jueves, 19 de julio de 2012

Domingo XVI Tiempo Ordinario (B)


22-7-2012                     DOMINGO XVI TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            En la homilía de hoy quisiera comentar las últimas frases del evangelio: Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma”.
            - En efecto, quisiera resaltar la gran cantidad de personas que se acercaban diariamente a Jesús. Por eso, el evangelio nos habla de ‘muchos’, de ‘todas las aldeas’ y de ‘una multitud’. Y ante esta cantidad ingente de personas Jesús alza su mirada y no se vio a sí mismo ensalzado, vitoreado y aclamado por las gentes, sino que los vio a ellos: Jesús vio las grandes necesidades y carencias de todo tipo de aquellas gentes que, dejando casas, trabajos y ocupaciones, le seguían y perseguían por todas partes. Sí, Jesús vio que todos ellos “andaban como ovejas sin pastor” y, por ello, se puso a enseñarles con calma.
            - El evangelio nos dice que era tanta la gente que venía a buscar a Jesús, que ni Él ni sus discípulos tenían tiempo para comer. Por eso, Jesús quiso buscar un sitio tranquilo y apartado para descansar un tiempo, pero… no pudo ser. La multitud reconoció a Jesús y a sus discípulos y adivinó el lugar a donde se dirigían, y ya le esperaba allí cuando ellos llegaron. Me asombra el hecho de que Jesús no se enfadara ni incomodara con todos aquellos que le seguían a todas partes. ¡Tenía Jesús todo el derecho del mundo a descansar un rato, a tomar unas pequeñas vacaciones! ¿Por qué sabemos que Jesús no se enfadó? Por lo que nos dice el mismo evangelio: tuvo lástima de la multitud y se puso a enseñarles con calma. Y es que Jesús pensaba antes en las personas que en sí mismo. Él había venido para ellos y no para sí mismo.
            - Ahora quiero fijarme en otro aspecto del texto evangélico y es que puede dar la impresión de que Jesús atendía a las multitudes, a todas las aldeas, a muchas gentes…, pero en conjunto y en general. Y eso no es cierto. Jesús atendía a las multitudes, porque atendía personalmente a cada persona. Es decir, Jesús escuchaba a Jairo y a la hemorroisa, se preocupaba de la hija de Jairo y de María Magdalena, de la Samaritana y de Nicodemo… ¡Cuántos ejemplos nos ponen los evangelios de los contactos personales e individuales de Jesús!
            Hace ya un tiempo que he escuchado el modo de actuar de los Testigos de Jehová cuando se acercan a la gente: por ejemplo, van por el cementerio de El Salvador y allí se hacen los encontradizos con las personas que oran y lloran ante las tumbas de sus seres queridos; van por las casas, y hablan y escuchan a tantas personas que viven solas y que no tienen visitas de nadie; van a la cárcel de Villabona y hablan, escuchan y acompañan a los presos en un tú a tú, y esto lo hacen de modo periódico, frecuente y constante. Y de esta forma entran en el corazón de tanta gente lastimada y solitaria; y de esta forma entran en contacto con ‘muchos’, con ‘todas las aldeas’ y con una ‘multitud’ de gentes, que están como ovejas sin pastor.
            Voy a contaros un hecho que sucedió hace muchos años y que es un ejemplo de ese contacto personal que nos enseña Jesús y que ha sido copiado por los santos: “El abad Anastasio tenía un libro de finísimo pergamino que valía veinte monedas y que contenía el antiguo y el nuevo testamento. Una vez fue a visitarle cierto monje que, al ver el libro, se encaprichó de él y se lo llevó. De modo que aquel día, cuando Anastasio fue a leer su libro, descubrió que había desaparecido, y al instante supo que el monje se lo había robado. Pero no le denunció, por temor a que, al pecado de hurto, pudiera añadir el de perjurio. El monje se había ido a la ciudad y quiso vender el libro, por el que pedía dieciocho monedas. El posible comprador le dijo: ‘Déjeme el libro para que pueda averiguar si vale tanto dinero’ Entonces fue a ver al santo Anastasio y le dijo: ‘Padre, mire este libro y dígame si cree usted que vale dieciocho monedas’. Y Anastasio le dijo: ‘Sí, es un libro precioso, y por dieciocho monedas es una ganga’. El otro volvió a donde estaba el monje y le dijo: ‘Aquí tienes tu dinero. He enseñado el libro al Padre Anastasio y me ha dicho que sí vale las dieciocho monedas’. El monje estaba anonadado: ‘¿Fue eso todo lo que le dijo? ¿No dijo nada más?’ ‘No, no dijo una sola palabra más’. ‘Bueno, verás… he cambiado de opinión… y ahora ya no quiero vender el libro…’ Entonces el monje regresó adonde Anastasio y, con lágrimas en los ojos, le suplicó que volviera a quedarse con el libro. Pero Anastasio le dijo con toda paz: ‘No, hermano, quédate con él. Es un regalo que quiero hacerte’. Sin embargo, el monje dijo: ‘Si no lo recuperas, jamás tendré paz’. Y desde entonces, el monje se quedó con Anastasio para el resto de sus días”.
            Anastasio no se preocupó de recuperar su valioso y bello libro; Anastasio no se preocupó de denunciar el pecado ni al pecador; Anastasio no quiso humillar al monje; Anastasio no quiso que el monje añadiera al pecado de robo el pecado de perjurio, es decir, de negar falsamente el robo que había hecho; Anastasio no quiso recuperar el libro, pues era más importante para él que no se perdiera el hombre, pues siempre el hombre es más importante que un valioso y bello libro; Anastasio se preocupó por el hombre concreto, pues de nada sirve salvar a muchos si se pierde uno solo… Y, por todo esto, Anastasio recuperó el libro, redimió del pecado al monje y logró que éste entrara en un camino de santidad y de entrega total a Dios.
            - Conclusiones:
* Las ‘multitudes’ y ‘todas las aldeas’ no están compuestas de muchos hombres anónimos e indeterminados, sino de hombres concretos e individuales. Dios no creó multitudes, sino que creó hombres. Dios no salva multitudes, sino que salva hombres.
* Jesucristo nos atiende a nosotros, siente lástima y nos enseña con calma a todos y A CADA UNO DE NOSOTROS.
* Doce apóstoles, casi analfabetos e ignorantes, cambiaron el mundo yendo de aldea en aldea, de puerta en puerta, de persona en persona, de corazón en corazón.
* Tomemos ejemplo de los Testigos de Jehová en su ir de corazón en corazón; tomemos ejemplo de Anastasio de preocuparse y de amar al hombre concreto, sea santo o sea pecador.
* Tomemos ejemplo de Cristo Jesús en su calma y atención de cada ser humano concreto y en sus circunstancias particulares.

