jueves, 13 de abril de 2017

Domingo I de Pascua (A)



16-4-17                                    DOMINGO I DE PASCUA (A)
Hch. 10, 34a.37-43; Slm. 117; Col. 3, 1-4; Mt. 28, 1-10

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Queridos hermanos:
            El evangelio que acabamos de escuchar comienza con un acto normal en la vida de los hombres, pero a continuación, todo lo que sigue, es un relato de hechos extraordinarios. Vamos a ver si aprendemos algo y si sacamos algunas conclusiones que nos sirvan para nuestra vida de fe:
            a) En un primer momento se nos dice que algunas mujeres habían madrugado para ir a la tumba de Jesús. Esto es algo normal en la vida humana. Después del entierro, los familiares y amigos más cercanos pueden ir a donde está sepultado su ser querido para adecentar un poco la tumba y estar un rato allí y rezar. En el caso de Jesús era más que necesario, puesto que el viernes había sido hecho todo (bajarlo de la cruz y enterrarlo) a las carreras y el domingo, en que para los judíos ya se podían hacer los trabajos normales, pues iban a dejar todo bien adecentado. En el evangelio de Lucas se dice que Jesús fue simplemente envuelto en una sábana, pero no pudo ser lavado de la sangre, ni del barro, ni de toda la suciedad que había acumulado en los dos días de maltratos. Por eso, las mujeres “prepararon los bálsamos y perfumes” (Lc. 23, 56) para lavar y cuidar el cadáver de Jesús. Así, “el primer día de la semana (el domingo), al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado” (Lc. 24, 1).
            Hasta aquí era todo normal y así se hacía con los cadáveres de los judíos. Pero, a partir de aquí, todo lo que sucedió y nos narra el evangelio de Mateo son hechos extraordinarios.
            b) De repente, un ser divino (un ángel) se hace presente en el mundo natural y suceden una serie de consecuencias extraordinarias: 1) la tierra tiembla fuertemente. 2) Se corre la piedra del sepulcro; para mover la piedra hicieron falta varios hombres. Ahora, sin embargo, un solo ser sobrenatural la puede correr sin esfuerzo alguno. 3) Finalmente, los soldados temblaron de miedo y se quedaron como muertos del terror. Estos hechos nos enseñan que no existe simplemente lo que vemos y tocamos, lo que nuestros sentidos nos muestran[1]. También existen otras cosas más allá de lo material.
            c) A continuación el evangelio dice que el ángel se dirigió a las mujeres diciéndoles: “Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado”. Recuerdo que las últimas palabras del relato de la Pasión, leído en el Domingo de Ramos, se decía: Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados: ‘Realmente éste era Hijo de Dios’. En efecto, aquellos que no creen, ante sucesos que escapan a su comprensión natural y racional (terremotos, muertos que reviven, apariciones de muertos, ángeles que se aparecen…), se quedan como aterrorizados. Todas sus armas no sirven para nada, toda su experiencia en el combate no sirve para nada, toda su razón y sus convicciones no sirven para nada. Se quedan como indefensos y sin argumentos. La única respuesta que tienen es el terror y la parálisis. El hombre que sólo vive de lo material y para lo material, ante lo sobrenatural no tiene ni armas, ni argumentos, ni fuerzas, ni capacidad de reacción. Sin embargo, para las personas de fe la situación es distinta. En el evangelio de hoy vemos cómo estas personas pueden dialogar con los seres divinos. El ángel se dirige a las mujeres. El ángel les dice que no teman. El miedo no entra ni debe de entrar en los creyentes. A ellas les va a ser explicado todo.
            d)  El ángel sigue hablando con estas mujeres y les dice que Jesús ha resucitado. Si Jesús ha resucitado, esto significa que no hay más cadáver, que el muerto está vivo, que la cruz no pudo con Jesús, que Dios le ha dado la razón, que las palabras de Jesús eran ciertas, que los judíos mataron al Hijo de Dios, a Dios mismo…
Este Domingo de Ramos en Egipto los radicales islamistas mataron con bombas a 45 cristianos que había ido a la iglesia a rezar y a celebrar la entrada de Jesús en Jerusalén y el comienzo de la Semana Santa. Los terroristas pensaron que había quitado de en medio a 45 infieles y, sin embargo, en realidad lo que han hecho es que los han resucitado, pues tenemos 45 nuevos mártires y 45 nuevos santos en el Reino de Dios, y que interceden por sus asesinos y por todos nosotros. La muerte de Jesús no es el final. La muerte natural o de accidente de tantas personas no es el final. La muerte violenta no es el final. Hay vida después de la muerte. Cristo resucitó. Nosotros estamos llamados a resucitar y a vivir para siempre.
            e) Las mujeres creyeron lo que les decía el ángel. ¿Por qué sabemos esto? Pues 1) porque se marcharon enseguida del sepulcro, ya que allí no estaba el amor de su alma. 2) Porque estaban llenas de alegría. Fijaros: en el evangelio no dice ‘alegres’, sino ‘llenas de alegría’. 3) Y porque fueron corriendo a donde estaban los otros discípulos para anunciárselo. Y es en este momento, y fruto de su fe, en que es el mismo Jesús el que se les aparece.
            Sí, la fe nos quita el miedo. La fe nos hace alejarnos sin reparo de lo que antes considerábamos importante (como el sepulcro de Jesús). La fe nos llena de alegría. La fe nos empuja a compartir con los demás lo que hemos descubierto y lo que vivimos y experimentamos. La fe hace posible que Jesús se pueda hacer presente en nuestras vidas.
¡¡FELIZ PASCUA  DE RESURRECCION!!

[1] En el primer vuelo espacial que hizo un cosmonauta ruso, Yuri Gagarin, mirando detenidamente a través de la ventana de su nave espacial, hizo este comentario: “No veo a ningún Dios allá”. Sin embargo, el coronel Valentin Petrov, colega y buen amigo de Yuri, luego insistió que Yuri nunca hizo tal comentario, aunque se le atribuyó a él, sino que fue el presidente de la URRS, Nikita Khrushchev quien en un discurso delante del Comité Central del Partido Comunista Soviético dijo: “¿Por qué deberíamos asirnos a Dios? Miren, Gagarin voló en el espacio y no vio a Dios”.

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