16-5-2010 DOMINGO DE LA ASCENSION (C)
Homilía de audio en MP3
Hch. 1, 1-11; Slm. 46; Ef. 1, 17-23; Lc. 24, 46-53
Queridos hermanos:
En este domingo celebramos la Ascensión de Jesús a los cielos. Este hecho se nos narra en el evangelio y en la primera lectura de hoy. En esta última se cuenta cómo un ángel se dirige a los discípulos que miraban al cielo viendo cómo ascendía Jesús: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse”. En efecto, el misterio de la Ascensión de Jesús a los cielos no es un camino de ida, sino que es un camino de ida y vuelta. Jesús se fue al Padre, pero volverá a nosotros de nuevo, volverá para buscarnos. Por eso, los cristianos siempre esperamos el regreso de Jesús a la Tierra. Por eso, en la Misa, después de la consagración, decimos todos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!” Y después del rezo del Padrenuestro, el sacerdote dice: “mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador, Jesucristo”. Igualmente en estos días de Pascua se leía en el Oficio de lectura de la Liturgia de las Horas el libro del Apocalipsis, y casi al final de este libro se lee así: “El Espíritu y la Novia[1] dicen: ‘¡Ven!’ Y el que oiga, diga: ‘¡Ven!’ […] ‘Sí, vengo pronto’. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22, 17.20). En definitiva, el cristiano espera y lucha en esta vida y por esta vida, pero sobre todo el cristiano espera en el Señor y espera al Señor (cfr. Slm. 26, 14).
Sin embargo, por desgracia, existen muchos de nosotros, los cristianos, que estamos tan enfangados con las cosas de este mundo, que ya no esperamos casi nada de Dios, o, cuando nos dirigimos a Dios, es para pedirle cosas para este mundo. Difícilmente levantamos la vista del suelo, de esta tierra, y miramos fundamentalmente a Dios o al cielo. Al pensar esto, me vienen a la mente aquellas palabras que el ángel de Dios dijo a los cristianos de Efeso a finales del siglo I y que fueron recogidas en el Apocalipsis: “Tengo contra ti que has perdido el amor primero. Date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera” (Ap. 2, 14-15). Por ello, San Pablo pedía para estos mismos cristianos de Efeso unos años antes que Dios “ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos”.
Bien, ésta es la idea fundamental que quiero predicaros en el día de hoy: Cristo Jesús nos llama con este misterio de su ascensión a los cielos a trabajar fuertemente en este mundo, pero sabiendo que nuestra patria está con Él, en el cielo, de donde vendrá el mismo Jesús a buscarnos. ¿Dónde tenemos nuestros ojos y nuestro corazón: en el cielo y en la tierra con las cosas de Dios, o sólo en la tierra con las cosas nuestras? ¿Hemos perdido “el amor primero” de una experiencia de Dios y seguimos instalados en una rutina, o luchamos por volver a los momentos de cercanía y amor de Dios en nosotros?
Quisiera ahora leeros una carta que una antigua religiosa dirigió al Papa para pedirle permiso y poder abandonar la congregación religiosa en la que estaba. Veréis cómo, desde mi punto de vista, esta mujer logra unir perfectamente su vida en la tierra, su preocupación por su familia, su deseo de ser feliz… con ese mirar al cielo y esperar todo de Jesucristo. Es una carta preciosa. Escuchad: “Santo Padre: Muchas veces he deseado escribirle, y no se imagina cómo me hubiera gustado que fuera en otras circunstancias. Mi nombre es N, de nacionalidad N. Hace trece años ingresé en la Congregación de N, convencida de que era el camino que Dios quería para mí: Los primeros años de formación fueron muy felices; lo que más agradezco es que me enseñaron a conocer mi religión y a dialogar con el Señor por medio de la oración. Había momentos en que me asaltaban las dudas, pero con la ayuda de mis formadoras me volvía a sentir animada.
La segunda etapa del juniorado la viví fuera de mi país, en España. No sabría decirle si me afectó el cambio de cultura; lo cierto es que a mis dudas se añadió un desencanto en mi vida religiosa, pero seguía adelante con el deseo y la esperanza que eso pasara pronto. Al terminar mi formación, sin duda cometí un error al profesar perpetuamente sin estar segura y esa inseguridad la pagué caro sin duda, pues lo que tendría que haber sido algo maravilloso, como es la consagración religiosa, para mí se volvió una carga insoportable en tal grado que me deprimía y veía todo negativo. Consulté con varios sacerdotes; algunos me decían que esperara y que viviera intensamente mi consagración, y Dios sabe que hacía lo posible por hacerlo. Otros me aconsejaban que dejara la Congregación, y no me atrevía, pues me sentía una infiel, ya que era consciente del compromiso que había adquirido. Así pasé dos años con una angustia interior en tal grado, que mi oración era una petición constante al Señor para que me quitara la vida.
