22-12-2024 DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)
Miq. 5, 2-5a; Slm. 79; Hb. 10, 5-10; Lc. 1, 39-45
Queridos hermanos:
Estamos ya en el 4º domingo de Adviento. El miércoles será ya Navidad y celebraremos la venida de Jesucristo, el Niño Dios.
- La figura que hoy la Iglesia nos propone para reflexionar es la de la Virgen María. Se destacan en ella varios aspectos:
* María es la mujer servicial: “María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá”. Iba a cuidar a su prima Isabel. Cuando una persona se encuentra con Dios, ineludiblemente se hace más comprensiva con los demás, más pendiente de los demás, más servicial con los demás. María ‘debía’ ayudar a su prima ya anciana.
* María es la mujer creyente: “¡Dichosa tú que has creído!” Severo Ochoa tenía una mujer muy creyente y él la envidiaba por su creencia. Yo me encontrado con jóvenes que envidian la fe de los cristianos. Ellos no pueden creer. ¡Dichosos nosotros que aceptamos la existencia de todo un Dios en nuestra vidas! María siempre ha creído (que es lo mismo que confiar o fiarse) en que dentro de ella, sin haber hecho el acto sexual con un hombre, había un niño; ha creído en Dios a pesar de ser perseguida por Herodes, a pesar de ser abandonado por su Hijo Jesús cuando él tenía 30 años, a pesar de ver morir a su Hijo en la cruz a los 33 años. Siempre se ha fiado de su Dios. Por eso es modelo de creyente para todos nosotros.
* María es la mujer madre. “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” Los hombres es una experiencia que nos perdemos: llevar 9 meses una criatura en el vientre. Me comentaba una mujer que ser madre era impresionante. Me decía que antes de serlo pensaba que no podía amar a sus hijos más de lo que ya quería a sus sobrinos; después se dio cuenta que a sus hijos era con otro amor distinto. ¿Qué experiencia tendría María de llevar a un hijo que era Dios?
* María es la mujer fecundada por el Espíritu Santo. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti”. Pudo entrar en ella sin encontrar ninguna traba. Estaba sin pecado. Es verdad que le preguntó, porque Dios respeta siempre nuestra libertad. Siempre pregunta, siempre pide permiso. María le dijo sí y El entró a raudales y la llenó: con un esperma que fecundó su óvulo, con un amor que la hizo más amante, con una humildad con la que se abajó aún más ante Dios. Por eso decimos que el Espíritu Santo es el esposo de María. Ella se le entregó totalmente.
Estas notas de María estamos nosotros llamados a reproducir en nuestra vida: ser serviciales, creyentes y fiarnos de Dios en todo momento y circunstancia de nuestra vida, tener a Jesús (no en nuestro vientre, pero sí en nuestro corazón), y dejarnos guiar constantemente por el Espíritu Santo.
- La última idea que quiero hoy comunicaros es muy sencilla y a la vez muy importante, pero la voy a ilustrar con un cuento. Se titula ‘el zapatero al que Jesús visitó tres veces’:
“Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo.
Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo de los evangelios frente al fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía. ‘Martín, mañana Dios vendrá a verte’. Se levantó, pero no había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche...
Martín se levantó muy temprano, barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle.
Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó inmediatamente y lo hizo entrar en su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta para el camino, y le regaló unos zapatos.
Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar.
Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de la sopa que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Además, fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de uno de sus hijos y se los dio para que no pasaran más frío.
Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con algo de violencia y entró dando tumbos el borracho del pueblo.
– ¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios... (se dijo el zapatero)
– Tengo sed (exclamó el borracho)
Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con los restos de la sopa del mediodía.
Cuando el borracho marchó ya era muy de noche. Y Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar. Y leyó: ‘Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste... Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hiciste...’ Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo...”
MORALEJA DEL CUENTO: Dice Jesús: “Si acogéis a cualquiera de estos mis hermanos, por pequeño que sea, me acogéis a mí”.
Esto no es un cuento. En estas Navidades yo os anuncio que vais a recibir la visita de Jesús, estad atentos y no le despachéis de mala manera o le dejéis de lado.
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