7 comentarios:

  1. Gracias Andrés. Este domingo no podremos asistir porque nos vamos al pueblo.
    La leeremos juntos "con calma".
    Me sugiere que él enseña con calma pero también hay que escuchar con calma.
    El que escucha también necesita calma: a veces vamos a un sitio y en el camino perdemos la calma para escuchar. La calma es algo interior que se cae como el agua de un caldero si lo agitamos.
    Todo alrededor invita a correr incluso cuando no tenemos prisa. A veces conviene sentarse en banco tranquilamente para calmar el calderu.
    Feliz semana

    ResponderEliminar
  2. ¡Como se alegra nuestro corazón al contemplar las escenas del evangelio en las que se pone de manifiesto la humanidad y la compasión de Jesús! Y que tan magníficamente nos lo presenta nuestro pastor, en su preciosa homilía. En Él se cumple de la mejor manera la profecía de Jeremías que hemos escuchado.

    “Los apóstoles que vuelven al lado de Jesús, después de la misión, le comunican “todo lo que habían hecho y enseñado”: ellos mismos se han convertido en predicadores de la buena nueva que han escuchado de Jesús. Todo esto nos sitúa en la dinámica de la transmisión de la fe: uno enseña y otro es enseñado, y este se convierte en alguien que enseñe a su vez. Es a través de este dinamismo que la fe ha llegado hasta nosotros. Todos nos hemos de poner a la escucha de las enseñanzas de Jesús para convertirnos, nosotros mismos en transmisores”.

    Sí, Jesús les propone tomarse un descanso en un lugar retirado, quiso buscar un sitio tranquilo y apartado para poder descansar, para reponer fuerzas, gesto que denota mucha humanidad y gran pedagogía. La misión a pleno pulmón absorbe de tal manera que ni queda tiempo ni parar comer. Al contarnos estas cosas, Marcos quiere comunicarnos algo importante: que el evangelio no es solo tarea de misión; es también tiempo de gozo y comunicación personal con el Maestro.
    Por eso los discípulos necesitan una pausa para “estar a solas con Jesús” EL BUEN PASTOR.

    Suben a “la” barca. Cuando la gente se percató de que Jesús se alejaba, se apresuraron para tomarle la delantera. Al desembarcar, Jesús ve la multitud, se apiada de ella y comprende su situación. Esa gente andaba perdida y desorientada, buscando un pastor, porque “sus pastores” la habían defraudado. Por eso, sin dudar ni siquiera un instante, Jesús se puso a enseñarles con calma (Mc 6,34) Por un momento, me imagino a esa gente que corría tras de Jesús y que lo estaba esperando con tanta ilusión y esas ganas de empaparse de sus palabras, me estremece sólo el pensarlo.
    Me embarga una gran pena, al pensar que dentro de dos semanas, la COMUNIDAD de la misa de once de la Catedral de Oviedo, vamos a encontrarnos PERDIDA Y DESORIENTADA, no porque nuestro pastor nos haya defraudado, sino, por todo lo contrario.