No me cansaré nunca de agradecer a mi Dios lo bueno que ha sido conmigo, pues, en medio de tanta oscuridad, El se hizo presente por medio de un sacerdote que me ayudó mucho; me hizo comprender que, religiosa o no, Dios me amaba igual y que El permite las cosas por algo. Empecé a recobrar esa paz que había perdido hacía mucho tiempo. Me puse en las manos del sacerdote, y con su ayuda comencé a hacer un discernimiento para buscar la voluntad de Dios en mi vida. Pedí permiso para estar un año fuera de la Congregación y durante este tiempo he estado en contacto con mi director Espiritual y con su ayuda he llegado a la conclusión de que no tengo las fuerzas para continuar en la vida religiosa y que quiero rehacer mi vida, y ayudar a mi familia que se encuentra muy necesitada económicamente, pero quiero hacer las cosas bien y no alejarme de Dios. Por eso, quiero pedirle la dispensa de los votos religiosos, comprometiéndome a ser una buena cristiana, pues creo que es mejor a ser una mala religiosa.
Yo agradezco a Dios y no me arrepiento de todo lo que aprendí y viví en este tiempo, agradezco también a la Congregación todo el apoyo que me brindaron y todo lo que hicieron por mí, pues sé que, tanto a ellas como a mí, nos duele mucho esta situación.
Si me pregunta que si estoy segura de lo que le estoy pidiendo, le diré que no existe una seguridad total, pero tengo unas palabras de mi director grabadas en el alma que me dan consuelo. Me dijo: que, si me equivocaba, Dios tendría compasión de mí, por el deseo que tengo de hacer su voluntad y, la verdad, eso es lo que deseo con todo mi corazón. El lo sabe, sólo le pido perdón por si no he sabido buscarla. A usted también le pido perdón, pues sé lo que esto significa para usted. Por eso humildemente le pido una oración para que Dios me ayude y que no me pierda por los caminos fáciles que la vida seglar conlleva.
Yo también rezaré por usted para que el Señor le dé fuerzas para llevar a cabo su difícil tarea de guiar a la Iglesia.
Deseándole lo mejor se despide su hija”.
Homilía de audio en MP3
Hch. 1, 1-11; Slm. 46; Ef. 1, 17-23; Lc. 24, 46-53
Queridos hermanos:
En este domingo celebramos la Ascensión de Jesús a los cielos. Este hecho se nos narra en el evangelio y en la primera lectura de hoy. En esta última se cuenta cómo un ángel se dirige a los discípulos que miraban al cielo viendo cómo ascendía Jesús: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse”. En efecto, el misterio de la Ascensión de Jesús a los cielos no es un camino de ida, sino que es un camino de ida y vuelta. Jesús se fue al Padre, pero volverá a nosotros de nuevo, volverá para buscarnos. Por eso, los cristianos siempre esperamos el regreso de Jesús a la Tierra. Por eso, en la Misa, después de la consagración, decimos todos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!” Y después del rezo del Padrenuestro, el sacerdote dice: “mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador, Jesucristo”. Igualmente en estos días de Pascua se leía en el Oficio de lectura de la Liturgia de las Horas el libro del Apocalipsis, y casi al final de este libro se lee así: “El Espíritu y la Novia[1] dicen: ‘¡Ven!’ Y el que oiga, diga: ‘¡Ven!’ […] ‘Sí, vengo pronto’. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22, 17.20). En definitiva, el cristiano espera y lucha en esta vida y por esta vida, pero sobre todo el cristiano espera en el Señor y espera al Señor (cfr. Slm. 26, 14).
Sin embargo, por desgracia, existen muchos de nosotros, los cristianos, que estamos tan enfangados con las cosas de este mundo, que ya no esperamos casi nada de Dios, o, cuando nos dirigimos a Dios, es para pedirle cosas para este mundo. Difícilmente levantamos la vista del suelo, de esta tierra, y miramos fundamentalmente a Dios o al cielo. Al pensar esto, me vienen a la mente aquellas palabras que el ángel de Dios dijo a los cristianos de Efeso a finales del siglo I y que fueron recogidas en el Apocalipsis: “Tengo contra ti que has perdido el amor primero. Date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera” (Ap. 2, 14-15). Por ello, San Pablo pedía para estos mismos cristianos de Efeso unos años antes que Dios “ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos”.
