Queridos hermanos:
Hace un tiempo me reuní con una pareja que deseba contraer matrimonio y quería que yo asistiese al mismo. Resulta que la chica era creyente y practicante, pero el chico no creía, aunque estaba bautizado. Para él le bastaría casarse por lo civil, pero ella quería hacerlo “por
Era y es una buena pregunta. Ante todo se ha de decir que hay muchas clases de amor entre las personas: 1) Amor entre padres e hijos. 2) Amor entre hermanos. 3) Amor entre amigos. 4) Amor entre párroco y feligreses. 5) Amor entre Dios y cada persona. Etc. Pero la pregunta del ritual litúrgico (‘amarse y respetarse siguiendo el modo de vida propio del matrimonio’) se está refiriendo al amor peculiar en la vida matrimonial cristiana, es decir, entre un hombre una mujer. Este amor se denomina amor esponsal. Como sabéis, estoy desde hace unos cuantos años trabajando en el Tribunal eclesiástico del obispado de Oviedo y hasta allí llegan únicamente matrimonios rotos y deshechos. Al confesionario, a la parroquia… llegan principalmente matrimonios con dificultades, pero al Tribunal los únicos matrimonios que llegan son los rotos. Allí he visto lo que no debe ser un matrimonio y lo que no debe ser un amor esponsal y, viendo y percibiendo claramente lo que no deben ser, me he convencido de lo que deben ser un matrimonio y un amor esponsal, los cuales conllevan algunos de estos aspectos:
- Igual dignidad. Esta es una premisa previa a cualquier cosa en el matrimonio y en el noviazgo. Si no existe la conciencia y el convencimiento por parte del novio y de la novia, por parte del marido y de la mujer que ambos son fundamentalmente iguales en dignidad humana, lo cual significa respeto mutuo, aceptación de la otra persona como es, el no considerarse superior al otro bajo ningún concepto… Si no se está dispuesto a vivir así en el noviazgo y en el matrimonio, entonces es mejor no engañar y decirlo claramente antes de la boda. Voy a poner algunos ejemplos, que es como mejor se entiende todo esto: hace un tiempo en un matrimonio en donde el marido trabajaba fuera de casa y traía el sueldo a casa y ella atendía las tareas del hogar, él, que siempre estaba tirando puyas contra su mujer, le dijo esta lindeza y este piropo: ‘¡Anda, cállate tú, que eres una mantenida!’ Otro piropo es cuando uno de los dos tiene un carrera universitaria y el otro no, y el que la tiene le echa en cara al otro que es un analfabeto o un inculto o se ríe de sus expresiones ante los demás. Esto no se puede dar, si existe verdadero amor esponsal entre el marido y la mujer, pues el ganar dinero o el tener títulos universitarios o cualquier otra cosa no hace que uno esté por encima del otro. En un matrimonio ambos cónyuges son iguales. La boda se celebra en una radical igualdad entre los esposos.
- Complementariedad, no clones. ¿Qué quiere decir esto? El hecho de que los esposos sean iguales en dignidad no quiere decir que sean fotocopias el uno del otro, o que sean clones, o que tengan que pensar y sentir exactamente lo mismo. NO. Los esposos son iguales en dignidad, pero dentro de la legítima diversidad de caracteres, la diversidad de formas de ver la vida, la diversidad de ideas, la diversidad de experiencias. Pues la riqueza del matrimonio consiste, en tantas ocasiones, en la unión de dos personas tan distintas, pero que son complementarias entre sí. Pues uno tiene unos valores y virtudes… y otro otros, y así, cada uno siendo como es, forma con el otro un todo mucho más perfecto que cada uno por su lado.
