21-12-2014 DOMINGO IV ADVIENTO (B)
Queridos hermanos:
En
cierta ocasión un hombre paseaba por el campo. Sin darse cuenta cayó en una
zanja bastante profunda. Al caer se lastimó en una pierna, se rozó la espalda y
la cara, pero no se rompió ningún hueso. Se levantó e intentó salir de la
zanja, mas era demasiado profunda para él y no tenía dónde agarrarse e ir
subiendo. Después de muchos intentos fallidos, se dio cuenta de que no era capaz
de salir de allí por sí mismo. Empezó a gritar para que alguien lo sacara de la
zanja. Al cabo de unas horas y cuando ya había perdido la esperanza de ser
rescatado, se asomó una persona al borde de la zanja y vio al hombre caído.
Esta persona quiso sacarlo del hoyo en que estaba. Fue a buscar una cuerda para
echársela, para que se agarrara a ella y entonces el que estaba fuera de la
zanja tiraría con fuerza hasta sacarlo fuera. Cuando estaban en esta operación,
se acercó otra persona, se asomó y vio lo que estaba pasando. Esta tercera
persona, en vez de tirar otra cuerda para que la agarrara el hombre caído,
saltó él mismo dentro de la zanja y puso al que había caído sobre sus hombros y
así lo pudo sacar de la zanja.
Este
ejemplo nos hace ver gráficamente las distintas maneras que tenemos de ayudar a
los demás: 1) Podemos hacerlo desde arriba, sin mancharnos, sin exponernos al
peligro; es cuando echamos la cuerda a los que están hundidos. 2) Podemos
ayudar a los demás participando de la suerte del otro, sentir lo que él siente,
pasar por lo que él pasa, elegir salir de nuestra comodidad y seguridad,
quedarnos en su lugar para que el otro salga; es el que se tira a la zanja y lo
pone sobres sus hombros para que suba.
Alguien
podrá preguntar, pero ¿qué pasa con el hombre que se tiró en la zanja para
sacar al otro? ¿Se quedó él allí? ¿Cómo salió? Pues bien, en esa zanja se quedó
ese hombre para siempre y así, cuando alguien más cae en la zanja, él está para
subirlo sobre sus hombros y sacarlo de allí. Ese hombre que está tirando en la
zanja es Jesús. Él nos saca a todos los que vamos cayendo a lo largo de los
siglos y a lo largo de nuestra vida.
Recuerdo
que en 1989 estaba en clase de Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana de
Roma. Nos impartía la clase un jesuita español y, no sé cómo vino a cuento,
pero nos narró la siguiente experiencia: hacía unos años unos jesuitas jóvenes
se habían marchado del convento en Barcelona y habían ido a vivir a uno de los
barrios más marginales y pobres de la ciudad. Desde allí, en una vivienda como
la de la gente que habitaba allí, ayudaban a todos y compartían la suerte de
todos ellos: en la comida, en el frío, en la inseguridad ciudadana, en las
calles sin asfaltar, etc. En cierta ocasión, los jesuitas jóvenes acudieron a
una reunión de jesuitas en el centro de Barcelona y criticaron abiertamente la
comodidad de los mayores y el no vivir el evangelio con radicalidad. Ellos sí
que lo estaban haciendo. En aquellos momentos este sacerdote jesuita que nos
daba la clase en Roma les dijo: ‘No, vosotros no sois iguales ni vivís
igualmente que los del barrio marginal de Barcelona’. Ellos dijeron que sí y
contestaron de un modo muy alterado. Entonces este jesuita les replicó: ‘No,
porque si os ponéis enfermos, nosotros os vamos a recoger y os vamos a traer a
un hospital del centro de Barcelona y vosotros vais a aceptar. Si ya no queréis
estar más en ese barrio y queréis otro destino de jesuita, el superior nuestro
os dará ese nuevo destino... Sin embargo, esas personas y esos niños de ese
barrio, si se ponen enfermos, no tienen opción de ir a buenos hospitales o de
comprar mejores medicinas. Si quieren salir de ese barrio para otro ‘destino’,
no van a poder hacerlo y van a tener que quedarse en su barrio. Por lo tanto no
sois iguales que ellos ni compartís por entero su destino’.
Lo
que les estaba diciendo el jesuita mayor es que, aunque pareciera otra cosa,
ellos, los jóvenes jesuitas, estaban ayudando a los que estaban caídos en la
zanja… desde arriba, echándoles una cuerda, y no tanto desde el fondo de la
zanja.
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Una vez hecha esta introducción con estos dos ejemplos, voy a entrar en la
homilía de hoy.
Dios
pudo habernos salvado a base de varita mágica, a base de milagros, a base de
‘perdones’ desde arriba, desde su cielo, pero sin mancharse ni arrugarse. A Dios no le hacía falta compartir nuestra
suerte para salvarnos, para sacarnos de la zanja, para llevarnos a su cielo.
Sin embargo, Dios eligió participar de nuestra suerte, de nuestra caída en la
zanja, de nuestra naturaleza humana. Esto último es lo que se llama
ENCARNACION. Es decir, Dios se hizo hombre como nosotros. En las fiestas de
Navidad celebramos que Jesús, el Hijo de Dios, nace entre nosotros, pero
también celebramos que Jesús, el Hijo de Dios, se hizo hombre como nosotros.
El evangelio de hoy nos muestra a Jesús como hombre: María,
“concebirás en tu vientre y darás a luz a
un hijo le pondrás por nombre Jesús”. Y cuando María pregunta que cómo será
eso, pues no conoce a ningún varón, se le responde de tal manera que se nos muestra a Jesús como Dios: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la
fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el santo que va a nacer
se llamará Hijo de Dios”.
En efecto, Encarnación significa que
Jesucristo tiene una naturaleza humana y otra Divina, y que su Persona, la
Persona de Jesús es Divina. Por ello, cuando
nace Jesús, nace en cuanto Dios y en cuanto hombre. Nace Jesús, nace la
Persona Divina de Jesús. Esto es imposible de comprender para la mente humana:
¡Dios no puede nacer!
Encarnación significa que Él, que es
rico y fuente de todos los bienes y de todas las riquezas, se hace pobre y
miserable por nosotros; Encarnación significa que Él, que está arriba, se abaja
por nosotros; Encarnación significa que Él, que está en los Cielos, viene a la
tierra; Encarnación significa que Él, que es santo, se deja tocar por nuestra
suciedad, por nuestro egoísmo, por nuestra soberbia y por nuestro pecado.
Encarnación significa que María es
la Madre de Dios, porque es la Madre de Jesús, de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
No sólo es Madre de la naturaleza humana, sino también de la Persona Divina.
Encarnación significa que en la cruz
muere, no sólo la naturaleza humana de Jesús, sino también la Persona Divina de
Jesús. Por ello decimos que en la cruz muere Dios. Si no fuera así, entonces su
Encarnación no sería auténtica, sino más bien un añadido a la Persona Divina,
que se quita cuando se quiere. Para Jesús su naturaleza humana no es
simplemente una especie de traje de actor que se puso para venir a representar
una obra de teatro aquí a la tierra durante 33 años.
Esta Encarnación se ve reflejada en
los textos del evangelio donde si dice: “El niño crecía y se fortalecía;
estaba lleno de sabiduría, y gozaba del favor de Dios” (Lc. 2, 40). “Y
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en aprecio ante Dios y los
hombres” (Lc. 2, 52). O los pasajes en los que se ve a Jesús con miedos,
lágrimas, angustias, dolido, con furor, comiendo, bebiendo, alegre, etc. Jesús
tuvo que aprender todo como nosotros: a leer, escribir, hablar, comer,
trabajar, andar, etc. Él no nació aprendido. Él fue aprendiendo, descubriendo
en sí su Naturaleza Divina, su misión. Como nosotros que nos vamos haciendo a
medida que transcurre la vida.
Pues bien, si Cristo nació y vivió
en línea encarnacional, así tenemos nosotros que hacerlo. Habitualmente no
tenemos hilo directo con Dios, con mensajes en sueños o apariciones milagrosas.
Dios nos habla por medios terrenales y sensibles: por otros hombres, por la Biblia, por la Iglesia, por
los sacramentos. Dios se nos comunica en nuestro dolor, alegría, enfermedad,
estado (casado, viudo, soltero, monja, etc.), en las circunstancias de paro o
trabajo. Y nosotros hemos de usar habitualmente esos medios terrenales y
sensibles para comunicarnos con Él.
Que precioso Andrés,Jesús está en ese hoyo ,para sacarnos de él,cada vez que caemos,y lo peor es que no puede tomarse un respiro,porqué cada poco tiene que cogernos en sus brazos y ala parriba.
ResponderEliminarFeliz Navidad,para todos ,y en especial para ti.
Me gustó mucho la homilía. Jesús, Dios y hombre, sujeto al destino de éste, mezclado y también afligido con lo efímero: la alegría, el llanto, la desgracia…Si no fuera Dios hubiese “mirado para otro lado”, si no fuera Dios no habría estado al lado de los leprosos, los enfermos, los pecadores…. Ahora celebramos esa Luz pequeñita que trae María y que alumbra el mundo. Que el Niño Jesús esté con todos los niños que hay en él y en especial con los más vulnerables.
ResponderEliminarQué misericordioso es Dios que siempre está esperándonos en el hoyo así caigamos" 70 veces 7"...
ResponderEliminarQué poco correspondo yo con su generosidad!
Te agradezco esta homilía sobre la encarnación, presiosa y clarificadora, con esos ejemplos tan gráficos que nos pones como introdución.
ResponderEliminarEl tema de la encarnación me parece muy serio y francamente alucinante.
En este tiempo he querido meditar sobre él, porque es algo que me sobrepasa. Todas las explicaciones que nos pones me parecen muy acertadas, y que nos aclaran lo que significó y significa, el nacimiento de Jesús; su naturaleza divina y humana, como su existencia en este mundo fue totalmente asumida por él, y vivió igual que un mortal más: con sus debilidades físicas, sus aprendizajes, sus trabajos etc. Todo igual menos en el pecado.
Todo esto lo entiendo (más o menos), pero en mi interior surgen preguntas, que no acierto a entender porque me queda demasiado grande; acaso mi atrevimiento quiera entrar en el terreno del misterio.
Mi pregunta es la siguiente: ¿qué pudo pensar y sentir Dios Padre, que con todo el amor del mundo creó al hombre a su imagen y semejanza, para que viviera feliz eternamente a su lado, y en contacto con Él; sin embargo pronto pudo comprobar que ese ser, pronto le iba a traicionar; pronto la soberbia, la ambición, el deseo de ser su propio dios, serían la causa de que rompieran con el creador?
¿Cómo un Dios, rey de reyes, Señor del universo, dueño de todo lo creado, toma la decisión de venir a este mundo como uno más, en una carne mortal, nacer de una mujer sencilla y humilde, entre los pobres? ¿Qué pensaría Dios?
Lo que se me ocurre es que, a pesar de todo, Él seguía queriendo que sus hijos, alcanzaran la meta para la que habían sido creados; así pues supongo que toda esa inmensidad de amor, que no puedo ni imaginar hasta donde llega, le llevó a venir a mezclarse con nosotros, ser uno mas, vivir nuestra vida. ¿Hasta donde llega el amor de Dios??
Hasta el infinito, no termina nunca, no se puede acabar porque Dios es el AMOR, y no puede hacer otra cosa que, amar, amar sin límites, sin condiciones, porque si no fuera así, dejaría de existir. (Andrés, acabo de decir una burrada) así pués, su venida a este mundo de una manera tan sencila y callada, ha tenido y tiene la misión de abrirnos las puertas del cielo a todos; de Dios salimos y a Dios volvemos; unicamente por su misericordia, fruto de un amor incondicional.
Es un tema apasionante en el deberíamos meditar con mas frecuencia, al menos yo; porque podemos caer en la rutina de celebrar las navidades un año, y otro,y otro sin caer en la cuenta de todo el amor que hay detrás de esta festividad.
Quisiera destacar dos frases del evangelio de hoy, que me han llamado la atención, y con las que quiero quedarme:
"Para Dios nada hay imposible" y "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra"
Muchas gracias Andrés.
Queridos hermanos, a todos los que consultáis este blog, os deseo una feliz y santa Navidad; y que el Señor nos conceda su gracia, para que con toda humildad podamos decir: Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra. El Fiat de María nos trajo la salvación. Gracias Madre; ruega por nosotros.
BENDITO SEA DIOS
Es un placer leer desde Edmonton, Canada sus homilias. Son como un remanso de verdadera Paz Interior .
ResponderEliminarQue el Nino Dios nazca en los corazones de los hombres de buena voluntad para que este mundo sea un poco mejor.God bless. guti
Feliz y santa Navidad para esa comunidad de las once y todos los que se fueron sumando.
ResponderEliminarUn abrazo en el Niño que va a nacer.