Bien, ésta es la idea fundamental que quiero predicaros en el día de hoy: Cristo Jesús nos llama con este misterio de su ascensión a los cielos a trabajar fuertemente en este mundo, pero sabiendo que nuestra patria está con Él, en el cielo, de donde vendrá el mismo Jesús a buscarnos. ¿Dónde tenemos nuestros ojos y nuestro corazón: en el cielo y en la tierra con las cosas de Dios, o sólo en la tierra con las cosas nuestras? ¿Hemos perdido “el amor primero” de una experiencia de Dios y seguimos instalados en una rutina, o luchamos por volver a los momentos de cercanía y amor de Dios en nosotros?
Quisiera ahora leeros una carta que una antigua religiosa dirigió al Papa para pedirle permiso y poder abandonar la congregación religiosa en la que estaba. Veréis cómo, desde mi punto de vista, esta mujer logra unir perfectamente su vida en la tierra, su preocupación por su familia, su deseo de ser feliz… con ese mirar al cielo y esperar todo de Jesucristo. Es una carta preciosa. Escuchad: “Santo Padre: Muchas veces he deseado escribirle, y no se imagina cómo me hubiera gustado que fuera en otras circunstancias. Mi nombre es N, de nacionalidad N. Hace trece años ingresé en la Congregación de N, convencida de que era el camino que Dios quería para mí: Los primeros años de formación fueron muy felices; lo que más agradezco es que me enseñaron a conocer mi religión y a dialogar con el Señor por medio de la oración. Había momentos en que me asaltaban las dudas, pero con la ayuda de mis formadoras me volvía a sentir animada.
La segunda etapa del juniorado la viví fuera de mi país, en España. No sabría decirle si me afectó el cambio de cultura; lo cierto es que a mis dudas se añadió un desencanto en mi vida religiosa, pero seguía adelante con el deseo y la esperanza que eso pasara pronto. Al terminar mi formación, sin duda cometí un error al profesar perpetuamente sin estar segura y esa inseguridad la pagué caro sin duda, pues lo que tendría que haber sido algo maravilloso, como es la consagración religiosa, para mí se volvió una carga insoportable en tal grado que me deprimía y veía todo negativo. Consulté con varios sacerdotes; algunos me decían que esperara y que viviera intensamente mi consagración, y Dios sabe que hacía lo posible por hacerlo. Otros me aconsejaban que dejara la Congregación, y no me atrevía, pues me sentía una infiel, ya que era consciente del compromiso que había adquirido. Así pasé dos años con una angustia interior en tal grado, que mi oración era una petición constante al Señor para que me quitara la vida.
No me cansaré nunca de agradecer a mi Dios lo bueno que ha sido conmigo, pues, en medio de tanta oscuridad, El se hizo presente por medio de un sacerdote que me ayudó mucho; me hizo comprender que, religiosa o no, Dios me amaba igual y que El permite las cosas por algo. Empecé a recobrar esa paz que había perdido hacía mucho tiempo. Me puse en las manos del sacerdote, y con su ayuda comencé a hacer un discernimiento para buscar la voluntad de Dios en mi vida. Pedí permiso para estar un año fuera de la Congregación y durante este tiempo he estado en contacto con mi director Espiritual y con su ayuda he llegado a la conclusión de que no tengo las fuerzas para continuar en la vida religiosa y que quiero rehacer mi vida, y ayudar a mi familia que se encuentra muy necesitada económicamente, pero quiero hacer las cosas bien y no alejarme de Dios. Por eso, quiero pedirle la dispensa de los votos religiosos, comprometiéndome a ser una buena cristiana, pues creo que es mejor a ser una mala religiosa.
Yo agradezco a Dios y no me arrepiento de todo lo que aprendí y viví en este tiempo, agradezco también a la Congregación todo el apoyo que me brindaron y todo lo que hicieron por mí, pues sé que, tanto a ellas como a mí, nos duele mucho esta situación.
Si me pregunta que si estoy segura de lo que le estoy pidiendo, le diré que no existe una seguridad total, pero tengo unas palabras de mi director grabadas en el alma que me dan consuelo. Me dijo: que, si me equivocaba, Dios tendría compasión de mí, por el deseo que tengo de hacer su voluntad y, la verdad, eso es lo que deseo con todo mi corazón. El lo sabe, sólo le pido perdón por si no he sabido buscarla. A usted también le pido perdón, pues sé lo que esto significa para usted. Por eso humildemente le pido una oración para que Dios me ayude y que no me pierda por los caminos fáciles que la vida seglar conlleva.
Yo también rezaré por usted para que el Señor le dé fuerzas para llevar a cabo su difícil tarea de guiar a la Iglesia.
Deseándole lo mejor se despide su hija”.
¡Que Dios nos conceda a todos nosotros trabajar en esta tierra esperando la vuelta de Nuestro Señor Jesucristo! ¡Él volverá un día por nosotros!
[1] La Novia indica a la Iglesia, es decir, a todos nosotros.
[1] La Novia indica a la Iglesia, es decir, a todos nosotros.
Que gran valentía la de esta persona.
ResponderEliminarEn sus palabras veo que, sin darse cuenta, tenía impregnado en su ser la idea fundamental de Dios para con nosotros que no es otra, yo creo, que nuestra felicidad desde El.
Esta persona era consciente de que no estaba siendo feliz para Dios como religiosa y ahí veo yo su valentia. No es facil tomar una decisicón de ese tipo.
Que Dios quiere que seamos felices no admite dudas, otra cosa es que nos opongamos a ello.
Gracias Andres.
Buena semana para tod@s.
Creo que esta religiosa obró en conciencia, fue leal en primer lugar con el Señor, y después con ella misma, escogió lo prudente, no engañó a nadie, y menos lo intentó con Dios. Me parece un ejemplo a seguir por todos los que quieran consagrar su vida al servicio del Señor (Sacerdotes, religiosos, etc). El encontrar el camino verdadero en esta vida para servir al Señor, no suele ser una senda de rosas, lleva aparejado el sacrificio, la renuncia, y el desapego a todo lo terreno, así que cuando veo testimonios como el de esta religiosa, me alegra comprobar que el Señor actúa si nos dejamos llevar por El, y si reconocemos esa actuación, estaremos en el camino verdadero, el de la felicidad que nos conducirá sosegadamente hacia El.
ResponderEliminarGracias D. Andrés, por seguir ayudándome a conocer un poco más sobre la felicidad que nos regala el Señor.
Un fuerte abrazo a los hermanos del blog.
Andrés: Acabo de escuchar con gran atención tu homilía.-Me impresionó
ResponderEliminartoda ella, y, como no podía ser menos, la carta final.-
Yo tambiés, despué de leerla pienso si habré perdido el Amor primero.-
Cuando oro, o recito oraciones, sigo la Eucaristía con las propias
palabras del Ritual, siento que me falta algo, como si todo sonase a
falso, digo muchas veces VEN SEÑOR JESÜS, pero veo que mi vida y mi
YO, no responden a las palabras que repito, e incluso a los
sentimientos que parece tengo.
Queridos hermanos del Blog:
ResponderEliminarHasta hoy no he podido ponerme al dia pues he hestado un poco apurada, he disfrutado de los comentarios de esta semanana que enriquecen, en domingo estuve en la catedral, la homilia me emocionó, pero toda la eucaaritia y las lecturas de la ascención del Señor,tienen un significado especial para milas las palabras del libro del los hechos de los apostoles, " Galilelos que haceis ahi mirando al cielo...", sobre el amor primero es algo tan hermoso cuando el Señor a treves de expreicias de oración, de momentos con El nos renovarlo una y otra vez, es algo apasionante.
Viene muy al caso y todo es providencial, me voy dentro de dos dias a un cursillo de cristiandad, hace unos años, hizo con nosotros el cursillo una misionera ecucaristica de Nazaret, cuando se terminó el cursillo, nos dijo que le habia servido pera renovar el amor primero.
Y quiero decir tambiem que voy a orar especialmente por el anonimo que escribió la semana pasada que me ha llegado al corazón, sobre que se podia hacer cuando se perdia la paz...bueno, este seria otro capitulo hermano, pero aprte de las dos FF, por si no lo has echo, yo te recetaria las dos CC, Cursillo de Cristiandad, recuperiaras la paz, renovarias el amor primero y alguna cosa mas.
Disculpame Andrés, sé que esto es cosa tuya.
