martes, 30 de marzo de 2021

Jueves Santo (B)

1-4-2021                                            JUEVES SANTO (B)

Éx.12.1-8.11-14; Slm. 115; 1ª Cor. 11,23-26; Jn. 13,1-15

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Con la celebración de hoy comenzamos el Triduo Pascual. Nos hemos estado preparando durante 40 días con penitencia, con más oración y con la confesión de nues­tros pecados para asistir y participar en los misterios centrales de nuestra fe cristiana: la muerte y la resurrección de Jesús.

            El día de Jueves Santo tiene varios significados: es el día en que Cristo instituyó el sacramento del Orden, cuando Jesús ordenó como obispos a los apóstoles; es el día de la institución de la Eucaristía; y es el día del amor fraterno.

            Por todo esto podemos pensar que el evangelio que acabamos de escuchar (el lavatorio de los pies) no puede venir mucho a cuento. ¿Por qué, en vez de poner la parte del evangelio en que Cristo instituye la Eucaristía, se pone este texto del lavatorio de los pies?

            Vamos primero a ver qué significaba en tiempo de Jesús lavar los pies. Lavar los pies se hacía antes de cenar y no durante la cena. Era un gesto humillante. Era una tarea de un esclavo y no de un judío; un amo judío no podía pedir a un esclavo judío que le lavara los pies. Sería rebajarlo e insultarlo. El amo judío debía ordenar a un esclavo de otra nacionalidad que le lavara los pies, pero nunca podía ordenárselo a un esclavo judío. Por eso, cuando Jesús se puso a lavar los pies a sus discípulos, quedaron extrañados. Más aún, yo diría que quedaron escandalizados. Por ello, Pedro se negó en redondo: “No me lavarás los pies jamás”. Cómo Jesús, que era el Maestro, el Señor, el Hijo de Dios, iba reba­jarse y hacer un trabajo de esclavo y, además, de esclavo extranjero. Jesús explicó su sentido: “Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, también lo hagáis”. Y es que, con Jesús, no vale la lógica del mundo, sino la lógica de Dios.

            Lavar los pies, para Jesús, significa servir, estar al servicio de los demás. Si Dios me llamó para el  sacerdocio, no es para que yo crezca a vuestra costa. No; es para estar a vuestro servicio y facilitaros el camino hacia Dios. Si vosotros sois cristianos, es por lo mismo: para estar al servicio de todos los que nos rodean. Y Jesús no era ningún charlatán: Él decía y hacía lo que decía. Por eso, entregó su divinidad, su Palabra, su evangelio, sus milagros, sus curaciones, su amor… Jesús nos entregó todo lo suyo y, al final, dio lo único que le quedaba: su vida, su ser. Por eso, nos dejó su Cuerpo y su Sangre para que nos alimentemos de Él. Es decir, para San Juan la institución de la Eucaristía y el lavatorio de los pies es lo mismo: es Dios que sirve, Dios mismo que nos alimenta con su Cuerpo y Sangre, Dios mismo que se pone de esclavo del hombre para que este salga del pozo en el que está, para que suba al Reino de Dios.

            Según todo esto, ¿qué enseñanza para nuestra vida podemos sacar hoy? No podemos participar en la Misa sin ‘lavarnos los pies’ mutuamente.

            1) Aquel que viene a Misa y comulga ha de estar al servicio de los demás, y si no comulgaría sacrílegamente.

2) Aquel que está al servicio de los demás, ayudando a las personas con todo su ser, ese necesita también la Eucaristía, necesita de Dios. En caso contrario estaría haciendo el bien con sus solas fuerzas, y eso nos puede llenar de orgullo y de soberbia, o puede llegar un momento en que nos puede cansar y reventar. No podemos solos, sin la ayuda de Dios, hacer el bien a los demás.

            Como mensaje final para el día de hoy, Jueves Santo, puede ser este: Que Dios nos haga valorar la Eucaristía y nos haga servicia­les unos con otros.

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