20-10-2013 DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía del Domingo XXIX del Tiempo Ordinario (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Celebramos
hoy la Jornada del DOMUND y en España el lema que se nos propone para este año
es “Fe + Caridad = Misión”.
En
esta ocasión no voy yo a hacer la homilía, sino que voy a dejar que sea Jano
(Alejandro) un diácono de Asturias quien la haga. Resulta que él y otro diácono
(Juanjo) fueron enviados por el Arzobispo de Oviedo a Benín (en donde está una
parroquia misionera asturiana) para vivir durante unos meses esa experiencia
del Evangelio en el África. Pues bien, Jano ha escrito a su familia y a sus
amigos dos correos, de los cuales entresaco algunas cosas que nos pueden
centrar en el día que hoy celebramos en toda la Iglesia Católica.
Correo del 10 de octubre: “Desde el primer momento que pisé suelo africano me he
sentido familiarmente acogido. La gente es muy hospitalaria, tanto que a veces
sobrecoge. Aquí el saludo es todo un ritual. En fin, no sé cómo será el resto
de África, pero Benín me parece el país de la eterna sonrisa.
Hubo un detalle que me llamó
la atención desde el principio, y es el trato que tienen las madres
africanas con sus hijos pequeños. Desde que vienen al mundo, las madres se los
colocan a su espalda, sujetados simplemente con un trozo de tela que recogen en
la cintura, sin ningún tipo de lazada; es todo un arte observar cómo lo hacen.
Es muy habitual ver hileras de mujeres que se dirigen a los mercados cargando
sus enormes cacerolas en la cabeza llenas de mil productos distintos y a
sus bebés a la espalda. También las ves realizando todo tipo de trabajos sin
atender aparentemente a sus hijos. Cuando se despiertan y se ponen a
llorar, y sus madres dejan lo que estaban haciendo, se sientan, y en un solo
movimiento con el brazo acercan al bebé rodeando la cintura, se levantan la
camiseta y les dan el pecho. Y al terminar regresan a la actividad anterior.
Durante los primeros días me
quedé con la idea de que estos pequeños vivían en permanente soledad. Y
entonces comencé a ‘ver’ lo especiales que son estas madres. Les dan el pecho
hasta los dos años; no hay actividad más importante que el cuidado de su bebé;
por eso, cuando éste llora, se deja todo y se le atiende. Cuando caminan al
borde de la carretera, en dirección a los mercados, con una mano sujetan las
enormes cacerolas que llevan a la cabeza, y con la otra van dando pequeñas
palmaditas al bebé en el culete, como para decirles: "no te
preocupes, estoy contigo". Y mientras les dan el pecho les van
acariciando el moflete mientras les susurran las primeras oraciones o
bellísimas nanas, y escuchan por primera vez su nombre en labios de la
persona a la que más quieren, su madre.
Os reiréis, pero así
me siento yo con el Señor. Es Dios mismo el que me ha tomado consigo y me
lleva a todas partes, sujeto a la espalda. Sabe que no puedo comunicarme, que
no sé hablar, pero me hace presente en todos los lugares y me muestra a
todo el que se acerca. Si siento soledad Él acerca su mano y me da pequeños
golpecitos que me hacen sentir que a pesar de todo está siempre ahí. Y cuando
ve que es oportuno me pone a su regazo y me habla en una lengua que cada vez me
resulta más familiar. Con ella me canta y me enseña a rezar, y también,
por primera vez, escucho mi nombre en sus labios. Es mi Padre, que aquí,
en su omnipotencia e infinita misericordia, se hace Madre. Sí, tenéis razón,
puede que sea una tontería, una ñoñería de Jano, pero aquí se ‘ve’ a Dios de
una manera muy intensa en todos los acontecimientos del día.
Un día llegué a una de las
misiones y nos estaban esperando tres ancianos de la aldea. Habían atado un
cabrito a la puerta de la casa. Decían que era un sencillo regalo como
agradecimiento por la presencia y acción de los misioneros españoles en su
tierra. Emocionados explicaban que si tenían pozos en la aldea, o luz en
algunas casas, o farolas, o escuelas o dispensarios, era por la ayuda de
los misioneros. Por eso, un cabritillo no era nada en comparación con todo lo
que sus corazones querían agradecer. Y tanto es así que aunque ellos o sus
hijos murieran, los hijos de sus hijos, y sus hijos, seguirían recordando lo
que las manos y los corazones de los misioneros hicieron por ellos. Teníais que
haber visto los lagrimones de aquel emociona-do sacerdote que me iba
traduciendo del baribá”.
