jueves, 19 de agosto de 2021

Domingo XXI del Tiempo Ordinario (B)

22-8-2021                   DOMINGO XXI TIEMPO ORDINARIO (B)

Jos. 24,1-2a.15-17.18b; Sal. 33; Ef. 5,21-32; Jn. 6, 60-69

VALORES HUMANOS Y CRISTIANOS (y V)

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Con esta homilía terminamos la serie que hemos iniciado ya hace algunas semanas. Se podrían decir más aspectos y valores necesarios para los hombres. Hasta ahora hemos dicho los siguientes: austeridad, ecología, amabilidad, amor, en la enfermedad, con la lengua, llevando una vida ordenada, comportamiento con la TV e Internet y vivir de modo responsable. Con estos valores un hombre es mejor persona. Pero nosotros no nos conformamos con ser buenas personas, buenos hombres. Nosotros queremos ser buenos cristianos, al estilo de Jesús. Sin embargo, esta tarea nos sobrepasa y Jesús nos ha dejado algunas ‘ayudas’ para conseguirlo o, al menos, para ir en esa dirección. ¿Cuáles son esas ‘ayudas’? Aquí van algunas de ellas.

            10) Oración. Sobre este particular ya he hablado el verano pasado. Repetir únicamente la necesidad de ella para el cristiano, pues es el modo habitual para que Dios entre en contacto con el fiel y mantenga dicho contacto. Recuerdo una anécdota que escuché siendo seminarista o neopresbítero y que me llamó mucho la atención. Resulta que había en Francia un monje que tenía una gran fama de orientar personalmente con mucho acierto a las personas que se acercaban a él, fueran personas de fe o sin ella. Pues bien, en cierta ocasión se le acercó un hombre, que se sentía roto por dentro y con mucha dispersión. Después de escucharle, el monje le “recetó” que hiciera 15 minutos diarios de oración personal. A esto el hombre respondió que no le era posible, que tenía solo 10 minutos diarios para comer en medio de su trabajo y, además, siempre de pie, que el teléfono sonaba continuamente, que mucha gente dependía de él, que las preocupaciones lo abrumaban, que dormía muy poco y, en definitiva, que le era imposible sacar esos 15 minutos al día. A esto el fraile respondió que lo perdonara, que no sabía que la cosa era tan grave y que en vez de los 15 minutos diarios, le “recetaba”… 30 MINUTOS DIARIOS. O hacemos oración diariamente, es decir, o escuchamos a Dios en nuestro interior y en medio de todo el ruido que nos envuelve, O NOS MORIMOS. De hecho, muchos de nosotros estamos ya muertos, porque no es vida lo que llevamos.

            Por lo tanto, oremos. Un cristiano ora sin desmayo y con constancia. Un cristiano pone su ser y su espíritu ante el Señor para que Él le dé la vida verdadera. Nadie se puede decir de verdad cristiano si no pasa un tiempo DIARIO ante el Señor. Sacamos tiempo para el ver los partidos de fútbol, para ver la TV, para ir a la playa o el prado y ponernos morenos, para nuestras aficiones, amigos y familias…, pues también hemos de buscar y encontrar tiempo para Dios.

            11) Eucaristía. Esta ha de ser alimento para el cristiano. 1) En ella el cristiano escucha la Palabra de Dios y puede reflexionar sobre dicha Palabra con la ayuda de la homilía. 2) En ella el cristiano recibe en su interior el ALIMENTO (Jesús) que permanece para siempre y le da vida eterna. Ya lo decía Jesús en el evangelio: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”. 3) En ella el cristiano vive su fe en medio de otros hermanos suyos: la Iglesia.

Hay gente que lee las lecturas antes de ir a la Misa y ora sobre ellas. Nada hay más importante que podamos hacer un domingo (u otro día) que ir a Misa: a celebrar la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, lo cual implica mi propia muerte a la vida del pecado y el nacimiento a una vida NUEVA, DIVINA Y ETERNA en los brazos de nuestro Padre Dios. ¡Ah, si fuéramos capaces de percibir esto en nosotros! No sé si conocéis aquellas palabras de Sta. Teresa de Jesús, que valoraba tanto la Eucaristía, y decía lo siguiente: si una persona viviera 80 años, podría durante los 40 primeros años de su vida prepararse para asistir a una Misa. A los 40 años celebrar una Misa, y los otros 40 años, hasta que se muriera, estaría dando gracias a Dios.

            Para SABOREAR la Eucaristía hay que pedir a Dios este don. Solo Él lo puede conceder. Procurad ir a Misa en la semana en alguna ocasión. El día que lleguéis un poco a gustar al Señor en la Misa, y os dé igual que la Misa sea larga o corta, con este cura o con el otro, con guitarras, con órgano barroco, con coro o “a palo seco”…, ese día habréis empezado a gustar al Señor por el Señor y no por el “envoltorio”.