- Exclusividad y fidelidad. Estás características significan que en un matrimonio sólo él ama de ese modo (esponsal) a ella, y ella a él. No puede haber terceras personas en ese mismo tipo de amor y entre esas dos personas. Cuando está bien asentando el amor esponsal, surge inmediatamente la confianza; una confianza que es mutua. Atenta contra la fidelidad y contra la exclusividad del matrimonio, no sólo la traición y los ‘cuernos’, sino también la desconfianza y los celos. ¡Cuánto sufrimiento hay por estas dos cosas en tantas parejas!
– Indisolubilidad. Los esposos se deciden a amarse y unirse entre sí para siempre (‘hasta que la muerte los separe’), independientemente de los avatares de la vida: ya sea en el trabajo, en la enfermedad, en las alegrías, en las pruebas. Recuerdo que hace un tiempo una señora me invitó a ver la casa que estaba construyendo su hijo, al cual después yo asistí en su celebración del matrimonio. Al ver la casa estaba allí trabajando un albañil y la mujer me presentó como el cura que iba a casar al hijo y el albañil me dijo. ‘¡Qué sea por unos cuantos años!’ ¿Cuánto tiempo va a durar el matrimonio de Alejandro y de María? No lo saben ellos, ni nosotros. Sólo Dios lo sabe. Lo que ellos pueden decir hoy es que se quieren hoy, y mañana otra vez y así. Hay que decirlo cada día.
– Ayuda mutua, en donde él está para ella y ella para él, en donde hay diálogo mutuo y constante, en donde las decisiones importantes se toman de modo compartido. Voy a contaros un hecho real para aclarar esto: Caso de Laurentino y ‘yo no hago feliz a éste, a ésta’. En el matrimonio se ha de olvidar uno de sí mismo para que sólo el otro esté en el centro. Así no hay matrimonio que falle. Claro que tiene que ser mutuo, pues en caso contrario uno se convierte en una especie de esclavo del otro. El amor hacia los hijos puede funcionar en una dirección (de los padres a los hijos), pero para que funcione el amor matrimonial tiene que ser en las dos direcciones.
– Sexualidad (genitalidad); es importante esto en el matrimonio. Es como el termómetro de una vida conyugal. Con frecuencia de solteros se hace frecuentemente y de casados se distancia dicha frecuencia. Siempre digo que tan pecado es hacerlo antes de la boda como no hacerlo después. Normalmente se denomina a esto “hacer el amor”. Yo distingo entre “joder” (con prostitutas, desconocidos/as), “hacer el acto sexual” (entre novios y casados que buscan más su placer físico, el cual predomina sobre el cariño y el afecto), y “hacer el amor” (donde el detalle, el cariño, se manifiesta en todos los momentos y detalles, y el coito es el culmen de ese amor esponsal).
- Hijos. Los hijos forman parte del amor esponsal, pues son la consecuencia lógica, salvo problemas particulares y graves. Este tema de la descendencia tiene una doble vertiente: la generación de la prole y la educación de los hijos. En cuanto al primer punto, en el amor esponsal, si no es egoísta, surge un fruto que son los hijos. Y, una vez que los hijos están aquí, los esposos deben continuar con su tarea, es decir, su amor esponsal, de uno para el otro, se abre a la paternidad – maternidad, que debe explayarse en la atención, cuidado y educación de la prole.
Para nosotros, que somos hombres de fe, sabemos que el origen, medio y meta de este amor esponsal es Dios. Cuando los esposos basan este amor mutuo en la mera atracción física, en la mutua simpatía y en las aficiones comunes, en el pensar igual…, llega un día que esto se acaba, o llega un día en que este amor por sí solo no basta para alimentar y sostener el matrimonio, o llega un día en que otra persona cumple mejor estas expectativas que la pareja que tengo a mi lado. Por eso, nosotros sabemos que es Dios quien nos enseña cómo amar esponsalmente y quien alimenta continuamente este mutuo cariño. Ante él os casáis y ante él dais la promesa de matrimonio, y así queréis pedir su ayuda.
Dios ayude a Alejandro y a María, ya todas los matrimonios a vivir este amor esponsal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario