jueves, 10 de octubre de 2013

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario (C)



13-10-2013                 DOMINGO XXVIII TIEMPO ORDINARIO (C)
                                2 Re. 5, 14-17; Slm. 97; 2 Tim. 2, 8-13; Lc.17, 11-19

Homilía del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            En las lecturas del domingo de hoy se nos habla de los leprosos. La lepra era una enfermedad crónica y que llevaba a la muerte.
            De toda Palabra de Dios se pueden sacar muchas enseñanzas y reflexiones. En esta ocasión quisiera hacer la homilía sobre los enfermos y aquellas personas que se acercan a ellos.
            - Cuando un hombre padece una enfermedad (no me refiero a una simple gripe, por ejemplo), acontece en él una serie de cambios en su psicología, en su personalidad, en su forma de percibir lo que le rodea y en su forma de relacionarse con aquellos que están a su lado. Sí, un hombre enfermo de una dolencia crónica y/o grave y/o dolorosa y/o que le incapacita para llevar una vida normal, como la que llevaba hasta que se manifestó dicha enfermedad, siente y/o se comporta de este modo: puede encerrarse en sí mismo y/o puede airear su frustración y amargura contra quienes lo rodean y contra Dios; un enfermo se convierte en una persona dependiente de los demás: hasta para asearse o alimentarse o simplemente ir al baño; un enfermo vive y experimenta, hasta para los más mínimos detalles, su propia limitación; un enfermo puede convertirse en una persona egoísta y posesiva; un enfermo aviva la esperanza de ser curado o, pasado un tiempo, puede llegar a perder esa esperanza; un enfermo se siente arrastrado fuera de su vida ordinaria y como condenado al ostracismo; un enfermo se vuelve mucho más sensible a lo que se le dice, a lo que se dice a sus espaldas, a los gestos y silencios de las personas que le rodean; a un enfermo le puede cambiar la percepción del tiempo: las noches se le hacen eternas, los días pesados y, en muchas ocasiones, el aburrimiento hace presa de él; un enfermo deja de valorar cosas a las que antes daba demasiada importancia y empieza a valorar otras en las que no se había fijado antes; un enfermo descubre nuevas amistades y puede llegar a perder otras que no han sido fieles y constantes durante su enfermedad; un enfermo ‘remueve Roma con Santiago’ para curarse: yendo a este médico u a otro, probando esta medicina u otra, rezando a Dios, a la Virgen o a los santos, cuando quizás antes no lo hiciera tanto;… y así podemos seguir añadiendo tantas y tantas cosas.
            - En la primera lectura se nos presenta el caso de Naamán, el general sirio. Naamán estaba enfermo de lepra. Llegó a Israel cargado de oro para ‘comprar’ su curación. Pero la mayor enfermedad de Naamán no era su lepra, sino su soberbia y su autosuficiencia. Por ello, Naamán se enfada cuando no le recibe el propio profeta, sino que éste manda a un criado; se enfada cuando el profeta le manda que se lave en un río de Israel y, por soberbia y por ira, no quería hacerlo. Cuando, finalmente, obedece y es curado, quiere pagar el favor recibido, pero se da cuenta que, para el hombre de Dios, ese oro no tiene valor alguno y es entonces cuando Naamán entra en la humildad y, a través de ella, en la fe. Naamán fue curado por dentro y por fuera: en el cuerpo y en el alma.
            En el evangelio nos encontramos con 10 leprosos. Ellos no tienen oro y sólo pueden suplicar: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Al ser curados, todos se marchan. Todos excepto uno, que vuelve para dar gracias a Jesús y para dar gloria a Dios. Y ello lo hace desde la humildad, la cual es representada al decir el evangelio que el curado “se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias”. Por eso, este hombre recibe un regalo extra, ya que Jesús le dice: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. Los otros nueve se marcharon curados por fuera, en su cuerpo. Este, en cambio, se marchó curado por dentro y por fuera: en el cuerpo y en el alma.
            Con estos textos Jesús nos quiere decir que la enfermedad puede ser ocasión de crecimiento interior. Podemos aprovechar el dolor y el sufrimiento o podemos desperdiciarlo. Todos vamos a estar enfermos en algún momento de nuestra vida. Debemos aprovechar ese tiempo para madurar, para acercarnos más a los hombres y a Dios. Voy a poneros un ejemplo de ello; voy a leeros un trozo de una carta que me escribió una amiga el 7 de diciembre de 2009. Murió en enero de 2012: “Querido amigo, Padre Andrés, quiero agradecerte todo lo que has rezado y rezas por mí, por tenerme en tus oraciones. Tú no sabes cómo me sentí en la  primera aplicación de la quimio. Fue algo inexplicable; sentí una fuerza enorme; era como si estuviese rodeada de Ángeles celestiales que me acompañaban en esos momentos. ¿Sabes, Andrés? Yo estoy  preparada para todo lo que venga. Doy gracias