            12) Confesión frecuente. Un cristiano busca la confesión frecuente, porque necesita el perdón de Dios y la paz de su Espíritu. Muchos cristianos no buscan la confesión, porque no han tenido experiencias sanadoras y liberadoras auténticas de este sacramento. En ella encontramos la acogida de Dios Padre, que abraza, que comprende, que tiene paciencia una y mil veces, que orienta, que besa la herida, que sufre con nosotros, aunque los problemas permanezcan. En este sacramento experimentamos la ligereza de vernos libres del peso sobre nuestra conciencia. Experimentamos la alegría de la reconciliación, la fuerza de poder empezar de nuevo sin que nos atosigue el pasado. Hay una especie de leyenda o anécdota muy conocida a este respecto que dice así: a una mujer se le aparecía Dios y hablaba con ella. Su caso fue revisado por el párroco, por otros sacerdotes doctos y, finalmente, por el mismo obispo. A este se le ocurrió plantearle lo siguiente a la mujer: “Para saber si es cierto que es Dios mismo quien se te aparece, pregúntale de qué pecados me he confesado ayer”. La mujer se lo preguntó a Dios y la vez siguiente que fue a hablar con el obispo y este le preguntó la respuesta de Dios, que fue esta: “Dile al obispo que no me acuerdo”. Así el obispo supo que las apariciones eran ciertas. Exactamente, una vez confesados, Dios se “olvida” para siempre de nuestros pecados.

Fijaros, para terminar este punto, qué preciosa es la oración absolutoria del sacramento: “Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén”. Cuando yo recibo la absolución… siempre, siempre doy las gracias al sacerdote, pues, por su medio, Dios me ha dado su PAZ y su PERDON.

            13) Lectura espiritual. Es conveniente para el cristiano que quiere avanzar en su vida hacia Dios que lea libros religiosos. Por excelencia y por encima de todo está la Biblia. De seminarista yo leía todas las noches, antes de acostarme, dos capítulos del Antiguo Testamento y uno del Nuevo. Unas veces entendía más que otras, pero, como era Palabra de Dios, esta caía en mi ser y empapaba mi espíritu de la gracia divina. Yo no me daba cuenta entonces, pero con el tiempo me encontraba orando sobre textos, que ni me acordaba conscientemente, o afloraban a mis labios en conversaciones, en catequesis, en homilías… Era la Palabra de Dios la que estaba en mí.

También al cristiano le ayudan otros libros: sobre santos o, mejor aún, escritos por santos: “Historia de un alma” de Sta. Teresita del Niño Jesús; las obras completas del Hno. Rafael; la “Vida”, “Fundaciones”, “las Moradas” de Sta. Teresa de Jesús; las poesías de S. Juan de la Cruz; las Florecillas de S. Francisco de Asís… Estas lecturas abren horizontes al cristiano, le enardecen el corazón y son cauce y vehículo de la gracia divina que se comunica a lo más profundo de nuestro espíritu.

            Si me permitís os pongo a continuación unos trozos de los “Dichos de luz y amor” de S. Juan de la Cruz. A mí me ayudaron mucho. Saboreadlos:

“- Más agrada a Dios una obra, por pequeña que sea, hecha en escondido, no teniendo voluntad de que se sepa, que mil hechas con gana de que las sepan los hombres; porque el que con purísimo amor obra por Dios, no solamente no se le da nada de que lo vean los hombres, pero ni lo hace porque lo sepa el mismo Dios; el cual, aunque nunca lo hubiese de saber, no cesaría de hacerle los mismos servicios con la misma alegría y pureza de amor.

- El alma enamorada (de Dios) es alma blanda, mansa, humilde y pacien­te.

- Mira que no te entristezcas de repente en los casos adver­sos del mundo, pues que no sabes el bien que traen consigo orde­nado en los juicios de Dios para el gozo sempiterno de los esco­gidos.

- No te goces en las prosperidades temporales, pues no sabes de cierto que te aseguran la vida eterna.

- En la tribulación acude luego a Dios confiadamente, y serás esforzado y alumbrado y enseñado.

- En los gozos y en los gustos acude luego a Dios con temor y verdad, y no serás engañado ni envuelto en vanidad.

- Las señales del recogimiento interior son tres: la prime­ra, si el alma no gusta de las cosas transitorias; la segunda, sí gusta de la soledad y silencio y acudir a todo lo que es más perfección; la tercera, si las cosas que solían ayudarle le estorban, como es la consideraciones y meditaciones y actos, no llevando el alma otro arrimo a la oración sino la fe y la espe­ranza y la caridad.

- Si un alma tiene más paciencia para sufrir y más toleran­cia para carecer de gustos, es señal que tiene más aprovechamien­to espiritual.

- El alma que está unida con Dios, el demonio la teme como al mismo Dios.

- Hable poco, y en cosas que no es preguntado no se meta.

- No se disculpe ni rehúse ser corregido por todos. Oiga con rostro sereno toda reprensión; piense que se lo dice Dios.

- No se queje de nadie; no pregunte cosa alguna y, si le fuere necesario preguntar, sea con pocas palabras.

- Quien se queja o murmura, ni es perfecto ni aun buen cristiano.

- Quien huye de la oración, huye de todo lo bueno.

- Mejor es vencerse en la lengua que ayunar a pan y agua”.

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