viernes, 5 de enero de 2007

Epifanía (C)

6-1-2007 EPIFANIA (C)
Is. 60, 1-6; Slm. 71; Ef. 3, 2-3a.5-6; Mt. 2, 1-12
Queridos hermanos:
(Predico con la imagen del Niño Jesús entre mis brazos. Predico con los papeles de la homilía en una mano y con el micrófono ante mis labios. Predico mirando de frente a los fieles que acuden a la Misa del Señor).
Ayer por la mañana me vino una persona al obispado y me dijo: “Andrés, vengo para que me des esperanza. La necesito, pues a mi alrededor está todo mal. Está mal España con los atentados de la ETA, con el islamismo que nos está comiendo el terreno, con mi vejez, con mis enfermedades que me asaetan de dolores, que me impiden leer y centrarme. Andrés, dame esperanza de parte de Dios.”
Antesdeayer otra persona (una madre) me dijo que su hijo, de unos dos años, está muy enfermo. El padre de este niño tiene que pincharle en vena todos los días para administrarle la medicación conveniente. La madre vino pidiendo luz, fuerza. En definitiva, vino pidiendo esperanza; no la que le puede dar un simple hombre, sino la que le puede dar Dios mismo. Las lágrimas fluían continuamente de sus ojos y resbalaban sobre sus mejillas. Esta mujer quería escuchar a Dios, que El le dijera lo que tenía que hacer y, sobre todo, que se hiciera presente en su vida, en su hijo doliente.
Ayer me llamaron a mediodía y me dijeron que una mujer había fallecido. Me pidieron que la encomendara en la Santa Misa. Es decir, pidieron esperanza ante la muerte de un ser querido.
Antesdeayer vino a hablar conmigo el hijo de la señora de unos 60 años que murió de cáncer hace pocas semanas. Las lágrimas caían por sus mejillas; el desconcierto estaba en su ser más íntimo; el ansia y la necesidad de acercarse a Dios salía por los poros de su piel. Este hijo amantísimo de su madre clamaba por un poco de esperanza.
Antesdeayer vino a hablar conmigo un chico “al que casé” hace un tiempo. Me contaba algunas dificultades en su matrimonio. Dificultades por su culpa y por su debilidad de carácter. Lloraba porque no quería perder a su mujer. Lloraba porque amaba y ama a su mujer. Lloraba porque no es nadie sin su mujer. Lloraba… y las lágrimas caían mansamente por sus mejillas. Pedía luz, pedía esperanza en su situación. En su desesperación había hablado con Dios, me decía. Había escuchado a Dios, me decía. Quería seguir escuchando a Dios, me decía. Pedía esperanza.
¿Cuál es la respuesta que la Iglesia da en estas situaciones? La respuesta no puede ser otra que la que Dios mismo nos dé. La Iglesia nos presenta para celebrar hoy la festividad de la Epifanía, palabra griega que significa “manifestación”. Cuando Jesús nació en Belén y los pastores fueron a adorarlo, en los pastores estaba representado el pueblo de Israel. Sin embargo, hoy, en la fiesta de Epifanía, cuando los Magos adoran a Jesús, en ellos estamos representados todos los hombres no judíos. Cristo Jesús nació para el pueblo de Israel, pero también para los no judíos. Cristo Jesús fue la respuesta de esperanza de Dios para los judíos, pero también es la respuesta de esperanza de Dios para todos los hombres de todos los tiempos en todas las circunstancias de su vida. Por eso, Isaías, en la primera lectura, profetiza en este sentido: "¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz! […] Mira: las tinieblas cubren la tierra, las oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz".
En este mundo o en otro mundo no hay nadie que pueda darnos luz más que Jesús, el Hijo de Dios. En este mundo o en otro mundo no hay nadie que pueda darnos esperanza más que Jesús, el Hijo de Dios.
Pero ¿qué es la esperanza de Dios, en qué consiste? Permitirme poneros un ejemplo real de cómo actúa Dios y para ello os voy a leer un trozo de una carta que me escribió hace un tiempo una conocida: “Le voy a contar algo de mi vida. Murió mi padre, con todo el conocimiento. Antes de morir no se ocupaba de las cosas de la tierra, pensaba en el cielo. Murió como un santo. Tanto le quería que pensé que el mundo venía sobre mí, tanto dolor tenía... Hablaba con la gente buscando consuelo; nadie me ayudaba. Un día fui a un funeral y me fui a confesar... Salí de la iglesia contenta, empezaba a ver las cosas de otra manera. Mi hija de 4 años también estaba siempre rezando y un día le dio por decir: ‘Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.’ Lo decía sin cesar. Yo lo tenía oído muchas veces, pero nunca se me grabó tanto como ese día... Hoy lloro la falta de mi padre, pero soy feliz. Puedo decir: ¡Bendito seas, Dios mío, qué bien haces las cosas!”
Sólo Dios puede darnos esperanza. Pero ésta no viene porque se nos quiten los problemas que tenemos (mi hijo pequeño se cure, mis difuntos revivan o no hayan muerto o hayan sanado de sus enfermedades, ETA deje de matar o el cristianismo se imponga al islamismo, mi mujer me perdone…). La esperanza de Dios produce sus frutos, aunque nada se arregle, aunque todo siga igual... Fijaros qué bien lo entendió el profeta Habacuc: “Aunque la higuera no eche sus brotes, ni den su fruto las viñas; aunque falle la cosecha del olivo, no produzcan nada los campos, desaparezcan las ovejas del aprisco y no haya ganado en los establos, yo me alegraré en el Señor, tendré mi gozo en Dios mi salvador. El Señor es mi señor y mi fuerza; El da a mis pies la ligereza de la cierva y me hace caminar por las alturas” (Hab. 3, 17-19).
En conclusión, la esperanza no viene de las cosas, de que me salgan bien o mal. La esperanza no viene de Dios. LA ESPERANZA ES DIOS.

4 comentarios:

  1. Me identifico con algunas de las situaciones descritas en esta Homilía. La ayuda del Señor la he sentido en muchas ocasiones, pero hay que buscarla aceptando lo que nos venga y después pidiendo la esperanza, el consuelo y aun pasando por momentos muy difíciles, incluso me sentí feliz, después de clarificar esas situaciones especiales de mi vida. A veces basta una simple flor, un pajarillo que canta inesperadamente en nuestra ventana, una mano amiga que no esperabas...la sonrisa de un niño, y todo cobra de nuevo color. Como bien dice Andrés, la Esperanza es Dios y por tanto, ¡ Qué triste caminar sin Dios y cerrar la puerta a toda esperanza !
    También Dios actúa a través de los seres humanos para regalar esperanza a los que la necesitan y todos debemos sentirnos involucrados en esta misión, que a mi me parece esencial para vivir en la fe.Como siempre, una Homilía extraordinaria.

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  2. La esperanza es Dios y Dios está siepre y para todos.
    ¡Qué gran regalo de Reyes Andrés!, percibir y sentir la Esperanza como tú la describes y tratas de transmitirnosla. ¡Ojalá! se nos grabe en la mente y en el corazón y busquemos en todo a Dios. Gracias

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  3. Estimado Don Andrés:

    Hay tanta necesidad de Dios en medio de este Mundo de materia, y todo porque ponemos nuestra confianza en esta. Hace unos días veíamos la celebración de la Noche Vieja, la adoración al Becerro de Oro, gente que ríe y no es feliz, gente que festeja y no es feliz ¿Acaso podremos encontrar la felicidad en este valle de lágrimas, alejados de nuestro creador?

    Miro al Cielo y allí veo a mi tía fallecida hace unos días, miro al Cielo y comprendo que solo la felicidad la podré encontrar en lo que de allí me venga, el amor, el perdón, la fe y la misericordia que Dios me envía a este valle de lágrimas y de incomprensión por que no somos capaces de hacer su Santa Voluntad.

    Un abrazo en Cristo.

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  4. Cuando terminé de leer la homilía me di cuenta Pater, de que había estado orando por las necesidades de las personas que nos ibas presentando, para que el Señor les diese Su luz , Su esperanza...pero cuando leí que "La esperanza no viene de Dios", me quedé fría; menos mal que a continuación (y en negrita)convertiste mi frío en Gozo,con esa gran noticia: "LA ESPERANZA ES DIOS". Sabemos y repetimos que "DIOS ES AMOR", pero - usamos sucedaneos para decirLE Nuestra Esperanza- es maravillosa saber, creer y vivir a un Dios que es El mismo la Esperanza. ¡qué hermosa nuestra fe! y ¡¡qué maravilloso nuestro Dios!
    "yo me alegraré en el Señor, tendré mi gozo en Dios mi salvador...", precioso texto del profeta para orar. Gracias.

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