11-11-2012 DOMINGO XXXII TIEMPO ORDINARIO (B)
Queridos
hermanos:
Nos dice el evangelio: “Estando
Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba
echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y
echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre
viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han
echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo
que tenía para vivir.»” Vemos que la viuda pobre del evangelio entregó todo
lo que tenía de limosna. Entregó todo al templo de Dios, es decir, ella entregó todo a Dios. Asimismo en
la primera lectura se nos narra el caso de una viuda con un hijo único, que
sólo tenían para comer un poco de harina y un poco de aceite. El profeta Elías
pidió a la mujer que le preparase un pan para él, a lo que ella respondió: “Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo
ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en
la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan
para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.” En este caso,
sin embargo, la viuda hizo lo que decía el profeta y le dio de comer primero a
él, y luego comieron ella y su hijo.
Estas mujeres
entregaron todo a favor de Dios y de los demás. No se pararon en su pobreza, en
sus necesidades, sino en quién se lo pedía y a quién se lo daban (a Dios, a un
hombre necesitado). Y nosotros, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar
ante Dios y ante los demás? ¿Somos como los ricos del evangelio que damos de lo
que nos sobra: de lo que nos sobra de nuestro dinero, de lo que nos sobra de
nuestra ropa, de lo que nos sobra de nuestros “cacharritos”, de lo que nos
sobra de nuestro tiempo…? Los misioneros u otras personas
que van de viaje al tercer mundo y tratan, no sólo a nivel de turismo, con
aquellas gentes, en seguida sacan una impresión: Son personas muy pobres, que
les falta hasta lo más indispensable, pero que, todo lo que tienen, lo
comparten con el recién llegado. Me contaba hace tiempo una misionera que para
era común ir a predicar a los poblados y que muchas veces le alcanzaba allí la
noche y debía quedarse a pernoctar. En una cabaña en la que vivía la familia
entera había un único camastro, ese camastro era para la misionera y todos los
demás dormían en el suelo. No había modo alguno para convencerlos de lo
contrario. También me contaba esta misionera cómo niño ahorró un tiempo para
poder comprar unas galletas y, cuando las compró, en seguida las empezó a
repartir entre todos, incluso la misionera debió coger galletas a la fuerza.
Aquí, en Oviedo, por el contrario, sé de algún caso en el que una persona
invitó a otra a ir a casa, pero al mismo tiempo le dijo que no fuese a media
tarde o al anochecer; la razón era ésta: si aparecía a esas horas, entonces
tendría que darle la merienda o la cena, y eso no quería hacerlo.
Vuelvo a repetir la pregunta que más arriba hacía: Y nosotros, ¿hasta dónde estamos dispuestos
a llegar ante Dios y ante los demás? ¿A quiénes nos parecemos más nosotros: a
los ricos que daban de lo que les sobraba, o a las viudas que entregaban todo
lo que tenían?
Me gustaría que hiciéramos una oración en esta semana
comparando lo que Dios nos da, por una parte, y lo que nosotros damos a Dios y
a sus hijos, por otra parte:
* Dios nos da la vida terrena y
espiritual. En ocasiones, nosotros le devolvemos muerte, pues estamos
enfadados con diversas personas, que son hijos de Dios, y los tenemos “muertos”
en nuestro corazón con rencillas, odios, resentimientos, envidias… Ciertamente,
otras veces somos como las dos viudas que nos entregamos por entero a los demás
y damos vida, perdón y esperanza a los que nos rodean. El lunes vino una
persona a confesarse y de penitencia le puse que hiciera realidad durante unos
días ese refrán que dice: “Haz bien y no
mires a quién”. Puede ser otra buena tarea para la semana que empieza.
Asimismo, en varios momentos de nuestra vida devolvemos a
Dios la muerte espiritual, pues nos separamos de Él, no abrimos nuestro
espíritu a su acción maravillosa mediante la oración, la lectura espiritual… y
nos volvemos cada vez más incapaces para percibir su presencia en nuestra vida
y en la de los demás. Llegamos a tener desconfianza de Él, y negamos, de
palabra o de obra, incluso su existencia. Otras veces percibimos cómo nuestro
espíritu lo busca y lo ansía y es feliz junto a Él.
* Dios nos entrega
este mundo maravilloso con sus estrellas y cielos, con sus montes y mares, con
sus animales y plantas. Nosotros ensuciamos el entorno de la Tierra y de la Luna con basura espacial de
los restos de satélites y cohetes. Ensuciamos y contaminamos los mares;
quemamos los montes y los talamos; maltratamos los animales y extinguimos
especies; convertimos el vergel en zonas áridas y desérticas; convertimos las
costas de rocas, plantas y playas… en casas y más casas (pelotazo urbanístico).