    ¡¡Que bella y extraordinaria lección la del abad Anastasio!! Para obrar de ese modo hay que estar llenos de Dios.
    Un abrazo para todos y feliz samana

    ResponderEliminar
  3. Tomemos el ejemplo ¡¡¡ y demos nuestro tiempo .. pues andamos siempre de apuros .. y no nos damos cuenta que que no hay nada mejor como atender .. preocuparnos y dar nuestro tiempo a quien se nos presenta ¡¡¡
    El Padre Ignacio Larrañaga decia .. "Tratemos a cada persona que se nos presenta como si fuese Jesús" le negarías tu tiempo ???
    Buena semana amigos ¡¡¡

    ResponderEliminar
  4. Andrés, siempre consigues sorprenderme. Siempre tienes una historia, cuento o hecho que viene muy bien para meditar por la profundidad que contiene y ayuda mucho. Gracias.
    Tomar ejemplo de Jesús en su calma y amar, escuchar, atender al hombre concreto en sus necesidades. Que así sea.
    Me llama la atención en el Evangelio que las gentes dejaban todo por seguir a Jesús. Una vez que le conoces, no se puede vivir sin Él.
    "El Señor es mi pastor, nada me falta"

    ResponderEliminar
  5. De la homilía de hoy me quedo con la frase: "Jesús atendía a las multitudes, porque atendía personalmente a cada persona".
    Por eso somos una multitud la Comunidad de las 11, porque todos y cada uno de nosotros hemos sido atendidos personalmente una y otra vez, cuantas veces lo hemos necesitado en nuestras circunstancias particulares.

    ResponderEliminar
  6. Además de leer la Homilía de D. Andrés, os recomiendo que leáis una carta publicada en La Nueva España el día 21 titulada "El disentir de la Iglesia" y escrita por José Ramón García Fernández excapellán del HUCA. No lo conozco , pero creo que es un hombre valiente, como D. Andrés, que dice con prudencia lo que piensa a la cara y sin tapujos.

    ResponderEliminar
  7. Tras acercarme al valiente artículo de la Nueva España del que habla el amigo anónimo, os lo hago llegar por si alguien no tuviese el medio para hacerlo.
    ¡Cuánta verdad a mi entender!!

    "En pleno siglo XXI no se puede entender que clérigos y fieles estén marginados y considerados como menores de edad en cuestiones que los afectan directamente, como es la elección y designación o el cambio de personas que van a estar al frente de su patrimonio espiritual y material, sin olvidar que la parroquia son ellos. En este sentido, no son los feligreses los que deben hacerse al párroco y a los sacerdotes, sino al revés; como tampoco es la diócesis quien tiene que hacerse al obispo, sino éste a la diócesis.

    Es lastimoso observar la progresiva atonía diocesana, con una sucesión de obispos transeúntes muy preocupados en acentuar un absolutismo jerárquico, cada vez más recapitulador y excluyente, que se hacen creer que son la luz del mundo y que fuera de ellos todo son tinieblas y obscuridades, rodeados de una corte de ventrílocuos dispuestos a elevar a categoría cuasi dogmática lo que son verdades relativas y coyunturales.

    El obispo no está por encima del clero y de los fieles diocesanos, sino a su lado, conservando la unidad en las cosas esenciales, respetando las divergencias en las cosas no esenciales y todos siendo respetuosos y caritativos en todas las circunstancias.

    El obispo, igual que enseña, también debe aprender.

    Y esto no lo digo yo, lo dijo San Cipriano, obispo de Cartago.

    El pueblo cristiano no es una masa, si nada se debe hacer sin el obispo, tampoco el obispo debe hacer nada sin el pueblo cristiano y el clero.
    Ramón García Fernández"

    La tristeza que vivimos al finalizar una etapa como "Comunidad de las Once", no me deja apenas escribir tanto como quisiera.De todas formas creo que lo que vivimos no es sino una poda para dar mas frutos. Una poda dolorosa, pero poda al fin, que nos hará crecer, aunque no sin lucha.
    Me quedo con esta frase del artículo: El obispo, igual que enseña, también debe aprender.Esta Comunidad ha aprendido mucho, muchísimo... y eso aprendido hemos de enseñarlo, también al Obispo.
    Paz y Gozo para todos y un gran abrazo.

    ResponderEliminar