jueves, 18 de abril de 2019

Sermón de la Soledad (Viernes Santo)


19-4-19                                   SERMON DE LA SOLEDAD

Homilía de audio
Queridos hermanos:
            En los años 2016 y 2017, en el sermón de la Soledad, prediqué algunas ideas en base al himno del “Stabat Mater dolorosa”. Entonces comenté los números 1 al 5 del himno. Hoy predicaré un poco sobre los números 9 y 10. 
James Tissot (1886-1894)
El compositor de este himno-oración miraba a Jesús y miraba a su madre, María, y de su corazón salieron estas palabras:
1
Stabat Mater dolorosa
Estaba la Madre dolorosa
-
juxta crucem lacrimosa,
junto a la Cruz llorosa
-
dum pendebat filius.
en que pendía su Hijo.
-
Cuyus animam gementem
Su alma gimiente,
-
contristantem et dolentem
contristada y doliente
-
pertransivit gladius
atravesó la espada.
2
O quam tristis et afflicta
¡Oh, cuán triste y afligida
-
fuit illa benedicta
estuvo aquella bendita
-
Mater unigeniti.
Madre del Unigénito.
-
Quae moerebat et dolebat.
Languidecía y se dolía
-
Pia Mater, cum videbat
la piadosa Madre que veía
-
Nati poenas incliti
las penas de su excelso Hijo.
3
Quis est homo qui non fleret,
¿Qué hombre no lloraría
-
Matrem Christi si videret
si a la Madre de Cristo viera
-
In tanto supplicio?
en tanto suplicio?
-
Quis non posset contristari,
¿Quién no se entristecería
-
Piam matrem contemplari
a la Madre contemplando
-
Dolentem cum filio?
a su doliente Hijo?
4
Pro peccatis suae gentis
Por los pecados de su gente
-
vidit Jesum in tormentis
vio a Jesús en los tormentos
-
Et flagellis subditum.
y doblegado por los azotes.
-
Vidit suum dulcem natum
Vio a su dulce Hijo
-
Morientem desolatum
muriendo desolado
-
Dum emisit spiritum.
al entregar su Espíritu.
5
Eia mater, fons amoris,
Ea, Madre, fuente de amor,
-
Me sentire vim doloris
hazme sentir tu dolor,
-
Fac, ut tecum lugeam.
contigo quiero llorar.
-
Fac ut ardeat cor meum
Haz que mi corazón arda
-
In amando Christum Deum,
en el amor de mi Dios
-
Ut sibi complaceam.
y en cumplir su voluntad.
6
Sancta mater, istud agas,
Santa Madre, yo te ruego
-
Crucifixi fige plagas
que me traspases las llagas
-
Cordi meo valide.
del Crucificado en el corazón.
-
Tui nati vulnerati
De tu Hijo malherido
-
Iam dignati pro me pati,
que por mí tanto sufrió
-
Poenas mecum divide!
reparte conmigo las penas
7
Fac me vere tecum flere,
Déjame llorar contigo
-
Crucifixo condolere,
condolerme por tu Hijo
-
Donec ego vixero.
mientras yo esté vivo.
-
Juxta crucem tecum stare
Junto a la Cruz contigo estar
-
et me tibi sociare
y contigo asociarme
-
In planctu desidero.
en el llanto es mi deseo.
8
Virgo virginum praeclara,
Virgen de Vírgenes preclara
-
Mihi iam non sis amara,
no te amargues ya conmigo
-
Fac me tecum plangere.
déjame llorar contigo.
-
Fac ut portem Christi mortem,
Haz que llore la muerte de Cristo
-
Passionis fac sortem
hazme socio de su Pasión,
-
Et plagas recolere.
haz que me quede con sus llagas.
9
Fac me plagis vulnerari,
Haz que me hieran sus llagas
-
fac me cruce inebriari
haz que con la Cruz me embriague
-
et cruore Filii.,
y con la Sangre de tu Hijo.
-
Flammis ne urar succensus
Para que no me queme en las llamas
-
Per te virgo, sim defensus
defiéndeme tú, Virgen santa,
-
In die judicii.
en el día del juicio[1].
10
Christe, cum sit hinc exire,
Cuando, Cristo, haya de irme,
-
da per matrem me venire
concédeme que tu Madre me guíe
-
ad palmam victoriae
a la palma de la victoria.
-
Quando corpus morietur
Y cuando mi cuerpo muera,
-
Fac ut animae donetur
haz que a mi alma se conceda
-
Paradisi gloria.
del Paraíso la gloria[2].
-
Amen.
Amén.



