jueves, 2 de mayo de 2024

Domingo VI de Pascua (B)

5-5-2024                                DOMINGO VI DE PASCUA (B)

                                         Hch. 10, 25-26.34-35.44-48; Sal. 97; 1 Jn. 4, 7-10; Jn. 15, 9-17

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            En la segunda lectura de hoy y en el evangelio se nos habla de amor. Hoy quisiera predicar un poco del amor, pero de AMOR CONCRETO. Y para ello voy a utilizar un escrito que una persona me ha dirigido hace ya un tiempo. Vamos allá.

“Hubo un acontecimiento que me ocurrió con la madre María, una monja que estuvo en el asilo de X y fue la que me llevó al grupo carismático a X. Cuando la madre María formó un grupo de oración en el asilo la única que sabía las canciones carismáticas era ella. Pero la madre María canta mal y ella lo sabe, mas sin complejos se arma de valor y tira para delante poniendo en su corazón la canción más que en su boca, poniendo más intensidad de amor que de voz y de buen oído, mas con todo algún día era tan discordante su canto que parecía que te dolían los oídos.

Fue entonces que cerré mis ojos y le dije al Señor: ‘¡Cuánto amor hay en este canto y cómo lo disfrutas, Señor, qué bien te suena el vibrar de estas cuerdas de fuego de pasión que sale de un corazón enamorado de Ti!’ Y era entonces, padre, que en mi interior empezaba a sonar la canción bien afinada, como si por fuera el sonido fuese uno y por dentro otro, y por más que de su voz saliesen múltiples desafines, para mi sorpresa, y, además, siempre lo digo: la madre María cantando mal, a mí me enseñaba bien las canciones. Y, ¿cómo puede enseñarte bien las canciones una persona que las canta mal? Pues así era, padre, me las enseñaba bien, porque lo que yo por entonces escuchaba estaba filtrado por el amor y el amor sonaba en mi alma muy afinado.

Y fue así como me aprendí las canciones cantadas por la madre María acompañada del coro de los Ángeles, pero desde dentro, con los oídos de mi alma, no con los de mi cuerpo, que era el que sabía de desafines.

Padre: En el alma pura todo es armonía y alabanza y gloria a Dios y amor… y son los instrumentos de las virtudes y dones los que usan para afinar y armonizar nuestras acciones los mismos ángeles del cielo.

Es un gran misterio escuchar las voces con los oídos de Dios que aprecian el sonido como resonancias de amor que salen vibrando del corazón amante, y es que Dios presta más atención a la potencia de la alabanza que el corazón le eleva, que a la melodía que sale cantada de la boca, que también es don.

Lo que le llega a Dios es el amor con sus delicados y variados sonidos, tantos como personas somos las que nos conformamos para cantar las dulces melodías del amor elevándolas al mismo Amor que Dios es en sí en la acción de su vibrar divino dentro de nosotros.

Mas en nuestra humanidad parecemos finos filtros que pasamos por la vida reteniendo en nuestras cuerdas lo discordante, lo no estético…

El Amor… el amor es la única medida con que debemos medir y ser medidos. 1º Sam 16, 7 dice: ‘La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón’”.

En efecto, lo que esta persona me decía en su escrito es que las canciones cantadas por la madre María SONABAN MUY MAL, MUY DESAFINADAS, ERAN GRITOS QUE HERÍAN LOS OÍDOS, PERO… ESAS CANCIONES ESTABAN CARGADAS Y LLENAS DE FE Y DE AMOR A DIOS. Por eso, sonaban tan bien en los oídos, en el corazón y en el alma de la persona que me escribió. Esta persona veía que la madre María no se buscaba a sí misma, no le daba más quedar mal con su horrible canto y su desafinada voz. No le importaba quedar en ridículo o que se rieran de ella. La madre María sólo amaba a Dios y quería transmitir a los demás ese amor, esa fe, esa alegría interior que llevaba consigo… Y LO CONSEGUÍA. Su canto desafinado tocaba el corazón de los demás y el de Dios.

El amor, nuestro amor nunca debe ser algo etéreo o abstracto o teórico, sino que tiene que ser algo cercano, práctico y CONCRETO. La madre María nos ha enseñado un poco esto. A través de una cosa tan banal, como es un canto, hemos llegado a palpar un amor grande, pero concreto, a Dios y a los demás.

¿Cuáles son algunas de estas características del amor concreto, tal y como nos enseñan las lecturas de la Palabra de Dios del día de hoy?

            - Dice san Juan: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó”. Por lo tanto, la fuente y el origen del amor concreto nunca están en nosotros, sino en Dios. No sucedió que la madre María amara a Dios y Éste le respondiera. NO. Lo que sucedió es que Dios amó a la madre María, ella se sintió amada por Dios y fue ella la que respondió con amor. Ya no le importó el ridículo, ni el quedar mal, ni que la avergonzaran con su mala voz y con su mal oído. Ella sólo buscaba amar a Dios correspondiendo a Su amor primero. Ella sólo buscaba transmitir ese amor a los demás y que los demás conocieran de primera mano y por propia experiencia lo que significaba sentirse amados por Dios.

            - “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Hace unos años, me fui hasta León a ver a mis tíos. A una tía mía le había dado un ictus y estaba paralizada de un lado. No puede hablar y oye malamente. Mi tía se desespera por no poder oír ni hablar ni hacerse entender. Vi a mi tío, su marido, que ha dejado toda su vida: sus aficiones, sus gustos, sus ocios, sus tiempos… para dedicarse por entero a su mujer. Una mujer que no siempre lo trata bien, pero mi tío, fiel y pacientemente, sigue al lado de su mujer. En mi tío se cumple este evangelio, se cumple este amor concreto. Cada uno debe ejercer ese amor concreto en las diversas circunstancias de su vida.

            Hace un tiempo el Papa Francisco ha publicado una Exhortación titulada ‘Gaudete et Exultate’, en la que hace una llamada a vivir la santidad, pero no una santidad grandilocuente y extraordinaria, sino una santidad de andar por casa y pone algunos ejemplos concretos, de santidad concreta, de amor concreto: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, la clase media de la santidad” (n. 7). “Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. Por ejemplo: una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: «No, no hablaré mal de nadie». Este es un paso en la santidad. Luego, en casa, su hijo le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta a su lado y escucha con paciencia y afecto. Esa es otra ofrenda que santifica. Luego vive un momento de angustia, pero recuerda el amor de la Virgen María, toma el rosario y reza con fe. Ese es otro camino de santidad. Luego va por la calle, encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con cariño. Ese es otro paso” (n. 16).

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