a Dios de vivir cada momento y de compartirlo con mi marido, pues nos queremos mucho. Siempre, cuando rezo el Padre Nuestro y repito ‘que se haga tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo’, me queda aun más claro; ÉL es el único que sabe cómo seguirá todo. Él ha escuchado y escucha  todas las suplicas mías, tuyas, de mi marido y de todos los amigos que están en cadenas de oración. A veces me pregunto: ¿soy merecedora de tanto amor? Quiero ser buena; quiero aprovechar esta oportunidad de seguir viviendo un tiempo más para tratar de ser una buena cristiana y de arrepentirme cada día de todas las ofensas que le hecho a mi Señor. Estoy feliz y contenta, pues esta situación nos ha acercado más aún a Dios. El 06.01.2010 será la segunda quimio; ojalá resulte tan bien como ésta. Saludos a tus padres y ¡¡¡que Dios te siga iluminando y dándote fuerzas para seguir siendo un buen sacerdote!!! Tu amiga de siempre… X”.
            Asimismo, en esta homilía dedicada a los enfermos, quiero reseñar aquí un escrito que llegó a mis manos hace tiempo en donde se dan una serie de orientaciones prácticas a la hora de visitar a los enfermos. Aquí os los pongo por si pueden ayudar a alguien:
  1. Hay que buscar la hora más oportuna para hacer la visita, tanto pensando en el enfermo como en su familia.
  2. No se ha de ir a la visita con el tiempo prefijado. Hay que dar a la visita el tiempo requerido por el enfermo.
  3. No hacer visitas protocolarias, ni tomarse confianzas excesivas. Hay que actuar siempre con naturalidad y sencillez.
  4. El enfermo tiene una sensibilidad especial para captar quién se le acerca por compromiso social, o sea para “cumplir”, o el que lo hace para hacerle un favor, o sea por “compasión”, o el que va con aires de superioridad, ya que “él está sano”, o el que le visita con plena disponibilidad y con afán de compartir.
  5. Al enfermo se le ha de dar ocasión de hablar de su enfermedad, de sus dolores, de sus preocupaciones y temores. Hay que demostrar interés, con sinceridad y delicadeza. Hay que saber aceptar lo que afirma sin discutírselo, pero a la vez sin reafirmarle aquello que nos parece que es exageración.
  6. El enfermo ha de poder explicar y decir todo lo que le plazca. No podemos obligarle ni presionarle para que diga más de lo que él quiera.
  7. No se puede imponer al enfermo el tema de la conversación. Se le ha de dar libertad de elección. No podemos cansarlo con nuestra conversación. No debemos hablarle de temas religiosos a la fuerza.
  8. No podemos compadecernos de él en su presencia. Ni tampoco mostrar lástima de su situación ante él. No somos “plañideras”.
  9. Hemos de velar para que, en lo posible, el enfermo siga viviendo los problemas de la sociedad entera, y en especial de su ambiente de trabajo y amistades. En caso contrario sufriría al verse fuera de juego de esta sociedad o de su comunidad. Todavía sufriría más de ser nosotros quienes ‘le expulsáramos’ al no decirle o explicarle las cosas que pasan con la excusa de ‘no preocuparlo’.
  10. Incluso cuando el enfermo no tiene interés, hemos de procurar interesarlo por los problemas de la vida ‘normal’. Es malo para él encerrarse en sí mismo y en los problemas domésticos.
  11. No le debemos mentir en lo referente a su situación y estado. No se trata de decirle ‘toda’ la verdad, pero sí de que ‘todo lo que le digamos sea verdad’. Hemos de decirle la verdad que él sea capaz de aceptar y asimilar. Tendremos que animarle y darle esperanza, pero nunca engañarle.
  12. Al visitar a un enfermo hemos de saber escuchar con atención y hablar con calma y sin nervios. Muchas veces, como no ‘dominamos’ la situación, nos ponemos nerviosos y tendemos a hablar mucho y gritando.
  13. La cama es propiedad del enfermo y de su uso exclusivo. Debemos respetarlo.
  14. El enfermo tiene necesidades fisiológicas de todo tipo que se le pueden hacer urgentes durante nuestra visita. Hemos de estar al tanto y tenerlo presente.
  15. La visita al enfermo no es para que nosotros hablemos y le obliguemos a escucharnos. La visita es fundamentalmente para que el enfermo tenga ocasión de hablar y pueda encontrar oyentes acogedores.
  16. Lo que se ve, lo que se oye y lo que se dice en la habitación de un enfermo es secreto. No podemos luego hacer comentarios.
  17. Hay que hacer la visita con espíritu de colaboración y no para sustituir la iniciativa del enfermo. Hemos de ir con espíritu de disponibilidad, no con afán de dominio ni de imposición.
  18. No podemos hacer la visita tan sólo ‘por amor a Dios’. Más bien ha de ser por amor al prójimo ‘con el amor de Dios’.
  19. Cuando se trata de un enfermo creyente, se ha de intentar ayudarle a progresar y a madurar en la fe y en su situación de enfermo. Si estamos ante un no creyente, debemos ofrecerle que comparta nuestra fe. Si no quiere hacerlo, le seguiremos visitando con la misma disponibilidad.

12 comentarios:

  1. ¡Bendito sea Dios, Andrés! que te ha dado un corazón compasivo y tan humano ante el dolor del hermano.
    ¡Bendito sea Dios! que te regaló un corazón grande, y tu has sabido llenar de nombres de amigos, de hermanos.
    ¡Bendito sea Dios!quien desde tu experiencia ante el dolor y la enfermedad a la que te ha acercado tu sacerdocio, nos enseña al seguir tus consejos.
    ¡Bendito sea Dios! porque en tu persona nos cura el cuerpo en tantas ocasiones con tu cercanía y ternura y nos sana el alma con el perdón de nuestros pecados.
    ¡Bendito sea Dios!

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  2. Mil gracias, P. Andrés por la homilía. Tiene una grandeza de alma envidiable, siempre abierto a todas las persona con alguna necesidad.....a las que no hace oídos sordos.

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  3. Muchas gracias, D. Andrés, nos deja claro en la homilía que el mejor maestro, un buen docente, maravillosa clase de Pastoral de la salud.
    Ayer, al visitar a una amiga enferma, a la que quiero, respeto, y admiro por tanto que he aprendido de ella, como mujer, madre, esposa. Al despedirme me dijo estas palabras, no tengo nada para darte, pero quiero que tengas este pequeño librito de la " Santa Gema de Galgani. " cada vez que la visito salgo reconfortada, aliviada, y querida.
    Para mi es un regalo de Dios poder estar un rato con ella, sentir el cariño de su presencia.

    Un abrazo fraterno

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  4. Querido Andres,

    Aún no he leído esta homilía pero no me resisto a participar con un leve comentario.
    Estoy ojeando La Nueva España de hoy y en la ultima página hay un reportaje de un hombre que perdió las manos, era un adolescente cuando entró a trabajar en la mina y un fatidico dia hubo una explosión que le mutiló las manos.
    El mismo dice que se repetia a si mismo "tengo que tener fe". y al leerlo me viniste a la mente.

    Cuánto bien haces con todo lo que nos dices y cómo nos ayudas a reconocer la mano de Dios en tantas cosas cotidianas.

    Gracias.
    Un abrazo para cada un@

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  5. Andrés, excelente homilía dedicada a los enfermos. Los tips que colocas al final para visitar los enfermos son muy prácticos y precisos. Gracias por enseñarnos a vivir el evangelio, por tus orientaciones, por darnos luces en nuestro camino a la Jerusalén Celestial.

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  6. Estar al lado del que sufre... D. Andrés lo hace. Esta capacidad de padecer con los otros no es un mero sentimiento calentito en el corazón, sino que ha de expresarse con obras concretas de amor y de cercanía. La unión nace de sentir que lo que le pasa al otro me atañe a mí.
    D. Andrés refleja esa ternura de Dios en su manera de ser y de actuar.
    Mil gracias P. por hacer vida aquello que dice San Pablo: 'llorad con los que lloran'.
    Un abrazo pleno de cariño

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  7. A lo largo de mi vida, he tenido la gracia de, atender a varios enfermos, muchos familiares; lo primero que quiero decir es que, ciertamente el Señor da el ciento por uno, si no mas; siempre que he estado con alguien en esta situación, el Señor me ha concedido una gran paz y alegría, no hay paga mejor.
    Hay que tener presente que, los pobres y los enfermos son los preferidos de Dios, y en ellos podemos ver a Jesucristo; así pues, todo el bien que les hagamos, al mismo jesús se lo hacemos.
    También la enfermedad sirve en tantas ocasiones para descubrir el rostro de Cristo sufriente, así como su amor y dulzura.
    Actualmente tengo una hija enferma, con diagnístico muy grave, por un serio problema en un ojo, no se trata de un tumor; en diciembre hará un año que está peleando con esta enfermedad, sus fuertes dolores, y su postración en muchos momentos. Llama la atención el poder ver como lleva su enfermedad, pocas veces ha perdido la esperanza, mas bien al contrario, se muestra alegre y aceptando su situación; las amistades e incluso los médicos se admiran de su entereza, cuando se lo dicen ella contesta: Cuando Dios te da una prueba, te concede la fuerza para llevarla. Yo veo que este sufrimiento la acercado mas a Jesús, al que quizás tenía un poco olvidado, ahora lo menciona con mucha frecuencia y confianza.
    Mucho podemos aprender cuando estamos al lado de un enfermo.
    Una vez mas, muchas gracias Andrés, por todo.
    Un gran abrazo hermanos.


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  8. Buen as tardes ! Que buena tu homilia ! Cuanto nos enseñas ...... Con ellas ..... Los tipos que nos das son excelentes y hay que poner en práctica .... Gracias Andrés x todo lo que nos enseñas y ayudas a crecer en la fe ... Buen fin de semana ....

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  9. Leí en una ocasión que cuando nos dispongamos a estar un rato con el Señor, a dialogar con Él, incluso si nuestro corazón está lleno de quejas ese día y queremos ponerle contra la pared, que debemos comenzar esa oración siempre con una acción de gracias, de tantas cosas o situaciones que sabemos que son dones de Dios, regalo suyo..Cuando lo hacemos así, si nuestro estado de ánimo era de queja o depresivo o lleno de ira, después de agradecerle, nuestro tono al dirigirle a Él nuestras quejas va a ser distinto. Y mucho más noble y justo. Realmente el agradecimiento es algo hermoso, una virtud o valor que no solo hace feliz a quien lo recibe, sino también aquel que lo siente, y lo expresa a alguien. Y cuando nuestro agradecimiento va dirigido a Dios, sentimos interiormente que es algo, que teníamos que hacer y nos deja una estela de alegría dentro de nosotros mismos.
    Preciosa homilía sobre la enfermedad, Pater. La mayoría de los enfermos, ¡cuánto nos enseñan!