[1] Los hombres de fe sabemos, porque Dios mismo nos lo ha dicho, que vamos de tener una retribución por lo que hemos hecho durante esta vida. Tendremos una retribución de salvación y de felicidad, si hemos hecho el bien. Tendremos una retribución de apartamiento eterno de Dios, si hemos hecho el mal. Así nos lo dice Jesús en la famosa parábola de las ovejas y de las cabras, y esta parte de la oración del Stabat Mater dolorosa nos lo recuerda. Decía Jesús: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, y recibid en herencia el Reino que os fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; estaba de paso, y me alojasteis; desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y me vinisteis a ver’. Los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?’ Y el Rey les responderá: ‘Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, lo hicisteis conmigo’. Luego dirá a los de su izquierda: ‘Alejaos de mí, malditos; id al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; estaba de paso, y no me alojasteis; desnudo, y no me vestisteis; enfermo y preso, y no me visitasteis. Estos, a su vez, le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?’ Y él les responderá: ‘Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicisteis conmigo’. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna(Mt. 25, 31-46).
            Por lo tanto, el juicio y la posterior sentencia no recae tanto en Dios como en nosotros mismos. Dios hará de simple notario: te has preocupado de los demás, estuviste pendiente de las necesidades de los otros y no solo de las tuyas y las de tu familia, entonces Dios te abrirá la puerta del Reino de los Cielos. Sin embargo, si has mirado solo para ti y has pasado con el corazón endurecido al lado de hombres dolientes, hombres hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, caídos en las cunetas de la vida y no has hecho nada por ellos, entonces Dios te pondrá ante el espejo de tu propio egoísmo, de tu ira, de tu rencor, de tu codicia, de tu soberbia…, y verás que no es Dios el que te aparta, sino que has sido tú mismo el que te has apartado de Dios y de los hermanos.
            En esta oración del Stabat Mater dolorosa le pedimos a la Virgen María, no solo que nos ayude en el día del juicio divino, tras nuestra muerte, sino que también le pedimos a la Virgen María que nos ayude ahora, en nuestra vida terrena, ahora que aún estamos a tiempo de cambiar de vida. Así, si la Virgen María nos ayuda ‘ahora y en la hora de nuestra muerte’, Dios igualmente nos dirá, a la hora de nuestra muerte, pero también ahora mismo: “Venid, benditos de mi Padre, y recibid en herencia el Reino que os fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; estaba de paso, y me alojasteis; desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y me vinisteis a ver”.
[2] Este último párrafo nos recuerda la certeza de la muerte. Es una de las pocas cosas seguras que sabemos en esta vida: que vamos a morir. Nuestro cuerpo crece, se desarrolla, pero también envejece, pierde energías y vitalidad. Nuestro cuerpo camina hacia la muerte desde el mismo día de nuestro nacimiento.
El mundo que pueda existir después de la muerte es desconocido para nosotros. No existen pruebas empíricas de una vida después de la muerte. Es cierto que hay algún libro escrito en base a testimonios de personas dadas por muertas mediante un certificado médico. Estas personas hablan de haber visto sus espíritus, sus conciencias, sus ser más íntimo (como se quiera nombrar) salir de sus cuerpos, de sobrevolar sobre la habitación y la cama en la que reposaba su cadáver, de entrar por un túnel que conducía a una luz, de una sensación de bienestar, de una indicación recibida por parte de alguien para volvieran a su cuerpo y a la vida terrena, de no tener ya miedo a la muerte a partir de esta experiencia… Pero es verdad que estas experiencias son simplemente unos instantes después de la muerte. No existen evidencias científicas de estar muertos un año o dos y luego regresar. La vida después de la muerte es algo desconocido para nosotros. Solo sabemos que vamos a morir.
¿Qué sucede después de la muerte? Aquí solo podemos elucubrar, filosofar, teorizar o hacer teología. Básicamente, unos dirán que tras la muerte no hay nada. Todo se acabó. Otros decimos que tras la muerte hay vida, pero VIDA con mayúscula. Y a esta certeza solo podemos acceder por la fe. ¿Por la fe en qué o en quién? Por la fe en Jesucristo, en Dios. Él nos ha dicho que hay VIDA ETERNA después de la vida terrena. Unos lo rechazan, pero nosotros lo aceptamos, porque nos fiamos de quien nos lo dice.
Solamente desde esta fe en la VIDA después de esta vida tienen sentido las últimas palabras de esta oración que estamos comentando: “Cuando, Cristo, haya de irme, concédeme que tu Madre me guíe a la palma de la victoria. Y cuando mi cuerpo muera, haz que a mi alma se conceda del Paraíso la gloria”. Sí, cuando nos vayamos de esta tierra, te pedimos, Señor, que tu Madre, María, nos guíe, pues no sabemos el camino, pues desconocemos hacia dónde hemos de ir, pues queremos seguir caminando en la VIDA ETERNA como caminábamos en la vida terrena, de la mano de nuestra Madre, la Virgen María. Ella nos llevará de su mano, ella limpiará nuestras mejillas de tantas lágrimas, ella nos consolará de nuestros dolores y desconciertos, ella nos llevará al triunfo de la luz.
Sí, cuando nuestros cuerpos mueran, cuando se vayan deshaciendo y convirtiendo en polvo, cuando ya desaparezcan para siempre en esta tierra…, salva nuestras almas y llévalas al Paraíso contigo, Jesús, y con tu Madre, María.
Que así sea. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario