada nos sirve rezar…”[3]. ¿De verdad nos sirve de algo rezar?

1) Esta idea de que la oración no sirve de nada o de casi nada incluso está bastante extendida entre los cristianos; da lo mismo que sean curas, que religiosas, que seglares… Con frecuencia se oye decir que las monjas o monjes de clausura están perdiendo el tiempo y que tienen unas energías que podrían muy bien emplear en ayudar a tantas personas que sufren por todo el mundo. Siempre que oigo este reproche o algo parecido me acuerdo de las palabras de Jesucristo: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 4). ¿A quién le dijo Jesús estas palabras? Pues se las dijo al mismo Satanás cuando éste lo estaba tentando en el desierto. Sí, el hombre no sólo vive de pan, de la materia. El hombre necesita otras cosas para vivir y para ser hombre.

2) Cada vez que escucho esta canción de Juan Manuel Serrat y llega a esta parte: “cuando de nada nos sirve rezar…”. Inmediatamente contesto yo preguntando a Juan Manuel Serrat: “¿Y sirve de algo cantar? ¿Y sirve de algo hacer poemas? ¿Y sirve de algo bailar?” ¿Por qué hago estas preguntas? Pues porque el ser humano no es solo materia. Un científico puede ver solo materia, pero hay algo más y mucho más que mueve a los hombres. Quitemos a los hombres los sentimientos, los afectos, el gozo, las ilusiones… y dejémoslos solo con la materia. Llegará un momento en que ese hombre se muera de tedio, de aburrimiento o de tristeza. Quitemos a los hombres de cantar, o de componer música, o de bailar, o de narrar historias, o de hacer poesía… Precisamente los mayores descubrimientos y avances del hombre no son simplemente los adelantos técnicos, sino también los artísticos, en su sentido más amplio.

3) Quitemos al hombre los sentimientos religiosos y muchas de sus obras nunca hubieran existido: ni en la música (el réquiem de Mozart…), ni en la escultura (el Moisés y la Pietà de Miguel Ángel…), ni en arquitectura (las pirámides egipcias, las catedrales, los templos budistas…), ni en la literatura (la Biblia…).

4) Por lo tanto, sí que hemos de decir que el rezar nos sirve, y de mucho, lo mismo que el cantar y el confeccionar poemas, y dejar que fluya en el ser humano la mente, el sentimiento, la ilusión, la fe, el amor a Dios…

En definitiva: ‘Juan Manuel Serrat, tu canción es muy bonita y gusta mucho, pero el rezar sí que sirve para mucha gente en la actualidad. Ha servido y seguirá sirviendo, lo mismo que a ti y a nosotros nos sirve la música, cantar, bailar, recitar poesía…’

            - Vamos ahora con la segunda idea, sacada del evangelio: “Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre”. Esta primera frase fue muy importante, porque Jesús declaró de este modo puros todos los alimentos del mundo. Ahora a nosotros nos parece algo evidente, pero en tiempos de Jesús no era así, e incluso para muchas personas hoy no todos los alimentos pueden ser comestibles para ellos. Así, un musulmán nunca tomará cerdo por considerarlo un animal impuro.

            Jesús nos enseñó que el corazón humano es el que siente el bien o el mal y el que hace el bien o el mal. Por eso, Jesús busca transformar ese corazón humano. Cuando preparaba esta homilía recordé un bellísimo cuento chino que nos habla de la transformación de un corazón que sentía odio y resentimiento, y luego pasó a sentir amor. Ahí os va:

            “Una chica en China se casó y fue a vivir a casa de su marido. A esta joven esposa no le iban bien las cosas con la suegra. No aguantando más fue a ver a un sabio y le pidió algo para deshacerse de la suegra. Este sabio le dio unas hierbas y le dijo que fuera echando 2 ó 3 cada día en su comida para que muriera envenenada al cabo de unos meses. Pero para que no sospecharan de ella tenía que procurar portarse bien con la suegra; así, pasaría la cosa como una muerte natural o algo parecido. La chica siguió las instrucciones del sabio y resultó que, al ver la suegra que su nuera era mejor con ella, también esta mujer dulcificó su carácter y fue habiendo un mayor entendimiento entre las dos y esto aumentaba de día en día. Al cabo de dos o tres meses la chica fue a ver al sabio para decirle que ahora amaba a la suegra, que esta había cambiado y que no quería envenenarla. El sabio respondió que la suegra no había cambiado, que había cambiado ella y esto había hecho cambiar a la suegra. También le dijo que las hierbas que le había dado no eran venenosas, sino un reconstituyente”.

            Del corazón de la chica salía en un primer momento odio hacia su suegra, y del mismo corazón salió amor hacia ella. Por lo tanto, lo que Jesús nos pide hoy es que transformemos nuestros corazones para que salgan, no los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad, sino amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia (Ga. 5, 22-23). 

    En efecto, estamos demasiado acostumbrados a echar balones fuera, a pensar y decir que el mal que hay en el mundo procede de fuera de nosotros: de la comida (decían los judíos en algún momento [produce impureza]), o de los demás (como pensaba la chica de su suegra). Pero Jesús nos dice que el mal está dentro de nosotros y que somos nosotros los que hemos de cambiar, de purificarnos, de convertirnos


[1] Esta idea la prediqué hace pocas fechas en una homilía semanal, pero no me resisto a predicarla de nuevo. Creo que es muy necesario, pues de otro modo se nos van metiendo en nuestros criterios y razonamientos determinados mensajes anticristianos, que nosotros no podemos aceptar en modo alguno.

[2] Compuso esta canción tomando como base un poema de Antonio Machado. Su poema más famoso, que dice así:

Caminante, son tus huellas

el camino, y nada más;

caminante, no hay camino:

se hace camino al andar.

 

Al andar se hace camino,

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

 

Caminante, no hay camino,

sino estelas en la mar.

[3] Enlace para escuchar la canción: https://www.youtube.com/watch?v=QBdCLizaSiw

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