Enconmendarnos a todos los que estaremso en el cursillo por favor, yo haré ño mismo con vosotros. Gracias. Un abrazo. Eva.
Esa vuelta al Primer amor tiene sabor al noviazgo de un matrimonio, por ello, ¡qué bueno es recordar!; hace muchos años leí que era bueno "recordar para comprender" y si entonces aquello me sonó a un bonito poema, hoy sonrío, comprendiendo a muchos, al recordar tantas cosas vividas de aquel primer amor que quisiera reavivar.
ResponderEliminarPrimer amor fue aquel silencio.. ser encontrada sabiéndome llamada, seducida sabiéndome amada; verme respondiendo a Su fidelidad desde mi nada, porque Él lo va haciendo todo, Todo.
El Primer Amor, el Único Amor, que va impregnando los demás amores como sólo Él sabe hacerlo. Es fácil decirle entonces, pedirle, rogarle: ¡Ven, Señor Jesús!, porque creo que vendrá a buscarme y volveré a vivir aquel primer Amor, el único Amor. ¡¡Ven Señor Jesús!!
Gracias Andrés; me ha parecido una hermosa homilía desde el principio hasta el final.
ResponderEliminarEl día de la Ascensión siempre ha sido para mi un día especial, que quizás despertaba en mi cierta tristeza como en los apóstoles, ellos que estaban disfrutando de Jesús resucitado, que escuchaban sus consejos y todo lo que les hablaba del Padre; se encuentran conque Jesús, se marcha de nuevo, se va a su casa con su Padre, y ellos parece que se quedan huérfanos y solos, por eso se quedan mirando al cielo, seguramente con tristeza, mas cuando se les aparecen los ángeles, y les dicen, que No se ha ido para siempre, Él volverá, si volverá a buscarnos, a cada uno de nosotros, y como nos dices es emocionante y consolador el tener esta certeza; pero yo tengo que reconocer que tengo los pies muy puestos aquí abajo, y que me siento apegada a tantas cosas, que no me apetece abandonar; por eso siento cierta tristeza por no sentirme feliz con el solo pensamiento de que Jesús, ese que ha vivido entre nosotros, que ha asumido todos mis pecados, y los ha sepultado, Él en persona vendrá a buscarme para llevarme a la casa del Padre. Desde luego eso es lo que deseo para cuando me llegue la hora de abandonar este mundo; ver como llega Jesús, y extendiendo su mano coge la mía, me muestra todo su cariño, y me conduce hasta el Padre; es lo mas hermoso y lo verdaderamente auténtico que se puede esperar. Pero entretanto se que mi vida será un continuo combate, por un lado mi carne,que se apega a lo de aquí abajo, y por otro mi espíritu que busca a mi Dios, y desea hacer su voluntad; mas puedo comprobar que como en toda batalla, unas veces vence la carne y otras mi Señor Jesucristo.
Así hay ocasiones en que experimento lo que es el haber perdido el amor primero, ese que llena totalmente tu vida, que plenifica tu alma, y te hace "volar por las alturas"; cuando esto ocurre, me siento triste y con la sensación de haber traicionado a quien todo me lo da. Me sucede lo que a S. Pablo, "Queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta". y me dejo llevar de mi egoísmo, comodidad, desgana; esta constante pelea me agota y desanima, pero me queda la esperanza de que Jesús no me deja sola aunque a veces a mi me lo parezca; "Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo" Así tengo la confianza de que esto es cierto, y de que su espíritu, siempre está dispuesto a pelear a mi lado.
Preciosa la carta de esta chica, ha sido muy valiente, reconocer que te has equivocado no es fácil, y menos aún en algo tan serio; tantas veces sabemos hacia donde queremos ir, pero no tomamos el camino adecuado, y por eso nos sentimos infelices.
Así cuando tomamos una decisión que creemos acertada, y sin embargo no nos sentimos en paz y dichosos, pienso que nos equivocamos de camino, porque cuando se hace la voluntad de Dios, como Él desea, en el interior solo sientes alegría, y esa paz que únicamente proporciona el Señor.
Lo siento, como siempre ya me alargué mas de la cuenta. Gracias de nuevo a D. Andrés, no se como se arregla pero cada día se supera; está claro que el E. S. inspira, y el se deja llevar, gracias amigo.
Queridos hermanos, la Paz del Señor a todos, y que tengáis un feliz Pentecostés.
BENDITO SEA DIOS.
chony