25-12-2024 NAVIDAD (C)
Is. 62, 11-12; Slm. 96; Tit. 3, 4-7; Lc. 2, 15-20
Queridos hermanos:
Celebramos hoy el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. La segunda persona de la Santísima Trinidad ha venido a este mundo en carne mortal como la nuestra. ¿Para qué? Para salvarnos, para redimirnos, para sacarnos del pozo de nuestro egoísmo, para hacernos felices, para darnos amor. Pero, ¿necesitamos ser salvados..., necesitamos que alguien nos dé una felicidad, que no tenemos aquí y ahora....?
Hace un tiempo un profesor de instituto de las cuencas mineras me contaba el siguiente caso, desde mi punto de vista espeluznante: una chica de 15 años robó dinero en su casa. El dinero se lo entregó a un chico del instituto del que se había enamorado y que no le hacía ni caso. Le daba el dinero para que estuviera con ella y se acostara con ella. Cuando la madre de la chica se enteró, prefirió no decirle nada a su hija, pues tenía miedo que, si le decía algo, a la chica le entrara una depresión. No sé si es más espeluznante el comportamiento de la chica; o el revuelto que tiene la chica en su corazón, en sus sentimientos, en su mente; o el comportamiento del chico que usa y se aprovecha de la situación de desconcierto de la chica para sus propios usos y necesidades fisiológicas y económicas; o el revuelto de la madre de la chica, que parece que ha abdicado de sus deberes como madre para con su hija; o toda la situación de sufrimiento y desequilibrio que se intuye que hay detrás, que existe en la familia de esa chica.
Un día llamaba a una casa, en Oviedo, y me salió la mujer de casa. Me pareció que tenía la voz tomada y le pregunté si estaba llorando. Pues sí, y me contó toda la problemática: Llegan sus hijos de fuera para pasar estas fiestas, quiere que todo resulte bien, pero salen a la superficie malas historias de atrás, y todo se echará a perder. Ya está deseando que pase el 25 para que cada uno se vuelva a su sitio...
Por estas situaciones y por muchas más, pienso y afirmo que sí, que necesitamos ser salvados por Jesús, el Hijo de Dios; que necesitamos que Jesús nos dé la felicidad, que no tenemos aquí y ahora. Pero, ¿Él nos puede dar esto? Veamos la Palabra de Dios, escuchemos la Palabra de Dios:
- “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz!” Sí, Jesús nos trae esa PAZ. Paz para nuestras almas, para nuestras casas, para nuestros hijos, para nuestros matrimonios, para nuestros centros de trabajo y de estudio. Paz para nuestras ciudades, para nuestras parroquias e Iglesia.
- “En la Palabra (Jesús) había vida”. Jesús nos trae VIDA, pero vida verdad y plena, y no sólo a medias. Vida con sentido profundo, cuando sufro o cuando me alegro, cuando se nace o cuando se va a morir, cuando se ríe y cuando se llora. La vida del HOY (M. Teresa de Calcuta), no del ayer o del mañana....
- “La Palabra (Jesús) era la luz verdadera”. Necesitamos la LUZ de Jesús, además, para que seamos capaces de ver y reconocer a Dios a nuestro alrededor y en nuestro interior. Cuando un hombre dice que no cree en Dios, que no ve a Dios, de lo que está hablando no es de la existencia o no de Dios, sino de su propia ceguera para no verlo. Necesitamos la luz de Jesús para que nos alumbre y nos haga ver que los otros no son tan perversos ni nosotros tan buenos. Decía Fr. Luis de Granada que los hombres tenemos un corazón de siervo para con Dios, un corazón de juez para el hermano y un corazón de madre para nosotros mismos. Si Dios nos da su luz, entonces cambiaremos y tendremos un corazón de hijo para con Dios, un corazón de madre para el hermano y un corazón de juez para con nosotros.
En definitiva, Jesús nos trae ESPERANZA. Es lo que más necesita nuestro mundo y nosotros mismos. Sin ella nos ahogamos y nos entra la angustia más terrible, porque esto no tiene solución y vivir es prolongar la agonía. Así, gente sin fe profunda o sin nada de fe, como Indro Montanelli, pueden decir: “Si mi destino es cerrar los ojos sin haber sabido de dónde vengo, a dónde voy y qué he venido a hacer aquí, más me valía no haberlos abierto nunca”.
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