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  10. Querido amigo, Padre Andrés: Después de una semana de duro trabajo parroquial, -aunque sé que los tapiegos te quieren y tratan muy bien-, la vuelta a casa siempre es agradable para un hijo, pero también triste como en tu caso al ver, Pater, el deterioro de tu madre y cargar con el dolor de tus padres conscientes de la situación que están viviendo. Son situaciones tremendamente duras, en las que vivimos la impotencia y la sufrimos, aún sabiendo que Dios está con nosotros. Sufrimos, pero Él nos sostiene. Muchos, ¡muchísimos! te tenemos presentes a ti y a tu querida familia en nuestra oración. Orar, es en ocasiones lo único que podemos hacer. Bueno, también intentar molestarte un poco menos, al menos yo.
    Esta homilía, es un testimonio de cuánto vives en estos momentos familiarmente y como sacerdote. Te agradecemos inmensamente ese compartir con tus feligreses con la naturalidad y sencillez que te caracteriza, algo que puede ayudarnos a todos, bien ahora bien más adelante, pues como acertadamente dices: antes o después la enfermedad llegará, y la limitación y dependencia de los demás; también la impotencia…ante el dolor ajeno.
    Me ha emocionado la carta de esta buena amiga tuya. Al escuchar el audio, me dí cuenta de que al leer el encabezamiento de su carta te saltaste una palabra: AMIGO. Y es que este “amigo” y lo que lleva consigo es lo que da mayor sentido al resto de sus sentidas y sinceras palabras. Así comienza: Querido amigo, Padre Andrés. Porque eres Amigo y porque eres Padre. Son dos palabras que nunca podrán quitarse del diccionario, por lo necesarias que son para toda persona creyente o no creyente.
    Al leer tus homilías suelo subrayar aquello que me llega al corazón y una de estas palabras había sido AMIGO y la otra, la pregunta que, como una sutil oración se hace tu amiga enferma: “¿soy merecedora de tanto amor?” Ante tanto sufrimiento, podría haber exigido una respuesta distinta: ¿soy merecedora de tanto dolor? Pero es claro que la respuesta a su primera pregunta, pues la segunda nunca se la hizo, fue la Paz que el Señor le regaló y que heredó su marido. Hermosísimo testimonio. Gracias.
    Gracias a ti por ser amigo. Gracias por ser Padre. Gracias por ser tan buen Pastor.

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  11. Hace 13 años, entraba en el despacho del Padre Andrés en el obispado de Oviedo. Buscaba un buen director espiritual, el mejor; Dios me pedía más y no sabía continuar sin ayuda. Al salir de allí, llevaba tres nombres nuevos escritos en mi corazón, en mi vocabulario espiritual: Teresa, Juan (de la+) y Silencio.
    Por eso hoy pido a Sta. Teresa de forma especial que le bendiga, siga bendiciendo al P. Andrés, en su labor pastoral allí donde se encuentre.

    UN RECUERDO A TERESA DE JESÚS EN SU DÍA
    SU V CENTENARIO ES UN IMPORTANTE EVENTO EN ESTE AÑO DE LA FE.

    “En la fe se realiza la amistad con Dios

    Lo peculiar de Teresa en relación con la fe se refiere a que para ella es algo que toca su ser en profundidad, no son verdades abstractas, sino vitales. Ella tuvo experiencias singulares de todas las verdades que proclama el credo cristiano (V 37-40). Fue llegando a ellas de forma progresiva, en un proceso de historia de salvación. Percibió la verdad de Dios en un crecimiento humano-religioso, dentro del ámbito que ella denomina oración (V 23-24) -tiempo reservado a la relación con Dios-. Ese espacio que consiste en “tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos no ama” (V 8,5). Ahí principalmente le llegó a Teresa el misterio de Dios. Y ahí su humanidad se fue empapando de él.

    Teresa revive lo más bello de la historia de la salvación

    En ella como en una Tierra Santa, una Nueva Jerusalén, Dios hizo su obra, volvió a renovar a su modo la historia de salvación. Me atrevería a decir que en pocas personas se han desarrollado como en ella los procesos bíblicos. Es algo que se puede percibir en sus obras, a veces de forma clara y otras como un trasfondo o clamor, que sin explicitación bíblica no se entendería. Teresa resultará así una pequeña Biblia.
    Los primeros capítulos de su autobiografía (V 1-3) nos recuerdan los primeros de la Biblia cuando Dios todo lo hizo bien y se paseaba con el hombre en el jardín. Al igual, Teresa nos confiesa que el ámbito de su familia era para ella un mundo idílico donde todo estaba bien y donde Dios la llenaba de dones y le descubría el sentido de esta vida que pasa. También Dios paseaba con ella en el jardín de su infancia, donde le regalaba grandes ansias de estar con él, para lo que ella no dudó ya desde bien pequeña en la búsqueda del martirio (V 1,5). Un mundo idílico como el de Adán y Eva antes del pecado: “solo Dios basta”.” (ciper.org)
    Felicidades a todas la Teresas.

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  12. A medida que escuchaba la homilía me venía a la mente el rostro de un cuñado que murió hace un año, tras tres de un cáncer de pulmón. Lo pasó muy mal. Al principio con esperanza, pero a medida que los tratamientos no indicaban mejoría, se enfrentó con una gran fe a la enfermedad, a su muerte. Era una persona religiosa, practicante, pero comenzó a ser creyente. A comprender a aquellos que iban a misa diaria y que encontraba exagerados y se los dijo: ahora os comprendo. Él escuchaba dos misa por TV o por la Radio. Y lo comentaba con las visitas. Como si quisiera dar testimonio de la acción de Dios en él, por si acaso antes no lo había hecho suficientemente.Los sobrinos comenzaron a conocerlo de verdad con la enferdad, en las comidas o reuniones familiares. Su escala de valores cambió; y lo decía a la familia política incluso y a sus amigos. No tenía miedo a la muerte, sólo le daba pena dejar sola a su mujer.
    Murió habiendo recibido la Unción, rodeado de la familia. Había dejado una carta para que se leyera a su muerte. En ella dejaba dicho como quería su funeral y consejos para los hijos. Hizo polvo al párroco, pues le pedía que no hablase de él para nada, sino de la muerte de un cristiano y de la vida eterna. Lo de siempre. No quiso preces especiales por él ni cartas sorpresas de algún sobrino sobre él al finalizar su misa. Y pidió que si algún hermano quería encargar recordatorios suyos para los cercanos, solo escribiese de texto el testamento que dejaba a sus hijos: el Credo. Esa era su fe, la que aprendió de sus padres y esperaba que sus hijos hicieran crecer también en ellos. Dios le ofreció una gran oportunidad con la enfermedad y él la aprovechó, siendo consciente de ello.
    ¡qué bien describes Andrés, los efectos de la enfermedad! También en tu familia los vivís atendiendo a tu madre.Os recuerdo en la oración.
    Gracias por tu puntual fidelidad en las homilías. Sé que mañana al abrir el ordenador hacia las ocho de la mañana, ya habrás colgado nuevos mensajes de la Palabra de Dios para nosotros, para cada uno de nosotros. Gracias.

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