jueves, 10 de octubre de 2019

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario (C)


13-10-2019                 DOMINGO XXVIII TIEMPO ORDINARIO (C)
                                                       2 Re. 5, 14-17; Slm. 97; 2 Tim. 2, 8-13; Lc. 17, 11-19
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Queridos hermanos:
            - El Evangelio de hoy nos presenta a 10 leprosos. La lepra era (y es) una enfermedad terrible: en los afectados se pudre la carne y se cae a pedazos. Es una enfermedad contagiosa. En los tiempos de Jesús, el leproso se tenía que apartar de la gente y vivir como un apesta­do. Los leprosos, al caminar, debían ir tocando la campanilla para que, al acercarse uno sano, éste pudiese tener tiempo de apartarse. Los leprosos no podían ir a los pueblos. Si estaban casados y con hijos, debían salir de su casa… Por eso, ser leproso era de lo peor que le podía pasar a una persona. Pues bien, Jesús se encuentra con 10 de estos enfermos y le dicen: “-Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”. Jesús cura a los 10 enfermos, pero solo uno vuelve para dar gracias. A los otros… solo les interesaba curarse. Nada más.
Hay gente que va a Lour­des o a Fátima para curarse. Tienen mucha fe en Dios o en la Virgen María, pero… si no les cura, si no se atiende sus peticiones, esa fe se tambalea. Hace un tiempo fue una familia a Covadonga. La mujer me contaba cómo había transcurrido el día y me decía que le había pedido a la Santina SALUD. Yo le dije que era más importante pedir a la Santina la FE. Ella me respondió que lo que a ella le interesaba era la salud para ella y para su familia.
            - ¿Qué es más importante: la SALUD o la FE? Pues depende a quién preguntemos:
* Si le preguntamos a Dios, ¿qué nos dirá?
* Si le preguntamos a un santo, ¿qué nos dirá?
* Si le preguntamos a nuestros seres queridos… ya difuntos, ¿qué nos dirán?
* Si le preguntamos a un ateo, ¿qué nos dirá?
* Si le preguntamos a un anciano con muchos achaques, ¿qué nos dirá?
* Si le preguntamos a un joven sano y fuerte, ¿qué nos dirá?
* Si le preguntamos a un enfermo crónico, ¿qué nos dirá?
* Si nos preguntan a nosotros, ¿qué diremos?
            Algunas respuestas:
Hablando en general, veo que en el mundo que nos rodea, quienes no tienen fe, no dan ninguna o poca importancia a no tener fe.
También veo que quienes no tienen salud, dan mucha importancia a esta falta de salud y desearían mucho recobrarla: poder moverse como antes, poder dormir como antes, poder comer como antes, no tener dolores, no tener ese cáncer…
Asimismo veo que quienes tenemos salud, damos poca importancia (no en teoría, pero sí de hecho) a la salud. Solo le damos la importancia debida cuando la perdemos. A aquellos que tenemos salud puede pasarnos como al zapatero del cuento: “Dios tomó forma de mendigo y bajó al pueblo; buscó la casa del zapatero y le dijo: ‘Hermano, soy muy pobre, no tengo una sola moneda en la bolsa, estas son mis únicas sandalias y están rotas, si tú me hicieras el favor...’. El zapatero le dijo: ‘Estoy cansado de que todos vengan a pedir y nadie a dar’. El Señor le dijo: ‘Yo puedo darte lo que tú necesitas’. El zapatero desconfiado viendo al mendigo, le preguntó: ‘¿Tú podrías darme el millón de dólares que necesito para ser feliz?’ El Señor le dijo: ‘Yo puedo darte diez veces eso, pero a cambio de algo’. El zapatero preguntó: ‘¿A cambio de qué?’ ‘A cambio... a cambio de tus piernas’. El zapatero respondió: ‘¿Para qué quiero yo diez millones de dólares si no voy a poder caminar?’ Entonces el Señor le dijo: ‘Puedo darte cien millones de dólares a cambio... de tus brazos’. El zapatero respondió: ‘¿Para qué quiero yo cien millones de dólares si ni siquiera voy a poder comer solo?’ Entonces el Señor le dijo: ‘Bueno, puedo darte mil millones de dólares a cambio de tus ojos’. El zapatero pensó un poco y respondió: ‘¿Para qué quiero yo mil millones de dólares si no voy a poder ver a mi mujer, a mis hijos, a mis amigos...?’ Entonces el Señor le dijo: ‘Ah, hermano, hermano, qué fortuna tienes y no te das cuenta’”.
Sí, en tantas ocasiones valoramos lo que nos falta y no lo que poseemos. La salud física y psíquica es muy importante y solo nos damos cuenta de ello cuando nos falta. La salud es un don de Dios y hemos de valorarla y protegerla. Pero también es verdad que, desde el punto de vista cristiano, sabemos que la salud no es un bien absoluto ni eterno. En algún momento de nuestra vida se nos acaba la salud, y en tantas ocasiones he oído a familiares que estaba dispuestos a perder su salud con tal de que otros seres queridos quedaran libres de las enfermedades. Pienso en los padres que rezan y desean que los males de sus hijos les pasen a ellos.
            - Volvamos al evangelio de hoy. Se nos narra que solo uno de los leprosos curados volvió para dar gracias a Jesús por la sanación. A los otros nueve únicamente les interesaba de Jesús su poder de curación. No les importaba su mensaje, su evangelio, si era Dios o no era Dios, si era profeta o no era profeta, si iba a morir en la cruz o no… Solo les importaba quitar esa lacra y esa enfermedad de encima, y volver a vivir como antes: en medio de su familia, de sus amigos, de sus idas y venidas…
Pero había un décimo leproso, y que además no era judío (no era del pueblo escogido), al que le importaba su curación física, pero también le importaba ser agradecido y conocer más de la persona a la que debía su salud. Este décimo leproso era un hombre de fe y, por eso, Jesús le dijo: “-Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. Ahora Jesús le da, no solo la curación, sino y sobre todo le da la salvación que procede de su fe. La curación física afecta sólo al cuerpo… y hasta que no salga otra enfermedad o hasta la muerte. Después se acabó. La salvación que Jesús da al hombre afecta a todo el hombre y pasa más allá de la muerte y dura toda la eternidad. Por eso, digo que es más importante la fe que la salud. Las dos cosas son buenas y se han de buscar y desear, pero es mucho más importante la fe que la salud, porque es mucho más importante Dios que este cuerpo perecedero que poseemos.

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