Podemos, en esta
semana que comienza, tratar de reciclar nuestra basura y no ensuciar nuestro
entorno con papeles en las calles, con ruido en las calles o en las casas, no
maltratando plantas o animales…
* Dios nos entrega su
amor desinteresado e incondicional. Dios nos acepta tal y como yo somos: viejo
o joven, tonto o listo, feo o guapo, rico o pobre, español o rumano, de
izquierdas o de derechas, del Madrid o del Barça, pecador o santo, creyente o
ateo. Nosotros, en tantas ocasiones, hacemos acepción de personas;
miramos nuestro interés y conveniencia; nos mostramos soberbios y arrogantes
con Dios y con los demás; amamos y deseamos sólo lo joven, lo listo, lo guapo,
lo rico, lo “español” (superior) frente a los que son inferiores… No amamos a
Dios y a los demás con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con todo
nuestro ser y para siempre… como nos pedía el evangelio del domingo pasado.
Podemos, en esta
semana, procurar mostrarnos amables con los que son menos amables con nosotros
y/o con los que nos son menos simpáticos.
* Dios nos entrega su
paciencia. Nosotros somos impacientes con Él, cuando no nos da lo que le
pedimos y cuando se lo pedimos. También somos impacientes con los demás.
¿Qué podemos hacer
en este ámbito durante la semana?
* Dios se nos da por
entero, se nos da siempre, se nos da para siempre. Nosotros le damos
sólo las sobras y alardeamos de ello, y exigimos “intereses de usura” de eso
que le damos, y exigimos, además, que se nos reconozca. En muchas ocasiones nos
parecemos a Caín que ofrecía a Dios los animales más viejos, enfermos o flacos
y, cuando Dios miró con más complacencia a Abel por su ofrenda desinteresada,
Caín se enojó contra Dios y envidió a su hermano.
* Dios nos da su Hijo
santo, vivo y que da vida. Nosotros le devolvemos a su Hijo muerto y
cubierto de pecado, de nuestros pecados.
* (Sigue tú agrandando la lista).
“Estas mujeres entregaron todo a favor de Dios y de los demás.”, nos dices en la homilía y he recordado una de las primeras charlas de tus EE, que utilizo en muchas ocasiones para la oración. Es una frase de S. Agustín en el contexto de la charla:
ResponderEliminar“Elección. Dios se encuentra con nosotros, nos muestra quiénes somos, cómo somos (cuanto más cerca de El mejor nos vemos), como a la Samaritana, como al joven rico. Somos criaturas de Dios (el nos ha creado), dependemos de El y tenemos que aceptarnos tal y como somos, y en las circunstancias en las que estamos. Hay que partir de aquí, de esta situación. Así dice S. Agustín: “Dios, que es el único que te crea, que te crea entero, que te crea siempre; es el único que te puede exigir, te exige entero, te exige siempre”. Tu dependencia de Dios es una dependencia exclusiva, total y continua. Exclusiva, porque no te debes a nadie, sino sólo a Dios. Total, porque no hay ninguna parte de tu ser que pueda escapar de esa dependencia de Dios. Continua, porque no hay ninguna parte de tu vida o de tu tiempo que esté libre de esta dependencia de Dios. Si aceptamos esta condición de criatura de Dios, entonces aceptaremos una experiencia radical de servicio. Comprenderemos que lo único que hemos de hacer en nuestra vida, lo único, es servir a Dios.”
Me viene a la mente el mensaje de Conversión de la Porta fidei en este Año de la fe: “Un proceso constante de cambio interior y de avance en el conocimiento y en el amor de Cristo. La conversión no tiene lugar nunca una vez para siempre, sino que es un proceso, un camino interior de toda nuestra vida. Ciertamente este itinerario de conversión evangélica no puede limitarse a un período particular del año: es un camino de todos los días, que tiene que abarcar toda la existencia, cada día de nuestra vida.” Pero que este AÑO DE LA FE, vamos a intensificar como IGLESIA que somos. (Benedicto XVI, 21 Feb. 2007)
Hoy esta invitación a la Conversión ocupa una vez mas mi corazón.
No quiero olvidar que esta tarde nuestro pastor se va a un Cursillo de Cristiandad a Covadonga…estos hermanos que estarán este finde junto a la Santina, necesitan nuestra oración. No los olvidemos.
Feliz semana, amigos.
Esta homilia es una gran invitacion ... a la cual voy a poner en mi vida ..una invitacion a "Haz el bien sin mirar a quien ""
ResponderEliminarSi lo aceptaramos ganariamos tanto ... pues nos haria sentir mas cerca del Señor .. y esa es la mejor forma de enfrentar la vida aqui en la tierra ... cumpliendo esto nuestra alma se engrandeceria cada vez mas .. y seriamos fieles discipulos de Cristo ..