Correo del 13 de octubre: “Habíamos terminado la Eucaristía en una de
las aldeas, y nos dirigíamos en el 4x4 a la siguiente. Muchos de los niños
quisieron subirse a la parte de atrás, para que les paseáramos por la aldea y
les vieran los mayores. Eran unos veinte y cantaban una misma canción sin
parar. Le pregunté a Juan Pablo, el misionero de Logroño que me acogió estos
días, qué decía la canción. Y él me contestó: ‘tanto si nos van las cosas bien,
como si nos van las cosas mal, yo creo en Jesús’. Ese es su grito de guerra, en
un lugar donde los cristianos somos minoría, y vivimos y fortalecemos nuestra fe
entre musulmanes y religiones ancestrales, como las de los fetiches. Pese a
todo, son una lección de convivencia armónica, tanto en unos casos como en
otros. Los misioneros y religiosas conocen muy bien las luchas de estas
personas por salir adelante, ya que trabajan para llevar el evangelio a los
sitios más apartados y casi olvidados de todo el mundo. Ellos saben que con muy
poco aquí se hacen verdaderos milagros. Han entendido, desde un principio, que
al igual que Cristo anunciaba el Reino, también curaba enfermos y sanaba almas;
pues ellos, tomándolo siempre como modelo, también luchan por la evangelización
además de la promoción de los pueblos y sus gentes. No puedes hablar de Jesús
como Pan, como Luz, como Agua…si ellos no tienen en sus casas ninguna de estas
cosas.
Muchas familias viven con menos de 1 € al
día, pero nunca pierden ni su ilusión ni su fe. Los rostros de esta gente
muestran preocupación por el futuro de sus hijos, y por su presente más
inmediato, pero ahí están, levantándose cada mañana, exprimiendo la tierra y el
ingenio para decirle al destino: ‘hoy no te llevarás a mis hijos ni a mis
ilusiones’. Y le devuelven una sonrisa al cielo que deslumbra al mismo sol.
Cuando llegamos a una aldea para la
celebración eucarística salen los niños a hacernos el ‘baile de acogida’. Nos
rodean y nos cantan, aunque los más pequeños lloran, porque les damos un poco
de miedo por nuestro color (o falta de él). Las madres se tronchan de risa y a
veces nos los acercan a propósito para verlos llorar y que las abracen.
Pero lo más impresionante nos espera dentro
de las capillas. Estas capillas son construcciones sencillas, sin puerta y con
muchos espacios abiertos por los laterales para que el aire fluya con libertad.
Los bancos son muy bajos y cuando no queda sitio, que es la mayoría de las
veces, la gente va a casa y se trae esterillas. Las celebraciones aquí son
preciosas. Lo cantan todo, dejándose la voz y las manos, tocando todo tipo de
instrumentos de percusión, todo vale si suena bien y con ritmo. Las palmas y el
cuerpo forman parte de estas originales orquestas, pero todo tiene su liturgia.
Unas veces se canta sin palmas, ni baile, y otras a todo lo que da. Tienen una
gran veneración por la Eucaristía y en varias ocasiones se ponen de rodillas
durante la celebración. Los hombres suelen ponerse a un lado y las mujeres al
otro, y el gran coro, que suele ocupar varios bancos, se coloca delante del
todo. La inmensa mayoría de los asistentes son hombres, de distintas edades, y
todos llevan constantemente sus rosarios en las manos. De verdad que es
increíble. Incluso en las misas diarias, los hombres son casi el triple que las
mujeres. Casi la mitad de los asistentes tienen menos de 18 años. Hay equipos
de liturgia, de cantos, de catequistas…, con gran participación masculina. Ah,
y se pasa la cesta dos veces. La primera para las necesidades señaladas en ese
día y la segunda, tras la Comunión, para la formación y material de los
diferentes grupos de la parroquia. Y para ésta, se colocan las cestas en el
pasillo, y mientras se canta una canción muy alegre y repetitiva, van saliendo
las personas que hayan nacido en enero y entregan alguna moneda; luego los de
febrero y así hasta el final, regresando a los sitios bailando, como no podría
ser menos.
Os voy a desvelar un secreto: Todas las
ayudas que mandamos a través del Domund, o de Manos Unidas, u otras intenciones
relacionadas con las misiones, verdaderamente llegan; aquí he podido
confirmarlo. Y con esas ayudas es con lo que cuentan los misioneros para la
construcción de pozos de agua, de dispensarios, de escuelas, de internados, o
la colocación de farolas en los pueblos, donde cada noche se reúnen profesores
con unos diez alumnos, de todas las edades, para poder estudiar, pues en sus
casas no tienen más que una vela, en el mejor de los casos.
Fijaros que la gente de aquí (de Benín) ha colaborado, y mucho, en la campaña del
Domund, entregando sus monedas, como la viuda del Evangelio, porque ellos dices
que quizá haya gente que lo necesite más que ellos. Pues lo dicho, sí llegan
las ayudas, tanto desde algunas entidades importantes, como los 10 € de esa
señorina en Asturias que me decía: ‘toma fiu, pa los negritos de África. Nun ye
munchu, pero pa tapar algún furaquín val’ (Toma, hijo, para los negritos de
África. No es mucho, pero, para tapar algún agujero, vale). Pues a esa buena mujer le digo que han llegado y se van a utilizar,
claro que sí”.
Al
terminar de leer esto, me dan ganas de repetir lo que acabamos de escuchar en
el Salmo:
“Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra”.
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra”.
Gracias Andrés, por hacernos partícipes de esa experiencia de VIDA, con mayúscula.