Buen fin de semana -----cpn paz en el alma y armonia en el corazon
La homilía, por sí misma,es, para mí una base o puntos de meditación de mucha profundidad.-
ResponderEliminarEn el comentario que he leído he recogido un punto que yo había pensado antes de leerlo, cuando iba a la Santa Misa.-Me refiero al pasaje evangélico del Joven rico.- El Señor le pide vender todfos sus bienes y SEGUIRLE.-NO veo solamente la desposesión de los bienes materiales, que también en lo posble, sino en la DESPOSESIÓN DE NUESTRO YO , que tú recoges en la homilía.- Tenemos mucho de que desposeernos:nuestro Ego, y mucha "limosna que dar": afecto, comprensión, compañía con los enfermos ( yo lo veo en la variedad y gravedad de las enfermedades que padezco y veo, a diario).- Quizá para muchos eso es nuestro VENDER LOS BIENES.- Quizá, más o menos, como el joven del Evangelio, vamos observando los preceptos, pero nos cuesta DARNOS A NOSOTROS MISMOS....
Y la última parte: :::Y VEN Y SÏGUEME.- Creo que este seguimiento nos lo pide a cada uno de nosotros en aquello que tenemos a nuestro lado.-
En el Evangelio del día de hoy, hay una gran manifestación de Esperanza : HAY más alegría en el cielo.... La limosna que damos, en el sentido amplio que refiero, nos lleva a la conversión a que se refiere el Evangelio.- José RAMÓN
Las lecturas que la Iglesia nos presenta este domingo, a mi me llenan de gozo y de una inmensa alegría, y por supuesto también la homilía.
ResponderEliminarJesús nos presenta a estas dos mujeres como modelo de fe, generosidad o entrega desinteresada.
Hoy nos quiere enseñar algo que sólo se aprende de la gente pobre: dar un poco más que las sobras.
Jesús mira más allá que las apariencias. Ensalza la generosidad de aquellas dos mujeres pobres que se abandonan totalmente en manos de Dios.
Sí, servir a Dios con generosidad, confianza y sencillez, a lo largo del día: cuantos pequeños detalles podemos hacer, esas cosas diminutas que no nos llevan tiempo y nos hacen un poquito más parecidos al Señor Jesús, que pasó por la vida haciendo el bien sin mirar a quién.
No puedo resistirme a decir que, nadie valoró tanto a la mujer, como Jesús, a veces al entrar en la iglesia o participar en algún acontecimiento religiosos y ver que la mayoría somos mujeres, se me viene a la mente que bien podemos agradecerle al Señor todo lo que hizo a nuestro favor, valorando y reclamando igual dignidad, para la mujer, como para el hombre, ya que ante Dios somos iguales, es para alabarlo y darle gracias constantemente, gracias Señor Jesús, gracias.
Un abrazo para tod@s y que disfrutéis de una buena semana.
Queridos amigos del Bog:
ResponderEliminarMe vais a perdonar que llame de nuevo a vuestras puertas, quería daros las gracias por vuestras oraciones y vuestro recuerdo por todos los que en estos días hemos hecho el cursillos de Cristiandad en Covadonga, es muy estimulante el pensar que fuera de allí hay personas implicadas para que todo se desarrolle según la voluntad de Dios, me ha impresionado ver todos los mensajes que mandaron pidiendo por los frutos del cursillo, me pareció algo muy hermoso y muy gratificante, que el buen Dios os lo premie a todos y os bendiga.
Con todo mi cariño un abrazo para tod@s
María
Ayer estuve en la Ultreya de Cursillos de Cristiandad, y pude escuchar el testimonio precioso de una mujer que había sufrido mucho en su vida familiar, matrimonial. Tanto dolor en esa dura etapa la separó de la misa, de los sacramentos, pero a pesar de ello contaba: cuando pasaba por delante de alguna iglesia, algunas veces entraba y le decía a Dios: ten paciencia conmigo, esto tiene que pasar, ten paciencia conmigo, espérame.
ResponderEliminarMi corazón se llenó de compasión por cuanto la escuché contar, pero a la vez de gozo, porque a pesar de vivir una situación tan durísima, su fe la hacía no perder de vista ,del todo, a su Dios y suplicarle su paciencia para con ella.Dios nunca la dejó ni la alejó de su corazón, y fue esa permanencia de Dios, lo que a ella, quizás sin darse cuenta, la hizo regresar.
Recordé esa actitud maravillosa que nos muestra D. Andrés del corazón de Jesús:la paciencia.Creo que continuamente, como dice la homilía: Dios nos entrega su paciencia.
Anoche al hacer mi rato de oración también yo le supliqué que la tuviese conmigo, con los mios, con vosotros -que formais parte de mi familia de fe-, con nuestra Iglesia diocesana...
La paciencia todo lo alcanza reza Santa Teresa, debe ser cierto.
Dios mío, ayúdame a ser dócil y a dar con generosidad todo lo que me pides, por mucho que me duela, ¡me cuesta tanto!…. Tú lo sabes que tengo heridas en mi corazón, que aún no se han cerrado y ahora ya hay otras que se están abriendo, se que estoy en tus manos, no dejes que me separare de Tí.
ResponderEliminarSeñor dame fuerzas para ser como esas VIUDAS.