ResponderEliminarUn abrazo
Andrés, es impresionante y maravillosa la experiencia que están viviendo Jano y Juanjo.¡Una gran oportunidad para crecer! pues se crece al ver y convivir con estos africanos.
ResponderEliminarSiempre me ha llamado la atención la felicidad que tienen dentro de su pobreza.
La humildad que tienen.
La capacidad de acogida tan grande que tienen.
Lo agradecidos que son.
Siempre sonriendo y felices tanto si les va bien como si les va mal, como decía la letra de la canción que cantaban los niños.:
"Tanto si nos va bien como si nos va mal, nosotros creemos en Jesús".
¡Qué gran lección! me dan.
Como decía Jano: "La ciudad de la eterna sonrisa".
Con esta experiencia saco en conclusión, que cuanto más se tiene, cuanta más comodidad se tiene, muchas veces es en perjuicio nuestro. Esta gente sin recursos y comodidades, dentro de su pobreza, resultan ser más ricos en valores y están más cerca de Dios.
Andrés, creo que no se puede poner mejor ejemplo y más práctico. es muy ejemplarizante. Creo que esas cartas se deberían leer en todas las iglesias y a buen seguro serían muy del gusto de nuestro nuevo papa.
ResponderEliminarun abrazo y gracias por compartir
"Qué hermoso son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia, que pregona la victoria! (Is 52,7)
ResponderEliminarGracias a estos dos mensajeros: a ti Andrés por acercarnos a la labor de los Misioneros también a Jano, cuyo testimonio nos invita a la reflexión sobre nuestra misión como iglesia allí donde estemos.
Dios os bendiga.
Precioso testimonio que cala hondo en el corazón.
ResponderEliminarCiertamente no es necesario ir a Africa para predicar, ya que vemos cada día, la gran necesidad que existe hoy aquí mismo, cerquita de nosotros, seguramente en la misma casa donde vivimos; !ahora bien¡ también es cierto, por lo que nos cuenta Jano, y nos decias en días pasados, parece mucho mas sencillo predicar en Africa que en nuestra ciudad.
Ver a través de este diácono, la alegría e ilusión con que reciben alli a los misioneros,parece que hace mas atrayente la misión; y a una le apetece contemplar esos rostros sonrientes, y compartir con esos hermanos la fe, y ayudarnos mutuamente a crecer en ella; porque ya veo que tienen mucho mas amor a Dios que yo; creo que siento una sana envidia hacia esas personas que nada tienen; mejor dicho, tienen lo mas importante,Fe, confianza en Dios, Alegría y Amor.
Hoy para mi son ellos los que me predican la Buena Noticia.
Muchas gracias Andrés, tu siempre das en el "clavo". Otro gran acierto compartir tan precioso testimonio.
Buena semana a todos.
BENDITO SEA DIOS.
Andrés, muchas gracias por hacernos partícipes de la experiencia africana de Jano, una experiencia verdadera de Dios.
ResponderEliminarQuerido Andrés,
ResponderEliminarMe he emocionado al leer esta homilía y me alegro que echaras mano de estos correos para este domingo.
Quiero que le trasmitas a Jano (con J)mi felicitación por saber trasmitir de una manera tan sencilla todo lo que está viviendo allá y por esa sensibilidad con la que nos cuenta la relación entre aquellas madres y sus hijos. Me alegré mucho cuando dice que siente como Dios le llevara a la espalda y le da palmaditas al igual que aquellas mamás a sus hijos ¡Que suerte sentirse amado de esa manera!.
A ti, darte las gracias por todo tu trabajo y mandarte un beso grande.
Un abrazo para cada un@
Precioso remate el que has dado a la homilía,pater,con este salmo.
ResponderEliminarTantas veces esa oración habrá brotado del corazón de los misioneros/as quienes en tierras lejanas sienten la soledad de sus familias, de sus comunidades..Entonces acuden al Solo, al Único que viene en su ayuda, dándoles ánimo y alas para seguir Anunciando ese Reino de Dios que tantos,sin saberlo quizás, ansían recibir.
"Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra”.
Cuántas vivencias, detalles y valores hermosos y necesarios para el ser humano se ha perdido en nuestra sociedad moderna y materialista;siempre con prisas y agitada. África nos recuerda una forma de vida: donde la sonrisa y la acogida en gestos-tocar, reir, cantar, bailar,acariciar,mirar, escuchar, celebrar, rezar con alegría en comunidad, regalar, trasmitir el agradecimiento y la fe-, forman parte de su vivir; donde el trabajo no impide que las madres críen y estén con sus hijos- aunque haya abuelos- que puedan ayudarles.
Agradezco a Dios, la escucha de Jano, a las situaciones que Él mismo, va presentando ante sus ojos y que este diácono va "guardando en su corazón" como Palabra viva de Dios, agradeciendole tras la experiencia vivida los cuidados que Su Providencia tiene con nuestros hermanos de África.
Mi corazón rebosa agradecimiento ante lo que Dios va haciendo en nosotros, no solamente en África, siempre que se lo permitimos.Porque no dudamos que:"El auxilio nos viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra”.
Feliz fin de semana, amigos.